– Todo.

– ?Te llamo a un doctor? ?O te llevo a la clinica?

– No seas ridicula. Es solo un malestar.

– Vamos a mi pieza, al menos tiendete en una cama.

Mientras ella se acurrucaba, recordandome a los perritos negros, fui a hacerle una infusion de hierbas. Esperando a que la tetera hirviera, pense en nuestra conversacion interrumpida. Estabamos casi a fines de 1991. Era tan mal visto anorar el pasado que a Violeta le daba verguenza reconocerlo. Y se armaba de una bateria de ideas abstractas para disimular lo que lisa y llanamente le sucedia. Que le dolia el corazon.

Esa llamada a la semana siguiente fue de Jacinta: Violeta estaba embarazada.

Ahora si se apuran los hechos.

Mientras riega los cardenales instalados limpiamente en sus maceteros rojos, todos iguales en diez maceteros sobre el balcon de la calle Gerona, me mira asorochada. Le noto un feo moreton en la mejilla.

– Me dio una fatiga. Me cai y me pegue contra el lavatorio.

– ?Que dijo el doctor?

– Que deberia vivir en un tono menor hasta cumplir los tres meses.

– Pero Violeta, ?te lo esperabas a estas alturas?

– No. Mis ganas no mas me hacian acordarme del tema, pero habia perdido toda esperanza. Hace tiempo ya que deje de sacar cuentas o andar pendiente de la fechas. Quizas por eso mismo resulto.

– ?Que dice Eduardo?

– Creo que le importa mas la novela que esto. Anda como desconcertado. No le va a gustar nada saber en que condiciones tengo que vivir estos meses… No se lo he dicho todavia.

– ?Cuales son esas condiciones?

– Parece que no es broma tener guagua a los cuarenta, Jose. Con Jacinta tambien fue todo muy delicado, acuerdate. Tengo que cuidarme, es la retencion del feto lo que mas preocupa al doctor. Hay que evitar espasmos o contracciones como sea.

– ?Me vas a decir que, de paso, te prohibieron los orgasmos? -trate de tomarlo a la broma, pero ella me contesto muy seria.

– Efectivamente. Asi me lo dijo el doctor.

– ?Por que no pides una licencia, o un permiso sin sueldo, y te dedicas a cuidarte?

– Porque ya tome mis vacaciones para ir a Huatulco -y agrega-: Y porque no quisiera estar todo el dia en la casa. No con Eduardo trabajando aqui.

– Como si fuera un energumeno…

– Lo es.

Pasaron varios dias sin que supiera de ella. Una llamada telefonica rapida, no mas, para saber de su salud. Yo estaba inmersa en los textos de mis canciones, puliendolos luego de la conversacion que tuve con Violeta. Me concentre a tal punto que hasta olvide algo tan crucial para ella como su embarazo. A veces llegaban mis hijos, venian de estar con Jacinta y me contaban. No eran dias faciles, Violeta no se sentia muy bien.

Yo tenia que partir al norte, a dar unos recitales en Arica y La Serena. La noche anterior a mi viaje recibi nuevamente una llamada de Jacinta.

– Josefa, la mama esta con perdidas.

– ?Mierda! ?La vio el doctor?

– Si, pero esta encerrada en la pieza, ha llorado todo el dia y no me deja entrar.

– ?Y Eduardo?

– No llego anoche… No se donde esta. Ven a verla, se buena.

Estaba haciendo la maleta, y me preparaba para ver a Andres terminada esa tarea. Siempre me costaba separarme de el. Necesitaba que me regaloneara y me reafirmara cada vez. Ademas, era meticulosa para hacer mis maletas. Nada podia faltarme: desde los antidepresivos a las sales de fruta para mi porfiada acidez, de los tapones para los oidos hasta los tampax (varias veces me habia sucedido que se me adelantara la menstruacion por el estres de subir al escenario). Del vestuario y el maquillaje se ocupaba Mauricio, quien me acompanaba en cada gira (era una condicion de mi contrato). Pero aun asi las maletas requerian toda mi concentracion.

– Parto manana al alba, Jacinta. Ya sabes, los horarios malditos de los vuelos nacionales…

– Hazte un tiempo, Josefa, apuesto a que a ti te abre la puerta.

No habia notado la presencia de mi hijo Borja en la pieza. Seguia atentamente la conversacion telefonica. Y su mirada -el juicio que encerraba esa mirada- basto.

– Voy al tiro.

Deberia haber cancelado mi recital. El cuadro que me encontre donde Violeta me espanto. ?Por que no la traje a mi casa? ?Por que no la rescate?

Efectivamente, me abrio la puerta de su dormitorio. Me repelio el aire denso, encerrado, fetido. Volvi a pensar en los perritos de la Amiga cuando la vi agazapada, buscando refugio y calor. Pero a ella ninguna madre nutritiva iba a acogerla. La pieza y la cama estaban desordenadas. Su cabeza, despeinada. Ni el ambar ni el marfil: su rostro, sucio por el llanto -como el de un nino-, de nuevo amoratado.

– Violeta, ?te volviste a golpear!

No me respondio, como si bastara con las evidencias.

– No perdere esta guagua, pase lo que pase -dijo por fin. Me parecio positiva su determinacion.

– ?Estas sangrando?

– Si. Se que nunca mas me voy a embarazar, lo se. Por eso quiero conservarla aunque sea lo ultimo que haga en la vida.

– ?Por que estas con perdidas? ?No te has cuidado?

Guardo silencio y escondio la cara en la sabana.

– ?Que pasa, Violeta? ?Cuentame!

– Eduardo. Es culpa de Eduardo… Me cuesta hablar, Jose, me siento desleal…

– ?Por que crestas le guardas las espaldas? ?Hasta cuando juegas a la sometida? ?No te viene ese papel!

– No me agredas… -apenas un hilo de voz, y yo no podia con mi propia dureza.

– ?Que paso?

– Fue anoche… Me entrego unas paginas de su novela para que se las corrigiera, yo estaba muy cansada, le dije que al dia siguiente, que queria dormir. Se quedo en el escritorio, enojado, y yo me vine a acostar. Entre suenos lo senti salir. Volvio tarde. Me desperto, venia con trago. El gin se olia desde la puerta. Quiso hacer el amor, le dije que no debiamos. Se puso obsceno, tu sabes… Luego, muy violento… -a Violeta le temblaba la voz, iba soltando las palabras con dificultad, con verguenza-: Me dijo que este embarazo era una estupidez… Le dije que por eso me habia casado con el. Se enfurecio.

– Es un concha de su madre… -la rabia me subia por el cuerpo-. Te violo, ?cierto?

– Si.

– Y tu, ?que hiciste?

– Lo que hace cualquier mujer frente a la fuerza bruta: resistir y resistir. De repente pense que eso le haria peor a la guagua y me entregue… Fue como si no estuviera ahi. Cuando ya todo habia pasado, le dije que si esto volvia a suceder yo lo mataria.

– ?Y te tomo en serio?

– Me pego.

– Hay que denunciarlo a la policia.

– Es mi marido, Josefa, no llegariamos muy lejos.

Le tome la cabeza, le arregle el pelo, como a una criatura dejada de la mano de Dios.

– ?Que vas a hacer, Violeta?

– Conservar esta guagua. Lo demas, lo voy a pensar despues. Por ahora se que volvera arrepentido y avergonzado, y eso me dara una tregua.

– Voy a hablar con Andres. El puede ayudar.

– ?No! No abras la boca. Te lo digo en serio. No le he contado nada a nadie, Eduardo no es solo mi marido,

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