Ella escucho en silencio; al cabo de un rato extendio la mano y cogio la mia a ciegas. Vi que tenia las unas protuberantes y provectas, y todavia sucias de hollin. Unas ascuas que volaban por el aire le habian marcado los nudillos, y las cicatrices se asemejaban a las de su hijo. Me apretaba mas fuerte a medida que se lo iba contando, y cuando termine mi narracion me miro como perpleja.

– ?Mi pobre nino! Yo no sabia nada. Nunca fue fuerte como su padre, eso si lo sabia. ?Pero pensar que estaba perdiendo el juicio! ?Es cierto que…? -Se puso la otra mano en el pecho-. ?Es cierto que hablo mal de Hundreds? ?Y de mi?

– ?Lo ve? -dije-. Precisamente por eso dudaba en decirselo. No estaba en su ser cuando dijo aquellas cosas. Apenas sabia lo que estaba diciendo.

Fue como si no me hubiera oido.

– ?Es posible que nos odie tanto? ?Por eso ha ocurrido esto?

– No, no. Es evidente que la tension…

Parecio mas desconcertada que nunca.

– ?La tension?

– La casa, la granja. El shock posterior al accidente. El tiempo que estuvo en el ejercito. ?Quien sabe? ?Importa cual sea la causa?

De nuevo fue como si no me escuchara. Me agarro los dedos y dijo, realmente angustiada:

– Digame, doctor: ?es culpa mia?

La pregunta, y la visible fuerza de la emocion que contenia, me sorprendio.

– Por supuesto que no -dije.

– ?Pero yo soy su madre! ?Esta es su casa! Que haya ocurrido esto… no es normal. No esta bien. He debido de fallarle en algo. ?Le he fallado? Suponga que hubiese algo, doctor Faraday…

Retiro la mano y bajo los ojos, como avergonzada.

– Suponga que hubiese algo -prosiguio- que se interpusiera en mis sentimientos hacia el cuando era nino. Alguna sombra de disgusto, de pena. -Bajo el tono de su voz-. Supongo que sabe que tuve otra hija antes de que nacieran Caroline y Roderick. Mi pequena Susan.

Asenti.

– Lo recuerdo. Lo siento.

Hizo un gesto, volvio la cabeza, agradeciendo mi compasion, pero tambien rechazandola, como si no pudiera soportar su congoja. Dijo, casi con el mismo tono natural de antes:

– Ella fue mi unico amor verdadero. ?No le parece extrano? Cuando era joven nunca pense que me enamoraria de mi propia hija, pero ella y yo eramos como dos enamorados. Cuando murio, senti durante mucho tiempo que deberia haber muerto con ella. Quiza lo hice… La gente me decia que el modo mejor y mas rapido de sobreponerse a la perdida de un hijo era tener otro lo antes posible. Me lo dijeron mi madre, mi suegra, mis tias, mi hermana… Y luego, cuando nacio Caroline, dijeron otra cosa. Dijeron: «Bueno, es natural que una nina te recuerde a la que perdiste, tienes que probar de nuevo, intenta tener un nino; a una madre siempre le gustan los chicos…». Y despues de Roderick…: «Pero, bueno, ?que te pasa? ?No sabes que las personas de nuestra clase no causan alborotos? Ahora tienes aqui tu hermosa casa, a tu marido que ha superado la guerra y dos hijos sanos. Si no consigues ser feliz asi, al menos no te lamentes…».

Volvio a toser y se enjugo los ojos. Cuando la tos remitio, le dije:

– Fue dificil para usted.

– Mas dificil fue para mis hijos.

– No diga eso. El amor no es algo que se pueda medir y pesar, ?no cree?

– Quiza tenga razon. Y sin embargo… Amo a mis hijos, doctor; les quiero de verdad. ?Pero que insipido y moribundo me ha parecido el amor a veces! Porque yo estaba medio viva, ?entiende?… Creo que a Caroline no le he causado dano. El sensible fue siempre Roderick. ?Quiza crecio intuyendo una especie de falsedad en mi y me odiaba por eso?

Recorde el modo en que habia hablado Roderick la noche del incendio. Recorde que habia dicho que su hermana y el habian decepcionado a su madre «simplemente naciendo». Pero ahora la expresion de la senora Ayres era de una gran angustia; y yo le habia contado demasiado. ?Que bien le habria hecho que ademas le confesara aquello? De modo que volvi a cogerle la mano y dije, muy firmemente:

– Todo eso son imaginaciones suyas. Esta enferma y cansada. Un disgusto evoca muchos otros, eso es todo.

Me miro a la cara, queriendo creerme.

– ?Lo cree realmente?

– Lo se. No debe darle vueltas al pasado. Lo que tenemos que resolver ahora es la causa de la enfermedad de Rod y encontrar la manera de que se restablezca.

– ?Y si su dolencia es demasiado profunda? ?Y si no tiene cura?

– Por supuesto que la tiene. ?Lo dice como si no se le pudiera ayudar! Con la atencion adecuada…

Sacudio la cabeza y empezo a toser de nuevo.

– Aqui no podemos cuidarle. Caroline y yo no tenemos fuerzas. Recuerde que ya hemos pasado por esto.

– ?Quiza una enfermera, entonces?

– ?No creo que una enfermera pudiera con el!

– Oh, pero sin duda…

Aparto la mirada. Dijo, como con tono culpable:

– Caroline me ha dicho que usted hablo de un hospital.

Dije, tras una breve pausa:

– Si. En su momento confie en convencer a Rod de que ingresara el mismo. Yo tenia pensada una clinica especializada. Para trastornos mentales como el suyo.

– Trastornos mentales -repitio ella, pero no la deje seguir:

– Esta expresion no debe alarmarla tanto. Abarca todo tipo de estados. La clinica esta en Birmingham y es muy discreta. Pero, bueno, no es barata. Me temo que incluso con la pension de invalidez de Rod resultaria costosa. Quiza, al fin y al cabo, la mejor opcion fuese una enfermera de confianza aqui en Hundreds…

– Estoy asustada, doctor Faraday -dijo ella-. Una enfermera solo serviria hasta cierto punto. Imaginese que Roderick provocase otro incendio. ?La proxima vez quiza consiguiera reducir el Hall a cenizas, o matarse, o matar a su hermana, o a mi, o a un sirviente! ?Lo ha pensado? ?Imagine las consecuencias! Una investigacion, policias, periodistas; esta vez todo ?ria muy en serio, no como en aquella desgracia con Gyp. ?Y que seria de el entonces? Que se sepa, este incendio fue un accidente y el principal afectado fue Roderick. Si le enviamos a Birmingham ahora, no podemos decir sencillamente que le alejamos del invierno de Warwickshire para que se recupere. ?No le parece? Se lo pregunto como amigo y tambien como medico de la familia. Ayudenos, por favor. Ha sido tan bueno con nosotros…

Capte el sentido de sus palabras. Era muy consciente de los resultados casi desastrosos de haber dado largas al problema de Roderick. Indudablemente no le vendria mal alejarse de la finca durante una temporada: era lo que yo habia querido que hiciera desde el principio. Y, sin embargo, habia una gran diferencia entre animarle a que ingresara voluntariamente en una clinica o internarle en ella por la fuerza.

– Es una posibilidad, desde luego. Naturalmente, tendria que traer a otro medico, recabar una segunda opinion. Pero no debemos precipitarnos. Por terrible que haya sido este incidente, puede ser que le cure bruscamente de su ilusion. Todavia no me entra en la cabeza…

– Usted no le ha visto aun -susurro, interrumpiendo mi frase.

Tenia la misma expresion extrana que Caroline. Tras una pausa, dije:

– No, aun no.

– Vaya a verle ahora, ?quiere? Luego venga a decirme lo que piensa. Espere un

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