18.
En estos dias se celebran veinticinco anos desde que el hombre piso por primera vez la luna.
Pero no es estrictamente eso lo que me interesa. Es algo que dicen las noticias sobre el ultimo fragmento de un cometa que se estrellara contra Jupiter. Ayer, o antes de ayer, cuatro fragmentos brillantes se estrellaron contra ese planeta. Tres ya lo habian hecho los dias anteriores. El brillo fue tan intenso que saturo los instrumentos de observacion. Se generaron resplandores.
Corro donde Violeta.
Escucho el apaciguador ruido de una domesticidad que fluye, que anida. Entro a la cocina. Tierna me informa que Violeta ha ido a San Juan del Obispo a buscar unas telas.
– No tenga pena, volvera para la cena.
Medito sobre la forma en que los guatemaltecos dicen «no se preocupe»: no tenga pena. Yo siento tan cerca la pena, pero no siempre estoy preocupada. La pena es mas bonita.
A los veinte minutos aparece Tierna en mi dormitorio con una elegante caja transparente. Dentro hay una flor.
– Es para usted -parece excitada.
– ?Que flor es esta. Tierna? ?Es una preciosura!
– Es una orquidea, la «monja blanca», nuestra flor nacional.
Espero a que Tierna se retire para abrir el sobre. Me gusta la escritura negra sobre un papel rugoso:
?Solo asi he de irme?
?Como las flores que perecieron?
?Nada quedara en mi nombre?
?Nada de mi fama aqui en la tierra?
?Al memos flores, al menos canto!
Cantos de Huexotzingo
La firma no va en el papel, veo el nombre de Javier detras del sobre. Una orquidea por una noche de amor. Al menos flores, al menos canto.
Se corto la luz. Me acerco al telefono con temor de que no funcione. (En Antigua siempre falla algo, o la luz, o el agua, o el telefono -me lo advirtio Violeta-, pero nunca se va todo junto.)
Tome el telefono. Habia jurado no hacerlo, para eso esta Borja que llama, me comunica cuantos gramos ha subido Celeste, que nueva gracia ha hecho Diego y que notas se ha sacado en el colegio, cuantos milimetros de agua han caido en ese invierno lejano.
Pero hoy debo hablar yo. Una sola cosa debo decir. Una sola.
– Andres, nos estamos perdiendo. Fue todo lo que dije.
– Si -silencio en la linea, su respiracion pesada-. ?Es ese el costo de tu curacion? -me pregunta mi marido, a miles de kilometros de mi.
No respondo.
– ?Estas mejor? -insiste.
– Si.
– ?Crees que puedes volver?
– Tengo miedo.
– Celeste y Diego te necesitan.
Silencio otra vez, confundido con unas voces lejanas.
– No quiero hablar mas -es verdad, no es manipulacion: no quiero hablar. O hablo de Pamela, de Javier, de Antigua, del amor, de la verdad, o no hablo nada-. Creo que he encontrado la nueva casa del molino, y tu y yo nos estamos perdiendo -no dije mas.
Eso ya fue mucho. Corte la comunicacion.
?Debere vestirme de negro, pintarme de negro, ennegrecer mi palacio y mis cortinajes?
Mi romance va del son al canto. Son las sevillanas esta vez. Me lo encontre tomando cafe en El Patio, despues de la orquidea.
– Oye tu, andaluza, ?conoces las sevillanas?
– Claro que si -respondo casi arrogante.
– En la magia de tus ojos siempre me he perdido, no vivo mas que en las sombras desde que te he conocido.
Ese vacio que deja el amigo que se va… sevillanas me pueblan, conozco tantas.
– No te vayas todavia -le canto en la mas andaluza-. No te vayas, por favor.
Es que esa noche, la primera en el Santo Domingo, el dia de la llegada de Bob… La anoranza de Violeta no lo entorpecio todo como yo anticipe. No. Las corrientes subterraneas subieron por nuestros cuerpos hasta evidenciarse indecentes. Pero ese fin de noche -ese- los protagonistas no fuimos nosotros, no. Fue mi control.
?Sabes lo que hicimos, mexicano mio? ?Sabes la dimension de todo lo que rompimos? La fidelidad no es en vano. Tu me dijiste la primera noche: «No quiero forzarte y quebrar algo tan profundo en ti.» Y porque tu entendiste que era profundo, mas tarde pude. Pudo tu comprension a este cuerpo maltrecho y leal. Cuando aquella noche de la anoranza no me hiciste el amor, me dijiste: «Es muy raro encontrarse con la lealtad, es escasa, ?sabias? Por eso no voy a insistir, es mi regalo.»
Tu me regalabas mi propia fidelidad. Y cuando me la quitaste, tu tambien dijiste: «Se que puedo forzarte, Josefa, es solo un asunto de insistir sobre un terreno ya fertilizado. Y creo que ya es el momento, no quiero arrancarte nada, no quiero robarte, solo amarte.» Entonces, magicamente, el control perdio su sentido.
Ay, Javier, cuando en ti pienso… Ese respeto, licuado en la evidente pasion de los dos… ?rompio o recompuso? Como un nino en brazos de nadie me encuentro yo.
El recuerdo de aquel amor nuestro no sera un punal, como en las sevillanas. Que clava los cinco sentidos, que me va a matar. La andaluza en mi lo resolvera, Javier. Lo prometo.
Y entonces, el remolino.
Celeste, la recopilacion de canciones, el cementerio, Javier, el bautizo. La despedida.
Pero debo ir por partes.
Dos dias despues de hablar con Andres, Violeta me anuncia una sorpresa: mi hija Celeste. Ha sido invitada por Violeta a la fiesta de nuestro pequeno arcangel. Una semana en Antigua de regalo para mi hija. No me cabe duda de que esto fue fraguado con Andres a mis espaldas. La toco, palpo su carne delgada. Esta mejor, tanto su animo como su peso. Siempre algo retraida conmigo, se muestra expansiva con Violeta. Jacinta, Borja y Alan la han integrado al grupo y Antigua ha comenzado a ejercer su magia cuando veo que de a poco se dibuja en ella la sonrisa que crei perdida. Hasta que me dice, muy convencida: «Mama, debieramos volver todos los anos.»
Jacinta, Celeste y yo, tendidas en mi cama, vemos La novicia rebelde en video. Cuando Maria bailo por primera vez con el capitan, en su vestido celeste, entra Borja al dormitorio y me dice: «Mama, quiero hablar contigo.» Me levanto de mi somnolencia, dejando los suenos de cancion en Salzburgo para las ninas.
Borja se quedara a estudiar en este pais. Quiere entrar a la universidad en Ciudad de Guatemala: la arquitectura. «?Que mejor lugar, mama, viviendo en Antigua?» Todo se repite, se devuelve en esta historia mia. Nos ponemos de acuerdo en cosas practicas.
(«?No te da miedo su relacion con Jacinta, Violeta? ?No los encuentras demasiado apegados?» «No, no me inspira ningun temor, al contrario, se hacen un enorme bien uno al otro.» Y aparece su risa traviesa. «A veces creo que terminaran casandose, Jose, ?preparate! ?Como nos veriamos de consuegras?»)