Me volvi hacia ella, inflamandome de nuevo.

– ?Por supuesto que es mi problema! Vamos a casarnos, ?no? Aunque Dios sabe cuando… Oh, no me mires asi. -La cogi de las manos-. ?No soporto verte enfadada! Pero tampoco soporto ver como te enganas. Solo te estas creando mas preocupaciones. Ya tienes bastantes, ?no? Quiero decir, cosas reales, del mundo real, sobre las que podemos hacer algo.

Otra vez vi duda en sus ojos. Repitio:

– ?Anoche parecia lleno de sentido! Todo encajaba. Pense tanto en Roddie que fue como si lo sintiera aqui.

– Hace unos dias -dije-, escuchando por esa maldita bocina, ?casi llegue a convencerme de que oia a mi madre!

Ella fruncio el ceno.

– ?Si?

Le levante las manos y se las bese.

– Esta casa -dije- nos esta volviendo locos a todos; pero no de la manera que tu crees. Las cosas aqui se han… descontrolado. Pero tu y yo podemos arreglarlas. Mientras tanto…, bueno, es perfectamente comprensible que estes preocupada por Rod. Vamos… vamos a verle, si sirve de ayuda.

Ella tenia la cabeza gacha, pero al oir estas palabras la levanto y por primera vez en semanas vi un pequeno brote de vivacidad en sus ojos. Lo cual me produjo otra clase de punzada. Ojala yo hubiera sido la causa de aquella vivacidad. Dijo:

– ?En serio?

– Pues claro. No lo recomiendo. Por el bien de Rod, creo que no deberiamos. Pero esa es otra cuestion. Ahora estoy pensando en ti. Siempre estoy pensando en ti, Caroline. Debes saberlo.

Y, como en otra ocasion, se disipo lo que quedaba de mi enfado y de algun modo se transformo en deseo. La atraje hacia mi. Se resistio un momento, pero luego sus brazos me rodearon, delgados y duros.

– Si -murmuro, con voz cansada-. Lo se.

Fuimos en coche a la clinica el domingo siguiente, dejando a la senora Ayres dormida en casa, al cuidado de Betty. Era un dia seco pero oscuro; inevitablemente, fue un viaje bastante tenso. Yo habia llamado antes para concertar nuestra visita, pero «?Y si no quiere vernos?», me pregunto Caroline una docena de veces durante el trayecto. Asi como «?Y si esta peor? ?Si ni siquiera nos reconoce?».

– Entonces lo sabremos, por lo menos -respondi-. Ya sera algo, ?no?

Finalmente guardo silencio, mordiendose las unas. Cuando estacione en el patio se quedo inmovil un momento, reacia a apearse. Cruzamos la puerta de la clinica y me agarro del brazo, presa de un verdadero acceso de panico.

Una enfermera nos condujo hasta la sala de dia y vimos a Roderick esperandonos sentado, a una de las mesas, solo, y Caroline me dejo y corrio hacia el, riendose de nerviosismo y alivio.

– ?Rod! ?Eres tu? ?Casi no te reconozco! ?Pareces un capitan de barco!

Habia engordado. Tenia el pelo mas corto que la ultima vez que le vimos y se habia dejado una barba rojiza, irregular a causa de las quemaduras. El rostro parecia haber perdido su juventud, haber adquirido lineas duras y sin gracia. No correspondio a las sonrisas de su hermana. Le dejo que le besara en la mejilla y le abrazase, pero luego se sento al otro lado de la mesa, poniendo las manos en el tablero -me fije- de un modo intencionado, como si le gustara su solidez.

Me sente en la silla contigua a la de Caroline.

– Me alegro de verte, Rod -dije.

– ?Es maravilloso verte! -dijo Caroline, riendose otra vez-. ?Como estas?

El se paso la lengua por los dientes, con la boca seca. Se mostraba cauto, suspicaz.

– Estoy muy bien.

– Estas gordisimo. ?Por lo menos te alimentan bien! ?Si? ?Es buena la comida?

El fruncio el ceno.

– Supongo.

– ?Y no te alegras de vernos?

En lugar de responder, Rod miro por la ventana.

– ?Como habeis venido?

– En el coche del doctor Faraday.

El movio otra vez la lengua.

– El pequeno Ruby.

– Eso es -dije.

Me miro, sin abandonar la cautela.

– Hasta esta manana no me han dicho que veniais.

– Lo decidimos esta semana -dijo Caroline.

– ?No esta madre contigo?

Vi que ella vacilaba. Respondi yo por ella.

– Lamento decir que su madre tiene un poco de bronquitis, Rod. Solo un poco. Pronto se pondra bien.

– Te manda su carino -dijo Caroline, con tono vivo-. Le… le da mucha pena no haber venido.

– No me lo han dicho hasta esta manana -repitio el-. Son asi, aqui. Guardan las cosas en secreto para no asustarnos. No quieren que perdamos la cabeza. Son iguales que en la RAF.

Cambio las manos de sitio. Entonces vi que temblaban. Mantenerlas apretadas contra la mesa debia de ayudarle a contener el temblor.

Creo que Caroline tambien lo advirtio. Puso las manos encima de las de Rod.

– Solo queriamos verte, Roddie -dijo-. No te vemos hace meses. Queriamos asegurarnos de que estas… bien.

El miro cenudo los dedos de su hermana y por un momento guardamos silencio. Ella expreso de nuevo su asombro por lo que habia engordado. Le hizo preguntas sobre su vida cotidiana y el nos conto con palabras sencillas como pasaba el tiempo: las horas de «artesania», haciendo figuras de arcilla; las comidas, los ratos de recreo, de canto, de jardineria ocasional. Hablo con lucidez, pero sin que sus facciones perdieran en ningun momento sus nuevas lineas rigidas y tristes, y sin abandonar su actitud recelosa. A partir de entonces las preguntas de Caroline fueron mas titubeantes -?De verdad estaba bien? ?Lo diria, en caso de que no lo estuviera? ?Queria algo en particular? ?Pensaba a menudo en casa?-, y el empezo a mirarnos con una fria suspicacia.

– ?No os dice como estoy el doctor Warren?

– Si. Nos escribe todas las semanas. Pero queriamos verte. Se me ocurrio…

– ?Que se te ocurrio? -pregunto el velozmente.

– Que podrias estar… descontento.

El temblor de sus manos se hizo mas violento y cerro con fuerza la boca. Se quedo rigido durante un momento y despues se aparto bruscamente de la mesa y cruzo los brazos.

– No volvere -dijo.

– ?Que? -pregunto Caroline, desconcertada. El movimiento subito de Rod la habia sobresaltado.

– Si habeis venido por eso.

– Solo queriamos verte.

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