para los terratenientes; ni tampoco para los obreros, ya que estamos. Quieren mirar a su medico desde abajo. No les gusta pensar que es uno de ellos.
– Oh, tonterias. ?Lo unico que quieren es alguien que les cure! Cosa que haces estupendamente. En todo caso, eres muy concienzudo. Tienes demasiado tiempo libre para darle vueltas. Deberias casarte; te arreglaria la vida.
Me rei.
– ?Dios! Apenas puedo mantenerme yo solo, ?como iba a mantener a una esposa y unos hijos?
El ya me habia oido decir esto antes, pero tuvo la indulgencia de dejarme rezongar. Anne nos trajo cafe y hablamos hasta casi las once. De buena gana me habria quedado mas tiempo, pero suponiendo el poco del que ellos disponian para estar juntos, decidi despedirme. Su casa esta justo en el otro extremo del pueblo con respecto a la mia, a diez minutos andando; la noche era todavia tan calurosa y sin brisa que caminaba despacio, dando un rodeo, y me pare una vez a encender un cigarro y despues me quite la chaqueta, me afloje la corbata y me remangue la camisa.
La planta baja de mi casa esta dedicada al despacho, la sala de reconocimiento y la sala de espera; la cocina y el salon ocupan el piso de arriba, y el dormitorio esta en el desvan. Es un alojamiento muy sencillo, como le habia dicho a Caroline Ayres. Como nunca he tenido tiempo ni dinero para adecentarlo, conserva la misma decoracion desalentadora de cuando me mude: paredes de color mostaza y pintura «peinada», y la cocina es incomoda y estrecha. Una asistenta, la senora Rush, viene a diario a limpiar y hacerme la comida. Cuando no estoy atendiendo a mis pacientes paso casi todo el tiempo abajo, extendiendo recetas o leyendo y escribiendo en mi escritorio. Aquella noche entre directamente en mi consulta para mirar mis notas para el dia siguiente y poner mi maletin en orden, y solo cuando lo abri y vi el paquete envuelto de cualquier manera en papel de estraza, recorde la fotografia que la senora Ayres me habia dado en Hundreds Hall. Deshice el envoltorio y volvi a examinar la imagen, y como todavia no estaba seguro respecto a la ninera rubia y queria comparar esta foto con otras, la subi al dormitorio. En uno de los armarios habia una vieja lata de galletas, llena de papeles y recuerdos de familia reunidos por mis padres. Saque la lata, la lleve a la cama y empece a inspeccionar su contenido.
No la habia abierto en anos y habia olvidado lo que habia dentro. Vi, con sorpresa, que casi todo lo que contenia eran antiguos fragmentos de mi pasado. Alli estaba, por ejemplo, mi partida de nacimiento, junto con una especie de anuncio del bautizo; resulto que en un sobre marron y arrugado habia dos de mis dientes de leche y un mechon de mi pelo de bebe, inverosimilmente fino y rubio; y luego habia un revoltijo de insignias de explorador y de natacion llenas de pelusa, certificados y boletines de notas escolares y menciones de premios: la secuencia de ellos estaba toda mezclada, de tal modo que un recorte rasgado de periodico anunciando mi licenciatura de la facultad de medicina se habia enganchado con una carta del primer director de mi colegio en la que me recomendaba «encarecidamente» para una beca en Leamington College. Vi asombrado que incluso estaba alli la misma medalla del Dia del Imperio que una joven senora Ayres me habia entregado en Hundreds Hall. Estaba cuidadosamente envuelta en papel de seda y me cayo pesadamente en la mano, con su cinta de color sin deshilachar y su superficie de bronce oscurecida pero intacta.
Descubri, sin embargo, que de la vida de mis padres solo quedaban testimonios tristemente nimios. Supongo que simplemente no habia muchas cosas memorables. Un par de postales sentimentales de la guerra, con unos mensajes pulcros, sosos y con faltas de ortografia; una moneda de la suerte, con un agujero en medio para pasar un cordel; un ramillete de violetas de papel: eso era todo. Yo me acordaba de algunas fotos, pero solo habia una descolorida, del tamano de una postal y con las esquinas curvadas. La habian sacado en la tienda de un fotografo, en una Mop Fair de la zona, y mostraba a mi madre y mi padre como una pareja de novios, fantasticamente colocados delante de un telon de fondo alpino, dentro de una cesta de la colada atada con una cuerda que se suponia que era la barquilla de un globo aerostatico.
Puse esta foto al lado de la del grupo de Hundreds y las mire alternativamente. Sin embargo, el angulo en que mi madre tenia colocada la cabeza en el globo, junto con la caida de una pluma de aire triste sobre su sombrero, me impedia estar seguro, y al final desisti. Tambien la foto de la feria habia empezado a ser conmovedora para mi; y cuando volvi a mirar los papeles y recortes que documentaban mis logros, y pense en el mimo y el orgullo con que mis padres los habian conservado, senti verguenza. Mi padre habia contraido deudas sucesivas para pagar mis estudios. Probablemente las deudas habian arruinado su salud; sin duda habian contribuido a debilitar la de mi madre. ?Y con que resultado? Yo era un buen medico de cabecera. En otra situacion podria haber sido mas que bueno. Habia empezado a ejercer endeudado yo tambien, y al cabo de quince anos de profesion en la misma pequena comarca todavia no tenia unos ingresos decentes.
Nunca me he considerado un hombre descontento. He estado demasiado ocupado para que el descontento haya tenido ocasion de infiltrarse. Pero he conocido horas sombrias, rachas de abatimiento en que la vida que se extendia ante mi me parecia amarga, hueca y tan insignificante como una cascara de nuez; y en aquel momento me asalto uno de esos accesos. Olvide los muchos exitos modestos de mi carrera y solo vi todos los fracasos: los casos mal tratados, las oportunidades perdidas, los momentos de cobardia y desilusion. Pense en mis anos anodinos de la guerra, que pase aqui, en Warwickshire, mientras mis colegas mas jovenes, Graham y Morrison, se alistaban en el cuerpo medico del ejercito. Sentia las habitaciones vacias de debajo y recordaba a una chica de la que habia estado muy enamorado cuando estudiaba medicina: una chica de una buena familia de Birmingham cuyos padres no me habian considerado un buen partido, y que habia acabado dejandome por otro hombre. Despues de este desengano casi habia dado la espalda a los amores, y los pocos que habia tenido desde entonces no habian sido muy apasionados. Ahora me vienen a la memoria aquellos frios abrazos, con todos sus secos detalles mecanicos. Senti una oleada de asco por mi y de compasion por aquellas mujeres.
El calor en el dormitorio del desvan era asfixiante. Apague la lampara, encendi un cigarrillo y me tumbe en la cama, entre las fotografias y los fragmentos. La ventana estaba abierta y la cortina descorrida. Era una noche sin luna, pero su oscuridad era la intranquila oscuridad del verano, densa de movimientos y sonidos ligeros. Mire a la negrura y lo que vi -una especie de curiosa imagen posterior de mi dia- fue Hundreds Hall. Vi sus espacios frescos y fragantes, la luz que contenia, como vino en un vaso. Y me imagine a sus habitantes como estarian en aquel momento: Betty en su cuarto, la senora Ayres y Caroline en los suyos, Roderick en el suyo…
Permaneci asi durante un largo rato, sin moverme y con los ojos abiertos, mientras el cigarrillo se quemaba despacio y se convertia en ceniza entre mis dedos.
Capitulo 2
La noche se llevo el acceso de descontento; por la manana casi lo habia olvidado. El dia fue el comienzo de una breve racha de trabajo para Graham y para mi, porque el clima caluroso habia traido a la region una variedad de pequenas epidemias, y ahora una mala fiebre de verano empezo a invadir a los pueblos. Afecto gravemente a un nino que ya era delicado, y le dedique un monton de tiempo, en ocasiones yendo a su casa dos o tres veces al dia hasta que mejoro. No habia dinero en juego: era un paciente del «club», lo que queria decir que solo cobraba un punado de chelines por atenderle a el y a sus hermanos y hermanas durante un ano entero. Pero conocia bien a su familia, les tenia carino y me alegro que se repusiera; y me conmovio el agradecimiento de sus padres.
En mitad de todo esto me acorde de enviar al Hall la receta de Betty, pero no tuve mas contacto con ella ni con los Ayres. Seguia pasando por los muros de Hundreds en mi ronda habitual, y alguna que otra vez me sorprendia pensando, con algo parecido a la nostalgia, en el paisaje descuidado que habia al otro lado, con aquella pobre casa desatendida en su centro, que se deslizaba en silencio hacia la ruina. Pero cuando rebasamos el punto culminante del verano y la estacion comenzo a desvanecerse, eso fue lo unico que empece a pensar al respecto. Mi visita a los Ayres pronto parecio vagamente irreal, como un sueno nitido pero inverosimil.
Despues, una noche a finales de agosto -es decir, mas de un mes despues de haber visitado a Betty-, estaba conduciendo por una de las carreteras a las afueras de Lidcote y vi a un perro