La senora Ayres movio la cabeza.

– Soy demasiado mayor para montar. Caroline le alquila un caballo de vez en cuando a Patmore, en Lidcote, aunque su cuadra ya no es lo que era. En vida de mi marido teniamos establo propio.

– Uno magnifico -medio Rossiter.

– Pero despues, con la guerra, esas cosas se volvieron mas dificiles. Y cuando hirieron a mi hijo lo fuimos abandonando… Roderick estuvo en la RAF.

– Ah -dijo Baker-Hyde-. Bueno, no se lo tendremos en cuenta, ?verdad, Tony? ?Que pilotaba? ?Mosquitos? ?Bravo por el! Un amigo me llevo una vez en uno y no veia el momento de bajarme. Era como si te lanzaran al aire dentro de una lata de sardinas. Lo mio fue mas bien un poco de remo en Anzio. Le hirieron en la pierna, creo. Me apena saberlo. ?Que tal esta?

– Oh, bastante bien.

– Lo importante es conservar el sentido del humor, por supuesto… Me gustaria conocerle.

– Si, bueno -dijo la senora Ayres, incomoda-. Se que a el le gustaria conocerle a usted. -Miro la esfera de su reloj de pulsera-. La verdad es que no se como disculparme porque todavia no haya venido a recibirles. Me temo que lo peor de dirigir la propia granja es que es algo imprevisible…

Alzo la cabeza y miro alrededor; por un segundo pense que quiza estuviese a punto de hacerme un gesto a mi. Pero llamo a Betty.

– Betty, ve a la habitacion de Roderick y enterate de por que se retrasa, ?quieres? No te olvides de decirle que todos le estamos esperando.

A Betty le ruborizo la importancia de su mision y salio a cumplirla. Volvio unos minutos despues diciendo que Roderick se estaba vistiendo y se reuniria con nosotros lo mas pronto posible.

La reunion se prolongaba, sin embargo, y Rod seguia sin aparecer. Volvimos a escanciar bebidas y la nina se puso mas alegre, exigiendo otro sorbo de vino. Alguien sugirio que quiza estuviera cansada, y que seguramente le encantaba que le permitieran estar levantada despues de la hora de acostarse; al oir esto, su madre le acaricio el pelo de nuevo y dijo, indulgente:

– Oh, mas o menos la dejamos corretear hasta que la vence el sueno. No le veo sentido a mandarles a la cama porque ha llegado el momento. Produce toda clase de neurosis.

La propia nina confirmo, con una voz aguda y excitada, que nunca se acostaba antes de medianoche; y, lo que es mas, que habitualmente le dejaban beber brandy despues de la cena, y que una vez habia fumado medio cigarrillo.

– Bueno, mejor que aqui no tomes brandy ni fumes tabaco -dijo la senora Rossiter-, porque me extranaria que el doctor Faraday aprobase que los ninos hagan estas cosas.

Con fingida seriedad dije que desde luego no lo aprobaba. Caroline intervino diciendo, en voz baja pero clara:

– Y yo tampoco. Ya esta bastante mal que los diablillos birlen todas las naranjas…

Al oir esto, Morley volvio la cabeza hacia ella con una expresion de asombro y hubo un segundo silencio desconcertado, que Gillian rompio declarando que si queria fumar un cigarrillo no seria Caroline quien se lo impidiese; ?y que si le apetecia de verdad, tranquilamente se fumaria un puro!

Pobre nina. No era lo que mi madre hubiera considerado una nina «graciosa». Pero creo que todos nos alegrabamos de que estuviera alli porque, al igual que un gatito con un ovillo de lana, nos daba algo a lo que mirar y sonreir cuando la conversacion languidecia. Adverti que solo la senora Ayres seguia distraida: pensando en Roderick, sin duda. Al cabo de otros quince minutos, cuando el continuaba sin dar senales de vida, envio de nuevo a Betty a su habitacion, y esta vez la chica regreso de inmediato. Volvio nerviosa, pense, y se dirigio deprisa hacia la senora Ayres para susurrarle algo al oido. Para entonces la senorita Dabney ya me habia acorralado; queria que le aconsejara sobre una de sus dolencias, y de haber podido escabullirme me habria acercado a ellas. Asi las cosas, me limite a observar como la senora Ayres se disculpaba ante sus invitados y se iba a buscar a Roderick.

A partir de aquel momento, aunque estuviera la nina para entretenernos, la fiesta se vino abajo. Alguien advirtio que seguia lloviendo, y todos volvimos la cabeza agradecidos hacia el tamborileo de la lluvia en las ventanas y empezamos a hablar del tiempo, de la agricultura y del estado de las tierras. Diana Baker-Hyde vio un gramofono y un armario de libros y pregunto si podriamos poner algo de musica. Pero evidentemente los discos no le gustaban, porque desistio de la idea, decepcionada, al cabo de una breve ojeada.

– ?Y el piano? -pregunto despues.

– Eso no es un piano, ignorante -dijo su hermano, mirando alrededor-. Es una espineta, ?no?

Al enterarse de que en realidad era un clavicembalo flamenco, la senora Baker- Hyde dijo:

– ?No me digas! ?Que maravilla! ?Y es posible tocarlo, senorita Ayres? ?No es viejisimo y fragil? Tony sabe tocar cualquier piano. ?No me mires asi, Tony, tu sabes que es cierto!

Sin mirar a Caroline ni decirle una palabra, Morley se levanto del sofa, fue hasta el clavicembalo y pulso una tecla. El sonido fue curioso, pero absolutamente desafinado; encantado, se sento en el taburete y toco una rafaga de jazz frenetico. Caroline se quedo sentada sola un momento, tirando de un hilo que se habia desprendido de uno de los dedos de sus guantes plateados. Despues se levanto bruscamente y fue a la chimenea a echar mas lena al fuego humeante.

La senora Ayres volvio enseguida. Miro con sorpresa y desolacion a Morley sentado ante el teclado y movio la cabeza cuando la senora Rossiter y Helen Desmond le preguntaron, esperanzadas:

– ?No hay senales de Roderick?

– Creo que no se encuentra muy bien -dijo, girando los anillos que llevaba en los dedos- y que no vendra a reunirse esta noche con nosotros. Lo lamenta muchisimo.

– ?Oh, que lastima!

Caroline levanto la cabeza.

– ?Puedo hacer algo por el, madre? -pregunto, y yo me adelante para preguntar lo mismo.

Pero la senora Ayres se limito a decir:

– No, no, esta bien. Le he dado una aspirina. Ha trabajado en la granja un poco mas de la cuenta, eso es todo.

Cogio su vaso y se reunio con la senora Baker-Hyde, que la miro sentidamente y dijo:

– ?La herida, supongo?

La senora Ayres vacilo antes de asentir, momento en el cual supe que ocurria algo malo, porque la pierna de Roderick podia ser un incordio, pero gracias en gran parte a mis tratamientos, hacia muchas semanas que no le habia causado serias molestias. Pero entonces el senor Rossiter paseo la mirada por los presentes y dijo:

– Pobre Roderick. Y pensar que de joven era un chico tan activo. ?Se acuerdan de cuando el y Michael Martin se escaparon con el coche del maestro?

Resulto ser una frase inspirada y en cierto sentido salvo la fiesta: tardo un par de minutos en contar el episodio, que fue seguido inmediatamente por otro. Al parecer, todos tenian recuerdos carinosos de Roderick, y supongo que el patetismo, primero de su accidente y despues el de haber tenido que asumir tan pronto las responsabilidades de la vida agricola moderna acrecentaba el carino. Pero tampoco aqui tenia yo gran cosa que aportar a la conversacion, ni habia mucho que interesara al grupo de Standish. Morley siguio aporreando el clavicembalo y arrancandole un tintineo discordante. Los Baker-Hyde escuchaban las anecdotas con la debida cortesia, pero con una expresion algo fija; Gillian no tardo en susurrar ruidosamente a su madre que tenia que ir al bano, y la senora Baker-Hyde, despues de hablar con Caroline, se llevo a la nina. Su marido aprovecho la ocasion para separarse del grupo y deambular un poco por el salon. Al mismo tiempo, Betty

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