cuerdas vocales y sus venas fueran mias.
Termino el pequeno recital con una vieja cancion, Los negros de Guarangana. Con mis pies y mis sienes latiendo al compas, viva yo, viva con vida antigua, mia tambien, americana, me arrasan ansias inesperadas e inmensas de apropiarmela.
Instintivamente abrace a Violeta a la salida.
– Intuyo que tienes mucho que hacer -me dijo-. Ya te he adelantado camino. Una amiga, Lavina, investiga canciones antiguas. Quiero que la conozcas.
Va a buscarla, me la presenta y fijamos una cita.
Pisando los adoquines de la salida de la universidad, me alejaba, quemando lo que recorrian mis pasos, dejando atras, difuminando.
Creo que fue culpa del recital. Del son, del compas que agarro mi cuerpo, de la cantante morena que me exorcizo, de Lavina que me tento. No volvi con Violeta y Bob a casa. Me fui directamente al Hotel Casa de Santo Domingo. Tambien fue culpa de ese lugar, de ese convento en ruinas que han levantado como hotel. Como le dije a Javier, tengo la certeza de estar pisando uno de los lugares mas bonitos del mundo.
Frente a la misma chimenea de cobre repujado, pedi la misma margarita de hace tres noches. Javier me pregunto por dos cosas: por mi tesoro – ?cual era?- y por mi fantasia.
Las preguntas de Javier solo me dicen que mi intuicion es correcta. Que con el la vulnerabilidad no importa: es un hombre noble, no debo temer. Que he caido en buenas manos. No seran bruscas sus manos, no daran tormento, solo acogeran. Si he de lanzarle un dardo a Andres, que al menos valga la pena el hombre por el que se lo lanzo.
– ?Has pensado en el foso medieval como un simbolo de libertad? -le pregunto.
– No. Pero estoy abierto a pensarlo, si me convences.
– ?Sabes, Javier, que a nosotras las mujeres nos han ensenado a temerle a la soledad?
– Eso si lo se.
– Nos quisieron encerrar en castillos con fosos, sola la torre, sola el agua: la gran pesadilla, nosotras adentro. Solas. Pero nos mintieron, en esto como en tantas cosas. Porque, aunque el foso atemorice, nos guarda en la soledad. Si bien la libertad para los hombres comienza lejos del castillo, en el aire y su velocidad, la mia, aunque parezca extrano, me la da el propio foso. El foso cuida el tesoro, se interpone entre el mundo y el.
– ?Tu tesoro es tu soledad?
– Si -contesto seria.
Me mira, una pizca de diversion en los ojos.
– La verdad es austera, senor mio, como dijo Stendhal.
– Si que lo es.
– ?Y tu fantasia?
Bebo un sorbo de mi trago, este hombre no me da respiro. Pero escucha. ?Que hermoso y extrano puede ser un hombre que escucha!
– ?Viste la pelicula Lily Marlene?
– ?La de Fassbinder? Si, la vi.
– Hanna Schygulla, Lily Marlene vista con los ojos de Fassbinder. Eso querria ser. Toda la ambiguedad en esa cancion. Los oidos atentos en las trincheras. Los grandes auditorios iluminados y aterciopelados, el poder flotando en el aire que Lily respira. El Fuhrer la hace respirar: entregarse es mas corto y mas facil y… puede ser bello. El rey y los esclavos, el Fuhrer y los soldados, todos escuchando esa voz, tragandose cada nota. Y los otros, los soldados de la trinchera opuesta, tambien ellos escuchan, tambien la adoptan y la veneran en la fragilidad de la noche de guerra. Lily Marlene para todos, cubriendolos. Lily Marlene alla y aca: el unico nexo entre todos los estamentos en esa guerra, lo unico que hermana a los soldados de ambos bandos, a esa hora de la noche cuando irrumpe su voz y la cancion los envuelve, los atrapa, los retiene a todos por igual, jugando a ser la depositaria de todas las nostalgias y las penas de un soldado, que al fin son las mismas que las de su hermano, el soldado enemigo. Todo por el poder del canto.
– Dificil mujer-murmura Javier.
– Ahora te toca a ti: tu fantasia, tu tesoro.
– ?Puedo ser contingente, inmediato y poco serio? ?Me das permiso?
– Por favor, adelante.
– La unica fantasia posible, no me viene otra a la mente, es amarte esta noche.
– Pero como, ?a eso lo llamas poco serio? -demuestro aplomo para ganar tiempo.
– Mira, Josefa, tu hablaste de tu foso: ahora te hablare del pozo mio. Cada vez que esa palabra me viene, pienso en las relaciones humanas. Un pozo sin fondo. El unico pozo sin fondo de todos los que hay, sin tope conocido ni especificado, solo sus aguas viscosas.
– Javier, aqui la esceptica soy yo.
– Vivo atormentado por esa viscosidad. Entonces, cuando me encuentro con la tibieza, la reconozco de inmediato. Y me parece un crimen largarla, dejarla ir.
– La tibieza… no es que abunde, en realidad. Es un lujo raro.
En un minuto se me vinieron encima, como una avalancha, todos los ingredientes que han compuesto mi vida estos ultimos anos. Se enfrentan a esta tibieza. ?Son compatibles? Pienso en mis afectos enturbiados, en mis relaciones ya no inocentes, en las envidias, las rabias, las luchas por el poder o el prestigio: por la fama. Detras vienen el pragmatismo, mi desenfrenado individualismo, mi ambiguedad, mi miedo a disentir, mi autocensura… y todo ello reposa en una aterradora dimension de mortalidad. (Veo el tedio. Violeta, por primera vez, nunca habia tenido tiempo de verlo. Queda tan poco tiempo real. ?Para que deseche lo inutil? Total, ?para que todo si nos vamos a morir?)
– No te angusties, Josefa Ferrer, y asumamos de una vez este impulso animalesco de los dos. ?Eso es?
Mentira. Nunca es solamente eso.
– Vamos -le digo.
Los muros de las habitaciones del Santo Domingo tienen un color indescifrable: es blanco, es crema, es cascara, es mantequilla.
– Apaga la luz -le pedi, con voz de pocas concesiones-. Hace muchos anos que no hago el amor con otro y no estoy en edad de hacerlo con la luz prendida.
Javier se rio y la apago.
Cerre los ojos.
Esa ultima manana en Chile. Andres habia salido tan buenmozo, habria querido tocarle una pierna, asi, estirar solamente la mano, atravesar la gabardina, sentir sus musculos duros. Sin embargo, otra mano me toca el cuello, baja a mis pechos. ?Y por que solamente los muslos de Andres? ?Por que no los de Javier, tambien duros y hermosos? ?Cuantos anos me restan para que me encuentre anorando salvajemente un cuerpo deseado e imposible, cuanto para que mi mano sea aun bienvenida en la pierna de otro? Dios, ?el tiempo! Y la dimension se borra, la extiende otra mano, ponme la mano aqui, Macorina, la que juega con mi pezon, el derecho, el favorito. ?Como podre respirar, tragar, estar viva, cuando por la manana me contemple en el espejo y no sea capaz de desnudarme esa misma noche frente a un hombre? Son estos musculos, estas piernas las que se cuelan por la cama del Santo Domingo. ?Que hice todos estos dias, estos largos dias, que no supe distinguir como tal ese involuntario desplazamiento de mi deseo? No estire las manos porque crei que no sabria articularlas: ahora lo se, y estas piernas estan a mi alcance, buscandome, abriendome. Quiero mirarlo, ver su desnudez mestiza como no he querido ver otra, alla abajo se hace sentir, desnudo este hombre grande y oscuro, ay, que me clave, con la luz apagada, que me atraviese, ojos negros, pene grande y fuerte, lo presiento, incrustarme ahi, ahi abajo donde me llaman las palpitaciones, descerrajandome tomo este cuerpo, no solo el de Andres, por que solo para el de Andres si soy multiple, soy la leche, soy la miel, que me claven fuerte, una enorme espada ensartandome para asegurarme que estoy viva, que me queda tiempo, un girasol, una trompeta de amor, calor, quimico el color, aun puedo desbordarme, el derrame hara que la vagina y el alma se me junten, cogida hasta perder el control. Ardo. Me quemo.
