16.
La casa amanece agitada por la llegada de Bob. Violeta decide hacer una gran comida. A ella le encanta la casa llena de gente, no se complica ni reclama. Aun no aprende a poner la mesa, donde va el tenedor, donde el cuchillo, y me lo pregunta a mi. ?Cual es la copa para el blanco, cual para el tinto? El olor de las tortillas de maiz y los frijoles llega desde la cocina. Javier ha ayudado con unos chiles en nogada, a Tierna no le ha costado nada cocinarlos. La formalidad de la mesa puesta agranda el comedor, se ve enorme.
– Aqui va Jacinta, aqui Borja y Alan, a Gabriel lo dejaremos comer en la mesa… Bob, Javier y tu. Yo, en la cabecera. Hay espacio para todos.
Lo que ella siempre quiso: una mesa grande para ser ocupada por una familia. Y ella a la cabecera. La abundancia nunca parece excesiva cuando proviene de Violeta: abundancia de espacio, de telas sobre el cuerpo, de medidas en los tapices, de comida en la cocina, de personas en la mesa. Violeta nunca ha codiciado la abundancia en si, el suyo es un fenomeno opuesto al de los acaparadores: ama regalarla.
A las siete de la tarde oigo el porton, entran el auto. Violeta ha ido a recogerlo a la capital. Todos salimos a recibir a Bob. Me sorprende encontrarlo tal como lo imaginaba. Tiene ese candor en los ojos de cierto tipo de hombre nacido en Estados Unidos, los que le gustan a una, los que no se creen el cuento de la arrogancia ni del sueno americano. Viene tostado por el sol y su pelo se ve mas rubio que en las fotografias. Es mas bajo de lo que pense, pero mas musculoso. Parece un hombre fuerte, informal y ligero en sus movimientos. No percibo ningun elemento disparejo entre ellos dos y reconozco un rasgo de Violeta en el: esa mirada abiertamente honesta. En un segundo, toda la historia de ellos me hace sentido. Se ve que su sonrisa es facil. No, no es un galan de Hollywood. Es un hombre normal, accesible, con el que una puede sentirse a gusto.
Me abraza con calor. Me mira complice, como si fuesemos victimas de un mismo hechizo.
– ?Por fin nos conocemos! -dice en su perfecto espanol-. Se mas de ti que tu misma.
Hay ansiedad en los ojos de Violeta. Para ella es importante que Bob me quiera, que yo quiera a Bob. ?No lo fue tambien para mi cuando le presente a Roberto, y luego a Andres? Y siento unas ganas fuertes de abrazarlos a ambos, expresar de alguna forma lo que estoy sintiendo: este raro agradecimiento de que haya seres como ellos sobre la tierra.
Despues de una estupenda comida, estrictamente mexicana, los «grandes» nos fuimos al escritorio y los «jovenes» salieron a pasear. Gabriel ya dormia, excitado con la llegada de su padre, de su medio hermano y de los regalos. Recorde que yo tambien habia traido un regalo para Bob y me levante a buscarlo: un disco de Violeta Parra. Pense que acercaria a Bob a los origenes de su propia Violeta y de paso le rendia a ella un homenaje. Efectivamente, no tenian ningun disco de Violeta Parra y ella quiso escucharlo de inmediato. Javier y Bob se incorporaron docilmente a su capricho; Javier conocia hasta la letra de las canciones. El ron -infinita la cantidad de ron que se ingiere en esta casa- se repartio generosamente, solo con un poco de limon y hielo. Cada uno escuchaba apretando su vaso o acariciandolo.
Violeta languidecio notoriamente. ?Habia sido adecuado de mi parte traer este trozo de nuestra tierra a la serenidad de Antigua? Tras los ultimos acordes, ella rompio el silencio, una explosion a borbotones, como un nino que debe contener el llanto:
– ?Ay, que nostalgia, Dios mio! -me mira triste-. Me trajiste un pedazo de un Chile que se acabo.
– ?Por que? -pregunta Bob.
– ?Porque parecemos un pais que se embala con todo, incapaz de darle dignidad a su propio pasado! Y eso me da pena.
– ?Te has quedado en el pasado, nena? -rie Javier.
– No me interesa el pasado como tal. Me interesa para entender quienes somos hoy.
– Porque sin memoria no somos nada, ?verdad? -dice Bob.
– Me he quedado en un trecho extrano, una tierra de nadie. No quiero volver atras, como los ultras de tantas partes, pero tampoco me avengo con el actual pragmatismo ni con la total falta de ideologia.
– ?Violeta, Violeta! ?Quien de nosotros se aviene con eso? ?Somos hijos de los sesenta, after all! -refuta Javier.
– No quiero relativizarlo todo, porque me da miedo no distinguir, el dia de manana, quien es el que sufre y quien no.
– ?Y que te lo impide, pequena? ?Por que va a ser eso fuente de tristeza?
– Porque no tengo donde llorar nuestra antigua musica, las creencias que nos engrandecian diciendonos que el mundo era mas ancho que nosotros mismos.
Bob guarda un silencio respetuoso. Sus ojos caminantes ya lo han visto todo. Acogen a Violeta.
– Tengo la impresion de que los chilenos, en su exito, estan como los ciegos, obnubilados, y ya no ven cuando sale el sol -dice Javier.
– Y dime -continua Violeta-, ?quien hablara a los hijos de Jacinta de como era el mundo al que aspirabamos?
– Nunca lograran saberlo -el gesto de Javier es esceptico mientras toma un sorbo de ron.
– Me parece justo que Berlin sea uno solo. Pero, ?fue necesario que el muro se llevara una parte tan buena de nosotros mismos? ?Es mejor el mundo hoy porque el muro ha caido?
– Si y no -le responde Javier-. Si, porque la libertad en si siempre es buena. No, porque junto con el muro cayeron las esperanzas de construir un mundo mejor. Tu, Bob, ?crees que esta epoca post guerra fria es peor que la anterior?
– En el fondo creo que si -contesta Bob-. Es un tema relativo y complejo. Las fuerzas del nacionalismo son lo peor de este tiempo, aun peores que las del imperialismo. Ademas, el cinismo hoy no tiene fronteras. Porque, al fin, el comunismo funcionaba como limite para el resto, pues le tenian miedo.
– Ahora son mas insensibles y mas injustos porque no tienen ese miedo -interrumpe Violeta, alentada por las palabras de su marido-. Tienes toda la razon, Bob, ese es un punto. Asi son: desnudos, han mostrado su verdadero rostro, el que el comunismo les ayudaba a esconder. Como antes sus conductas estaban moderadas por el temor, hacian concesiones para evitar que se materializara la amenaza.
– Y como ahora saben que no hay amenaza, pueden actuar con total impunidad -completa la idea Javier, mirandome, tratando de integrarme. No tengo nada que aportar en este tema, solo se que el esta sentado muy cerca de mi y algo parece desgajarse desde mi interior.
– Anoche presencie en la television la escena mas desgarradora que he visto en anos -interviene Bob-. En Ruanda, en uno de los campos de refugiados. Vi a un grupo de hombres matandose, si, matandose a palos por un pedazo de pan. Me pregunto si el mundo habria permitido esos dos millones de hambrientos hace veinte anos.
– La Union Sovietica habria tratado de intervenir para capitalizar la situacion -contesta Javier-, y los otros, a su vez, se habrian anticipado para que los comunistas no obtuvieran ventajas del drama africano.
– En el fondo -dice Violeta-, la URSS y el comunismo eran el gran factor que trabajaba la culpa de los paises ricos. Ahora no hay culpa porque no hay nadie con poder para representarla. Ahora se ven como realmente son.
– Y tambien lo que fuimos nosotros -agrega Bob-. Probablemente, nuestras ideas eran las mas contrarias a la naturaleza humana.
– Sin embargo, nacian de la pura humanidad -replica Javier-. Nosotros, los marxistas de entonces, eramos los mas creyentes, mas que la propia derecha. Tanto asi que cuando nos dijeron que los pobres eran pobres por obra de Dios, nos declaramos ateos. Protegimos a Dios.
Nos distiende una sonrisa. Continua Violeta:
– Ser de izquierda, en este panorama tan confuso de hoy, ha llegado a ser para mi un fenomeno de pura quimica. Y mi izquierdismo, a estas alturas, no se situa en mi cabeza sino en mi piel.
– Es dificilisimo vivir el fin de una epoca -dice Bob como respondiendole o consolandola-.?Por que nos habra tocado justo a nosotros?
– En eso estan trabajando los intelectuales, y sin mucho exito -dice Javier-. Todo fin de epoca produce lo que los pensadores llaman «el malestar de la civilizacion»: no saber con exactitud las consecuencias del presente, no tener una conciencia clara de lo que nos espera. Y nada de lo que nos sucede, al mundo y a nosotros, es ajeno a esta crisis, a este malestar.
