– Pero lo ha estado retrasando, ?no?

Ladeo la barbilla al decir esto. No dijo nada mas. Pero, como la leche testaruda que cede finalmente al movimiento de la mantequera, el enfado en mi interior paso a convertirse en otra cosa completamente distinta. El corazon empezo a latirme mas deprisa. Al cabo de un momento, dije:

– Tenia un poco de miedo, creo.

– ?Miedo de que? ?De mi?

– En absoluto.

– ?De mi madre?

Respire.

– Escuche, Caroline. Aquel dia en el coche…

– Oh, eso -Volvio la cabeza-. Me comporte como una idiota.

– Yo fui el idiota. Lo siento.

– Y ahora todo ha cambiado y va mal… No, por favor, no.

La vi tan triste que me habia acercado e hice amago de abrazarla; y aunque se puso rigida y se resistio un momento, se relajo un poco cuando comprendio que solo me proponia rodearla con los brazos. La ultima vez que la habia estrechado asi fue cuando baile con ella; llevaba tacones y tenia los ojos y la cara a la altura de los mios. Ahora llevaba zapatos planos y era tres o cinco centimetros mas baja: movi el menton y mi barba de dias entro en contacto con su pelo. Agacho la cabeza y su frente fria y seca se deslizo en el hueco debajo de mi oreja… Y entonces, de algun modo, se apreto de lleno contra mi, senti el empuje y la morbidez de sus pechos, la presion de sus caderas y sus muslos poderosos. Le puse las manos detras de la espalda y la atraje hacia mi con mas fuerza aun.

– No -repitio ella, pero debilmente.

Y me asombro la erupcion de mis sentimientos. Unos momentos antes habia mirado a Caroline sin sentir otra cosa que exasperacion y disgusto. Ahora, con la voz entrecortada, pronuncie su nombre encima de su cabello y aprete la mejilla asperamente contra su cabeza.

– ?La he echado de menos, Caroline! -dije-. ?Dios, cuanto la he echado de menos! -Me limpie la boca, con un gesto inseguro-. ?Mireme! ?Mire en que maldito imbecil me ha convertido usted!

Ella empezo a zafarse.

– Lo siento.

La agarre mas fuerte.

– No lo sienta. ?Por el amor de Dios!

– Yo tambien le he echado de menos -dijo, con un tono triste-. Siempre que se va sucede algo aqui. ?Por que? Esta casa, y mi madre… -Cerro los ojos y se toco la frente con la mano, como si le doliera mucho la cabeza-. Esta casa te hace pensar cosas.

– Esta casa le pesa demasiado.

– He tenido casi miedo.

– No hay nada de que tener miedo. No deberia haberla dejado aqui encerrada y sola.

– Ojala… ojala pudiera irme. No puedo, por mi madre.

– No piense en su madre. No piense en irse. No hace falta que se vaya.

Y yo tampoco, pense. Porque de repente todo me parecio claro, con Caroline en mis brazos. Mis proyectos -el especialista, el hospital de Londres- se desvanecieron.

– He sido un idiota -dije-. Todo lo que necesito esta aqui mismo. Pienselo, Caroline. Piense en mi. En nosotros.

– No. Podria venir alguien…

Yo habia empezado a buscar su boca con la mia. Pero ahora oscilabamos, y al oscilar movimos los pies para mantener el equilibrio, y acabamos separandonos. Dio un paso para ponerse fuera de mi alcance y levanto una mano sucia. Tenia el pelo mas revuelto que antes a causa de la frotacion con mi mejilla, y los labios abiertos, ligeramente humedos. Parecia una mujer a la que acababan de besar y que, para ser sincero, queria que volvieran a besarla. Pero cuando me dirigi hacia ella retrocedio otro paso y vi que en su deseo habia otro elemento mezclado: inocencia, o algo mas fuerte: renuencia, incluso un poco de miedo. Asi que no intente abrazarla. No me atrevi a hacerlo por temor a espantarla. Le cogi una mano, se la levante y me lleve a los labios los nudillos sucios. Dije, con un estremecimiento de deseo y de audacia, al mirar sus dedos y frotar con mi pulgar las unas ennegrecidas:

– Mira lo que te has hecho. ?Eres una verdadera nina! No sucederan mas estas cosas cuando estes casada.

Ella no dijo nada. Tuve una breve conciencia de que la casa estaba tan quieta y silenciosa a nuestro alrededor como si estuviera conteniendo la respiracion. Luego Caroline volvio a agachar un poco la cabeza y yo, en un arrebato de triunfo, la atraje hacia mi para besarla, pero no en la boca, sino en el cuello, las mejillas y el pelo. Ella lanzo una carcajada nerviosa.

– Espera -dijo, medio en broma, medio en serio, casi forcejeando-. Espera. ?Oh, espera!

Capitulo 10

Recuerdo ahora las tres o cuatro semanas que siguieron como las de nuestro noviazgo; aunque lo cierto es que lo que hubo entre nosotros no fue nunca tan estable ni tan sencillo para merecer realmente ese nombre. Por una parte yo seguia muy atareado y rara vez la veia, salvo en algunos ratos presurosos. Por otro lado, ella se mostro sorprendentemente escrupulosa a la hora de comunicar a su madre el cambio definitivo en nuestra relacion. Yo estaba impaciente por adelantar las cosas, por hacer algun tipo de anuncio. Ella pensaba que su madre «todavia no estaba recuperada del todo»; que la noticia simplemente la «preocuparia». Me aseguro que se lo diria «cuando llegase el momento oportuno». El momento, sin embargo, parecia tardar siglos en llegar, y casi todas las veces que fui al Hall en aquellas semanas, acabe sentado con las dos mujeres en la salita, tomando el te y charlando tediosamente, como si en realidad nada hubiese cambiado.

Pero, por supuesto, habia cambiado todo y, desde mi punto de vista, aquellas visitas eran a veces bastante insufribles. Ahora pensaba continuamente en Caroline. Al mirar su rostro recio y anguloso, me parecia increible que en alguna ocasion la hubiese encontrado fea. Al cruzar con ella la mirada por encima de las tazas de te, me sentia como un hombre de yesca que podria arder con la simple friccion de su mirada contra la mia. Algunos dias, despues de despedirme me acompanaba hasta el coche; recorriamos en silencio la casa, rebasando una hilera de habitaciones sombrias, y yo pensaba en llevarla a uno de aquellos cuartos desaprovechados para estrecharla en mis brazos. De vez en cuando me aventuraba a hacerlo, pero ella nunca se sentia comoda. De pie a mi lado apartaba la cabeza y dejaba colgar nacidamente los brazos. Yo notaba como sus miembros se ablandaban y calentaban contra los mios, pero despacio, lentamente, como si incluso les fastidiara ceder un poquito. Y si alguna vez yo, frustrado, presionaba mas fuerte, sobrevenia un desastre. Caroline se ponia rigida, se tapaba la cara con las manos. «Lo siento», decia, como habia dicho aquella noche helada en mi automovil. «Lo siento. Se que soy injusta. Solo necesito un poco de tiempo.»

De modo que aprendi a no pedirle demasiado. Lo que mas temia ahora era ahuyentarla. Presentia que, sobrecargada como estaba con los asuntos de Hundreds, nuestro compromiso solo representaba una complicacion mas: supuse que aguardaba a que las cosas del Hall mejorasen antes de permitirse hacer planes para un futuro mas lejano.

Y en aquel momento una verdadera mejoria parecia al alcance de la mano. La construccion de las viviendas municipales avanzaba; habia comenzado la extension hasta el parque de los conductos de agua y electricidad; la granja, al parecer, levantaba cabeza y Makins estaba contento con todos los cambios. Tambien la senora Ayres, a pesar de las dudas de Caroline acerca de ella, parecia mas saludable y feliz que en muchos meses. Cada vez que yo iba a la casa la encontraba vestida con esmero, con toques de carmin y

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