– No, no -le contesto, definitiva, la madre-. Si fuera asi, Dios no nos habria puesto sobre esta tierra. Y si lo hizo, fue por algo. Esperate, va sabremos sus razones.

Dios era una figura vaga para la nina; probablemente, lo era tambien para su madre. Como un amigo que nos acompana desde lejos, penso Cayetana, pero que no nos hace mucho caso, ni nosotras a el.

Ambas se sentian solas con este nuevo horario. Pero pudieron pagar el arriendo y comer tranquilas. A veces, Carlota llegaba de la fuente de soda con jamon y queso que permitian a los dependientes llevarse cuando se anejaban.

– No me gusta que trabajes asi -le decia Cayetana a su madre.

– Son solo los pies que me duelen. Me obligan a usar esos zapatos altos para gusto de los clientes y termino con los dedos acalambrados.

Hubo domingos -el unico dia libre de Carlota- en que no tuvo fuerzas para salir de la cama.

– Debiera llevarte al parque, como hacen las otras mamas -decia culposa.

– Te cambio el parque por cuentos. Cuentos largos y entretenidos. Asi no te mueves de la cama ni yo tampoco.

Fueron esos mismos cuentos los que avivaron y acicalaron la imaginacion de Violeta anos mas tarde. Cayetana nunca dejo de contarselos, y luego Violeta a Jacinta. «Una familia de cuenteros», decia Carlota.

Un dia Cayetana, exhausta en su encierro, decidio irse del colegio a la fuente de soda. No quedaba a mas de veinte cuadras de la casa, y las camino gustosa. Nunca andaba en micro, no tenia dinero para eso. Y cuando entro, algo olio en el aire. Habia casi puros hombres. No tomaban te a esa hora, sino cerveza. Le gritaban a su madre como si fuesen sus duenos. Le dio pena ver a Carlota ahi.

Estudiare y estudiare, se prometio a si misma, me educare para tener de grande un trabajo decente. Y mi mama descansara.

Una noche Carlota llego muy enojada. Se enojaba poco y esto sorprendio a su hija, que para ese entonces habia juntado ya muchos cuadernos cuadriculados -chicos, de hojas ordinarias- con poemas y dibujos. Aparto su atencion de las palabras que al fin se habian encontrado en una rima.

– ?Que paso?

– Un cliente se sobrepaso conmigo. Le reclame al jefe y no me dio la razon.

No especifico nada mas, pero el pequeno corazon de Cayetana se encogio. Conto los dias. No fueron mas de diez hasta que la cesantia las acecho otra vez.

– ?Eres una parada en la hilacha, eso es lo que pasa contigo! -le habia dicho el jefe.

– Y a honor lo tengo -le contesto Carlota, cuando le retiro con fuerza las manos al jefe mismo, ya no a un cliente, de sus nalgas-. Pagueme lo que me debe, yo aqui no vuelvo.

Y no volvio. No tuvo duda. Se fue, con la misma seguridad con que el dia del terremoto abandono su ciudad natal.

– Somos de una estirpe de sobrevivientes, Cayetana. Tu y yo. Y tambien lo seran tu hija y la hija de tu hija. Lo presiento.

Al dia siguiente fue a buscar a Cayetana al colegio. Lo hizo con tiempo, respirando el aire, mirando a la gente en las calles, deteniendose frente a las vitrinas. Caminar asi es un lujo, el tiempo es el lujo mayor, se decia en silencio. Fue en el escaparate de una pasteleria que vio el anuncio: Se necesita empleada domestica, puertas adentro. Buen sueldo. Hablar aqui.

Carlota no pudo apartar los ojos del aviso. Luego prosiguio su camino a la escuela y recogio a su hija.

Al dia siguiente hizo el mismo recorrido. El aviso aun estaba alli.

Al subsiguiente, entro.

Esa misma noche, Cayetana le dijo a su madre: «No te vayas a morir, mama. ?Que pasaria conmigo? Me quedaria sola en el mundo.» Y Carlota le respondio, segura: «No tengo para cuando morirme, soy una mujer fuerte. El dia que me muera sere vieja, estare ya cansada y morire de pie sobre mi cama, como corresponde a la gente curtida. Veras que es cierto lo que te digo.»

Carlota y Cayetana se instalaron en una buena casa junto al Parque Ecuador, vecino a la Universidad de Concepcion. Don Jorge Gallardo -el patron de Carlota- ensenaba filosofia en la Escuela de Derecho. Era un hombre solo, tambien viudo, padre de una unica hija. Lo que mas temia Carlota al presentarse al nuevo trabajo era plantear la existencia de su Cayetana. Pero no fue motivo de problemas. Por el contrario: dada la situacion del dueno de casa, la nina fue bienvenida.

Transcurrieron dos largos anos sin sobresaltos, madre e hija muy juntas. Lo unico que pesaba sobre Cayetana era pronunciar: «Mi mama trabaja como empleada domestica.» Y le costaba porque sabia que algo en Carlota estaba roto. ?Sera la esperanza, que siempre puede recuperarse?, se preguntaba Cayetana mirando a esta mujer, valiente al servir la mesa, al lavar la loza ensuciada por otros, al limpiar los banos de la casa.

No lavaba ni planchaba la ropa. Para ello don Jorge empleaba a una joven huerfana -de madre mapuche y padre mestizo- a quien le daba este trabajo para aumentar sus ingresos. La muchacha se acerco mucho a Carlota; la trataba con enorme respeto, como a la madre que habia perdido, sospechando que esta mujer no vivia lo que le correspondia. Durante dos anos, todos los martes y los viernes, almorzaron y comieron juntas.

– Usted es muy sabia, senora Carlota.

– En la vida, mujer, las penas la ponen sabia a una.

Cayetana fue la mas beneficiada con la presencia de esta joven. Tenia, por fin, quien la sacara a pasear, la acompanara al cine y la ayudara en pequenas diligencias. Y estaban los cuentos. Cayetana, sentada junto al fogon, escucho historias de su raza y aprendio de ellas. La joven mapuche le hablaba de los espiritus tutelares, de los antepasados a quienes la machi llama con la rama de canelo, echandole mudai -licor de trigo bendito-, del marido elegido para la machi, el que debe proveerla de todo para que ella haga su trabajo. «Eso me gustaria ser a mi, una machi», le decia Cayetana. «No puedes», le contestaba la muchacha, «tu no eres mapuche.» «Pero mestiza soy», contestaba orgullosa la nina, «?o tu crees que los espanoles solo tuvieron hijos entre si?» Le hablaba del pillan, explicandole que no es el diablo como creen los blancos, sino el espiritu que los cuida. Llamaba al cielo la tierra de arriba, y eso Cayetana nunca lo olvido. Tampoco el respeto a la tradicion oral, a las voces de los mayores, los padres, los abuelos, los bisabuelos. Cayetana escuchaba sobre los suenos posibles de la muchacha: «Elegimos el vuelo del condor arriba o de la oruga que no ha movido una hoja pero que sera la mariposa que movera la imaginacion.» (Mucho mas tarde Cayetana le diria a su hija: «Lo mejor de esa cultura, Violeta, es que las emociones y las ideas van unidas en las mismas palabras. Esa es nuestra gran diferencia con ellos.» No nos consta si la nina lo comprendio o no.) Y Cayetana, cuando hubo asumido el significado de la palabra lamien, penso mucho en la hermandad. Le preguntaba a Carlota: «Mama, ?por que los mapuches entre ellos son hermanos y los blancos no?»

La muchacha que conto tantas historias a Cayetana se llamaba Marcelina Cabezas.

Dos anos deciamos que duro la tranquilidad, hasta que llego el pirata aquel, el que surtia a don Jorge de mariscos y harina. Era un hombre de mar. En alguna revuelta partio con su barco de la Armada, tomo la radio por donde recibia las instrucciones y, por considerarlas confusas y contradictorias, la tiro al mar. Desaparecio con barco y todo. Volvio a los cuatro anos, con dinero. Consciente de su delito, se entrego a la justicia y pago con la carcel. Cuando salio libre, se compro un molino: este fue el unico lugar donde hubo pan en la epoca de la depresion.

Don Jorge le profesaba una mezcla de admiracion y carino.

Un dia, mientras Carlota le servia un te en el living, el le pregunto a boca de jarro:

– Usted, senora, ?por que hace este trabajo?

– Porque es un trabajo honrado y debo educar a mi hija.

– ?Nunca se ha preguntado por la injusticia?

– ?Para que? Me toco lo que me toco y tengo que apechugar, sin hacerme preguntas.

– Bueno, no le vendria mal hacerse unas pocas. Usted sabe tan bien como yo que este trabajo no le corresponde…

– En no habiendo otro…

– ?Cual es su dia libre?

– Los jueves en la tarde y domingo por medio.

– Bien, el proximo jueves la vendre a buscar y la voy a llevar donde unos amigos, a una reunion. Para que

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