Cogio un delicado vestido de raso con una cascada de volantes en los hombros y la falda. Lo sostuvo en el aire para ensenarselo a Betty, que en ese momento salia del vestidor con una caja de zapatos en la mano.

– ?Que te parece este, Betty?

La chica me miro y asintio con un gesto.

– Hola, Betty. ?Va todo bien?

– Hola, senor.

Tenia la cara sonrosada; parecia emocionada. Era evidente que trataba de contener la emocion, pero al ver el vestido su boquita rellena esbozo una sonrisa.

– ?Es precioso, senora!

– En aquella epoca hacian las cosas para que durasen. ?Y que colores! Ya no se ven hoy dia. ?Y que tienes ahi?

– ?Zapatillas, senora! ?Doradas!

– Dejame ver. -La senora Ayres cogio la caja, retiro la tapa y despues el papel que habia dentro-. Ah, estas valen hoy un potosi. Y me apretaban como demonios, me acuerdo. Solo me las puse una vez. -Las levanto y luego dijo, como en un impulso-: Pruebatelas, Betty.

– Oh, senora. -La chica se ruborizo y me miro, vergonzosa-. ?Puedo?

– Si, anda. Ensenanos al doctor y a mi como te quedan.

Entonces Betty se solto los cordones de sus zapatones negros y se calzo timidamente las zapatillas de piel doradas; despues, alentada por la senora Ayres, camino desde la puerta del vestidor hasta la chimenea y viceversa, como una maniqui. Rompio a reir mientras lo hacia, y levanto una mano para taparse los dientes torcidos. La senora Ayres se rio tambien, y cuando la muchacha dio un traspie porque las zapatillas le quedaban muy grandes, relleno la puntera con unas medias para que encajasen. Tardo varios minutos en hacerlo, y despues vistio a la chica con guantes y una estola, y la hizo quedarse quieta, caminar y volverse, y aplaudio suavemente el desfile.

Pense de nuevo en el paciente al que habia relegado para ir al Hall. Pero al cabo de unos minutos la senora Ayres parecio cansarse de repente.

– Vamos -le dijo a Betty, suspirando, mirando la cama atiborrada-. Mas vale que recojas todo esto o no tendre un sitio donde dormir esta noche.

– ?Duerme usted bien? -dije, cuando ella y yo nos acercamos al fuego. Y al ver que Betty desaparecia en el vestidor con un monton de pieles en los brazos, dije en voz baja-: Espero que no le importe, pero Caroline me ha hablado de su… descubrimiento de la semana pasada. Supongo que la afecto mucho.

Ella se estaba agachando para recoger un almohadon. Dijo:

– Si, la verdad. Que tonteria por mi parte, ?no?

– En absoluto.

– Al cabo de tanto tiempo -murmuro ella, sentandose, y al levantar la cara me sorprendio su expresion, que no mostraba huellas de inquietud ni de angustia, sino que, por el contrario, era casi serena-. Suponia que no habian quedado trazas de ella, ya ve. -Se puso una mano en el corazon-. Salvo aqui dentro. Aqui siempre ha sido real para mi. Mas real, a veces, que cualquier otra cosa…

Mantuvo la mano sobre el pecho, alisando ligeramente la tela de su vestido. Su semblante se habia vuelto grave, aunque cierto grado de vaguedad era habitual en ella y formaba parte de su encanto. Nada en su conducta me resulto extrano ni me alarmo; pense que tenia un aspecto bastante saludable y contento. Pase unos quince minutos con ella y baje al piso de abajo.

Caroline estaba donde la habia dejado, languidamente de pie ante la chimenea. El fuego en la parrilla era debil, la luz mas tenue que nunca y de nuevo adverti el contraste que habia entre la tristeza de aquella habitacion y lo acogedora que era la de su madre. Y otra vez me disgusto inexplicablemente ver a Caroline con manos de criada.

– ?Y bien? -me pregunto, alzando la vista.

– Creo que no hay motivo para preocuparse -dije.

– ?Que esta haciendo mi madre?

– Estaba revisando prendas viejas con Betty.

– Si. Esas cosas son las unicas que quiere hacer ahora. Ayer volvio a sacar aquellas fotografias que estaban estropeadas, ?se acuerda?

Abri las manos.

– Tiene derecho a ver fotografias, ?no? ?Puede reprocharle que quiera pensar en el pasado, cuando en su presente hay tan pocas alegrias?

– No es solo eso.

– ?Que es, entonces?

– Es algo en su conducta. No solo esta pensando en el pasado. Es como si en realidad no me viera cuando me mira… Esta viendo otra cosa… Y se cansa con tanta facilidad… No es tan mayor, ya sabe, pero ahora descansa como una anciana casi todas las tardes. Nunca menciona a Roderick. No le interesan los informes del doctor Warren. No quiere ver a nadie… Oh, no puedo explicarlo.

– Sufrio una conmocion al encontrar los garabatos que le han recordado a la hermana de usted -dije-. Tiene que haber sido un fuerte sobresalto.

Al decir esto cai en la cuenta de que ella y yo nunca habiamos hablado de Susan, la nina fallecida. Ella debio de pensar lo mismo: se quedo en silencio, se llevo los dedos sucios a la boca y empezo a tironearse el labio. Y cuando volvio a hablar, su voz habia cambiado.

– Es extrano oirle decir «la hermana». Suena raro. ?Sabe?, mi madre nunca la menciono cuando Rod y yo eramos ninos. No supe de su existencia durante muchos anos. Y un buen dia encontre un libro donde estaba escrito «Sukey Ayres» y le pregunte a mi madre quien era. Reacciono de una forma tan extrana que me asuste. Fue entonces cuando mi padre me lo conto todo. Dijo que habia sido una «mala suerte horrible». Pero no recuerdo haber sentido pena por el o por mi madre. Solo recuerdo que me enfade, porque todo el mundo me decia siempre que era la hija mayor, y pense que no era justo, si en realidad no lo era. -Miro al fuego, frunciendo la frente-. Al parecer, de nina siempre estaba enfadada por algo. Era insoportable con Roddie; insoportable con las sirvientas. Se supone que un dia dejamos de serlo, ?no? Yo creo que nunca lo hice. A veces pienso que aquello sigue dentro de mi, como algo repugnante que engulli y se me atraganto…

En aquel momento tenia un poco el aire de una nina con rabieta, con las manos sucias y un par de mechones de pelo castano despeinado que empezaban a colgarle encima de la cara. Sin embargo, como otras ninas de mal caracter, tambien parecia sumamente triste. Hice un ademan incompleto hacia ella. Al verlo levanto la cabeza y debio de captar mi vacilacion.

Y en el acto se esfumo su aire aninado. Dijo, con una voz dura y mundana:

– No le he preguntado por su viaje a Londres, ?verdad? ?Como le fue?

– Gracias. Fue bien.

– ?Hablo en la conferencia?

– Si.

– ?Y a la gente le gusto lo que dijo?

– Mucho. De hecho… -Vacile otra vez-. Bueno, se hablo de que volviera. De que vuelva para trabajar alli, quiero decir.

Su mirada cambio, parecio acelerarse.

– ?Ah, si? ?Y tiene intencion de hacerlo?

– No lo se. Tendria que pensarlo. Pensar en lo que… perderia.

– ?Y por eso ha tardado tanto en venir a vernos? ?No queria que le distrajesemos? Vi su coche en el aparcamiento el domingo. Pense que quiza pasaria por aqui. Como no vino supuse que habria ocurrido algo; que habria habido algun cambio. Por eso le he llamado hoy, porque no podia contar con que usted viniese de la manera normal. Como solia hacerlo, me refiero. -Se recogio hacia atras el pelo caido-. ?Pensaba volver a visitarnos?

– Por supuesto.

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