– ?No siga hablando asi!
Pestaneo, como si subitamente comprendiera. Ladeo la cabeza de nuevo y dijo, casi con timidez:
– Tiene miedo.
– Rod, escucheme.
– Lo nota, ?no? Lo nota y tiene miedo. Antes no me creia. Podo aquello de tormenta de nervios, de shock de la guerra. ?Ahora esta mas asustado que yo!
Cai en la cuenta de que si tenia miedo; no de las cosas que el habia contado, sino de algo mas impreciso y temible. Estire el brazo para tratar de agarrarle la muneca.
– ?Rod, por lo que mas quiera! ?Creo que esta en peligro!
Mi ademan le sobresalto; retrocedio. Y entonces -supongo que fue la bebida- monto en colera.
– ?Dios le maldiga! -exclamo, rechazandome-. ?Quiteme las manos de encima! ?No me diga como coj… tengo que portarme! Es lo unico que sabe hacer. Y cuando no esta repartiendo sus consejos quiere agarrarme con sus sucios dedos de medico. Y cuando no me agarra me observa, me observa con sus sucios ojos de medico. ?Quien demonios es usted, si puede saberse? ?Que cono hace aqui? ?Como ha conseguido colarse en esta casa? ?No es miembro de la familia! ?Usted no es nadie!
Deposito el vaso con tanta fuerza en la mesa que la ginebra se vertio sobre los papeles.
– Voy a llamar a Betty -dijo, absurdamente- para que le acompane hasta la puerta.
Fue con pasos torpes hasta la campana de la chimenea, aferro la palanca que accionaba la campanilla y tiro de ella una y otra vez, de tal modo que oimos en el sotano el repiqueteo debil y frenetico. Curiosamente sonaba como la campana que tanian los vigilantes de los bombardeos en el pueblo, y anadia un agitado y atavico revuelo a la conmocion y el disgusto que sus palabras ya habian desencadenado en mi interior.
Me levante, fui a la puerta y la abri en el preciso momento en que Betty aparecio, asustada y sin resuello. Intente impedirle que entrara.
– No pasa nada, todo va bien -dije-. Ha sido un error. Vuelve abajo.
– ?El doctor Faraday se marcha! -grito, sin embargo, Roderick, por encima de mi voz-. Tiene que visitar a otros pacientes. ?No es una lastima? ?Querras acompanarle al vestibulo, y de paso recoges su abrigo y su sombrero?
La chica y yo nos miramos, pero ?que demonios podia hacer yo? Yo mismo le habia recordado a Rod, unos minutos antes, que era «el cabeza de familia», un hombre adulto, el amo de la finca y de sus criados. Por fin, dije friamente:
– Muy bien.
Ella se hizo a un lado para dejarme pasar y luego la oi salir corriendo en busca de mis cosas.
Estaba tan agitado ahora que tuve que pararme un minuto en la puerta de la salita para reponerme; cuando finalmente entre, pense que mi cara o mis gestos me delatarian de inmediato. Pero mi entrada no causo impresion. Caroline tenia una novela abierta en el regazo, y la senora Ayres, en su sillon junto al fuego, dormitaba abiertamente. Esto me produjo otro sobresalto: nunca la habia visto dormida, y cuando me acerque y se desperto, me mito brevemente con los ojos medrosos y extraviados de una anciana desconcertada. El chal que se habia puesto en el regazo se estaba deslizando al suelo. Me agache para recogerlo, y cuando me enderece lo tomo de mis manos y se envolvio con el las rodillas, ya recobrado su aplomo.
Me pregunto como estaba Roderick. Tras un titubeo, dije:
– No de maravilla, para serle sincero. Me… me gustaria saber que decirle. Caroline, ?ira a ver como esta dentro de un rato?
– No, si esta borracho -respondio ella-. Se pone pesadisimo.
– ?Borracho! -dijo la senora Ayres, con un deje de desprecio-. Gracias a Dios que su abuela esta muerta y no puede verle…, la madre del coronel, me refiero. Siempre decia que no hay nada mas deprimente que ver a un hombre ebrio; debo decir que estoy de acuerdo con ella. Y, por parte de mi madre…, creo que mis bisabuelos eran miembros de la liga antialcoholica. Si, estoy casi segura de que lo eran.
– Aun asi -dije, mirando fijamente a Caroline-, ?no podria hacerle una visita a su hermano, antes de acostarse, para asegurarse de que esta bien?
Ella capto finalmente el sentido que encerraban mis palabras y levanto la vista para mirarme a los ojos. Cerro los suyos con un gesto cansado, pero asintio con un gesto.
Esto me tranquilizo un poco, pero me sentia incapaz de sentarme con calma junto al fuego y hablar de cosas normales. Les di las gracias por la cena y me despedi. Betty me esperaba en el vestibulo con mi sombrero y mi abrigo, y verla me recordo las palabras de Rod: «?Quien demonios es usted? ?Usted no es nadie!».
El tiempo de perros que hacia fuera parecio levantarme el animo. El disgusto y la ira aumentaron cuando conducia a casa, y conduje mal, equivocando las marchas, y una vez tome una curva a una velocidad excesiva y a punto estuve de salirme de la carretera. Tratando de serenarme, me ocupe de diversas facturas y papeles hasta mucho despues de medianoche, pero cuando finalmente me acoste seguia inquieto y casi deseaba que llamase un paciente para liberarme de mis tristes pensamientos.
Nadie llamo y al final encendi la lampara y me levante para servirme un trago. Al volver a la cama mi mirada se poso en aquella vieja fotografia del Hall, con su hermoso marco de carey: la habia conservado todo aquel tiempo en la mesilla de noche, junto con la medalla del Dia del Imperio. La cogi y mire el rostro de mi madre. Despues dirigi los ojos hacia la casa que se erguia detras de ella y, como habia hecho algunas veces, pense en las personas que la habitaban ahora y me pregunte si yacerian mas tranquilas que yo, en sus habitaciones separadas, frias, oscuras. La senora Ayres me habia regalado la foto en julio, y estabamos a principios de diciembre. ?Como era posible, me pregunte, que en unos pocos meses mi vida se hubiera entremezclado con la de aquella familia hasta el punto de turbarme y desequilibrarme de aquel modo?
El alcohol ingerido atempero mi rabia y logre conciliar el sueno. Pero dormi mal; y mientras me debatia contra suenos oscuros y
Capitulo 7
Sucedio lo siguiente, tal como despues reconstrui la historia.
Cuando me fui de la casa, la senora Ayres y Caroline se quedaron en la salita durante mas de una hora, y en ese tiempo, ligeramente inquieta por lo que yo le habia dado a entender, Caroline fue a ver como estaba Rod. Le encontro despatarrado, con la boca abierta, acariciando una botella vacia de ginebra, tan borracho que no podia hablar, y su primera reaccion, dijo ella, fue de fastidio: estuvo muy tentada de dejarle donde estaba, «cociendose en su butaca». Pero entonces el le dirigio una mirada nebulosa, y algo en sus ojos la conmovio: un destello del antiguo Rod. Por un momento se sintio casi abrumada por la desesperada situacion. Se arrodillo junto a Rod y le tomo la mano, se la llevo hasta la cara y descanso la frente sobre sus nudillos.
– ?Que te ha ocurrido, Roddie? -le pregunto con voz suave-. No te reconozco. Te echo de menos. ?Que ha ocurrido?
El movio los dedos contra la mejilla de Caroline, pero no quiso o no pudo responder. Ella se quedo a su lado unos minutos y luego, reponiendose, decidio acostarle. Supuso que necesitaria ir al bano, y entonces le levanto y le mando al «lugar de caballeros» que estaba en el pasillo, y cuando el volvio tambaleandose ella le descalzo, le solto el cuello y le quito los pantalones. Estaba acostumbrada a ayudarle a desvestirse, porque le habia atendido despues del accidente, y no tenia ningun reparo en hacerlo. Caroline dijo que practicamente Roderick se durmio en el momento en que su cabeza toco la almohada, y empezo a roncar,