casa la encontre en la salita sin iluminar, en una postura que no podria haber sido mas prosaica. Estaba arrodillada delante de la chimenea, con un cubo de agua y algunas hojas arrugadas de papel de periodico, haciendo bolas de
Estaba remangada hasta los codos y tenia los brazos sucios. El pelo le colgaba encima de la cara. Parecia una criada, una cenicienta fea; y por alguna razon, al verla me enfureci como un loco.
Ella se puso de pie con esfuerzo e intento limpiarse las manchas de mugre.
– No hacia falta que viniera tan aprisa -dijo-. No le esperaba.
– Pense que pasaba algo -dije-. ?Algo va mal? ?Donde esta su madre?
– Arriba, en su habitacion.
– ?No estara enferma otra vez?
– No, no esta enferma. Al menos…, no lo se.
Miraba alrededor en busca de algo con que limpiarse los brazos, y finalmente cogio un pedazo de periodico y se froto en vano con el.
– ?Por el amor de Dios! -dije, avanzando para ofrecerle un panuelo.
Ella vio el cuadrado blanco de lino recien planchado y empezo a protestar.
– Oh, no debo…
– Cojalo, le digo -dije, al tenderselo-. Usted no es una fregona, ?no?
Y como ella titubeaba todavia, sumergi el panuelo en el cubo de agua manchada de tinta y, seguramente no de un modo muy gentil, le frote yo mismo los brazos y las manos.
Al final los dos nos ensuciamos ligeramente, pero ella, al menos, estaba mas limpia que antes. Se bajo las mangas y retrocedio.
– Sientese, por favor -dijo-. ?Le apetece un te?
Yo me quede de pie.
– Digame lo que ocurre, simplemente.
– En realidad, no hay nada que decir.
– ?Me ha hecho venir hasta aqui para nada?
– Hasta aqui -repitio ella, en voz baja.
Me cruce de brazos y hable con mas suavidad.
– Perdone, Caroline. Siga.
– Es solo… -empezo, dubitativa; despues, poco a poco me conto lo que habia sucedido desde mi ultima visita: la aparicion de los garabatos, primero en el salon y despues en el vestibulo; la «pelotita rebotando» y el «pajaro atrapado»; el descubrimiento que hizo su madre de la ultima serie de letras escritas.
Para ser sincero, en aquel momento no me parecio gran cosa. Yo no habia visto los garabatos, pero cuando finalmente fui al salon y examine las
– Pero ?no esta claro lo que ha sucedido? Esas marcas deben de llevar ahi… - calcule- pues casi treinta anos. La pintura se esta pelando y las deja al descubierto. Probablemente ha sido la humedad. No me extrana que no se borren frotando; debe de quedar aun barniz suficiente para que no se vean.
– Si -dijo ella, sin conviccion-, supongo que es asi. Pero ?esas grietas o raspaduras, o como quiera llamarlas?
– ?Esta casa cruje como un galeon! Lo he oido muchas veces.
– Nunca ha crujido como ahora.
– Quiza nunca haya habido tanta humedad como ahora; y, desde luego, el salon nunca ha estado tan desatendido. Seguramente se estan aflojando las maderas.
Ella aun no parecia convencida.
– Pero ?no es extrano que los golpecitos nos llevaran hasta los garabatos?
– Aqui debian de vivir tres ninos pequenos -dije-. Podria haber marcas en todas las paredes… Tambien es posible -anadi, al pensarlo mejor- que su madre supiera…, quiero decir, como si fuera un recuerdo olvidado, donde estaban la segunda y la tercera serie escrita. El hallazgo de la primera pudo haberle metido la idea en la cabeza. Y luego, cuando empezo el crujido, quiza dirigio inconscientemente la busqueda.
– ?Ella no pudo haber dado los golpes! ?Yo los oi!
– Debo admitir que no puedo explicar eso, aparte de suponer que la primera idea de usted sea correcta: que eran ratones o escarabajos o cualquier otro animalillo, y que el hueco de las paredes hubiese amplificado el ruido de algun modo. En cuanto al pajaro atrapado… -Baje la voz-. Bueno, supongo que ya se le habra ocurrido que su madre se imagino todo el incidente.
– Si, asi es -respondio ella, tambien en voz baja-. No dormia bien. Pero tenga en cuenta que segun ella era el pajaro lo que la mantenia despierta. Y Betty tambien oyo el ruido, no lo olvide.
– Creo que Betty, en mitad de la noche, habria oido cualquier sonido que le sugirieran -dije-. Esas cosas son como un circulo vicioso. Algo desperto a su madre, no lo dudo, pero luego su propio insomnio la mantuvo desvelada, o sono que estaba despierta, y a partir de ese momento su mente era vulnerable en cierto sentido…
– Creo que es vulnerable ahora -dijo ella.
– ?Que quiere decir?
Titubeo.
– No estoy segura. Parece… cambiada.
– ?Cambiada en que sentido? -dije.
Pero creo que en mi tono se estaba introduciendo una nota de cansancio, porque me parecio que ella y yo ya habiamos tenido varias veces esta conversacion, u otras similares. Se aparto de mi, claramente decepcionada, y dijo:
– Oh, no lo se. Supongo que imagino cosas.
No dijo nada mas. La observe, decepcionado a mi vez. Dije que subiria a ver a su madre, y cogi el maletin y subi la escalera.
Lo hice con una leve sensacion premonitoria, porque supuse, por la actitud de Caroline, que encontraria a la senora Ayres con aspecto de muy enferma, y quiza acostada. Pero cuando llame a su puerta, la oi gritar energicamente que entrase; entre y encontre la habitacion con las cortinas casi cerradas pero, en agudo contraste con la salita, con dos o tres lamparas encendidas y un buen fuego en el hogar. Olia a alcanfor, un olor algo propio de una tia solterona: la puerta del vestidor estaba abierta de par en par y encima de la cama habia un monton de vestidos y pieles, y las bolsas de seda aplanadas, como vejigas desinfladas, donde habian estado guardados. Cuando entre, la senora Ayres aparto la vista de ellas y me miro, en apariencia contentisima de verme. Me dijo que ella y Betty habian estado inspeccionando topa vieja.
No me pregunto por mi viaje, ni tampoco dio a entender que sabia que yo acababa de estar abajo, a solas con su hija. Se adelanto para cogerme de la mano y me condujo hacia la cama, senalando con un gesto el ovillo de ropas.
– Me sentia tan culpable, en plena guerra y yo aferrada a todo esto -dijo-. Regale lo que pude, pero algunas prendas, ah, no pude desprenderme de ellas, para que las hicieran trizas y las convirtieran en mantas para refugiados, y Dios sabe que mas. Ahora me alegro muchisimo de haberlas conservado. ?Le parece muy malvado por mi parte?
Sonrei, complacido por verla tan en forma, tan ella misma. La grisura de su pelo volvio a chocarme, pero se habia vestido con especial esmero, aunque con un estilo curiosamente de antes de la guerra, casi con rulos alrededor de las orejas. Un toque suave de pintura coloreaba sus labios y llevaba las unas pintadas de un rosa brillante, y la tez de su cara en forma de corazon casi parecia no tener arrugas.
Me volvi hacia el monton de sedas anticuadas.
– Desde luego es dificil imaginar que estas cosas se donaran a un campo de refugiados.
– ?Verdad? Mucho mejor guardarlas aqui, donde son apreciadas.