– No, Rod. Se lo prometo, solo volvera si no duerme, porque es una alucinacion…

– ?Una alucinacion??Es eso lo que piensa?

– Una alucinacion alimentada por su propia fatiga. Creo que deberia marcharse del Hall una temporada. Ahora mismo, tomarse unas vacaciones.

Se estaba poniendo el sueter y cuando su cara emergio del cuello me miro, incredulo.

– ?Irme? ?No ha oido absolutamente nada de lo que le he dicho? ?Si me fuera, quien sabe lo que ocurriria! -Rapidamente se aliso el pelo y empezo a ponerse el abrigo. Habia mirado el reloj-. He estado fuera demasiado tiempo. Por su culpa, tambien. Tengo que volver.

– Al menos dejeme que le de un poco de Luminal.

– ?Una medicina? -dijo-. ?Cree que me servira de algo? -Y acto seguido, con un tono crispado, al ver que yo me dirigia a una estanteria y cogia un tubo de comprimidos, dijo-: No. En serio. Me atiborraron de esas pastillas despues del accidente. No las quiero. No me las de, las tirare.

– Quiza cambie de opinion.

– No cambiare.

Rodee el mostrador con las manos vacias.

– Rod, por favor, escucheme. Vera, si no puedo convencerle de que abandone la casa, conozco a un hombre, un buen medico. Tiene una clinica en Birmingham para casos como el suyo. Permitame que le pida que hable con usted; que le escuche. Es lo unico que hara: escucharle mientras usted habla con el como acaba de hablar conmigo.

Se le endurecio el semblante.

– Un medico mental, quiere decir. Un psiquiatra o un psicologo, o como diablos les llame. No es mi problema. No es mi problema en absoluto. El problema esta en Hundreds. ?No lo ve? No necesito un medico ni tampoco un… -busco una palabra- parroco o algo parecido. Si ha pensado que lo necesito…

Dije, en un impulso:

– ?Dejeme que le acompane, entonces! ?Dejeme que pase un rato en su habitacion para ver si eso aparece!

El vacilo, pensandolo; y el hecho de que lo pensara, como si la idea le pareciese posible, sensata, razonable, fue casi mas perturbador que todo lo demas. Pero movio la cabeza y recobro el tono frio.

– No, no puedo arriesgarme. No probare. A eso no le gustaria. -Se puso la gorra-. Tengo que irme. Perdone, siento haberselo contado. Deberia haber sabido que no lo entenderia.

– Escucheme, por favor, Rod. -Ahora la idea de que se marchara era espantosa-. ?No puedo dejarle en este estado de animo! ?Ha olvidado como estaba ahora mismo? ?Se ha olvidado de ese panico atroz? ?Y si vuelve a sentirlo?

– No lo hare -dijo-. Usted me ha pillado desprevenido, eso es todo. Para empezar, no deberia haber venido. Me necesitan en casa.

– Por lo menos hable con su madre. O dejeme que hable yo con ella.

– No -dijo asperamente. Estaba ya en la puerta pero se volvio hacia mi y, como en otra ocasion anterior, me desconcerto la autentica ira que vi en sus ojos-. No tiene que saber nada. Ni tampoco mi hermana. No debe decirselo. Ha dicho que no se lo diria. Me ha dado su palabra, y me he fiado de ella. Tampoco hable con ese medico amigo. Dice que me estoy volviendo loco. Muy bien, siga creyendolo, si asi se siente mejor, si es demasiado cobarde para afrontar la verdad. Pero al menos tenga la decencia de dejarme enloquecer solo.

Su tono fue duro y ecuanime, y parecia absurdamente racional. Se colgo del hombro la correa de la cartera y se cerro las solapas del abrigo, y solo la palidez de su rostro y los ojos ligeramente enrojecidos delataban el fantastico delirio de que era victima; por lo demas, tenia el mismo aspecto de antes, el de un joven hacendado. Supe que no podria retenerle. Se habia dirigido a la puerta de la consulta, pero como era evidente, por los sonidos que llegaban del otro lado, que estaban llegando mis primeros pacientes de la tarde, me indico con un gesto impaciente la habitacion de mi despacho y le conduje a ella para que saliera por el jardin. Pero lo hice con el corazon encogido y un sentimiento de frustracion terrible, y en cuanto se cerro la puerta volvi a la ventana de la consulta y me aposte junto al visillo polvoriento para verle reaparecer en la esquina de la casa y cojear hacia el coche velozmente por la calle mayor.

?Que iba a hacer yo? Estaba claro -horriblemente claro- que en las ultimas semanas Rod habia sufrido alucinaciones muy poderosas. En cierto sentido no era de extranar, a causa de la tremenda serie de cuitas que recientemente habia tenido que soportar. A todas luces, la tension y la sensacion de amenaza habian sobrepasado la capacidad de su cerebro, hasta el punto de creer que las «cosas corrientes», como el repetia, se sublevaban contra el. No era quiza una sorpresa que la enajenacion se hubiera presentado por primera vez la noche en que debia ejercer de anfitrion en una fiesta para su vecino mas afortunado; y tambien considere tristemente significativo que la peor experiencia se hubiese centrado en un espejo… que, antes de haber emprendido «su paseo», habia reflejado las cicatrices de su cara y habia terminado hecho anicos. Todo esto, como digo, ya era suficientemente horrible, pero cabia explicarlo como el producto del estres y la tension nerviosa. Mas perturbador e inquietante era, a mi entender, el hecho de que siguiese totalmente convencido de la idea delirante generada por aquel temor, en apariencia logico, de que a su madre y su hermana las «infectara», si el no estaba alli para evitarlo, la cosa diabolica que supuestamente habia invadido su habitacion.

Pase las horas siguientes dando vueltas al estado de Rod. Mientras atendia a los demas pacientes, en parte seguia con el, escuchando con horror y desolacion la atroz historia que me contaba. No creo que hubiese habido en toda mi vida profesional un momento de mayor indecision sobre la conducta que debia adoptar. Sin duda mi relacion con su familia interferia en mi juicio. Probablemente deberia haber pasado de inmediato el caso a otro medico. Pero ?en que sentido era un caso? Roderick no habia venido a mi casa aquel dia a solicitar consejo medico. Como el mismo habia senalado, se resistia a confiar en mi. Y desde luego estaba excluido que a mi o a cualquier otro facultativo nos pagara para prestarle ayuda o consejo. En aquel momento no sospechaba que fuese un peligro para si mismo o para otros. Se me antojaba mucho mas probable que su alucinacion fuese cobrando fuerza gradualmente hasta acabar consumiendole: dicho de otro modo, que acabaria sumiendole en una crisis mental absoluta.

Mi mayor dilema era que decirles -si les decia algo- a la senora Ayres y a Caroline. Habia dado mi palabra a Rod de que no les diria nada, y si bien solo hablaba en serio a medias cuando me compare con un cura, ningun medico se toma a la ligera la promesa de guardar un secreto. Pase una noche muy agitado, decidiendo ahora una cosa y despues otra… Por fin, poco antes de las diez, corri a la casa de los Graham para comentar el caso con ellos. Por entonces les visitaba menos y a Graham le sorprendio verme. Dijo que Anne estaba arriba -uno de los ninos estaba ligeramente indispuesto-, pero me llevo al cuarto de estar y escucho todo mi relato.

Le conmociono tanto como a mi.

– ?Como es posible que las cosas hayan llegado tan lejos? ?No hubo indicios?

– Sabia que algo no andaba bien, pero no tanto -dije.

– ?Que vas a hacer ahora?

– Intento decidirlo. Ni siquiera tengo un diagnostico firme.

El reflexiono.

– Has pensado en la epilepsia, supongo.

– Fue mi primera idea. Sigo pensando que podria explicar parte del caso. El aura, que produce sensaciones extranas…, auditivas, visuales y demas. El propio ataque, el cansancio subsiguiente; todo encaja, hasta cierto punto. Pero no creo que sea todo.

– ?Y un mixedema?

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