su mujer, su madre, su hijo, la vida que no habia alcanzado y la que no tenia fuerzas para buscar. Sentia como iba cayendo hacia ese pozo en el que tantas veces habia estado, ese pozo con fondo y sin salida, la oscuridad absoluta, el final del camino. Permanecio boca arriba con la mirada fija en el plafon lleno de moscas muertas y estuvo asi un rato hasta que aquello se rompio en el, el cric definitivo, y una luz blanca escapo por la grieta de su pecho y todo se volvio repentinamente oscuro. Una paz subita se le desparramo por el cuerpo y durmio como hacia tiempo no dormia.
Tadeo sono intensamente. Desperto a las pocas horas, apurado por la angustia que venia mordiendole la nuca y se debatia con desesperacion en un estado que no era de conciencia, pero que tampoco carecia de ella. Algo asi como un limbo en el que habia quedado suspendido; podia darse cuenta de que estaba en la cama y que dormia; podia incluso darse cuenta de que era una pesadilla. Aguanto y, cuando fue insoportable, voluntariamente abrio los ojos y se esforzo en reconocer el cuarto y su cuerpo todavia vivo. El alivio fue inmenso, pero la angustia flotaba en el pecho y le dejaba la huella de una leve taquicardia.
La pesadilla se mantenia presente con increible nitidez: estaban en un lugar que pudo haber sido un teatro. Habian visto un espectaculo y salian: Laura, Cesar chiquito y el. Eran los ultimos y, al llegar a unos veinte metros de las puertas, vio que se cerraban y que no habia forma de que alcanzaran la salida. A esa altura, empezo a sentir la angustia que, de pronto, se diluyo porque ya no era el teatro, sino una casa que se comunicaba por un tunel con un apartamento. Laura y Cesar ya no estaban. La casa era blanca, todo muy blanco, como el teatro. El apartamento no, mas bien oscuro. El habia entrado a esa casa por algun motivo y estaba desnudo. Sus documentos, el dinero, las llaves, todo estaba en un cuarto, pero no sabia como llegar a el. Tenia la sensacion de haber hecho algo muy malo, un delito por el que se lo castigaria. Y persistia la idea de que le faltaba tiempo, como si tambien ahi otras puertas fueran a cerrarse y a dejarlo acorralado, desnudo y muerto de miedo. Lo unico que queria era volver al apartamento y vestirse. Sentia culpa por no recordar donde estaba el cuarto y tambien por aquello que habia hecho, algo espantoso de lo que quiza podria escapar si nadie se daba cuenta. Y el tiempo asfixiaba; podia ver su niebla azul que tenia levemente el aire, y las cosas, como un efecto de fotografia.
Se vio en su cama, acostado mirando el techo, envuelto en las sabanas hasta la cintura y con la piel fulgurante de gotitas leves. Es decir, se veia en su cama y en la casa blanca, a la vez, y tenia la sensacion de que el que estaba en la cama era el sonandose. Tuvo un destello de conciencia que no lo perdio del todo y tironeo hasta despertarlo cuando los pasillos de la casa se volvieron canos pegajosos de mugre, poblados de unas ratas que no aparecieron, pero cuya eventual presencia lo aterrorizaba. Estaba muy preocupado por las ratas. Camino por el enorme cano, pero ahora vuelto un nino, un nino de unos seis o siete anos, aunque el que dormia en la cama seguia siendo el hombre. Y, de pronto, sintio que el nino ya no era el, que podia mirarlo con cierta distancia, construir una tercera persona que le daba algo de paz mientras el nino avanzaba por el cano y el lo seguia, convertido en una camara movil que registraba sus movimientos con la extrana sensacion de sentirse el y no.
El nino caminaba sin miedo ni valentia; el cano se lo tragaba metro a metro, y el nino parecia no darse cuenta de lo que estaba pasando porque su paso era firme y la actitud serena, como si estuviera haciendo lo unico que podia hacer. Entonces fue cuando la oleada de angustia lo arraso desde las plantas hasta la punta del pelo. Queria detener al nino, pero no lo hacia, por miedo o pereza; lo dejaba seguir, aunque en el fondo queria tomarlo del brazo y obligarlo a volver atras antes de que el cano se lo llevara. El hombre que dormia en la cama se movia y tensaba las venas del cuello. Ahora era un mar de sudor, una lucha, el desasosiego de todo su cuerpo crispado, obligandose a reaccionar.
Un ruido de catarata infernal venia desde el final del cano y ya no era solo el nino el que iba hacia alli, sino que el hombre lo acompanaba, convertidos en dos y en uno, hombre y nino a paso firme hacia una salida que no era tal, sino una cisterna que se abria como la garganta de un gigante sediento y se los tragaba rio abajo, se los tragaba, se iban yendo.
Hizo un esfuerzo supremo. Todo su cuerpo se encabrito con furia y lo arranco del mal sueno. Termino sentado en la cama, jadeando como si volviera de una maraton descabellada, intentando recuperar el ritmo de la respiracion con el corazon al galope, mientras los estragos del mal sueno iban diluyendose en la piedad de la desmemoria.
Miro el despertador. Las seis y el martes amanecia, aunque pudo ser cualquier hora. Habia perdido la nocion del tiempo y era como si el alma estuviera poco a poco regresandole al cuerpo despues de un viaje agotador. Ya habia tenido taquicardias antes; hizo lo que otras veces: se concentro en respirar hondo. Con la mano en el pecho, podia sentir sus latidos como alguna vez habia sentido las patadas de Cesar en el vientre de Laura; pero esto, lejos de producirle aquella alegria pura, reforzaba su certeza de soledad. Apenas abrio los ojos, recordo el cric de unas horas antes y supo lo que iba a pasar. De pronto, era un gato en la cornisa que escapaba del fuego.
Cric. El oido que se destapa, el corcho que sale disparado, la burbuja de levadura que estalla. Para el fue un cric, como una ramita que se le rompio adentro, cric y a otra cosa, la cuestion se veia con mas nitidez aunque la oscuridad fuera absoluta. Tenia la sensacion de que para llegar a ese cric, el recorrido habia sido larguisimo, incluso con tiempo para meditar, hasta para hacer planes, ver a quien le dejaba sus cosas. O escribir una carta, si se podia, claro. Llegar al cric podia tomar dias, anos, o la vida entera, como si hubiera estado preparandolo desde el nacimiento, pero el cric era el final, cuando ya nada peor podia pasar, salvo seguir vivo.
Fue un pensamiento dulce, ni siquiera una decision. Lo unico de lo que se sentia dueno era de ese dia que tenia por delante y de lo que debia hacer, cuestiones practicas todas, para dejar en orden los rastros de su vida. Aunque fuese extrano, una parte de el permanecia encendida con lucidez organizando aqui y alla, disenando una estrategia obsesiva para alcanzar la prolijidad que redimiera cuarenta y siete anos de caos. Es cierto que en la ultima parte del recorrido habia ido perdiendo casi todo, como un camion que viaja a gran velocidad con la puerta de la caja abierta, pero habia cuestiones que se le antojaban imprescindibles, pequeneces que saldar antes de la noche.
Por eso penso que mas tarde escribiria la carta, para decir aquellas cosas que no queria atascadas en la conciencia cuando llegara el momento. Tenia la necesidad de liberarse de algunos pesos, cortar los nudos que lo ataban al hombre que hasta ese momento habia sido. Y queria irse liviano, con la menor carga posible. Apenas se levanto, intento aturdirse con aquellas cuestiones practicas, un poco para no pensar; por miedo a que ya no resultara tan natural la muerte y retrocediera en una decision que habia estado madurando desde hacia tanto. Asi que empezo por la ropa. Busco aquellas prendas que le gustaban y las separo para Cesar, con el secreto deseo de que las guardara como un recuerdo o, incluso, llegara a ponerselas. Pero la ropa no era un motivo suficiente para distraerlo y pronto se sintio abatido, con una masa de hierro apoyada sobre cada hombro, aplastandole otra vez la voluntad y las ganas.
Siempre se habia sentido un extrano en su propia existencia, como si hubiera nacido fuera de epoca o estuviera usurpando el alma y el cuerpo de otro. Podia evocar chispazos de satisfaccion, momentos tan fugaces que su solo recuerdo duraba mas que lo que realmente habian sido. Apenas detalles, instantes en los que sentia que alma y cuerpo se ajustaban a la persona que queria ser. ?Que cosas? Nimiedades: los ojos azules de un perro siberiano, por ejemplo; una linterna que se enciende sola en el fondo de un cajon; la mano diminuta de Cesar perdida en su mano; el olor de la tierra despues de la lluvia; el momento exacto en que el sol es un punto en el horizonte; un verso al final de un poema. Todo eso lo hacia sentir humano, pero no alcanzaba para vivir. Era imprescindible una adaptacion al lado prosaico de la vida donde la poesia es una ridiculez, un indicio de flaqueza. Y era entonces cuando se preguntaba que clase de hombre queria ser. Y hasta podia enumerar las virtudes y los defectos tolerables. Cuando la lista estaba hecha, se sentaba a contemplarla y caia en la cuenta, con horror, de lo poco que tenia en comun con ese hombre planificado. Ni siquiera reconocia su sombra, y empezaba a buscarse en otros, pero tampoco en ellos se encontraba. Como una insatisfaccion permanente, el suplicio de Tantalo.
A veces, sentia como si lo hubieran fragmentado, pulverizado la esencia en particulas luego distribuidas entre otros hombres. Un juego malsano de los dioses, un rompecabezas existencial en el que el era su ficha y ellos hacian los movimientos. Hoy, encontraba su talento en aquel escritor premiado y a el queria parecerse. Manana, era el amor en una mujer que sabia imposible. Mas tarde, eran la simpatia, la virtud, el genio que descubria en tres o cuatro conocidos, y procuraba mimetizarse, copiarlos, ser un clon parcial de sus talentos. Era triste saberse una mala copia; y lo peor, no tener fuerzas para seguir intentando.
Ya sentia trepar otra vez la angustia. Su instinto actuo esa vez y rapidamente busco algo que fuera tan importante como para llenarle el pensamiento. ?Los libros! Saber que iba a ser de ellos se volvio la razon de su vida durante mas de una hora en que clasifico, ordeno, rompio algunas dedicatorias y releyo otras con una palida