– ?Cree que el papel ardiendo fue imaginacion nuestra? ?De los cuatro?
– Pues…
– No fue nada imaginario, se lo prometo. Las llamas eran de verdad. Y si no las causo Roddie, entonces… ?que fue? Es lo que mas me asusta. Por eso pienso que
Yo no veia del todo adonde iba a parar; pero estaba claramente muy asustada.
– Vamos a calmarnos -dije-. No hay ninguna prueba de que el fuego no fuera un accidente, ?o si?
– No estoy tan segura -dijo ella-. Me pregunto, por ejemplo, que pensaria un policia. ?Sabe que el empleado de Paget vino ayer a traer la carne? Olio el humo y dio una vuelta para asomarse a las ventanas antes de que yo pudiera impedirselo. Fue bombero en Coventry durante la guerra, ?sabe? Le conte una mentira sobre un calentador de petroleo, pero le vi hacer una inspeccion a fondo y tomar nota de todo. Le vi en la cara que no me creia.
– ?Pero lo que usted sugiere es monstruoso! -dije, en voz baja-. Pensar que Rod, friamente, merodea por el cuarto…
– ?Lo se! ?Se que es horrible! Y no digo que lo hiciera adrede, doctor. No creo que quisiera hacer dano a nadie. Creeria cualquier cosa antes que eso. Pero, bueno… -Contrajo la expresion en una mueca de tremenda desdicha-. ?No puede la gente a veces cometer maldades sin ser consciente de ello?
No respondi. Pasee de nuevo la mirada por los muebles deshechos: la butaca, la mesa, el escritorio con el tablero calcinado y ceniciento, sobre el que tantas veces habia visto a Rod enfrascado, en un estado muy proximo a la desesperacion. Recorde como, pocas horas antes del incendio, habia estado despotricando contra su padre, contra su madre, contra la finca entera. «Esta noche habra movimiento», me habia dicho, con un temor atroz; y yo aparte de el la mirada -?no fue lo que hice?- y mire hacia las sombras de su habitacion y vi las paredes del techo marcadas -?casi infestadas!- con aquellas desconcertantes manchas negras.
Me pase una mano por la cara.
– Oh, Caroline -dije-. Es una historia horrible. No puedo evitar sentirme responsable.
– ?Que quiere decir?
– ?No deberia haberle dejado solo! Le deje en la estacada. A toda la familia… ?Donde esta Rod ahora? ?Que dice?
Nuevamente me miro de un modo raro.
– Le hemos instalado arriba, en su antigua habitacion. Pero no hemos conseguido sacarle nada razonable. Esta…, esta realmente decaido. Creemos que podemos confiar en Betty, pero no queremos que la senora Bazeley lo vea. No queremos que nadie lo vea, si podemos evitarlo. Los Rossiter vinieron ayer y tuve que despedirles, por si Rod armaba algun jaleo. No es un shock, es… otra cosa. Madre le ha quitado el tabaco y lo demas. Ella… -sus parpados aletearon y sus mejillas enrojecieron ligeramente- le ha encerrado con llave.
– ?Encerrado?
No podia creerlo.
– Vera, mi madre ha estado pensando en el incendio, igual que yo. Al principio creyo que era un accidente; todos lo creimos. Despues, por la forma en que Rod se comportaba y las cosas que decia, quedo claro que habia algo mas. Tuve que hablarle de esas otras cosas. Ahora ella tiene miedo de que el haga algo.
Se hizo a un lado y empezo a toser, y
La lleve a la salita y alli la examine. Despues fui al piso de arriba para ver a su madre y a su hermano.
Primero vi a la senora Ayres. Estaba recostada en las almohadas, envuelta en chales y mananitas, con el pelo largo y suelto sobre los hombros, que le daba a la cara una expresion palida y
– Oh, doctor Faraday -dijo con voz ronca-. ?Puede usted creer esta nueva calamidad? Empiezo a pensar que debe de haber una especie de maldicion contra mi familia. No lo entiendo. ?Que hemos hecho? ?A quien hemos ofendido? ?Lo sabe usted?
Lo preguntaba con seriedad. Cogi una silla y, mientras empezaba a examinarla, dije:
– Sin duda, ya han tenido ustedes su racion de mala suerte. Lo lamento muchisimo.
Tosio, y se inclino para hacerlo, y luego volvio a recostarse. Pero sostuvo mi mirada.
– ?Ha visto la habitacion de Roderick?
Yo estaba moviendo el estetoscopio.
– Solo un segundo, por favor… Si.
– ?Ha visto el escritorio, la mesa?
– Procure no hablar durante un momento.
La incline hacia delante para auscultarle la espalda. Despues guarde el estetoscopio y, sintiendo que me miraba, asenti.
– Si.
– ?Y que piensa al respecto?
– No lo se.
– Yo creo que si lo sabe. ?Oh, doctor, nunca pense que viviria para tener miedo de mi propio hijo! Pienso continuamente en lo que ha ocurrido. Cada vez que cierro los ojos veo llamas.
Le temblo la voz. Tuvo otro acceso de tos, mas serio que el primero, y no pudo terminar. Le sujete los hombros mientras temblaba y despues le di un sorbo de agua y un panuelo limpio para que se enjugase la boca y los ojos. Se dejo caer sobre las almohadas, acalorada y exhausta.
– No debe hablar tanto -dije.
Ella movio la cabeza.
– ?Tengo que hablar! Solo puedo hablar de esto con usted y con Caroline, y ella y yo nos hablamos con rodeos. Ayer me lo conto todo…, ?cosas increibles! ?No podia creerlas! Me dijo que Roderick se estaba comportando casi como un loco. Que su habitacion se quemo, antes del incendio. Que le enseno a usted las mateas, ?verdad?
Me removi, incomodo.
– Me enseno algo, si.
– ?Por que no me dijeron nada ninguno de los dos?
– No queriamos disgustarla. Queriamos ahorrarselo, si era posible. Naturalmente, si hubiera tenido indicios de que el estado de Roderick conduciria a algo semejante…
Su expresion se entristecio aun mas.
– Su «estado», ha dicho. Luego sabia que estaba enfermo.
– Sabia que no estaba bien -dije-. Para ser sincero, sospechaba que distaba mucho de estar bien. Pero le hice una promesa.
– Fue a verle, creo, y le conto una historia sobre la casa. ?Le dijo que aqui dentro habia algo que deseaba su mal? ?Es verdad eso?
Vacile. Ella lo vio y dijo, con una seriedad humilde:
– Por favor, sea sincero conmigo, doctor.
– Si, es verdad. Lo siento -le dije entonces. Y le conte todo lo que habia sucedido: el ataque de panico de Roderick en mi consulta, su extrano y aterrador relato, su malhumor y su furia desde entonces, las amenazas implicitas en algunas de sus palabras…