Correle, correle, correla.
Andres asumio su defensa. Violeta confeso su culpabilidad desde el primer momento y eso facilito mucho las cosas. La llevaron a la carcel. Prohibidas las visitas al principio, fueron estrictos con ella. Todos fuimos a declarar y yo hice uso de sus diarios, entregue parte de ellos al juez, bajo secreto del sumario. Se que el diario la ayudo. Tambien jugo a su favor el embarazo. («De la sangre le fluiran letras y lineas. Y si tu eres su madrina, Jose, tambien notas musicales. Sera un artista mi hijo.»)
Aparte de Andres -su abogado-, Jacinta fue la primera en verla. Me cuenta lo que ha hablado con su madre en la carcel. Violeta le ha pedido que mantenga la confianza en ella, a pesar de lo que ha hecho. ?Confianza? Jacinta la mira con dureza. Pero luego de una pausa, resistiendo esos ojos implorantes, le responde: «No tengo mas remedio. Confiare en ti tan solo porque en la vida hay que confiar en alguien.»
Jacinta no quiso volver a pisar la casa de la calle Gerona.
«No puedo mirar nunca mas la puerta de mi dormitorio», dijo. Aunque estuviese instalada donde su abuelo, mi casa fue su paradero cotidiano, como para Violeta la casa de mis padres cuando desaparecio Cayetana. Borja paso a ser el caballero andante de esta princesa desvalida, que tuvo que vivir, ademas de sus propios dolores y los de su madre, el acoso publico y los correspondientes insultos y humillaciones.
Una editorial avispada publico, con la rapidez de un rayo, la novela de Eduardo. Esto contribuyo a la publicidad del caso y no hubo un solo escritor que apoyara la causa de Violeta. Todos, como gremio, la maldijeron, salvo un par de mujeres. No necesito explicar el exito de la novela del autor asesinado. Por fin logro dejar de ser el narrador del maremoto de Corral y volvio a ser leido por todo el mundo. Si Eduardo lo hubiese sabido, quizas le habria pedido a Violeta que lo matara antes.
Recuerdo la noche en que Andres se encerro en el escritorio para estudiar la defensa de Violeta. A las dos de la manana entro al dormitorio con una mirada triunfal.
– Josefa -me dijo-, he revisado codigos y leyes hasta la saciedad. Y es un poeta el que me ha dado la respuesta. Nada menos que Shelley. Dice: «El gran secreto de la conducta moral es el amor.»
Esa fue la tonica.
El caso de Violeta paso a ser un paradigma para todos los sectores.
Todos sacaron la voz.
Muchos apoyaban racionalmente a Violeta, pero nadie queria estar con ella. Era una rara ocasion en la cual todos tenian alguna bandera que levantar. Desde las feministas, que encontraron el perfecto encaje para denunciar la opresion masculina sobre las mujeres, hasta los antidivorcistas, que consideraron que la mejor defensa contra el abuso, el maltrato y el crimen era la familia bien constituida.
Si esta tragedia le hubiese sucedido a una mujer popular, la critica habria sido mas benigna. Entre los sectores mas conservadores, el tema central fue la liberalidad de las costumbres en las capas intelectuales. Chocaban entre ellos, pues los antiabortistas -aunque les repelia la imagen de Violeta- no se atrevieron a condenarla: habia actuado, despues de todo, para salvar al hijo de su vientre.
La misma Iglesia Catolica pidio mesura en la pena: mal que mal, ella habia defendido una vida.
Los organismos del Estado hablaron de la violencia intrafamiliar.
Todos, absolutamente todos, tenian algo que decir, y muchas veces esos «algo» eran contradictorios.
La prensa hizo lo suyo. El sensacionalismo no tuvo limites. Gracias a Dios, nunca tuvieron acceso directo a Violeta. Trataron, por tanto, de llegar a mi. Les fue pesimo.
El primer sintoma de la reaccion de las mujeres fue la aparicion de una importante intelectual en la television, en un programa de alto rating, diciendo: «Violeta Dasinski hablo desde la camisa de fuerza que es el lenguaje de nuestro genero.»
«?Violeta mata por la vida!», fue el grito de muchas mujeres enardecidas ante los tribunales, hasta donde habian llevado pancartas exigiendo Libertad para Violeta.
Unas sociologas elaboraron la siguiente tesis: lo que le sucedio a Violeta Dasinski fue que bajo la guardia, como siempre les sucede a las mujeres en el momento en que la plenitud de lo femenino las invade.
Una importante revista femenina aparecio con el siguiente titular: «Violeta Dasinski no solo ha invadido los bastiones masculinos; en el proceso los esta transformando.»
Una historiadora muy prestigiosa se fue a los origenes y denuncio desde alli: «?No nos conto el propio Vicuna Mackenna que el punto de partida de la educacion moral e intelectual de la mujer chilena durante la Colonia era la sospecha?»
Una cantante, ni feminista ni intelectual, pero muy popular por su audiencia, le dedico su ultimo disco.
Algunos la llamaron «la hechizada».
Yo giraba junto a la manana, imaginando su prision. ?Como son las madrugadas de Violeta en la carcel? Fue siempre obsesiva con los amaneceres. Ya no la entibiara el tubo del bano de la casa del molino. Un ulmo en flor. ?Si pudiesen sus ojos mirar un ulmo en flor camino a Puerto Octay!.
Por fin pude verla.
Me dirigi al paradero 10 de Vicuna Mackenna, a la Carcel del Buen Pastor.
Era un cuarto chico, humedo y desnudo, y solo habia dos sillas, una frente a la otra. Violeta daba la espalda a la puerta, enfrentando la silla vacia. Se levanto al verme. Nos miramos un instante, anonadadas. Abri los brazos - ven, Violeta, ven, gritaba por dentro-, la envolvi, apretandola, sujetandola.
– Iba a violar a Jacinta… iba a violar a Jacinta… y la pieza de Jacinta estaba vacia… yo no sabia… el iba a violarla…
– Ya se, Violeta, ya se. No tienes que explicarme nada.
Le tome la cara con mis manos, necesitaba mirarla.
Tenia el pelo tomado hacia atras. Estaba palida y ojerosa, y si nunca uso mucho maquillaje, ahora su cara se veia lavada, sin un solo artificio. Vestia sus faldas largas, como siempre, pero sin aros ni pulseras ni collares. Solo el anillo de la piedra cruz, con el que no ceso de jugar los diez minutos que duro la visita. Parecia no estar ahi. Y supe que no era ella la que habia partido, sino su nostalgia.
No la culpe. Tus ojos, Violeta, se equivocaron de cielo.
Me hablo de su raza maldita.
Cuando el tiempo de visita se cumplio y me dispuse a partir, me dijo con voz plana:
– Volveria a hacerlo, Josefa. Hoy la unica diferencia entre Eduardo y yo es que el no volvera a abrir los ojos.
Violeta siente que ha muerto. Es evidente que los tiempos nuevos no fueron los adecuados para que ella defendiese la mejor parte de si misma.
En mi segunda visita a la carcel, que tambien duro diez minutos, le pregunte por su futuro hijo. No sabia bien como encarar este asunto, era tan delicado. Mi conversacion con Eduardo esa ultima noche me obsesionaba.
– ?Como lo llamaras?
– Si es un hombre, Gabriel. Como el arcangel.
Guardamos un precioso minuto de silencio; recorde los pistachos que le llevaba y los saque de la cartera.
– No es hijo de Eduardo -anuncio, evitando asi mi pregunta. Y agrego-: ?Gracias a Dios!
– Lo sabia. Me lo dijo el mismo esa noche.
– Bueno, por eso empezo la pelea, la ultima.
– ?Entonces?
– Es de Bob. ?Te acuerdas de el?
– Si, si me acuerdo.
– Igual pienso hacerle la prueba de ADN, por si Eduardo mintio. Pero en el corazon, que es el unico lugar donde uno sabe realmente las cosas, se que su padre es Bob. No he dejado de pensarlo desde que me encerraron.
– Pero, Violeta, ?como no tomaste precauciones?
– Porque pense que ya no podia embarazarme. Habia esperado tanto y nada… En todo caso, Josefa, hubo solo una noche loca, como podrias calificarla tu, solo una en que no tome precauciones. Fue la primera vez que
