aplique de luz ni ningun tipo de gancho-, aun suponiendo, de entrada, que algo como un cuello blanco rigido hubiera podido colgarse, inadvertido, de una luz o un gancho. Dijo que lo unico que habia era «una especie de mancha pequenisima» en el yeso del techo, encima de su cabeza.

En aquel momento se quedo desconcertado, pero no estaba nervioso. El cuello goteaba agua con jabon, pero un cuello mojado le parecio mejor que ninguno, y lo seco lo mejor que pudo y luego, delante del espejo del tocador, lo prendio a la camisa y se hizo el nudo de la corbata. A continuacion solo le faltaba atarse los punos, engominarse el pelo y peinarlo. Abrio el estuche de marfil donde guardaba sus gemelos de etiqueta; y estaba vacio.

Aquello era tan absurdo y desquiciante, dijo, que se rio. No habia visto los gemelos aquel dia con sus propios ojos, pero por la manana sus dedos habian chocado casualmente con el estuche y recordaba claramente el tintineo del metal dentro. Desde entonces no habia tocado el estuche. No era verosimil que Betty o la senora Bazeley hubieran sacado los gemelos, ni que Caroline o su madre hubieran entrado a llevarselos. ?Para que iban a hacerlo? Meneo la cabeza, miro alrededor y dirigio la palabra a la habitacion: a las «Parcas» o «espiritus» o cualquier otra cosa que estuviera jugando con el esa noche. «?No quereis que vaya a la fiesta?», dijo. «Pues mirad: yo tampoco. Pero a la fuerza ahorcan. Asi que devolvedme los pu… gemelos, ?de acuerdo?»

Cerro el estuche de marfil y lo dejo en su sitio, junto al peine y los cepillos; y en el preciso segundo en que estaba retirando la mano vio, a traves del espejo del tocador, y con el rabillo del ojo, algo pequeno y oscuro que bajaba a la habitacion por detras de el: como una arana que se descolgaba del techo. Casi al instante sono el choque de metal contra la loza: un estrepito tan violento, relativamente, en la habitacion silenciosa que «le corto la respiracion». Se volvio y, con una creciente sensacion de irrealidad, se acerco lentamente al lavabo. Alli, en el fondo de la pila, estaban sus gemelos. La propia repisa estaba salpicada, el agua turbia en la pila aun oscilaba formando ondas. Echo hacia atras la cabeza y miro arriba. El techo estaba otra vez intacto e inmaculado, excepto que la «mancha» que habia descubierto poco antes era ahora notablemente mas oscura.

Fue el momento, dijo Rod, en que comprendio que algo realmente misterioso estaba sucediendo en la habitacion. No podia dudar de sus propios sentidos: habia visto caer los gemelos y habia oido el ruido de la salpicadura y el impacto que habian producido en la pila. Pero ?de donde diablos habrian caido? Se acerco a la butaca y se subio precariamente encima para examinar desde mas cerca el techo. No habia nada, aparte de la extrana mancha oscura. Era como si los gemelos hubieran aparecido, o desaparecido, como por ensalmo. Se bajo pesadamente de la butaca -la pierna empezaba ya a dolerle- e inspecciono otra vez la pila y el lavabo. Una mugre blanquecina se estaba ya formando sobre la superficie del agua, pero lo unico que tenia que hacer era remangarse la camisa y sumergir la mano para atrapar los gemelos. No pudo forzarse a hacerlo. No sabia que demonios hacer. Penso otra vez en el salon brillantemente iluminado, donde su madre y su hermana le esperaban, y tambien los Desmond, los Rossiter, los Baker-Hyde, incluso yo y Betty, todos le esperaban con copas de jerez en la mano; y empezo a sudar. Topo con su propia mirada en el espejo de afeitar redondo y le parecio ver las gotas de transpiracion que brotaban «como gusanos» de los poros de su piel.

Sin embargo, fue entonces cuando sucedio lo mas grotesco. Seguia mirandose la cara sudorosa cuando, horrorizado y sin dar credito a sus ojos, vio que el espejo se movia con una especie de zarandeo. Era un viejo espejo Victoriano, redondo y biselado, montado sobre un pivote de laton y con una base de porcelana. Pesaba mucho, como yo mismo sabia: no era un objeto que se desplazase empujandolo un poco ni que temblara si dabas unos pasos por sus cercanias. Rod se quedo totalmente inmovil en el silencio del cuarto y vio como el espejo vibraba de nuevo, despues se balanceaba y entonces empezaba a avanzar muy despacio hacia el por la repisa del lavabo. Era exactamente como si caminase, dijo; o, mejor dicho, como si en aquel momento estuviera descubriendo que podia caminar. Avanzaba a sacudidas, con una forma de andar titubeante, y la base de porcelana sin esmaltar producia un chirrido aterrador sobre la lustrosa superficie de marmol.

– Era la cosa mas horripilante que he visto en mi vida -dijo Rod, al describirmela con la voz temblorosa, y al recordarlo se enjugaba el sudor que le habia rebrotado en los labios y la frente-. Y lo mas espeluznante era que el espejo fuese un objeto tan corriente. Si…, no se, pero si de repente hubiera aparecido alguna fiera en la habitacion, un fantasma o una aparicion, creo que habria soportado mejor el sobresalto. Pero aquello… era odioso, era impropio. Era como si todas las cosas de la vida cotidiana pudiesen empezar a moverse de aquel modo en cualquier momento y… te acosaran. Aquello ya fue horrible. Pero lo que vino despues…

Lo que sucedio despues fue todavia peor. Todo este tiempo Rod habia estado observando los bandazos del espejo que avanzaba hacia el, despavorido por lo que, al contarmelo, llamaba la impropiedad de la cosa. Parte de esta maldad residia en la sensacion de que el espejo actuaba, en cierto modo, impersonalmente. Habia cobrado vida, Dios sabia como, pero Rod tenia el presentimiento de que lo animaba un movimiento ciego, irreflexivo. Sintio que si ponia la palma de la mano en el camino del espejo la base de porcelana hallaria una forma obcecada de trepar sobre sus dedos. Naturalmente, no puso la mano. Lo que hizo fue retroceder. Pero veia que el espejo se estaba aproximando al borde de la repisa de marmol, y con una fascinacion horrible aguardo para ver como se tambaleaba y se caia. Se quedo donde estaba, aproximadamente a un metro del espejo, que siguio reptando hasta que, primero un par de centimetros de su base, y a continuacion unos cuatro o cinco mas, sobresalieron del borde de marmol. Tuvo la impresion de que el objeto tanteaba en busca de otra superficie; vio el espejo cuando la base, desequilibrada, se inclino hacia delante. De hecho, Rod empezo a alargar la mano, en un impulso automatico de evitar que cayera. Pero mientras lo hacia, parecio que de pronto el espejo «se encogia para dar un salto»… y al instante siguiente aterrizo en la cabeza de Rod. El se encogio para escabullirse y recibio un golpe punzante detras de la oreja. Oyo como el espejo y su base de porcelana se estrellaban contra el suelo, a su espalda, y se hacian anicos. Se volvio y vio los pedazos inofensivos encima de la alfombra, como si los acabara de derribar una mano desmanada.

Betty volvio justo en aquel momento. Llamo a la puerta con los nudillos y, tenso y sobresaltado, Rod grito algo. Asustada por el sonido de su voz, ella empujo timidamente la puerta y le vio mirando, como petrificado, el objeto roto en el suelo. De una forma espontanea, Betty se adelanto con intencion de recoger los pedazos. Entonces vio la expresion de Rod. El no recordaba lo que le dijo, pero debio de ser alguna groseria, porque ella salio inmediatamente y volvio al salon corriendo; fue cuando yo la vi entrar acalorada y susurrar algo al oido de la senora Ayres. Esta la acompano sin dilacion a ver a Roderick, y comprendio en el acto que algo terrible ocurria. Rod sudaba mas que nunca y se estremecia como si tuviera fiebre. Supongo que debia de encontrarse en un estado bastante similar a como le veia cuando me conto esta historia. Dijo que su primer impulso al ver a su madre fue como el de un nino: agarrarle de la mano, pero que se sobrepuso, consciente de que en absoluto debia involucrarla en lo que estaba ocurriendo. Habia visto al espejo dar aquel salto hacia su cabeza: lo animaba un impulso inconsciente; lo habia sentido abalanzarse sobre el movido por algo extraordinariamente decidido y feroz. No queria exponer a su madre a aquel peligro. Le explico de una forma confusa e incompleta que estaba sobrecargado de trabajo en la granja y le dijo que le dolia tanto la cabeza como si se le fuera a partir en dos. Estaba tan obviamente enfermo y trastornado que ella quiso llamarme pero el no la dejo: lo unico que queria era que ella se fuera cuanto antes de la habitacion. Dijo que los menos de diez minutos que estuvo alli con su madre fueron uno de los momentos mas espantosos de su vida. La tension de tratar de ocultar la prueba por la que habia pasado, unida al temor de que le dejaran solo, quiza para pasar otro mal rato, debio de darle un aire de loco. Por un instante estuvo a punto de echarse a llorar, y dijo que solo la expresion desolada e inquieta de su madre le dio fuerzas para contenerse. Cuando ella y Betty salieron del cuarto, se sento en la cama, en un rincon del dormitorio, de espaldas a la pared y con las rodillas levantadas. La pierna herida le dolia mucho, pero no le importaba: el dolor casi le alegraba porque le mantenia alerta. Porque, en efecto, dijo, tenia que vigilar. Tenia que vigilar cada objeto, cada rincon y cada sombra de la habitacion, tenia que inspeccionar con la mirada, sin un respiro, una superficie tras otra. Sabia que la cosa maligna que habia intentado hacerle dano seguia alli dentro, aguardando.

– Eso fue lo peor -dijo-. Sabia que me odiaba, me odiaba de verdad, al margen de toda razon o logica. Sabia que deseaba hacerme dano. Era distinto a volar por el cielo y detectar a un caza enemigo: ves venir hacia ti una maquina pilotada por un hombre que quiere a toda costa borrarte del firmamento. Aquello era limpio, comparado con esto. Tenia su logica, su justicia. Esto era ruin, rencoroso e impropio. No podia apuntarle con una pistola. No podia amenazarle con un cuchillo o un atizador: ?el

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