Apretandose mas contra el cristal, diviso a una robusta figura femenina que corria por la grava y reconocio a la senora Bazeley. Vio que se reunia con Caroline en lo alto de los escalones de la terraza y que empezaba a hacer rapidos gestos asustados senalando al Hall. Al cabo de un momento se les unio Betty, quien tambien atraveso corriendo la terraza, haciendoles senas agitadas… Durante todo este tiempo, la boquilla destapada habia estado emitiendo su susurro lastimero. Al ver abajo a las tres mujeres, la senora Ayres comprendio que estaba sola en la vasta casa con la presencia tenue y ruidosa en el otro extremo de la bocina.
Fue en ese momento cuando el panico desemboco en histeria. Levanto los punos y los estampo contra la ventana, y dos de los finos cristales viejos cedieron bajo sus manos. Al oir el ruido de cristales rotos, Caroline, la senora Bazeley y Betty miraron hacia arriba, asombradas. Vieron a la senora Ayres chillando entre los barrotes de un cuarto de la guarderia -chillando como un nino, dijo la senora Bazeley- y golpeando con las manos los bordes de la ventana rota.
Nadie supo decir posteriormente lo que le sucedio en el lapso que tardaron las mujeres en subir a trompicones y despavoridas a los cuartos de los ninos. Encontraron entornada la puerta de la habitacion y la bocina callada, con el silbato de marfil perfectamente encajado en su soporte. La senora Ayres se habia quedado rigida en un rincon y, de hecho, se habia desmayado. Sangraba profusamente de los cortes en las manos y los brazos, y las tres mujeres hicieron lo que pudieron para vendarle las heridas, desgarrando uno de los panuelos que llevaba para utilizarlos como vendas. La levantaron y, mitad caminando, mitad en volandas, la bajaron a su dormitorio, donde le dieron brandy e intentaron hacerla entrar en calor, encendiendo un fuego en la chimenea y envolviendola en una serie de mantas, porque con la conmocion habia empezado a estremecerse.
Los temblores persistian cuando yo la vi poco mas de una hora despues.
Yo estaba visitando a un paciente; por suerte, era un paciente privado que tenia telefono, y cuando Caroline llamo a mi consulta, la chica de la centralita pudo transmitirme su mensaje urgente de que pasara por Hundreds camino de casa. Fui al Hall en cuanto pude, sin la menor idea de lo que me aguardaba. Me quede estupefacto al ver la casa en un estado semejante. Blanca como el papel, Betty me condujo a la habitacion de la senora Ayres: sentada con Caroline a su lado, encorvada y temblando, se asustaba como una liebre con cada movimiento o sonido inesperados, por leves que fueran; y al verla desfalleci. Tenia una expresion tan delirante como la de su hijo, igual a la de Roderick en la fase peor y ultima de su desvario. El cabello desgrenado le caia alrededor de los hombros, y tenia los brazos y las manos en un estado lamentable. La sangre le habia mojado los abultados anillos y transformado en rubies todas las piedras.
Por un milagro, no obstante, sus heridas eran bastante superficiales. Las limpie, las vende y ate las vendas, y luego ocupe el lugar de Caroline y me limite a sentarme y a sostenerle suavemente las manos. Poco a poco fue remitiendo en su mirada el frenesi mas agudo y me conto lo que le habia ocurrido, estremecida y llorando, y tapandose la cara al evocar cada escena de los sucesos recientes.
Por ultimo me miro apremiante, directamente a los ojos.
– ?Comprende lo que ha pasado? -dijo-. ?Ve lo que significa? ?Le he fallado, doctor! ?Ha venido y le he fallado!
Me agarro los dedos, me los agarro tan fuerte que vi como la sangre, al reabrirse las heridas, afluia a los vendajes.
– Senora Ayres -dije, tratando de calmarla.
Pero ella no me escuchaba.
– Mi querida nina. Yo deseaba que viniera, ?sabe? Lo deseaba con todas mis fuerzas. La he
– Nadie la odia. Tiene que calmarse -dije.
– ?Pero le he fallado! ?Le he fallado!
– No le ha fallado a nadie. Su hija la quiere.
Ella me miro a la cara.
– ?Usted cree?
– Por supuesto que si.
– ?Me lo promete?
– Se lo prometo -dije.
Para calmarla habria dicho cualquier cosa en aquel momento; no tarde en prohibirle que siguiera hablando, le di un sedante e hice que se acostara. Estuvo nerviosa un rato, sin dejar de aferrar mis manos con las suyas vendadas, pero el sedante era fuerte y en cuanto se quedo dormida despegue mis dedos de los suyos y baje a comentar el incidente con Caroline, la senora Bazeley y Betty. Se habian reunido en la salita, casi tan palidas y temblorosas como la senora Ayres. Caroline habia servido unos vasos de brandy y el alcohol, sumado a la conmocion sufrida, habia puesto lastimosa a la senora Bazeley. La interrogue a ella y a Betty lo mas minuciosamente posible, pero lo unico que pudieron confirmar del relato de la senora Ayres fue que habia subido sola al segundo piso; que habia permanecido alli tanto tiempo -calculaban que unos quince o veinte minutos- que se habian inquietado y
En cuanto hube reconstruido su version de los hechos, subi al cuarto de dia de los ninos para inspeccionar el escenario por mi mismo. Nunca habia estado en el segundo piso y subi con cautela, bastante alterado por el talante de la casa. La habitacion desnuda me parecio espantosa, con sus ventanas rotas y sus regueros y salpicaduras de sangre cada vez mas oscura. Pero la puerta se desplazo con facilidad sobre sus goznes y la llave tambien giro sin problemas en la cerradura. Probe a girar la llave tanto con la puerta cerrada como abierta; hasta di un portazo, para comprobar si danaba el mecanismo: no lo altero en absoluto. Aplique de nuevo el oido a la maldita bocina y, al igual que antes, no oi nada. A continuacion pase a la guarderia de noche, como habia hecho la senora Ayres, y me quede muy quieto y expectante -pensaba en Susan, la nina muerta; pensaba en mi madre; pensaba en un sinfin de cosas tristes-, y contuve la respiracion, casi desafiando a que ocurriera algo, a que llegara algo o alguien. Pero no sucedio nada. La casa parecia mortalmente silenciosa y fria, la habitacion desolada y tristona…, aunque totalmente desprovista de vida.
Baraje una explicacion: que alguien habia organizado todo aquel montaje para atormentar a la senora Ayres, como una especie de broma horripilante, o por simple maldad. Dificilmente podia sospechar de Caroline; y como no podia creer culpable a la senora Bazeley, que habia servido en la casa desde antes de la guerra, mis sospechas recayeron forzosamente en Betty. Era posible que, al fin y al cabo, estuviese detras de aquel tinglado, empezando por la bocina; y la propia senora Ayres habia dicho que los pasos que oyo, y que iban de un lado para otro detras de la puerta, eran livianos como los de un nino. Segun la senora Bazeley, Betty habia estado con ella en el vestibulo durante todo el episodio, aunque tambien admitio que, en su preocupacion por la senora Ayres, habia subido un tramo de la escalera, mientras que Betty no se habia atrevido. ?Habria podido correr hasta la escalera de servicio, subirla velozmente y cerrar con llave la puerta de la guarderia, y despues deambular sonoramente de un lado a otro del pasillo, sin que su companera hubiera notado su ausencia? Parecia muy improbable. Yo mismo habia subido por la escalera trasera y la habia examinado a conciencia a la luz de la llama de mi encendedor. Estaba cubierta de una fina capa de polvo, que mis zapatos esparcieron al instante, pero me asegure de que no habia otras huellas, pesadas o ligeras. Ademas, la desazon de Betty por el incidente parecia muy sincera; yo sabia que tenia afecto a su ama; y finalmente, desde luego, estaba la palabra de la senora Ayres desmintiendo la culpabilidad de Betty, porque la habia visto con la senora Bazeley fuera de la casa mientras seguia sonando la bocina…
Considere todo esto mentalmente, mientras miraba la habitacion inhospita, aunque pronto me resulto excesiva la opresion del lugar. Moje mi panuelo en el lavamanos y limpie la sangre que pude. Encontre unas planchas sueltas de linoleo y tapone con ellas los cristales rotos de la ventana. Despues baje pesadamente la escalera. Baje por la principal y en el primer rellano me encontre con Caroline, que salia en aquel momento de la habitacion de su madre. Se puso un dedo en los labios y fuimos juntos en silencio a la salita.
Una vez dentro, con la puerta cerrada, dije:
– ?Como esta?