me retiro. -Me miro azorada-. Gracias por venir a vernos, doctor Faraday. Ha sido muy atento.
Yo ya me habia puesto de pie.
– Lamento no haber traido mejores noticias. Pero procure no preocuparse.
– Oh, no estoy preocupada -dijo ella, con una sonrisa tan estoica como la de su hermano-. Que esa gente diga lo que quiera. No le haran dano a Gyp. No se lo permitire.
Ella y Roderick salieron y el perro les siguio fielmente: tranquilizado, de momento, por la serenidad en la voz de Caroline.
Vi cerrarse la puerta tras ellos y me volvi hacia la senora Ayres. Ahora que sus hijos se habian ido parecia enormemente cansada. Yo nunca habia estado a solas con ella, y no sabia si despedirme. La jornada habia sido larga y yo tambien estaba cansado.
Pero ella me hizo una sena fatigada.
– Sientese donde estaba Roderick, doctor Faraday, para que pueda verle mas comodamente.
Me sente junto al fuego y dije:
– Comprendo que esto ha sido un disgusto tremendo para usted.
– Si, asi es -respondio en el acto-. He pasado toda la noche en vela pensando en esa pobre criatura. ?Que haya ocurrido, y precisamente aqui, algo tan horrendo! Y luego…
Empezo a dar vueltas, indecisa, a los anillos que llevaba en los dedos, y senti el impulso de inclinarme hacia ella y posar una mano encima de las suyas. Por fin, con un tono mas tenso y agitado, dijo:
– La verdad es que tambien estoy bastante preocupada por Roderick.
Mire hacia la puerta.
– Si. Parece otra persona, desde luego. ?Tanto le ha afectado todo esto?
– ?No se entero de lo de ayer?
– ?Ayer? -Lo habia olvidado, con todo aquel drama, pero lo recorde entonces-. Mando a Betty a buscarle…
– Pobre chica, la alarmo. Volvio para decirmelo. Le encontre… ?oh, en un estado rarisimo!
– ?Que quiere decir? ?Enfermo?
Lo conto de mala gana.
– No lo se. Dijo que le dolia la cabeza. Pero su aspecto era horrible: ?a medio vestir con la ropa de la fiesta, sudando y temblando como una hoja!
Me la quede mirando.
– ?Habia… bebido?
Fue lo unico que se me ocurrio, y me avergonzo mi propia sugerencia. Pero ella nego con la cabeza, sin turbarse.
– No era eso, estoy segura. No se que pudo ser. Al principio me pidio que me quedara con el. ?Me cogio de la mano, como un colegial! Despues, con la misma rapidez, cambio de idea y me dijo que me fuera. Casi me echo de la habitacion. Le dije a Betty que le llevara una aspirina. Tal como estaba, mejor que no saliera. Tuve que disculparme como pude. ?Que otra cosa iba a hacer?
– Podria habermelo dicho.
– ?Yo queria decirselo! Roderick no me dejo. Y, naturalmente, pensaba en el aspecto que tenia. Tenia miedo de que apareciese y montara una escena. Ahora creo que ojala lo hubiera hecho. Porque entonces esa pobre nina…
La voz se le habia puesto tan tensa que se le ahogo en la garganta. Guardamos un sombrio silencio y mi pensamiento volvio de nuevo a la noche anterior, a la dentellada de la quijada de Gyp, el grito y el gemido acuoso que siguieron. En aquel mismo momento, Rod se encontraba en un extrano estado nervioso en su habitacion; y mientras yo llevaba a Gillian abajo, mientras le operaba la mejilla, el permanecio alli, supuestamente oyendo el alboroto al otro lado de su puerta, pero incapaz de salir a afrontarlo. Era un pensamiento horrible.
Aferre los brazos de mi butaca.
– ?Y si voy a hablar con el?
La senora Ayres me contuvo con la mano.
– No, no vaya. No creo que el quiera.
– ?Que mal podria hacerle?
– Ya ha visto como estaba: tan cambiado, tan inseguro y apagado. Ha estado asi todo el dia. Practicamente he tenido que suplicarle que viniera a sentarse aqui con nosotras. Su hermana no sabe como le encontre ayer; cree solamente que le dolia mucho la cabeza y que se acosto. Creo que Rod esta avergonzado. Creo… ?Oh, doctor Faraday, no se me quita de la cabeza como estaba cuando volvio del hospital!
Agacho la cabeza y empezo otra vez a dar vueltas a los anillos de los dedos.
– Nunca le he hablado de esto -dijo, sin mirarme a los ojos-. Su medico de entonces diagnostico una depresion. Pero a mi me parecia algo mas que eso. No pegaba ojo. Se enfurecia de pronto, o refunfunaba. Su lenguaje era soez. Yo apenas le reconocia. ?A mi propio hijo! Estuvo asi durante muchos meses. Tuve que dejar de invitar a gente. ?Me avergonzaba de el!
No se muy bien si me sorprendio lo que me dijo. Al fin y al cabo, David Graham habia mencionado el «trastorno nervioso» de Rod el verano anterior, y por lo que yo habia visto desde entonces - la excesiva preocupacion de Roderick por el trabajo, sus ocasionales arrebatos de irritacion e impaciencia-, me parecia claro que el trastorno no habia cesado por completo.
– Lo siento -dije-. Pobre Rod. ?Y pobres usted y Caroline! Pero vera, he tratado a muchos heridos…
– Por supuesto -se apresuro a decir ella-. Se que lo de Roderick podria haber sido mucho peor.
– No me refiero a eso -dije-. Estoy pensando en lo extrana que es la curacion. Es un proceso distinto para cada paciente. No es sorprendente que la herida de Roderick le enfureciera, ?no cree? A un joven sano como el. A la edad de Rod yo habria hecho lo mismo en una situacion como la suya. Haber nacido con tanto y haber perdido tantisimo: la salud, la apariencia…, en cierto modo, la libertad.
Ella movio la cabeza, nada convencida.
– Era algo mas que simple rabia. Era como si la propia guerra le hubiera cambiado y se hubiera vuelto un perfecto desconocido. Parecia que se odiaba a si mismo y a todo el mundo a su alrededor. ?Oh, cuando pienso en todos los chicos como el y en todas las atrocidades que les pedimos que hicieran en favor de la paz…!
Dije suavemente:
– Bueno, todo eso acabo ya. Todavia es joven. Se recuperara.
– ?Pero usted no le vio anoche! -dijo ella-. Doctor, tengo miedo. ?Que ocurrira si vuelve a enfermar? Ya hemos perdido muchas cosas. Mis hijos tratan de ocultarme las peores noticias, pero no soy tonta. Se que la finca vive de su capital, y se lo que eso significa… Pero tampoco es la unica perdida. Hemos perdido amigos; la costumbre de la relacion social. Miro a Caroline: cada dia esta mas descuidada y excentrica. Por ella organice la fiesta, ?sabe? Fue un desastre, como todo lo demas… Cuando yo no este, ella no tendra nada. Y si ademas perdiera a su hermano… ?Y pensar que esa gente quiere mandarnos a la policia! No se…, ?la verdad, sencillamente, es que no se como voy a soportarlo!
Su voz habia sido serena, pero dijo estas ultimas palabras con un tono cada vez mas vacilante. Se tapo los ojos con la mano, para ocultarme la cara.
Al pensarlo mas tarde comprendi las desgracias que habia sobrellevado durante tantos anos: la muerte de la nina, la del marido, el estres de la guerra, el accidente de su hijo, la perdida de la finca… Pero habia ocultado muy bien estas cuitas con un velo de buena educacion y encanto, y para mi fue una conmocion verla perder el dominio de si misma. Por un segundo permaneci sentado, casi paralizado; luego fui a acuclillarme al lado de su butaca y, tras un ligero titubeo, le cogi de la mano: se la tome, simplemente, con