un segundo, dije:

– Sospecho que, sin duda, los Baker-Hyde estan esperando algo.

Pero ella volvio a hablar sin que yo hubiera terminado de hacerlo.

– De todos modos, no se puede razonar con personas asi. ?Sabeis lo que me dijo el cunado anoche? ?Que no solo se estan deshaciendo practicamente de todos los paneles de Standish, sino que piensan derribar todo el ala sur de la casa! Quieren hacer alli una especie de cine para sus amigos. Solo conservaran la galeria. «La una y nueves» [3], la llamo.

– Bueno, pero las casas cambian -respondio vagamente su madre-. Tu padre y yo hicimos modificaciones aqui cuando nos casamos. Me parece una lastima que no se salvaran las tapicerias de Standish. ?Las ha visto alguna vez, doctor Faraday? A Agnes Randall se le partiria el corazon.

No conteste; y mientras ella y Caroline seguian unos minutos hablando del tema, no puede por menos de intuir que, consciente o inconscientemente, estaban eludiendo la cuestion mas urgente. Al final dije:

– Veran, con Gillian en ese estado, desmantelar Standish debe de ser la ultima cosa en la que estaran pensando los Baker-Hyde.

La senora Ayres parecio dolida.

– ?Oh, si por lo menos, si por lo menos no hubieran traido a esa nina con ellos! -dijo-. ?Por que la trajeron? Se supone que tienen una ninera o una institutriz. Es evidente que pueden pagarsela.

– Probablemente piensan que una institutriz le crearia un complejo -dijo Caroline, removiendose. Y un segundo despues anadio, con algo asi como un refunfuno nervioso-: Desde luego tendra un complejo ahora.

La mire, escandalizado. Y su madre, como horrorizada, dijo: «?Caroline!».

Dicho sea en su honor, a la propia Caroline le sobresaltaron sus palabras tanto como a nosotros. Me miro con una expresion horrible, con una nerviosa sonrisa fija en los labios pero con los ojos casi angustiados; luego aparto la vista. Me fije en que ahora no habia rastros de maquillaje en su cara: por el contrario, las mejillas parecian secas y la boca ligeramente hinchada, como si se hubiera restregado brutalmente la cara con un trapo de cocina.

Observe que Roderick la miraba mientras inhalaba el humo del cigarrillo. Tambien tenia el rostro desigualmente enrojecido por el calor de la lumbre, ylas franjas de piel rosa tirante en las mejillas y en la mandibula destacaban como unas diabolicas huellas dactilares. Pero, para mi desconcierto, siguio sin decir nada. Ninguno de ellos, pense, tenia la menor idea de la gravedad con que los Baker-Hyde trataban el asunto. Mas bien daba la impresion de que lo eludian, se replegaban, cerraban filas… Senti un ramalazo de aversion hacia ellos, como me habia ocurrido en mi primera visita. Cuando se calmo la pequena conmocion que produjo el comentario de Caroline, hable de nuevo para contarles sin rodeos lo que por la manana habiamos hablado Peter Baker-Hyde y yo en el patio de Standish.

La senora Ayres escucho en silencio, llevandose las dos manos juntas a la cara y agachando la cabeza. Caroline me miro absolutamente horrorizada.

– ?Matar a Gyp?

– Lo siento, Caroline, pero ?puede reprocharselo? Deberia haberselo esperado.

Creo que lo habia hecho. Pero dijo: «?Por supuesto que no!».

Hasta el mismo Gyp se levanto al captar el tono ofendido de su voz. Clavo la mirada inquieta y desconcertada en la cara de su ama, como si aguardara la palabra o el gesto que le permitiera relajarse. Ella se inclino para ponerle una mano en el cuello y acercarlo hacia ella, pero volvio a dirigirse a mi.

– ?Creen que servira de algo? Si deshacerse de Gyp significara que a la nina, milagrosamente, se le borrara la herida, lo entregaria ahora mismo. ?Preferiria que me hubiese mordido a mi a tener que revivir lo de anoche! Solo quieren castigarle…, castigarnos. No pueden hablar en serio.

– Me temo que si -dije-. Y tambien en lo de llamar a la policia.

– ?Oh, pero que espanto! -dijo la senora Ayres, ahora casi retorciendose las manos-. Un autentico espanto. ?Que hara la policia, segun usted?

– Bueno, supongo que tendran que ocuparse del caso, si lo denuncia un hombre como Baker-Hyde. Y habiendo una herida tan emocional… -Mire a Roderick, resuelto a conocer su opinion-. ?No le parece, Rod?

Se movio en su asiento como cohibido, y despues hablo con voz pastosa.

– Realmente no se que pensar -carraspeo-. Supongo que tenemos una licencia para Gyp, ?no? Me figuro que eso ayudaria.

– ?Pues claro que la tenemos! -dijo Caroline-. Pero ?que tiene que ver aqui una licencia? No se trata de un perro peligroso que anda suelto por la calle. Es un perro domestico al que le han hecho rabiar en su propia casa. Todos los que estuvieron aqui anoche diran lo mismo. Si los Baker-Hyde no lo entienden… ?Oh, no lo soporto! ?Ojala esa gente nunca hubiera comprado Standish! Y ojala nunca hubieramos organizado la maldita fiesta.

– Creo que los Baker-Hyde desearian lo mismo. La desgracia de Gillian les ha destrozado.

– Claro, se comprende -dijo la senora Ayres-. Todo el mundo vio anoche que la nina quedara horriblemente desfigurada. Es un suceso horrible para unos padres.

Hubo un silencio tras estas palabras, y note que mi mirada pasaba sin querer de la cara de la senora a la de su hijo. El tenia la cabeza baja, como si se mirase las manos. Percibi el destello de alguna emocion detras de sus ojos, pero su actitud seguia teniendome perplejo. Levanto la cabeza, volvio a atragantarse y tuvo que aclararse la garganta. Dijo:

– Ojala hubiera estado con vosotros anoche.

– ?Oh, si, ojala, Roddie! -dijo su hermana.

– No puedo evitar sentirme en cierto modo responsable -prosiguio, como si no la hubiera oido.

– Todos nos sentimos asi -dije-. Yo tambien me siento responsable.

Me dirigio una mirada inexpresiva.

– No fue culpa nuestra -dijo Caroline-. Fue culpa del cunado, enredando con el clavicembalo. Y si esos padres hubieran tenido a la nina donde tenia que estar… o, mejor todavia, si no la hubieran traido…

Y de este modo volvimos exactamente al punto de donde habiamos partido, solo que esta vez Caroline, su madre y yo nos vimos impelidos a repasar de principio a fin aquel terrible incidente, cada uno con su vision ligeramente distinta de los hechos. De vez en cuando, mientras hablabamos, yo miraba a Rod. Le vi encender otro cigarrillo -se embarullo y se le cayo tabaco en las rodillas- y adverti que se removia inquieto, como turbado por nuestras voces. Sin embargo, no supe realmente lo incomodo que estaba hasta que se puso de pie bruscamente.

– ?Dios! -dijo-. No aguanto mas esto. Lo he oido demasiadas veces hoy. Disculpa, madre, disculpeme, doctor: me vuelvo a mi habitacion. Lo siento… Lo… lo siento.

Lo dijo con una voz tan crispada y se movia con tanta torpeza que me incorpore a medias para ayudarle.

– ?Se encuentra bien?

– Si -se apresuro a decir el, extendiendo la mano como para contenerme-. No, no se preocupe. De verdad, estoy bien. -Esbozo una sonrisa poco convincente-. Es solo que todavia me encuentro un poco mal, despues de lo de anoche… Le dire a Betty que me traiga una taza de chocolate caliente. Estare perfectamente despues de una noche tranquila.

Mientras hablaba, su hermana se levanto. Se acerco a Rod y le cogio del brazo.

– ?No me necesitas, madre? -pregunto, con una voz debil-. Entonces yo tambien

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