circulaba con una bandeja de tostadas con anchoas y acabaron encontrandose.
– Hola -le oi decir a el, cuando me encaminaba hacia el aparador para servirle un vaso de limonada a la senorita Dabney-. Trabajando duro, ?eh? Primero nos recoges los abrigos; ahora traes los bocadillos. ?No hay un mayordomo o alguien que te ayude?
Supongo que era el desenfado moderno con que se charlaba con las sirvientas. Pero no era la manera como la senora Ayres educaba a Betty, y vi que esta miro inexpresiva a Baker-Hyde durante un momento, como si no supiera si el aguardaba de verdad una respuesta. Por ultimo dijo:
– No, senor.
El se rio.
– Pues que pena. Yo en tu lugar me afiliaria a un sindicato. Pero te dire una cosa: me gustan las cofias estrafalarias. -Extendio la mano para tocar el fleco de la cofia-. ?Me gustaria ver la cara de nuestra criada si intentaramos ponerle una cosa asi!
Dijo esto mas para mi que para Betty, al cruzarse con mi mirada cuando levanto los ojos. Betty agacho la cabeza y siguio su camino, y mientras yo servia la limonada el se acerco a mi.
– Este lugar es extraordinario, ?no cree? -murmuro, lanzando una mirada a los demas-. No me importa admitirlo, me alegro que me invitaran, simplemente para tener ocasion de echar un vistazo. Supongo que usted es el medico de la familia. Quieren tenerle a mano por lo del hijo, ?verdad? No sabia que estuviese tan mal.
– No lo esta, en realidad -dije-. He venido esta noche porque me han invitado, igual que a usted.
– ?Ah, si? Oh, no se por que tenia la impresion de que estaba aqui por el chico… Que mala suerte, por lo que dicen. Cicatrices y demas. No querra compania, me figuro.
Le dije que, por lo que yo sabia, Roderick esperaba estar presente en la fiesta, pero que tendia a excederse en el trabajo de la granja y debia de haberse propasado. Baker-Hyde asintio, sin demasiado interes. Se remango el puno para consultar su reloj y hablo despues de reprimir un bostezo.
– Bueno, creo que es hora de llevar a mi grupo a Standish…, siempre, por supuesto, que consiga arrancar a mi cunado de ese piano de locos. -Miro hacia Morley, amusgando los ojos-. ?Alguna vez ha visto a un asno semejante? ?Y es el responsable de que hayamos venido! Mi mujer, Dios la bendiga, esta decidida a casarle. Ella y nuestra anfitriona han tramado todo esto para presentarle a la hija de la casa. Bueno, no tarde ni dos minutos en saber como acabaria el asunto. Tony es un pedazo de animal feo, pero le gusta una cara bonita…
Lo dijo sin ninguna maldad, con la sencillez con que un hombre habla con otro. No vio a Caroline, que nos miraba desde su sitio junto al fuego; no se paro a pensar en la acustica de aquella habitacion de forma extrana, lo que significaba que a veces los murmullos se oian y no, en cambio, los comentarios mas altos. Ingirio el resto de su bebida, deposito el vaso e hizo un gesto a su mujer, que acababa de volver con Gillian. Vi que ahora solo estaba esperando una interrupcion de la conversacion propicia para disculparse e irse con su familia a casa.
Y entonces sobrevino uno de esos momentos -habria varios, en los meses que siguieron- que yo siempre recordaria con una sensacion de enorme arrepentimiento: casi de culpa. Habria sido muy facil hacer algo que facilitara la partida de Peter Baker-Hyde y le apremiase a marcharse; en lugar de eso, hice justo lo contrario. Los Rossiter terminaron su ultimo relato de una de las aventuras juveniles de Roderick, y aunque apenas habia cruzado con ellos unas palabras en toda la noche, al volver junto a la senorita Dabney les dije algo -algo perfectamente intrascendente del estilo: «?Y como reacciono el coronel?»- que les empujo a contar otro largo recuerdo. A Baker-Hyde se le ensombrecio la cara, y me produjo una alegria infantil verlo. Senti un impulso vano, casi malicioso, de complicarle la vida.
Pero ojala hubiera actuado de otra manera, porque entonces algo terrible le sucedio a su hija, Gillian.
Desde su llegada habia estado jugando tediosamente a fingir que Gyp le daba miedo, y se escondia ostentosamente detras de las faldas de su madre cada vez que los correteos amistosos del perro por el salon le aproximaban a ella. Desde hacia un rato, sin embargo, habia cambiado de tactica y empezaba a hacer pequenos avances hacia Gyp. Creo que los ruidos que hacia Morley aporreando el clavicembalo habian acabado molestando al animal; se fue hacia una ventana y se tumbo detras de una cortina. Gillian, que ahora le perseguia, acerco un taburete y empezo a manosearle con cautela y a acariciarle la cabeza, diciendole tonterias: «Perro
No obstante, todos oimos los sonidos: sonidos horribles, todavia los oigo, una especie de ganido desgarrador de Gyp junto con el grito superpuesto de Gillian, una unica nota penetrante que al instante se convirtio en un gemido bajo, debil, liquido. Creo que el pobre perro estaba tan asustado como cualquiera de nosotros: salio disparado de su sitio en la ventana y al pasar agito la cortina y nos distrajo por un momento de la nina. Entonces una de las mujeres, no se cual, vio lo que habia sucedido y lanzo un grito. Baker- Hyde, o quiza su cunado, grito: «?Dios mio! ?Gillian!». Los dos hombres se precipitaron hacia ella, y uno de ellos se engancho el pie en una costura deshilachada de la alfombra y estuvo a punto de caerse. Alguien deposito apresuradamente en la repisa de la chimenea un vaso que se estrello contra la piedra. Una confusion de cuerpos me oculto a la nina por un momento: al mirar solo le vi la mano y el brazo, y la sangre que corria por ellos. Incluso entonces -supongo que me inspiro la idea el ruido del vaso al romperse- solo pense que el cristal de una ventana, al romperse, habia herido el brazo de Gillian y quiza cortado tambien a Gyp. Pero Diana Baker-Hyde habia abandonado como un resorte su sitio y, abriendose paso hasta su hija, empezo a gritar, y cuando yo me acerque vi lo que ella habia visto. La sangre no procedia del brazo de Gillian, sino de la cara. La mejilla y el labio se habian transformado en unos globos colgantes de carne: practicamente los tenia arrancados. Gyp la habia mordido.
La pobre nina estaba blanca y rigida por la conmocion. Su padre estaba a su lado y le acercaba a la cara los dedos temblorosos, los aproximaba y los alejaba, no sabiendo si tocar la herida o no; no sabiendo que hacer. Llegue hasta el sin darme cuenta de como habia llegado alli. Supongo que mi instinto profesional se habia hecho cargo de la situacion. Ayude al padre a levantar a la nina; la llevamos al sofa y la tendimos; nos pasaron panuelos y se los apretamos contra la mejilla; uno de ellos, que era de Helen Desmond, con encajes y bordados delicados, pronto quedo empapado de sangre. Hice lo que pude para restanar la hemorragia y limpiar la herida, pero era una tarea dificil. Esta clase de heridas siempre parecen peores de lo que son realmente, sobre todo en un nino, pero vi al momento que el mordisco era grave.
– ?Dios! -repitio Peter Baker-Hyde.
El y su mujer aferraban las manos de su hija; la mujer sollozaba. Los dos tenian manchas de sangre en la ropa -creo que todos teniamos-, y el brillo de la arana tornaba intensa y horrible la sangre.
– ?Dios! ?Mira como esta! -Se paso la mano por el pelo-. ?Que demonios ha ocurrido? ?Por que nadie…? Santo Dios, ?que ha pasado?
– Eso no importa ahora -dije, en voz baja. Todavia tenia los panuelos firmemente apretados contra la herida, y analizaba rapidamente el caso.
– ?Mirela!
– Esta en estado de shock, pero no corre peligro. Aunque habra que darle puntos. Me temo que muchos puntos, y cuanto antes mejor.
– ?Puntos? -dijo el, con una expresion furiosa. Creo que habia olvidado que yo era medico.