ausencia fisica de Gyp: los dias eran ahora naturalmente sombrios, pero la casa parecia aun mas oscura y mortecina sin el perro trotando alegremente de una habitacion a otra. Puesto que yo seguia yendo al Hall una vez a la semana para tratar la pierna de Rod, me resultaba mas facil entrar como si fuese de la familia, y a veces, al abrir la puerta, incluso me sorprendia aguzando el oido para captar el chasquido y el roce de pezunas; o bien giraba la cabeza hacia una sombra, pensando que la forma oscura en mi rabillo del ojo debia de ser la de Gyp, y cada vez me asaltaba una punzada de desazon porque mi memoria revivia todo lo ocurrido.

Se lo mencione a la senora Ayres y ella asintio: dijo que una tarde lluviosa en que estaba en el vestibulo tuvo el convencimiento de que oyo al perro correteando arriba. Era un sonido tan nitido que, bastante nerviosa, habia subido a echar una ojeada y comprendio que el supuesto sonido de sus patas sobre las tablas del suelo era la rapida caida de agua de una caneria rota en el exterior. Algo similar le sucedio a la senora Bazeley. No se dio cuenta de que estaba preparando un cuenco de pan con salsa que deposito junto a la puerta de la cocina, como solia hacer para Gyp en los viejos tiempos. Dejo el bol alli durante media hora, sin parar de preguntarse donde estaria el perro…, y a punto estuvo de llorar, anadio, cuando recordo que estaba muerto.

– Y lo raro es -me dijo- que lo hice porque me parecio oir que bajaba la escalera del sotano. ?Se acuerda de como grunia, como un carcamal? ?Habria jurado que lo oi!

En cuanto a la pobre Caroline, la verdad es que no se cuantas veces confundio otros sonidos con el que hacian las pezunas de Gyp resbalando, o cuantas se volvio hacia una sombra creyendo que era el. Mando a Barrett que le cavara una tumba entre las lapidas de marmol que formaban un singular y pequeno cementerio en una de las plantaciones del parque. Hizo un funebre recorrido de la casa recogiendo los cuencos de agua y las mantas que habia en diversas habitaciones para uso del perro, y se deshizo de ellos. Pero en el curso de estas acciones parecio que habia sellado su disgusto y su pena tan meticulosamente que me turbo. En mi primera visita al Hall despues de la manana desdichada en que sacrifique a Gyp, decidi hablar con ella porque no queria que hubiese ningun rencor entre nosotros. Pero cuando le pregunte como estaba se limito a decirme, con una voz energica y neutra:

– Estoy bien. Todo ha acabado ya, ?no? Siento haberme puesto tan furiosa aquel dia. No fue culpa suya; lo se. Se acabo. Dejeme que le ensene algo que encontre ayer en una habitacion de arriba.

Y saco una antigua chucheria que habia desenterrado del fondo de un cajon; y no menciono mas a Gyp.

Pense que no la conocia lo suficiente para abordar la cuestion. Pero hable de Caroline con su madre, que parecia pensar que ella «se repondria a su manera».

– Caroline nunca ha sido una chica que exteriorice sus sentimientos -me dijo, con un suspiro-. Pero es tremendamente sensible. Por eso la hice venir para que ayudara a su hermano cuando el accidente. Era tan buena como cualquier enfermera en aquella epoca, ?sabe?… ?Y ha oido la ultima noticia? La senora Rossiter ha venido a decirnoslo esta manana. Parece ser que los Baker-Hyde se marchan. Se llevan a su hija a Londres: el servicio les seguira la semana siguiente. Van a cerrar y vender de nuevo la pobre Standish. Pero creo que es lo mejor. ?Se imagina a Caroline o a Roderick o a mi topando con la familia en Lidcote o en Leamington?

Para mi la noticia tambien represento un alivio. La perspectiva de ver frecuentemente a los Baker-Hyde me entusiasmaba tan poco como a la senora Ayres. Me complacia, ademas, que los periodicos del condado hubiesen perdido al fin el interes por el caso. Y aunque el cotilleo local era inevitable, y si bien a veces un paciente o un colega sacaba a colacion la historia, sabiendo que yo habia desempenado un papel en ella, cada vez que se hablaba del asunto yo hacia lo posible por desviarlo o zanjarlo; y las habladurias enseguida cesaron.

Pero aun asi me intrigaba Caroline. De vez en cuando atravesaba el parque en mi coche y la veia, como en ocasiones anteriores; y sin Gyp trotando a su lado me parecia una figura terriblemente solitaria. Si paraba el coche para hablar con ella parecia dispuesta a hacerlo, mas o menos a su antiguo estilo. Su aspecto era tan robusto y saludable como siempre. Solo su cara, pense, traicionaba la desdicha de pocas semanas antes, porque vista desde algunos angulos parecia mas triste y mas fea que nunca, como si, tras la perdida del perro, hubiese perdido la ultima brizna de su optimismo y su juventud.

– ?Caroline habla con usted sobre como se siente? -pregunte a su hermano un dia de noviembre en que le estaba tratando la pierna.

El movio la cabeza, cenudo.

– Se diria que no quiere.

– ?No podria… sonsacarla? ?Que se abra un poco?

El fruncio aun mas el ceno.

– Podria intentarlo, supongo. Nunca tengo tiempo.

– ?No tiene tiempo para su hermana? -dije, a la ligera.

No respondio, y recuerdo que le mire preocupado cuando se le oscurecio la cara, y el miro a otra parte como si no confiara en su propia respuesta. Lo cierto es que en aquel momento casi me inquiete mas por el que por su hermana. Era comprensible que lo de Gyp y los Baker-Hyde hubiera dejado una huella en ella, pero tambien en el parecia haber tenido un impacto devastador que me dejaba perplejo. No era solo que Rod estuviera preocupado y retraido, ni que dedicara un tiempo excesivo a trabajar en su habitacion, porque se habia comportado asi durante meses. Era algo mas, que yo veia o intuia mas alla de su expresion: el peso de algo que sabia, o incluso del miedo.

No habia olvidado lo que su madre me conto de como le habia encontrado la noche de la fiesta. Yo conjeturaba que fue entonces el momento en que aparecio esta nueva pauta de conducta. En varias ocasiones intente abordar el tema con el, pero siempre se las habia arreglado para disuadirme, mediante el silencio o las evasivas. Quiza no deberia haber insistido. Yo, a mi vez, desde luego, estaba mas que atareado aquellos dias, porque el clima mas frio habia traido su racha habitual de achaques invernales, y mis rondas eran largas. Pero dejar este asunto iba contra todos mis instintos; y, mas aun, ahora me sentia vinculado a la familia, de un modo distinto a como lo estaba tres o cuatro semanas antes. Asi que cuando hube colocado los electrodos y activado la bobina, le dije sin rodeos lo que me inquietaba.

Su reaccion me horrorizo.

– Esa es la idea que tiene mi madre de guardar una confidencia, ?no? -dijo, moviendose en su asiento, enfurecido-. Supongo que deberia habermelo esperado. ?Que le dijo exactamente? ?Que me encontro muerto de miedo?

– Estaba preocupada por usted.

– ?Dios! ?Simplemente no me apetecia presentarme en una estupida fiesta! Me estallaba la cabeza. Bebi algo, sentado en mi cuarto. Luego me acoste. ?Acaso es un delito?

– Rod, por supuesto que no. Es solo que el modo en que ella lo conto…

– Por el amor de Dios. ?Exagera! ?Se imagina cosas continuamente! Pero lo que tiene delante de las narices… Oh, olvidelo. Si ella piensa que me estoy volviendo loco, que lo piense. No sabe nada. Nadie de aqui sabe nada. Si alguien supiera…

Se trago sus palabras. Desconcertado por su vehemencia, dije:

– ?Si supieramos que?

Se quedo rigido un momento, claramente luchando consigo mismo.

– Oh, olvidelo -repitio. Y adelanto bruscamente el cuerpo, agarro los cables que le recorrian la pierna hasta la bobina y los solto-. Olvide tambien esto. Estoy harto. Este chisme no sirve para nada.

Los electrodos se desprendieron de las sujeciones y cayeron al suelo. Rod se desprendio de las gomas, se puso de pie torpemente y, descalzo y con el pantalon todavia remangado, me volvio la espalda.

Desisti del tratamiento aquel dia y deje a Rod con su rabia. La semana siguiente se disculpo y el proceso siguio su curso normal; parecia ya totalmente tranquilo. Sin embargo, en mi siguiente visita, algo nuevo habia surgido. Al llegar a la casa le encontre con un corte en el puente de la nariz y un ojo completamente morado.

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