cuchillo y el atizador podian haber cobrado vida en mi mano! ?Era como si las mismas sabanas en las que estaba sentado pudiesen levantarse para estrangularme!

Habia vigilado durante quiza media hora…, «pero lo mismo podrian haber sido mil horas», tembloroso y tenso por el esfuerzo tremendo de ahuyentar a lo maligno, y al final no aguanto mas y sucumbio a los nervios. Se oyo a si mismo gritarle que se fuera, ?que le dejase en paz, por el amor de Dios!, y el sonido de su propia voz le horrorizo; quiza quebro algun tipo de maleficio. Percibio de inmediato que algo habia cambiado, que la cosa horrible se habia ido. Miro los objetos a su alrededor y: «No puedo explicarlo. No se como lo supe. Pero supe que otra vez eran normales e inanimados». Totalmente deshecho, bebio un vaso lleno de brandy, se metio en la cama y se acurruco como un bebe. En la habitacion, como siempre, reinaba aquella atmosfera silenciosa, como si estuviera ligeramente aislada del resto de la casa. Si poco despues hubo sonidos al otro lado de la puerta, pasos y murmullos inquietos, o no los oyo o estaba tan exhausto que no se paro a pensar en lo que eran. Se sumio en un sueno agitado, y dos horas mas tarde lo desperto Caroline. Habia ido a ver como estaba y a contarle lo que habia pasado con Gyp y Gillian. Escucho el episodio con un horror creciente, porque comprendio que el perro debio de haber mordido a la nina aproximadamente en el mismo momento en que el habia gritado a la presencia malevola que le dejara tranquilo.

Me miro al decir esto, con los ojos tan irritados que parecian arderle en la cara marcada de cicatrices. Dijo:

– ?Comprende? ?Fue culpa mia! Quise que aquello se alejara de mi por pura y maldita cobardia; y se fue al salon para herir a otra persona. ?Pobre nina! Si lo hubiera sabido, habria hecho cualquier cosa, lo que fuera… -Se enjugo la boca, hizo un esfuerzo y prosiguio, con voz mas serena-: No he vuelto a bajar la guardia, se lo aseguro. Ahora, cuando viene, estoy preparado. La mayoria de los dias no sucede nada. La mayoria de los dias no aparece. Pero le gusta sorprenderme, pillarme desprevenido. Es como un nino astuto y rencoroso. Me pone trampas. Aquella noche abrio la puerta de mi cuarto para que el golpe, al entrar, me hiciera sangrar la nariz. Mueve mis papeles; ?me pone obstaculos delante para que tropiece y me rompa el cuello! Eso no me importa. Que a mi me haga lo que quiera. Mientras pueda retenerlo en mi cuarto contengo la infeccion, ?entiende? Es lo esencial ahora, ?no le parece? ?No es esencial mantener lejos del foco infeccioso a mi madre y a mi hermana?

Capitulo 6

En mi carrera medica, al examinar a un paciente o ver el resultado de algun analisis, muchas veces he tenido que pensar, gradual pero inevitablemente, que se trataba de un caso incurable. Recuerdo, por ejemplo, a una joven casada, recien embarazada, que vino a verme por una tos de verano: recuerdo muy claramente que le puse el estetoscopio en el pecho y oi los primeros indicios, leves pero devastadores, de una tuberculosis. Me acuerdo de un chico guapo y de talento, al que me trajeron con «dolores crecientes»: era, en realidad, el comienzo de una enfermedad que consumia los musculos y que, cinco anos despues, acabaria con su vida. El tumor que crece, el cancer que se extiende, el ojo nublado forman parte del catalogo de casos de un medico de familia, junto con los sarpullidos y los esguinces, pero nunca me he acostumbrado a ellos, nunca he tenido el primer atisbo de certeza sin que me invada un intenso sentimiento de impotencia y tristeza.

Algo parecido a esta consternacion empezo a asaltarme mientras escuchaba la historia extraordinaria que me conto Rod. No se muy bien cuanto tardo en contarla, porque hablaba de un modo un poco entrecortado, con vacilacion y renuencia, y rehuyendo los detalles espantosos del relato. Le escuche en silencio casi todo el tiempo, y cuando termino, sentados en aquella habitacion tranquila, mire el mundo seguro, familiar y previsible que me rodeaba -la salamandra, el mostrador, los instrumentos y bocales, con la letra del buen Gill en las etiquetas descoloridas-, y me parecio que todo se me volvia ligeramente extrano, que todo se habia torcido ligeramente.

Rod me observaba. Se enjugo la cara, hizo una bola con el panuelo, lo retorcio con los dedos y dijo:

– Usted queria saberlo. Ya le adverti de lo sucio que era.

Carraspee.

– Me alegro mucho de que me lo haya contado.

– ?De verdad?

– Por supuesto, ojala me lo hubiera contado antes. Me parte el corazon pensar que haya pasado por todo esto solo, Rod.

– Tuve que hacerlo. Por el bien de la familia.

– Si, lo entiendo.

– ?Y no me juzgara muy severamente, por lo de la nina? Le juro por Dios que si hubiera sabido…

– No, no. Nadie le puede reprochar eso. Solo que hay una cosa que me gustaria hacer ahora. Me gustaria examinarle, Rod.

– ?Examinarme? ?Por que?

– Creo que esta bastante cansado, ?no?

– ?Cansado? ?Dios, no me tengo en pie! Apenas me atrevo a cerrar los ojos por la noche. Tengo miedo de que esa cosa vuelva si los cierro.

Me habia levantado para coger mi maletin y, como obedeciendo a una senal, empezo a quitarse el sueter y la camisa. Se quedo en pantalon y camiseta sobre la alfombrilla de la chimenea, con aquella venda sucia en la muneca, frotandose los brazos para combatir el frio y con un aspecto sorprendentemente flaco, vulnerable y joven; y le hice una exploracion basica, le ausculte el pecho, le tome la tension arterial, etc. Pero, a decir verdad, le examine sobre todo para ganar un poco de tiempo, porque veia -todo el mundo lo habria visto- cual era la autentica naturaleza de su trastorno. De hecho, lo que me habia contado me habia estremecido hasta la medula, y necesitaba reflexionar sobre el modo de proceder al respecto.

Como habia supuesto, obviamente Rod no presentaba ninguna anomalia, aparte de que estaba desnutrido y derrengado, lo cual les ocurria a la mitad de mis vecinos. Me tome tiempo para reponer los instrumentos en su sitio, y entretanto segui pensando. El se abrocho la camisa.

– ?Y bien?

– Ya lo ha dicho usted mismo, Rod: esta exhausto. Y la extenuacion…, bueno, produce cosas extranas, juega malas pasadas.

Fruncio el ceno.

– ?Malas pasadas?

– Escuche -dije-. No voy a enganarle diciendo que lo que acaba de contarme no me ha alarmado enormemente. No quiero andar con rodeos. Creo que su problema es mental. Creo…, escucheme, Rod. -El habia empezado a apartarse, decepcionado y furioso-. Creo que la mejor descripcion de lo que ha estado sufriendo es una especie de tormenta de nervios. Son mas comunes de lo que usted creeria en determinadas personas sometidas a un estres excesivo. Y admitamoslo, usted ha soportado una presion enorme desde que le licenciaron de la fuerza aerea. Creo que esa presion, unida al shock de la guerra…

– ?Shock de la guerra! -dijo, con desprecio.

– Un shock retardado. Tambien es mas comun de lo que usted pensaria.

Meneo la cabeza, diciendo firmemente:

– Yo se lo que se: se lo que vi.

– Sabe lo que cree que vio. Lo que sus nervios cansados y sumamente tensos le convencieron de que viera.

– ?No fue asi! ?No lo comprende? Dios, ojala no hubiera dicho nada. Me ha pedido que se lo contara. Yo no queria, pero me ha obligado. ?Ahora me lo lanza a la cara, como si yo fuese un chiflado!

– Si durmiera bien una noche entera…

– Se lo he dicho: si me duermo, la cosa volvera.

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