– No puedo pedirselo a Roderick, y desde luego Caroline esta descartada…
– Si, si.
– No se a quien mas recurrir. Si el coronel viviera…
– Si, por supuesto. -Lo dije a reganadientes, pero con la sensacion de que me seria muy dificil decir otra cosa. Asi que lo repeti, con mayor firmeza-. Si, por supuesto que les ayudare.
Su mano seguia descansando en mi brazo. Puse la mia encima y ella agacho la cabeza, con alivio y gratitud, y en su tez aparecieron lineas leves de cansancio, casi de vejez.
– Pero ?cree que Caroline lo consentira? -le pregunte, cuando ella retiraba la mano.
Dijo simplemente:
– Si, por el bien de la familia. No hay otro remedio.
Y esta vez tuvo razon. Me llamo una noche para decirme que el inspector jefe Allam habia hablado otra vez con los Baker-Hyde y al cabo de una larga disputa habian accedido, aunque de mala gana, a retirar los cargos siempre que Gyp fuera sacrificado de inmediato. La senora Ayres parecia enormemente aliviada, y me alegre de que el conflicto se hubiera solucionado, pero pase una noche de angustia pensando en lo que me habia comprometido a hacer al dia siguiente. Ademas, a eso de las tres, cuando ya por fin me estaba sumiendo en algo parecido a un sueno natural, me desperto la campanilla de noche de mi consulta. Un hombre habia venido corriendo desde el pueblo vecino para pedirme que atendiera a su mujer, que estaba teniendo un parto dificil. Me vesti y fuimos en mi coche a su casa; era el primer parto de la mujer y se presentaba bastante complicado, pero todo acabo hacia las seis y media, cuando el nino nacio con las sienes magulladas por los forceps, pero sano y ruidoso. El hombre tenia que estar en el campo a las siete y dejamos a la madre y al bebe al cuidado de la comadrona, y le lleve hasta su granja. Se fue silbando al trabajo…, contento porque el recien nacido habia sido nino y las mujeres de sus hermanos, me dijo, «solo sabian fabricar mozas».
Me alegre por el y experimente el ligero toque de euforia que suele seguir a un alumbramiento sin percances, sobre todo cuando lo acompana la falta de sueno; sin embargo la emocion se agrio cuando recorde la tarea que me esperaba en Hundreds. No quise volver a Lidcote para tener que salir de nuevo; tome una carretera que conocia y que atravesando unos bosques conducia a un pequeno claro junto a un estanque rodeado de vegetacion. El lugar era pintoresco en verano, un nido de enamorados. Pero recorde demasiado tarde que tambien era el escenario de un suicidio en la epoca de la guerra, y cuando detuve el coche y apague el motor, el agua oscura y los arboles mojados y llenos de magulladuras me parecieron muy melancolicos. Hacia demasiado frio para apearse: encendi un pitillo, baje la ventanilla y cruce los brazos para protegerme de la intemperie. Alguna vez habia visto alli garzas y en ocasiones somormujos arrullandose; aquel dia el estanque parecia sin vida. Un pajaro gorjeo desde una rama y repitio el gorjeo pero no obtuvo respuesta. Poco despues cayo llovizna y una brisa surgida de la nada me sembro la mejilla de gotitas punzantes. Aplaste el cigarro y subi deprisa la ventanilla.
Algunos kilometros mas alla estaba la curva de la carretera que me llevaria a la puerta occidental del parque de Hundreds. Aguarde hasta un poco antes de las ocho y luego arranque rumbo a la casa.
Entre sin obstaculos, porque habian retirado la cadena y el candado de la verja. Habia mas luz en el parque abierto que en la carretera, pero la casa, visible desde el oeste, desde una considerable distancia, parecia vasta y solida en la penumbra turbia, un gran cubo oscuro. Pero yo sabia que los Ayres eran madrugadores y al acercarme vi el humo de alguna de las chimeneas. Y cuando hube rodeado la trasera de la casa, despues de que mis neumaticos arrancaran crujidos de la grava, vi encenderse una luz en las ventanas contiguas a la puerta principal.
La abrieron antes de que yo llegara a ella: era la senora Ayres.
Parecia palida.
– ?Llego demasiado pronto? -dije.
Ella nego con la cabeza.
– Por nosotros no hay problema. Roderick ya esta en la granja. Creo que ninguno ha pegado ojo. Tampoco usted, por su aspecto. No habra muerto nadie, espero.
– Un nacimiento.
– ?El bebe esta bien?
– El bebe y la madre… ?Donde esta Caroline?
– Arriba, con Gyp. Supongo que habra oido el coche.
– ?La aviso de que venia? ?Sabe por que?
– Si, lo sabe.
– ?Como se lo ha tomado?
Volvio a mover la cabeza, pero no respondio. Me condujo a la salita y me dejo junto al chisporroteo de la lena de un fuego reciente. Volvio con una bandeja de te y pan con beicon frio, la deposito a mi lado y se sento sin probar nada mientras yo comia. Verla desempenar el papel de sirvienta aumento mi desazon. No me entretuve en cuanto termine el desayuno, sino que cogi el maletin y ella me llevo al vestibulo y subimos la escalera hasta el primer piso.
Me dejo delante de la puerta de Caroline. Estaba ligeramente entornada, pero llame con los nudillos y, al no oir respuesta, la empuje lentamente y entre. La habitacion era espaciosa y agradable, con paneles de color claro en las paredes y una cama estrecha de cuatro postes; pero adverti que todo estaba descolorido, las cortinas del lecho destenidas, las alfombras deshilachadas, las tablas del suelo pintadas de un blanco desgastado por manchones grises. Habia dos ventanas de guillotina y Caroline estaba sentada delante de una de ellas, sobre una especie de otomana con almohadones, con Gyp a su lado. El perro tenia la cabeza encima del regazo de su ama, pero cuando me vio alzo el hocico, abrio las fauces y meneo el rabo. Caroline tenia la cara vuelta hacia la ventana y no hablo hasta que estuve cerca.
– Asi que ha venido lo antes posible.
– He ido a ver a una paciente -dije-. ?Y no es mejor hacerlo ahora, Caroline, que esperar y correr el riesgo de que la policia les mande a alguien? No preferira a un extrano, ?verdad?
Ella volvio por fin la cabeza hacia mi y vi su semblante espectral, el pelo despeinado, la cara blanca, los ojos rojos e hinchados por las lagrimas o la vigilia. Dijo:
– ?Por que todos hablan de esto como si fuera algo normal, algo razonable que debe hacerse?
– Vamos, Caroline. Usted sabe que hay que hacerlo.
– ?Solo porque todo el mundo lo dice! Es como ir a la guerra. ?Por que tendria que ir yo? No es mi guerra.
– Caroline, esa nina…
– Podriamos haber ido a juicio y podriamos haber ganado. El senor Hepton lo dijo. Mi madre no le dejo intentarlo.
– ?Pero un juicio! Solo piense en lo que cuesta.
– Habria encontrado el dinero en algun sitio.
– Entonces piense en la publicidad que le darian. Piense en el cariz que presenta el caso. ?Tratar de defenderse con esa chica tan malherida! No seria decoroso.
Hizo un gesto de impaciencia.
– ?Que importa la publicidad? Eso solo le importa a mi madre. Y lo unico que teme es que la gente vea lo pobres que somos. En cuanto a decoro…, a nadie le preocupan ya esas cosas.
– Su familia ya ha sufrido demasiado. Su hermano…
– Oh, si -dijo-, ?mi hermano! Que todos pensemos en el, ?no? Como si hicieramos otra cosa. El podria haberse enfrentado a nuestra madre en este asunto. ?Pero no ha hecho nada, absolutamente nada!
Hasta entonces nunca la habia oido criticar a Roderick, excepto en broma, y me sobresalto su dureza. Pero al mismo tiempo los ojos se le estaban poniendo mas rojos y la voz se le estaba debilitando, y creo que ella sabia que no habia mas remedio. Volvio de nuevo la mirada hacia la ventana. Me quede observandola en silencio y dije suavemente:
– Tiene que ser valiente, Caroline. Lo siento… ?Puedo hacerlo ya?