– ?Hablas en serio? ?Lo hiciste?

– Si. Era la forma de evitar que volviera a pasarme algo asi.

– ?Y Violeta lo sabe?

Escuche una risa siniestra, desconocida.

– Nunca se lo dije. Ella queria casarse para tener hijos, ?como se lo iba a decir?

– ?Fuiste deshonesto! -no pude evitar que se traslucieran mi desconcierto y mi desden.

– Tan deshonesto como aspirar a que me cuiden -dijo el con furia contenida-, a no terminar botado en la acequia, a escribir en paz, a que me mantengan economicamente… y a aguantar que esta hija de puta llegue embarazada de un viaje y me haga creer que el padre soy yo. Pero no se lo dire… el vinculo de la paternidad es sagrado para ella, eso me protege.

– ?Y por que me lo dices a mi?

– Para que sepas la laya de amiga que tienes, para que no la protejas tanto. A veces podrias aliarte conmigo.

– Yo podria contarle esto a ella.

– No, no lo vas a hacer. Te conozco. Tu no te meterias en problemas ajenos, no tienes tiempo.

Volvio la risa, corta y extrana. Y sin darle mayor importancia, agrego:

– Ven, bailemos, a ver si lo hacemos tan bien como ellos.

Me tomo por la cintura. Yo no queria bailar con el. A pesar mio, sufri la violencia de su abrazo.

Algo se habia desatado en Eduardo. Toda la fraternidad de nuestra relacion parecio esfumarse, y senti como sus manos y piernas presionaban todo mi cuerpo. En la algarabia del baile, busco abiertamente mi sexo con el suyo. Entonces mi instinto lo comprendio antes que mi mente: Jacinta. A esta edad, la intuicion es solo un asunto de experiencia. La rabia sacudio mi cuerpo. La rabia, Dios mio, la rabia: la enfermedad de la mujer de fines de siglo. No debieramos dirigirla, me dije, nadie con nombre y apellido es el culpable. Pero mi racionalidad no duro. Busque los ojos de Andres y los inunde con la mas desesperada de las miradas. Vi que se desconcertaba, pero su reaccion no tardo: soltando a Violeta, le propuso amigablemente a Eduardo cambiar de pareja. Creo que Eduardo apenas se dio cuenta. En los brazos de Andres me cobije. Nunca separarme de esos brazos, que nunca me toquen otros brazos. «?Que paso, Jose?», susurro. No fui capaz de contarle. «Despues, mi amor, despues.» Y baile adherida al unico lugar posible para mi.

Solo una vez la mirada mia y la de Violeta se encontraron. Me recordo a la Violeta mariposa, la de la infancia. Su dolor, como el aria final de Madame Butterfly. Pero no habia ningun amago -ninguno- de muerte en el marfil categorico de sus ojos.

No la vi irse. Repito, luego de todo lo ocurrido, no la vi irse. La limpieza del olor del cuello de Andres barria de mi la suciedad de Eduardo; olvide a Violeta.

?Era mi responsabilidad distinguir entre una historia de amor y una de error? Las consecuencias no eran previsibles. Esta mujer, con su cuerpo embarazado y meritorio, esa noche subrayo, despunto, mostro su reverso. Y yo no tenia como saberlo. Nunca vimos, ninguno de nosotros vio, cuales eran los ribetes de ese corazon. ?Podia yo sospechar, entonces, que faltaban solo instantes para que cesara en Violeta el laudo de la piedad?

El resto lo supimos en la madrugada.

Rosa llamo a la policia a las tres de la manana.

A las tres de la manana, Rosa estaba despierta porque Jacinta habia olvidado sus llaves y la llamo por telefono desde su fiesta -otra fiesta- para que le abriera la puerta. «La mama va a llegar mas tarde que yo, no se dara cuenta», le dijo la muchacha, y Rosa, para cubrirle las espaldas, la espero.

A las tres de la manana, Celeste escribia en su cama -solo la luz del velador prendida- una carta de amor. Aprovechando la ausencia de sus padres, escucho a Bob Dylan a todo volumen para ver si el regalo que le habia hecho Violeta valia la pena. Compuso siete distintos borradores. A las tres de la manana, escribio la carta final.

A las tres de la manana, Borja bailaba el ultimo rock con Jacinta mientras esta miraba la hora y le decia: «Me van a retar.» «No», le contestaba mi hijo, «yo se como es esa fiesta, no van a volver hasta el amanecer. Tranquila, Jacinta, tranquila.»

A las tres de la manana, Jacinta bailaba el ultimo baile con su amigo Borja. A las tres de la manana, le pregunto por que no le habia comentado su chaleco nuevo. «Es precioso», le respondio el, «?de donde lo sacaste?» «Me lo trajo mi mama del ultimo viaje.» «Pero no parece mexicano», le contesto Borja. «No», dijo Jacinta, «es guatemalteco.» Jugo coquetamente con sus muchos collares de mostacilla en el cuello y siguio bailando. A las tres y cinco, le dijo: «Ya, Borja, vamonos por favor, no quiero hacer pasar rabias a mi mama, que ya esta harto mal la pobre.»

Poco antes de las tres de la manana yo le decia a Andres: «No doy mas, vamonos.» «No seas fome, si nunca bailamos», me contesto. «Es que no me gustan los fines de fiesta, no quiero ver todo en el suelo, los globos reventados, la serpentina marchita, los vasos boca abajo. No me gusta ver a la gente con trago luego de haberlos visto llegar tan compuestos.» «Esta bien, el ultimo baile», me dijo Andres. Era una cancion de los Beatles; Violeta siempre la citaba: Life is very short and there is no time for fussing and fighting my friend. Se la cante a Andres al oido. Termino el ultimo acorde y le dije: «Vamos a lo nuestro, life is very short, no perdamos tiempo, mi amor.» Andres se entusiasmo con la perspectiva, miro la hora y me dijo: «Son las tres, vamonos.»

Cinco para las tres, Rosa oyo el disparo. Rosa habia salido en puntillas al pasillo cuando sintio llegar a la senora. Se alarmo pensando que Jacinta aun no estaba en casa. El dormitorio de la nina tenia dos puertas. Una daba al pasillo: era la que todos usaban para entrar o salir de la pieza. La otra daba al bano de Jacinta, y este bano, a su vez, tenia su propia puerta hacia el pasillo. Rosa, siempre en puntillas, entro al dormitorio y cerro con pestillo la puerta oficial, saliendo luego por la puerta del bano. Si la senora va a darle las buenas noches, se dijo, creera que duerme y no se enterara. Fue entonces que sintio gritos en el dormitorio principal. No distinguio las palabras, pero si las voces de Eduardo y Violeta. Y los golpes. Ese sonido, me dijo ella mas tarde, nunca lo confunde una mujer del pueblo. Muy asustada, fue a esconderse a su pieza. Pasada media hora, sintio el disparo. Salio de su cobijo y sus ojos no pudieron creer lo que veian: el cuerpo de Eduardo botado en el pasillo frente a la puerta de Jacinta, la sangre, y Violeta a tres metros de el, hincada en el suelo, con la cabeza gacha, sujetando un revolver con ambas manos.

La policia llego inmediatamente. Detras de ellos, Borja y Jacinta. Los alarmo ver la puerta de la casa abierta y los autos de los carabineros. Entraron y la escena era exactamente la misma que describio Rosa. Como si se hubiese congelado en un instante fotografico.

– ?Mama, mama! -grito Jacinta-. Mama, ?que has hecho?

Fue la primera y unica reaccion de Violeta, que no habia acusado recibo de la presencia de la policia, ni de los gritos de Rosa, ni de nada que sucediera a su alrededor: levanto la mirada, cansada e inerte, hacia su hija, y con la voz muy baja dijo las unicas cuatro palabras que habria de pronunciar:

– Los espiritus no funcionaron.

El estrepito y el tiro: el revolver de Violeta impregno el aire de polvora y en ella recogio silenciosos lamentos milenarios.

Violeta disparo por todas nosotras.

Intermedio

Nosotras, las otras, acompanabamos a Violeta esa noche, hace muchos anos, cuando sola en casa de su padre hurgaba entre los libros del estante de madera de coigue. La vimos, nitidamente, avanzar hacia la seccion de poesia, alzar su mano y tomar una edicion de tapa dura, forrada en gris: The Fact of a Doorframe. [3]

– Adrienne Rich -murmuro para si misma y repitio dos veces el nombre de la autora. Gracias al marco de una puerta existo, fue su evidente reflexion, y partio con el libro. Nunca lo devolvio.

Lo anoto en su diario, ya no recordamos en cual de todos sus cuadernos. Pero anoto lo del marco de la puerta.

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