Bob nos cocino la comida. Hizo una ensalada japonesa-antiguena: fideos, champinones, cebollines, ajonjoli y aderezo de salsa de soya. Luego se fue a su escritorio a despachar un articulo. Quedamos solas.

– Violeta, hay algo que he estado pensando y que me gustaria hacer contigo antes de partir a Chile.

– ?De que se trata?

– De la tumba de Cayetana.

– ?Que hay con ella?

– Debemos grabarla con su nombre. CAYETANA MIRANDA, con letras orgullosas, ?me entiendes? Tu ya elegiste esta como tu tierra, sera la de tus hijos y probablemente la de tus nietos. No debemos dejarla innombrada, como si Cayetana hubiese sido una paria.

Me mira largo, se muerde el labio como siempre que medita una idea.

– Quizas tengas razon. Dejame darle un par de vueltas.

No he vuelto a discar desesperadas llamadas nocturnas a Santiago de Chile. Mis dedos se han calmado.

Continuan las sevillanas, las que juntos con Javier hemos entonado por las calles de Antigua. Nuestros antepasados lo han pedido asi, no podriamos de otra forma.

Pasa por casa de Violeta, a la hora de la siesta.

– Que mal te portas conmigo, nina de los ojos negros. Nunca te portes mal conmigo. No tengo alma de santo, no puedo arrepentirme de haberte querido tanto -hasta los adoquines escuchan su voz.

Duermo la siesta en el Santo Domingo.

Suenan las castanuelas en ambos, en nuestros oidos.

Violeta toma el sol en uno de los sillones del corredor, con un libro en la mano.

– Solo la mezcla de historia y geografia puede producir un genio asi -me dice mostrandome la portada: es Rulfo, su Pedro Paramo-. Mexico puede.

– Nuestro gran amor compartido -le recuerdo-. El dia que yo decida retirarme, podria elegir ese pais.

– Espero que no sea en San Miguel de Allende, repitiendo la historia de esa cantante -dice riendo-. ?Por que no eliges este?

– Falta mucho… Ya, levantate, vamos a almorzar.

Tomamos nuestra mesa en el Albergue de Don Rodrigo. Nos recibe la marimba. Mis piernas se van solas al son de la musica afroamericana.

– ?Sabes, Violeta? Mis sesiones con tu amiga Lavina han sido de enorme utilidad.

– ?Has visto ya toda la musica recopilada por ella?

– Si, ya la hemos revisado. Estoy repleta de ideas. Ni siquiera tengo que pagar derechos por reproducirla.

Me mira entre dulce y maliciosa.

– La reproduciras, ?verdad?

– Si. Por eso quiero partir. Despues de tan prolongada esterilidad, muero por ponerme a trabajar.

– ?Te sientes preparada para enfrentar a Andres?

– Me siento preparada para trabajar, y con criterios distintos de los que antes use. Es eso lo que me da fuerzas. Supongo que lo de Andres vendra por anadidura.

– Bravo, Jose.

– La verdad es que estoy bien, Violeta, me siento bien, pero me da miedo estar pasandome peliculas, con lo neurotica que soy.

– Bueno, los neuroticos dejan de serlo algun dia.

– ?Cuando?

– Cuando invierten cien y reciben ciento diez. Un neurotico invierte cien y recibe sesenta. Y los cuarenta restantes se los inventa.

– Igual tengo miedo. Esto del amor… Temo…

– Amaremos a como de lugar -me dice con vehemencia-; por lo tanto, temeremos. ?No es ese nuestro destino? Recuerda, Jose, al final todos seremos juzgados sobre el amor y por el amor, nada mas.

Levanto mi tenedor en silencio, saboreo mi ensalada de aguacate con limon, tomate y cebolla. Es cierto lo que dice Violeta. Al final, todas las verdades son mas simples de lo que parecen.

– Dios mediante, como decia mi abuela Adriana, ya no me falta tanto para poder dedicarme a Andres con mas exclusividad, si asi lo quisiera el. Borja ya ha optado, y Celeste entrara a la universidad este otro ano. Me queda solo el pequeno Diego. La casa descansara y yo tambien.

– ?Que esperanzas! -me interrumpe-. ?Los hijos de esta generacion ya no se van de sus casas! Esa es la ultima novedad.

Toma un sorbo de su jugo de sandia en la enorme copa redonda, y retoma lo anterior.

– A proposito de las canciones antiguas, podriamos seleccionarlas juntas para tu proximo disco. ?Me encantaria hacerlo contigo!

– Tambien a mi. Veamoslo manana a la hora en que termines de trabajar en el taller. A proposito, ?por que no dejas entrar a nadie? Ni a mi…

– Estoy haciendo un tapiz precioso y es un secreto.

Me rei.

– ?Como titularias el disco? -me pregunta.

La miro fijo.

– Recuerdas el titulo del ultimo, hace tres anos, ?verdad?

Se inclina desde su silla a la mia y me abraza.

– ?Que importante me senti, Jose! Es lo mas grande que alguien haya hecho por mi en la vida.

– Crei que lo mas grande habia sido esconder tu caja de papeles bajo mi cama, cuando te cambiaste de casa -me aparto, me embarazan las escenas de gratitud.

– Hablo en serio, Jose.

– Era logico hacerlo, Viola. Al fin y al cabo, nadie ha alentado tanto mi musica como tu.

– ?Que alegria que lo reconozcas! Yo siempre lo he sabido, pero es distinto oirtelo decir.

(Cuando hice de voyeur con su diario, un parrafo se grabo en mi memoria: El canto de Josefa es una experiencia arrobadora. Siempre actua en mi como recarga. La escucho y de a poco mi cuerpo se va poniendo estatico, mis ojos no pueden dejar de estar fijos en ella, y la energia va ungiendome la piel. Del cielo cae esa voz como un rayo y me ilumina en el centro mismo de mi ser.)

– Bueno, volvamos al titulo -dice ella.

– ?Quien mejor que tu, Violeta, sabe… que hay veinte formas de llamarse Antigua?

Veo a Violeta en el jardin con la manguera en la mano. Riega el pasto, pienso, para que el tambien beba.

Manana es el bautizo, pasado manana me voy. Camino hacia ella.

Bruscamente le hago la pregunta que me quema.

– ?Regresaras algun dia a Chile?

Violeta se vuelve, desciende una mancha de sol sobre su pelo ambarino, cascada del castano mas claro.

– No. Y no es el temor a que me apunten como a una asesina, eso me preocuparia por Jacinta, no por mi. La verdadera razon es que Chile se transformo en un pais indiferente. Y eso no tiene nada que ver conmigo.

La mire y vi otra vez la escarcha fucsia sobre su fachada de arlequin, confetti dorado y rojo sobre su cuello, las cintas en el pelo, la fascinacion de una mascara colorida en esa noche infernal. ?Olvidare algun dia esos colores? Desolado el gesto de Violeta, desoladas las palabras. ?Desolada tambien nuestra tierra, alla en la franja andina del Pacifico austral?

Con la mano libre, la que no sujeta la manguera, toma una mia.

– ?Te acuerdas, Jose, de mi obsesion por ese poema de la Rich, por encontrar la parte de esa primera linea que faltaba?

La vuelvo a mirar. La escarcha y el confetti desaparecieron, solo Violeta frente a mi.

– No necesitas decirmelo. Esa linea se esta escribiendo, lo se.

– ?Por que necesite dos vidas, como dijo la profecia, y no solo una, para poder enfrentar lo que faltaba de esa

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