Acerca de ti, nunca me pregunta nada; elude discretamente el tema pero por el tono de su voz comprendo que te considera una ingrata. «Los jovenes -dice a veces en medio de la conversacion-, no tienen corazon, no tienen ya el respeto que tenian antano.» A fin de que no prosiga yo asiento, pero para mis adentros estoy convencida de que el corazon sigue siendo el mismo de siempre, solo que hay menos hipocresia, eso es todo. Los jovenes no son egoistas por naturaleza, de la misma manera que los viejos no son naturalmente sabios. Comprension y superficialidad no son asuntos de anos, sino del camino que cada uno recorre. En algun sitio que no recuerdo, hace muchos anos, lei un lema de los indios americanos que decia: «Antes de juzgar a una persona, camina durante tres lunas con sus mocasines.» Me gusto tanto que, para no olvidarlo, lo copie en la libreta de notas que esta junto al telefono. Vistas desde fuera, muchas existencias parecen equivocadas, irracionales, locas. Mientras nos mantenemos fuera es facil entender mal a las personas, sus relaciones. Solamente estando dentro, solamente caminando tres lunas con sus mocasines pueden entenderse sus motivaciones, sus sentimientos, aquello que hace que una persona actue de una manera en vez de hacerlo de otra. La comprension nace de la humildad, no del orgullo del saber.
?Quien sabe si meteras los pies en mis pantuflas despues de haber leido esta historia? Espero que si, que iras chancleteando mucho tiempo de una habitacion a otra, que daras mas vueltas por el jardin, del nogal al cerezo, del cerezo a la rosa, de la rosa a esos antipaticos pinos negros que estan al final del prado. Lo espero, no para mendigar tu compasion, ni para que me des una absolucion postuma, sino porque es necesario para ti, para tu futuro. Entender de donde venimos, que hubo antes de nosotros, es el primer paso para poder avanzar sin mentiras.
Esta carta se la tenia que haber escrito a tu madre y en cambio te la he escrito a ti. Si no la hubiese escrito, entonces si que mi existencia habria sido verdaderamente un fracaso. Cometer errores es natural, irse sin haberlos comprendido hace que se vuelva vano el sentido de una existencia. Las cosas que nos ocurren nunca son finalidades en si mismas, gratuitas; cada encuentro, cada pequeno suceso encierra un significado, la comprension de nosotros mismos nace de la disponibilidad para recibirlos, la capacidad de cambiar de direccion en cualquier momento, de dejar la vieja piel como las lagartijas al cambiar la estacion.
Si aquel dia hace casi cuarenta anos no hubiese vuelto a mi mente la frase de mi cuaderno de griego, si alli no hubiese puesto un punto antes de volver a avanzar, hubiera seguido repitiendo las mismas equivocaciones que habia cometido hasta aquel momento. Para librarme del recuerdo de Ernesto hubiera podido buscarme otro amante, y despues otro y otro mas; en la busqueda de una copia de el, en el intento de repetir lo que ya habia vivido, habria experimentado con docenas de hombres. Nadie habria sido igual al original y yo habria seguido cada vez mas insatisfecha y acaso ya vieja y ridicula, me habria rodeado de hombres jovenes. O tambien habria podido sentir odio por Augusto, en el fondo tambien a causa de su presencia me habia resultado imposible asumir decisiones mas drasticas. ?Comprendes? Encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa mas facil de este mundo. Siempre existe una culpa exterior, hace falta mucha valentia para aceptar que la culpa -o, mejor dicho, la responsabilidad- nos pertenece tan solo a nosotros. Sin embargo, ya te lo he dicho, es esta la unica manera de seguir avanzando. Si la vida es un recorrido, se trata de un recorrido siempre cuesta arriba.
A los cuarenta anos comprendi desde donde tenia que arrancar. Comprender adonde queria llegar ha sido un largo proceso, lleno de obstaculos, pero apasionante. ?Sabes? Ahora, a traves de la television, de los periodicos, me entero, leo cosas sobre esta gran proliferacion de gurus: hay un monton de gente que de la noche a la manana se pone a seguir sus dictamenes. A mi me da miedo la abundancia de todos estos maestros, los caminos que propugnan para encontrar la paz interior y la armonia universal. Son las antenas de un gran desconcierto general. En el fondo -y tampoco tan en el fondo-, estamos a finales de un milenio, y aunque las fechas son pura convencion igualmente atemorizan, todos estan a la espera de que ocurra algo tremendo, quieren estar preparados. Acuden entonces a los gurus, se inscriben en escuelas para reencontrarse consigo mismos y despues de asistir un mes ya estan impregnados de esa arrogancia que distingue a los profetas, a los falsos profetas. ?Que grande, enesima, espantosa mentira!
El unico maestro que existe, el unico verdadero y creible, es la propia conciencia. Para dar con ella hay que mantenerse en silencio -en soledad y en silencio-, hay que estar sobre la tierra desnuda, desnudo y sin nada alrededor, como si ya estuviesemos muertos. Al principio no percibes nada, lo unico que sientes es terror, pero despues, en lo profundo, lejana, empiezas a oir una voz. Es una voz tranquila y tal vez al principio te irrite con su trivialidad. Es extrano: cuando lo que esperas es oir las cosas mas grandes, aparecen ante ti las pequenas. Son tan pequenas y tan obvias que podrias gritar: «Pero, ?como? ?Esto es todo?» Si la vida tiene un sentido -te dira la voz-, ese sentido es la muerte, todas las demas cosas sencillamente giran alrededor de ella. Vaya descubrimiento, observaras a estas alturas, vaya hermoso y macabro descubrimiento, que hemos de morir lo sabe hasta el ultimo de los hombres. Es cierto, con el pensamiento lo sabemos todos, pero saberlo con el pensamiento es una cosa y saberlo con el corazon es otra completamente distinta. Cuando tu madre me acometia con su arrogancia, yo le decia: «Me haces doler el corazon.» Ella se reia. «No seas ridicula -me contestaba-, el corazon es un musculo, si no corres no puede dolerte.»
Muchas veces intente hablar con ella cuando ya habia crecido lo suficiente como para entender, queria explicarle el proceso que me habia llevado a apartarme de ella. «Es cierto -le decia-, hubo en tu infancia un momento en que te descuide, tuve una grave enfermedad. Estaba enferma, si hubiera seguido ocupandome de ti habria sido peor. Ahora estoy bien -le decia-, podemos hablar de aquello, debatirlo, empezar otra vez desde el principio.» Ella no queria saber nada, «ahora la que esta mal soy yo», decia, y rehusaba hablar. Odiaba la serenidad que yo estaba logrando, hacia todo lo posible por resquebrajarla, por arrastrarme al interior de sus pequenos infiernos cotidianos. Habia decidido que la infelicidad era su estado. Se habia atrincherado en si misma a fin de que nada pudiese ofuscar la idea que habia labrado sobre su existencia. Claro, racionalmente se decia que deseaba ser feliz, pero en realidad -en el fondo- a los dieciseis o diecisiete anos ya se habia cerrado toda posibilidad de cambiar. Mientras yo lentamente me iba abriendo a una dimension diferente, ella se quedaba inmovil con las manos apoyadas en la cabeza y aguardaba que las cosas se le cayeran encima. Mi nueva serenidad la irritaba, cuando sobre mi mesita de noche veia los Evangelios, decia: «?De que necesitas consolarte?»
Cuando Augusto murio, ella no quiso ni siquiera asistir al funeral. En los ultimos anos el habia padecido una forma bastante grave de arteriosclerosis y daba vueltas por la casa hablando como un crio, cosa que ella no soportaba. «?Que es lo que quiere ese senor?», gritaba apenas aparecia el, arrastrando las pantuflas, ante la puerta de una habitacion. Cuando el desaparecio ella tenia dieciseis anos, y no lo llamaba papa desde que tenia catorce. Murio en el hospital una tarde de noviembre. El dia anterior lo habian ingresado por un ataque al corazon. Yo estaba con el en la habitacion; no llevaba pijama, sino un camison blanco que se ataba por la espalda. Segun los medicos, habia pasado lo peor.
La enfermera acababa de traer la cena cuando el, como si hubiera visto algo, se levanto repentinamente y dio tres pasos hacia la ventana. «Las manos de Ilaria -dijo con una mirada opaca-, ningun otro miembro de la familia las tiene asi.» Despues volvio a la cama y se murio. Yo mire hacia fuera por la ventana. Caia una fina lluvia. Le acaricie la cabeza.
Durante diecisiete anos, sin dejar trasparentar nada, habia conservado aquel secreto dentro de si.
Es mediodia, hay sol y la nieve se esta derritiendo. Delante de casa, sobre el prado, aparece a trechos la hierba amarillenta, de las ramas de los arboles caen gotas de agua una tras otra. Es extrano, pero con la muerte de Augusto me di cuenta de que la muerte, en si misma, ella sola, no acarrea ninguna clase de dolor. Hay un vacio repentino -el vacio es siempre igual- pero justamente es en ese vacio donde cobra forma la diversidad del dolor. Todo lo que no se ha dicho en ese espacio se materializa y se dilata, se dilata y sigue dilatandose. Es un vacio sin puertas, sin ventanas, sin vias de escape, y lo que alli queda suspendido se queda para siempre, esta sobre tu cabeza, contigo, a tu alrededor, te envuelve y te confunde con una niebla densa. El hecho de que Augusto supiera lo de Ilaria y jamas me hubiese dicho nada me hundio en un desaliento gravisimo. A estas alturas hubiera querido hablarle de Ernesto, de lo que habia sido para mi, hubiera querido hablarle de Ilaria, hubiera querido discutir con el muchisimas cosas, pero ya no era posible.
Tal vez ahora puedas entender lo que te dije al principio: los muertos pesan, no tanto por su ausencia, como