seco habia cocido y solidificado, formando surcos y aristas, el barro y el estiercol removidos por las pezunas del ganado. Resulto que el establo, cuando llegamos a el, era una vieja estructura de madera en un estado visiblemente ruinoso, que apestaba a estiercol y a amoniaco y desprendia calor como un invernadero de cristal. No habia ordenadoras, solo banquetas y cubos, y en los dos primeros pesebres encontramos al granjero, Makins, y a su hijo mayor, los dos ordenando sendas vacas. Makins habia venido de fuera del condado pocos anos antes, pero yo le conocia de vista, un hombre de cara enjuta y expresion abrumada que acababa de rebasar los cincuenta, la viva imagen del lechero industrioso. Caroline le llamo y el nos saludo con un gesto, mirandome con una ligera curiosidad; pasamos de largo y, para mi sorpresa, encontramos a Roderick. Yo habia supuesto que estaria dentro de la casa o en algun otro lugar de la granja, pero alli estaba, ordenando con los demas, con la cara colorada por el calor y el esfuerzo, las largas piernas flacas flexionadas y la frente apretada contra el anca polvorienta y parda de una vaca.
Alzo los ojos y
– ?Espero que me disculpe si no me levanto a darle la mano! -Miro a su hermana-. ?Va todo bien?
– Si -respondio ella-. Solo que el doctor Faraday quiere hablar contigo de algo.
– Bueno, no tardare mucho. Calmate, tontuela.
La vaca habia empezado a moverse nerviosa al oir nuestras voces. Caroline me alejo del animal.
– Son asustadizas con los desconocidos. Pero a mi me conocen. ?Le importa que les ayude?
– Claro que no -dije.
Se metio en el corral, tras haberse puesto unas botas de goma y un delantal de lona sucio, y se movio con soltura entre los animales que aguardaban; despues llevo a una vaca a la cuadra y la hizo entrar en el pesebre contiguo al de su hermano. Tenia ya los brazos desnudos y no hacia falta que se remangase, pero se lavo las manos en el grifo y se las rocio con desinfectante; cogio una banqueta y un cubo de cinc y los coloco al lado de la vaca, y al hacerlo la empujo con los codos para que adoptara la posicion correcta, y empezo a ordenarla. Oi el ruido del chorro de leche que caia en el cubo vacio y vi los energicos movimientos ritmicos de los brazos de Caroline. Dando un paso hacia un lado, alcance a ver debajo de los cuartos traseros de la vaca el destello de sus manos tirando de las ubres blancas, que parecian sumamente elasticas.
Habia terminado de ordenar a aquella vaca y empezo con otra antes de que Roderick terminara con la suya. Al terminar la llevo al corral, vacio el cubo de leche espumante en una cuba de acero restregada y despues se me acerco, enjugandose los dedos en el delantal y alzando la barbilla.
– ?En que puedo ayudarle?
Yo no queria distraerle de su trabajo y le dije brevemente lo que habia pensado, exponiendolo como si le estuviera pidiendo un favor, y le explique que me prestaria una gran ayuda para realizar una investigacion importante… El proyecto, de algun modo, sono menos convincente que cuando se lo habia descrito a su hermana en el coche, y Roderick me escucho con una expresion de duda, sobre todo cuando le comunique que la maquina era electrica.
– Lamento decir que no tenemos combustible para que funcione el generador durante el dia -dijo, moviendo la cabeza, como si esto zanjara el asunto.
Pero yo le asegure que la bobina se alimentaba con sus propias pilas secas… Vi que Caroline nos observaba, y cuando termino con otra vaca vino a reunirse con nosotros y agrego sus argumentos a los mios. Mientras ella hablaba, el miraba inquieto al ganado, que aguardaba intranquilo, y creo que al final accedio a la propuesta simplemente para que nos callaramos. En cuanto pudo, se fue cojeando hasta el corral para sacar a otra vaca, y fue Caroline la que fijo la fecha de mi visita a la casa.
– Yo me encargo de que Roderick este -murmuro-. No se preocupe. -Y anadio, como si se le acabara de ocurrir-: Venga con tiempo suficiente para tomar el te con nosotros, ?de acuerdo? Se que a mi madre le gustaria.
– Si -dije, complacido-. Con mucho gusto. Gracias, senorita Ayres.
Ella puso una expresion comicamente dolida.
– Oh, llameme Caroline, ?quiere? Dios sabe los anos y anos que tengo por delante para ser senorita Ayres a secas… Pero yo le seguire llamando doctor, si me lo permite. No se por que, pero nos resistimos a romper esas distancias profesionales.
Me tendio sonriente la mano caliente y olorosa a leche, y se la estreche, alli en el establo, como un par de granjeros que cierran un trato.
La fecha que habia convenido con ella era el domingo siguiente; fue otro dia caluroso, de una atmosfera reseca y languida, y un cielo brumoso y cargado de polvo y grano. La fachada roja y cuadrada de Hundreds presentaba un aire palido y curiosamente inconsistente cuando me estaba aproximando, y solo cuando aparque en la grava parecio adquirir sus contornos propios: vi de nuevo todos los desperfectos e, incluso mas que en mi primera visita, tuve la sensacion de que la casa mantenia una especie de equilibrio. Pense que eran dolorosamente visibles la mansion esplendida que habia sido hasta hacia poco y la ruina en que se estaba convirtiendo.
Esta vez Roderick debio de estar esperandome. La puerta principal se abrio con un chirrido y, mientras yo me apeaba del coche, el aparecio en lo alto de los escalones agrietados. Fruncio el ceno cuando me acerque con mi maletin de medico en una mano y en la otra la bobina de induccion guardada en su pulcro estuche de madera.
– ?Es el artefacto del que me hablo? Me imaginaba algo mas voluminoso. Parece una caja para llevar bocadillos.
– Es mas potente de lo que cree -dije.
– Bueno, si usted lo dice… Vayamos a mi habitacion.
Hablaba como si se hubiera arrepentido de haber dado su conformidad. Pero se volvio y me condujo adentro, y esta vez me llevo a la derecha de la escalera y a lo largo de otro fresco pasillo en penumbra. Abrio la ultima puerta del corredor y dijo vagamente:
– Me temo que esto es una leonera.
Le segui y deposite mis bartulos; despues mire alrededor con cierta sorpresa. Cuando el habia dicho «mi habitacion», yo me habia imaginado espontaneamente un dormitorio normal, pero aquel cuarto era enorme -o asi me parecio entonces, cuando todavia no me habia habituado del todo a las dimensiones de las cosas en Hundreds- y tenia las paredes revestidas de paneles, un techo de yeso en forma de celosia y una amplia chimenea de piedra con faldon gotico.
– Esto era un salon de billar -dijo Roderick, al ver mi cara-. La habilito mi bisabuelo. Creo que debia de creerse una especie de baron, ?no? Pero perdimos el mobiliario del billar hace anos, y cuando volvi a casa despues de servir en las fuerzas aereas, o sea, del hospital, me costo un tiempo subir escaleras, y mi madre y mi hermana tuvieron la idea de instalar una cama aqui. Ahora estoy tan acostumbrado que no le veo sentido a volver arriba. Tambien trabajo aqui.
– Si -dije-. Ya veo.
Comprendi que era la habitacion que yo habia vislumbrado desde la terraza en julio. Habia un batiburrillo mas grande aun de lo que me parecio entonces. Ocupaba un rincon una cama de aspecto penitencial, con un bastidor de hierro, y a su lado habia un tocador y, junto a el, un lavabo y un espejo antiguos. Delante de la chimenea, dos butacas viejas, bastante bonitas, tenian la piel muy desgastada y descosida. Habia dos ventanas con cortinas; una daba acceso a la terraza, a traves de aquellos escalones de piedra asfixiados por convolvulos; enfrente de la otra, y mas bien estropeando su hermosa y larga linea, Roderick habia colocado un escritorio y una silla giratoria. Era evidente que habia puesto alli la mesa para aprovechar al maximo la luz del lado norte, pero tambien daba la impresion de que su superficie iluminada -que estaba casi oscurecida por un monton de papeles, libros de contabilidad, carpetas, libros tecnicos, tazas de te sucias y ceniceros rebosantes- actuaba como un iman para el ojo, atrayendo de un modo irresistible la mirada desde todos los