con Gillian en brazos y la sacaron al coche. Ella estaba mas sensible ahora, y cuando la depositaron en el asiento trasero empezo a llorar muy lastimeramente. Yo le habia puesto tiras de gasa en la cara, pero mas para proteger a los padres que a ella, porque los puntos y el yodo daban a la herida un aspecto monstruoso.
Cuando volvi al salon reluciente para despedirme, encontre alli a todo el mundo, sentados o de pie en silencio, como aturdidos; como despues de un ataque aereo. Todavia habia sangre en la alfombra y el sofa, pero alguien habia pasado un trapo con agua y habia dejado extensas manchas rosas.
– Que desgracia -dijo el senor Rossiter.
Helen Desmond habia estado llorando.
– Esa pobre, pobre nina -dijo. Bajo la voz-: Quedara desfigurada, ?no? ?Que puede haber pasado? Gyp no muerde, ?verdad?
– ?Por supuesto que no! -dijo Caroline, con su nueva voz, artificial y tensa.
Estaba sentada aparte de los demas, con Gyp a su lado; el perro temblaba visiblemente y ella le acariciaba la cabeza. Pero tambien a ella le temblaban las manos. El colorete de las mejillas y la boca se le habia vuelto livido, y la peineta de estras colgaba torcida de su cabeza. Bill Desmond dijo:
– Supongo que le habra asustado algo. Debe de haber creido que ha visto o ha oido algo. ?Alguno de nosotros ha gritado o hecho algun movimiento? He estado devanandome los sesos.
– No hemos sido
Guardo silencio cuando Peter Baker-Hyde aparecio a mi espalda en el pasillo. Tenia puestos el abrigo y el sombrero, y una veta purpura le marcaba la frente. Dijo, en voz baja:
– Estamos listos, doctor.
No miro a los otros. No se si vio a Gyp. La senora Ayres avanzo unos pasos.
– Nos dira manana como esta la nina, espero…
El se estaba poniendo bruscamente los guantes de conducir, todavia sin mirarla.
– Si, si usted quiere.
Ella dio otro paso y dijo, con una suavidad sincera:
– Estoy desolada por lo que ha ocurrido, senor Baker-Hyde…, y en mi casa.
Pero el se limito a lanzarle una mirada rapida. Y lo que dijo fue:
– Si, senora Ayres. Yo tambien.
Le segui a la oscuridad de afuera y arranque el coche. El encendido giro varias veces antes de arrancar, porque habia llovido durante horas enteras y el motor estaba humedo: entonces no lo sabiamos, pero aquella noche cambiaba la estacion y comenzaba el sombrio invierno. Arrancado el coche, me quede esperando a que Peter Baker-Hyde me adelantara. Recorrio con una lentitud angustiosa el camino cubierto de malezas y de baches hasta el muro del parque, pero en cuanto su cunado se apeo de un salto para abrir la verja y cerrarla tras nosotros, piso el pedal a fondo y me vi obligado a acelerar tambien, escudrinando el camino a traves del arco que trazaban los limpiaparabrisas y fijando la mirada en las intensas luces rojas traseras de su coche de lujo hasta que parecio que flotaban sobre la oscuridad de las carreteras serpenteantes de Warwickshire.
Capitulo 4
Me despedi de los Baker-Hyde alrededor de la una, despues de haberles prometido que volveria al dia siguiente. Por la manana abro mi consulta desde las nueve hasta despues de las diez, asi que eran casi las once cuando entre de nuevo en el patio de Standish, y lo primero que vi alli fue un embarrado Packard granate que reconoci enseguida como el del doctor Seeley, mi rival en el condado. Considere perfectamente licito que los Baker-Hyde le hubieran llamado: al fin y al cabo, era su medico. Pero para los facultativos afectados es siempre violento que un paciente tome una decision asi sin haberles informado. Una especie de mayordomo o secretario me introdujo en la casa y me encontre con Seeley justo cuando salia del dormitorio de la nina. Era un hombre alto y fornido, y tenia un aspecto mas corpulento que nunca en la estrecha escalera del siglo XVI. Era evidente que para el resultaba igual de embarazoso encontrarme alli, con mi maletin de medico en la mano, del mismo modo que yo le veia con el suyo.
– Me han llamado a primera hora de la manana -dijo, llevandome aparte para hablar del caso conmigo-. Es mi segunda visita del dia. -Encendio un cigarrillo-. Tengo entendido que usted estaba en Hundreds cuando sucedio. Fue un golpe de suerte, la verdad. Que mala pata para la nina, ?no?
– Si -dije-. ?Que opina usted? ?Como esta la herida?
– La herida esta bien. Hizo un trabajo mejor del que yo habria hecho. ?Y en la mesa de la cocina! Las cicatrices seran horrorosas, por supuesto. Una autentica pena, sobre todo para una nina de su clase social. Los padres insisten en llevarla a un especialista de Londres, pero me sorprenderia que alli puedan hacer mucho por ella. Aun asi, ?quien sabe? Los chicos de la plastica desde luego han tenido ocasion de ejercitarse en los ultimos anos. Lo que necesita ahora es reposo. Va a venir una enfermera y le he recetado Luminal para tenerla sedada un par de dias. Despues, ya veremos.
Hablo unas palabras con Peter Baker-Hyde, luego me hizo una senal de despedida y se marcho a continuar su ronda. Me quede en el vestibulo al pie de la escalera, todavia incomodo por la situacion pero, naturalmente, confiando en ver a la nina. Su padre, sin embargo, me dejo claro que preferia que no la molestaran. Parecia sinceramente agradecido por mi ayuda -«?Gracias a Dios que estaba usted anoche!», dijo, estrechandome la mano con las dos suyas-, pero luego me puso la mano en el hombro y, sin presionar pero con firmeza, me condujo hasta la puerta. Comprendi que me habia excluido totalmente del caso.
– ?Me enviara sus honorarios? -dijo, mientras me acompanaba al coche.
Y cuando le respondi que no le causaria esa molestia, insistio en que tomara el par de guineas que intentaba ponerme en la mano. Despues penso en la gasolina que yo habia gastado en el doble trayecto a Standish, y pidio a uno de los jardineros que fuera a buscar una lata de combustible. El gesto fue dispendioso, pero al mismo tiempo habia en el cierta dureza. Tuve la incomoda sensacion de que me estaba sobornando. Guardamos silencio bajo la llovizna mientras el jardinero me llenaba el deposito, y pense que era una lastima que no pudiera subir a echar a la nina un ultimo vistazo. Lo hubiera apreciado mucho mas que las guineas o la gasolina.
Solo cuando subia al coche me acorde de preguntarle si habia comunicado a Hundreds que Gillian se estaba restableciendo; y al oir esto su expresion se endurecio mas que nunca.
– Ellos -dijo, adelantando de un tiron la barbilla- van a tener noticias de nosotros, vaya que si. Este asunto no va a quedar asi, se lo aseguro.
Yo me lo esperaba a medias, pero me consterno la amargura de su tono. Enderezandome de nuevo, dije:
– ?Que quiere decir? ?Ha informado a la policia?
– Todavia no, pero tengo intencion de hacerlo. Como minimo queremos que maten a ese perro.
– Pero, bueno, Gyp es una criatura irracional.
– ?Y que se vuelve senil, claramente!
– Por lo que yo se, el incidente fue algo absolutamente insolito.
– A mi mujer y a mi eso nos sirve de poco consuelo. ?No pensara que vamos de cruzarnos de brazos hasta que se deshagan de ese perro? -Alzo la vista hacia las estrechas ventanas con parteluz encima del portico, una de las cuales estaba abierta, y bajo la voz-. Esto destruira la vida de Gillian; seguro que usted lo entiende. ?El doctor Seeley me ha dicho que ha sido pura casualidad que no haya sufrido una septicemia! ?Y todo porque esa familia, los Ayres, se creen demasiado importantes para atar a un perro peligroso! ?Y si ataca a otro nino?
Yo no creia que Gyp lo hiciese, y aunque no dije nada debio de ver la duda en mi expresion.