Como tenia la cara en la penumbra, su expresion era borrosa. Hablo en voz baja, pero tranquila; no creo que lo dijera jocosamente. Pero, en todo caso, habia esperado a que yo apareciera, y de pronto me sorprendio que siguiera esperando, esperando a que yo subiera la escalera, llegara a su lado y adelantara las cosas, que las despojase de cualquier interrogante o duda. Pero cuando avance un paso, fue como si ella no pudiera impedirlo: en su cara surgio un signo de alarma -lo capte, a pesar de la sombra- y retrocedio a toda prisa.

Asi que, derrotado, volvi a bajar al pavimento de marmol, de color higado y rosa. Y dije, sin cordialidad:

– Si, en este momento parece sumamente improbable.

Me puse el sombrero, me di media vuelta y sali por la combada puerta principal.

Empece a anorarla casi al instante, pero era un sentimiento casi irritante, y una especie de obstinacion o cansancio me disuadio de buscarla. Pase unos dias evitando por completo el Hall; tomaba el itinerario mas largo, rodeando el parque, y gastaba mas gasolina. Despues, de una forma totalmente inesperada, tropece con ella y con su madre en las calles de Leamington. Habian ido en coche a hacer unas compras. Tropece con ellas demasiado tarde para fingir que no las habia visto, y tuvimos una charla embarazosa durante cinco o diez minutos. Caroline llevaba aquel sombrero de lana que le sentaba tan mal, ademas de una bufanda amarilla que yo no le habia visto nunca. Estaba fea, cetrina y lejana, y en cuanto paso el susto de toparme con ella, comprendi entristecido que no brotaba una corriente entre nosotros, ni tampoco una simpatia especial. Estaba claro que habia hablado con su madre, la cual no hizo alusion alguna a mi ultima visita; en realidad, los tres nos comportamos como si la visita no se hubiera producido. Cuando se marcharon las salude con el sombrero, como haria con cualquier conocido en la calle. Despues me fui malhumorado al hospital… y recuerdo que tuve una disputa terrible con la monja mas feroz del pabellon.

Los siguientes dias me consagre de nuevo a mis rondas y no me concedi ningun momento de ociosidad y meditacion. Y entonces tuve un golpe de suerte. El comite del que era miembro tenia que presentar sus hallazgos en una conferencia en Londres; el hombre que debia leer el documento cayo enfermo y me invitaron a sustituirle. Estando tan turbia la situacion con Caroline, me apresure a aceptar; y como la conferencia fue larga e incluia unos dias de estancia como observador en los pabellones de un hospital londinense, por primera vez en varios anos interrumpi por completo mi practica profesional. Pasaron mis casos a Graham y a nuestro suplente, Wise. Sali de Warwickshire hacia Londres el 5 de febrero y en total estuve ausente casi dos semanas.

En un sentido practico, mi ausencia no podria haber tenido mucha repercusion en la vida de Hundreds, porque a menudo no podia visitar el Hall durante periodos bastante largos. Pero mas tarde supe que me echaban de menos. Supongo que habian llegado a contar conmigo y les gustaba pensar que me tenian a mano, dispuesto a pasar por alli si hacia falta, en respuesta a una llamada de telefono. Mis visitas habian aliviado su sensacion de aislamiento; ahora la sensacion reaparecia, mas deprimente que antes. Para distraerse pasaban una tarde en Lidcote con Bill y Helen Desmond, y despues una velada con la anciana senorita Dabney. Otro dia iban a Worcestershire para visitar a viejos amigos de la familia. Pero en el viaje consumian la mayor parte de su racion de gasolina, y despues el tiempo volvio a ser humedo y era mas dificil circular por las malas carreteras rurales. Temiendo por su salud, la senora Ayres se quedaba tranquilamente en casa. A Caroline, sin embargo, la impacientaba la lluvia continua: se ponia el chubasquero y las botas de agua y trabajaba de firme en la finca. Paso varios dias con Makins en la granja, ayudandole con la primera siembra de la primavera. Despues se ocupo del jardin, arreglo la valla rota con Barrett e hizo lo que pudo con la caneria atascada. Su ultima tarea la sumio en el desaliento: al abordar mas de cerca el problema, vio hasta que punto se habia filtrado el agua. Cuando desatasco la caneria, entro en la casa para ver los danos que habia causado en todas las habitaciones de la fachada oeste. La acompano su madre; encontraron goteras de poca importancia en dos habitaciones, el comedor y el «cuarto de las botas». Despues abrieron el salon.

Lo hicieron sin muchas ganas. La manana siguiente a la fiesta desastrosa de octubre, la senora Bazeley y Betty habian entrado para intentar eliminar las huellas de sangre de la alfombra y el sofa; al parecer, trabajaron durante dos o tres horas, sacando un cubo tras otro de turbia agua rosada. Posteriormente, estando la casa tan desolada, y con la inquietud por el estado de Rod, nadie habia tenido animos para entrar de nuevo, y el salon habia sido mas o menos precintado. Incluso cuando Caroline recorrio el Hall buscando objetos que poner en venta, no toco nada del salon, casi como si -recuerdo que pense entonces- hubiera desarrollado una especie de supersticion que le impedia alterarlo.

Pero ahora, al abrir los postigos agrietados, ella y su madre se maldijeron por no haberlo examinado antes. La habitacion habia sufrido un deterioro mayor del que habian supuesto, pues su techo decorativo estaba tan empapado de agua que de hecho se combaba. En otros lugares, la lluvia simplemente se habia colado entre las junturas de yeso y caido libremente sobre la alfombra y los muebles de debajo. Por suerte, el clavicembalo se habia librado de los peores estragos, pero el asiento tapizado de uno de los sillones estilo Regencia dorados estaba completamente destrozado. Lo mas alarmante era que las esquinas del empapelado amarillo chino se habian desprendido de las tachuelas con las que Caroline las habia sujetado, y caian en tiras andrajosas del yeso humedo que habia detras.

– Bueno -dijo Caroline, suspirando al ver el estropicio-, ya sufrimos la prueba del incendio. Me imagino que tambien deberiamos haber previsto la del agua…

Llamaron a Betty y a la senora Bazeley y les dijeron que encendieran la lumbre en la parrilla; pusieron en marcha el generador, llevaron calentadores electricos y estufas de aceite y dedicaron el resto del dia, y el dia entero siguiente, a ventilar la habitacion. Las copas de cristal de la arana contenian pozos de agua turbia, y chisporrotearon y crepitaron alarmantemente cuando probaron el interruptor, con lo que despues no se atrevieron a tocarlo. El empapelado era irreparable. Creyeron que podrian salvar la alfombra y decidieron limpiar y despues enfundar o cubrir los muebles demasiado grandes para trasladarlos a otro sitio. Caroline tambien participo en la tarea con un viejo pantalon de faena y el pelo recogido con una cinta. Sin embargo, la salud de la senora Ayres experimento otro ligero bajon y tan solo fue capaz de mirar entristecida como desmantelaban y reducian el salon.

– A tu abuela se le habria partido el corazon -dijo el segundo dia, acariciando un par de cortinas de seda manchadas por el agua filtrada.

– Bueno, ha sido inevitable -dijo Caroline, cansada. Su larga sesion de trabajo empezaba a pasarle factura. Forcejeaba con un rollo de fieltro que habia bajado del piso de arriba para remendar el sofa-. El salon ha llegado al final de sus dias, eso es todo.

Su madre la miro casi afligida.

– ?Hablas como si lo estuvieramos convirtiendo en una tumba!

– ?Ojala lo hicieramos! Asi podriamos conseguir una subvencion del ayuntamiento. Sin duda Babb podria remodelarlo. ?Que cosa mas odiosa! -Tiro el rollo al suelo-. Perdona, madre. No pretendo ser frivola. ?Por que no te vas a la salita, si te afecta ver esto?

– ?Cuando pienso en las fiestas que tu padre y yo dimos aqui, cuando eras pequena!

– Si, ya lo se. Pero a papa nunca le gusto mucho este salon, ?recuerdas? Decia que el papel de la pared le mareaba.

Miro alrededor, buscando alguna tarea facil con que ocupar a su madre; y finalmente la cogio de la mano y la llevo a una silla junto al armario del gramofono.

– Mira -dijo, abriendo el armario y sacando un monton de discos viejos-. Al menos podriamos hacer las cosas como es debido. Llevo siglos pensando en revisarlos. Ahora lo hacemos tu y yo y vemos los que se pueden tirar. Estoy segura de que la mayoria son basura.

En realidad, solo queria distraer a su madre del deprimente trasiego que habia a su alrededor. Pero los discos estaban mezclados con otras cosas, partituras y programas de teatro y de conciertos, menus de cenas e invitaciones, muchas de las cuales databan de los primeros anos de casada de la senora Ayres, o de su infancia, y el examen se convirtio para ambas en una tarea absorbente y muy sentimental. Les llevo casi una hora, y las cosas que iban apareciendo les arrancaban exclamaciones de sorpresa. Encontraron musica comprada por el coronel, viejas canciones de baile de Rod. Descubrieron grabaciones de una opera de

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