trabajar. Acabo de encontrar un pasaje de Herrick que me ha hecho sonreir. Aqui esta. -El libro crujio cuando Caroline doblo las cubiertas-. Escuche esto y digame que le recuerda.
Y empezo a leer en voz alta, con su voz grave y melodiosa:
Levanto la cabeza.
– Parece un programa de radio del Ministerio de la Comida [4], ?no le parece? Solo falta la cartilla de racionamiento. Me gustaria saber a que sabe la pasta de avellanas.
– A mantequilla de cacahuete; no me extranaria -dije.
– Tiene razon; solo que todavia mas asqueroso.
Nos sonreimos. Dejo el libro de Herrick y cogio el que habia estado limpiando cuando llegue, y empezo a frotarlo con movimientos firmes y acompasados. Pero cuando le dije lo que tenia pensado -que queria hablar de Roderick-, la friccion de su mano se volvio mas lenta y se apago su sonrisa.
– Me preguntaba cuanto le habria afectado a usted todo esto. Pensaba comentarselo. Pero con todo lo demas… -dijo.
Fue lo mas cerca que estuvo de mencionar la cuestion de Gyp; y mientras hablaba agacho la cabeza y pude verle los parpados cerrados, caidos y humedos, y extranamente desnudos sobre las mejillas secas. Dijo:
– Rod sigue diciendo que esta bien, pero se que no lo esta.
Mi madre tambien lo sabe. Aquello de la puerta, por ejemplo. ?Cuando ha dejado Rod la puerta abierta de noche? Y casi se puso como una fiera cuando volvio en si, diga lo que diga. Creo que tiene pesadillas. Continuamente oye ruidos que no existen. -Cogio el frasco de lanolina y se unto los dedos-. Supongo que a usted no le habra dicho que la semana pasada vino a mi habitacion por la noche.
– ?A su habitacion? No, no se nada.
Ella asintio, mirandome mientras trabajaba.
– Me desperto. No se que hora era; mucho antes de amanecer, en todo caso. Yo no sabia lo que pasaba. Entro sin llamar, diciendo que por favor dejara de cambiar cosas de sitio, ?porque le estaba volviendo loco! Entonces me vio en la cama y, se lo juro, se puso
Sus palabras me dieron que pensar. Dije:
– ?No se desmayo, ni nada parecido?
– ?Desmayarse?
– ?No podria haber sufrido algun tipo de… ataque?
– ?Un ataque, dice? Oh, no, no… No fue nada asi. Cuando yo era pequena habia una chica que tenia ataques; recuerdo que eran horribles. No creo que me confundiera.
– Bueno -dije-, no todos los ataques son iguales. Parece logico, al fin y al cabo. Las heridas, su agitacion, su extrano comportamiento…
Ella movio la cabeza, con expresion esceptica.
– No lo se. No creo que fuera eso. ?Y por que empezar ahora a tener ataques? Nunca ha tenido ninguno.
– Bueno, quiza si. ?Se lo habria dicho a usted? A la gente la epilepsia le produce un extrano sentimiento de verguenza.
Ella fruncio el ceno, pensandolo; luego volvio a mover la cabeza.
– Creo que no es eso.
Se enjugo la lanolina de los dedos, cerro la tapa del frasco y se puso de pie. Por la estrecha franja de la ventana se atisbaba un cielo que se oscurecia velozmente, y la biblioteca parecia mas fria y sombria que nunca. Dijo:
– ?Dios, esto es como una nevera! -Se soplo en las manos-. Ayudeme, ?quiere?
Se referia a la bandeja con los libros limpios. Avance para levantarla y entre los dos la depositamos encima de una mesa. Ella se sacudio el polvo de la falda y dijo, sin levantar la vista:
– ?Sabe donde esta Rod ahora?
– Al llegar le he visto fuera con Barrett -dije-. Iban hacia los antiguos jardines. ?Por que? ?Cree que deberiamos hablar con el?
– No, no es eso. Es solo que… ?ha estado en su habitacion ultimamente?
– ?Su habitacion? No, no ultimamente. Creo que no quiere verme alli.
– A mi tampoco. Pero entre por casualidad hace unos dias, cuando el no estaba, y vi algo…, bueno, algo raro. No se si respaldara o no su teoria de la epilepsia; mas bien creo que no. Pero venga conmigo y se lo ensenare. Si Barrett ha enganchado a Rod, lo retendra un buen rato.
No me gustaba la idea.
– No se si debemos, Caroline. A Rod no le gustaria, ?no le parece?
– No llevara mucho tiempo. Y es una cosa que me gustaria que usted viera… Por favor, ?me acompana? No tengo a nadie con quien hablar de esto.
Era mas o menos la razon por la que yo habia acudido a ella; y accedi porque su desazon era evidente. Me llevo al vestibulo y recorrimos en silencio el corredor hasta la habitacion de Rod.
Fue a ultima hora de la tarde, cuando ya la senora Bazeley se habia ido a su casa, pero al acercarnos al arco encortinado que llevaba a las dependencias del servicio, oimos el debil parloteo de la radio, lo que significaba que Betty estaba trabajando en la cocina. Caroline dirigio una mirada a la cortina mientras giraba el picaporte del cuarto de Rod, e hizo una mueca al oir el chirrido de la cerradura.
– No quiero que piense que tengo por costumbre hacer estas cosas -murmuro, cuando estuvimos dentro-. Si viene alguien, mentire y dire que estabamos buscando un libro. Tampoco se escandalice por eso… Aqui esta lo que quiero ensenarle.
No se por que, esperaba que ella me llevara al escritorio con los papeles de Rod. Pero se quedo junto a la puerta que acababa de cerrar e indico con un gesto la hoja interior.
La puerta tenia paneles de roble a juego con las paredes de la habitacion y, como casi todo lo demas en Hundreds, la madera habia conocido mejores tiempos. Me imagine que, en todo su esplendor, tendria un brillo resplandeciente y rojizo; ahora, aunque aun imponente, estaba blanqueada y ligeramente dispareja, y algunas de sus partes se habian contraido y agrietado. Pero sobre el panel que senalaba Caroline habia una marca distinta. Estaba mas o menos a la altura del pecho y era pequena y negra, como la mancha de una quemadura; exactamente igual que la que yo recordaba haber visto en los tablones del suelo de la casita adosada donde me crie, una vez que mi madre dejo encima una plancha mientras tendia la colada. Mire a Caroline con una expresion inquisitiva.