– ?Ese es el motivo? ?Llevarme a casa?
– No, por supuesto que no. Al menos, yo esperaba…
– No es justo, si habeis venido por eso. No se puede traer a alguien a un sitio como este, dejar que se acostumbre a el, que se acostumbre a no tener lazos, y luego llevarle otra vez a aquel lugar peligroso.
– ?Roddie, por favor! -dijo Caroline-. Ojala vinieras a casa. Lo deseo mas que nada en el mundo. Ojala vinieras a casa ahora mismo con el doctor Faraday y conmigo. Pero si prefieres estar aqui, si eres mas feliz aqui…
– ?No se trata de donde soy mas feliz! -dijo, con un gran desprecio-. Se trata de donde estoy mas a salvo. ?No te das cuenta de nada?
– Roddie…
– ?Quieres que vuelva a tomar las riendas? ?Es eso? ?Cuando el mas tonto veria que si me dieses algo, le…, yo le haria dano?
– No seria asi -dije, al ver cuanto afectaban a Caroline sus palabras-. Ahora Hundreds esta bien cuidada. La atiende Caroline y yo la ayudo. No tendria que hacer nada si no le apeteciera. Nosotros lo hariamos por usted.
– Oh, que inteligente -dijo, como si hablara despectivamente con un desconocido-. Esta la mar de bien. Quieren engatusarme asi para que vuelva. Lo unico que quieren es utilizarme…, utilizarme y echarme la culpa. ?Pues no volvere! ?No van a culparme a mi! ?Me habeis oido?
– ?Por favor, no hables asi! -dijo Caroline-. Nadie quiere llevarte a casa. Se me ocurrio que tal vez fueras infeliz, eso es todo. Que querias verme. Lo siento. Me… he equivocado.
– ?Crees que soy idiota? -dijo el.
– No.
– ?Eres tu una idiota?
Ella se estremecio.
– Me he equivocado.
– Rod -empece.
Pero una enfermera que habia estado sentada cerca de nosotros, supervisando discretamente la visita, se acerco en cuanto vio el cambio que se habia operado en Rod.
– ?Que pasa aqui? -le pregunto, suavemente-. No estaras disgustando a tu hermana, ?verdad?
– ?No quiero hablar con puneteros estupidos! -dijo el, mirando rigidamente a otra parte, con los brazos todavia cruzados.
– Y yo no tolero ese lenguaje -dijo la enfermera, cruzandose tambien de brazos-. ?Vas a disculparte? ?No? -Dio unos golpecitos con el pie en el suelo-. Estamos esperando…
Rod no dijo nada. Ella movio la cabeza y, con la cara vuelta hacia el pero los ojos puestos en Caroline y en mi, dijo, con un tono clarisimo de enfermera:
– Roderick es un misterio para la clinica, senorita Ayres, doctor Faraday. Cuando esta de buen humor es adorable, y todas las enfermeras le queremos. Pero cuando se pone de malas…
Meneo otra vez la cabeza, respiro hondo y chasqueo la lengua.
Caroline dijo:
– Esta bien. No hace falta que se disculpe si no quiere. Yo… no quiero obligarle a hacer nada que no quiera.
Miro a su hermano, volvio a extender la mano sobre la mesa y hablo con un tono suave y humilde.
– Te echamos de menos, Roddie, solo es eso. Madre y yo te echamos muchisimo de menos. Pensamos en ti continuamente. Hundreds es horrible sin ti. Solo pense que quiza… tu tambien pensabas en nosotras. Ahora veo que estas bien. Me… me alegro mucho.
Rod se empecino en su silencio. Pero los rasgos se le pusieron tirantes y su respiracion se volvio trabajosa, como si estuviera conteniendo una emocion tremenda. La enfermera se nos acerco mas y nos hablo con un tono mas confidencial.
– Yo, en su lugar, ahora le dejaria solo. No me gustaria nada que le vieran en uno de sus ataques de colera.
Habiamos estado con el menos de diez minutos. Caroline se levanto a reganadientes, incapaz de creer que su hermano nos dejara marchar sin haber dicho una palabra ni habernos mirado. Pero Rod no se volvio y al final no tuvimos mas remedio que dejarle. Caroline se dirigio hacia el coche mientras yo hablaba brevemente con el doctor Warren, y cuando me reuni con ella tenia los ojos rojos, pero secos: habia estado llorando y se habia enjugado las lagrimas.
Le cogi la mano.
– Ha sido penoso. Lo siento.
Pero ella hablo con voz neutra.
– No. No deberiamos haber venido. Tendria que haberte escuchado. He sido una estupida por pensar que aqui encontrariamos algo. No hay nada, ?verdad? Nada. Todo es exactamente como dijiste.
Emprendimos el largo trayecto de vuelta a Hundreds. Le rodeaba el hombro con el brazo cada vez que me lo permitia el coche. Ella tenia las manos abiertas en el regazo, y dejaba caer flaccidamente la cabeza contra mi hombro, impulsada por el movimiento del vehiculo, como si, decepcionada, abrumada, hubiera perdido toda resistencia y vida.
Nada de esto, por supuesto, era especialmente propicio para un idilio; y nuestra relacion, por el momento, languidecio bastante. Entre las frustraciones derivadas de este hecho, y mi inquietud por ella y por Hundreds en su conjunto, empece a sentirme agobiado y nervioso, y dormia mal, con suenos revueltos. Varias veces pense en confiarme a Graham y a Anne. Pero desde hacia muchas semanas apenas los habia visto; tenia la impresion de que se sentian algo dolidos por mi abandono y no queria volver a verles con el rabo entre las piernas y un espiritu de fracaso. Al final, hasta mi trabajo empezo a resentirse. Una de las noches que dedicaba al hospital colabore en una rutinaria operacion menor, y mi labor fue tan chapucera que el cirujano titular se rio de mi y termino el el trabajo.
Resulto que era Seeley. Cuando despues nos lavabamos las manos me disculpe por mi distraccion. El respondio con su afabilidad habitual.
– No tiene importancia. ?Parece derrengado! Conozco ese estado. Demasiadas llamadas nocturnas, ?no? Este mal tiempo tampoco ayuda.
– No, la verdad -dije.
Me separe de el, pero note que seguia mirandome. Fuimos a la sala de medicos a recoger nuestra ropa de calle, y al descolgar mi chaqueta de la percha se me resbalo de algun modo entre los dedos y el contenido de sus bolsillos se desparramo por el suelo. Lance un juramento y me agache para recogerlo, y al incorporarme descubri que Seeley me estaba mirando otra vez.
– Hoy no anda muy fino -dijo, sonriendo. Bajo la voz-. ?Cual es el problema? ?Sus pacientes o usted? Perdone que le pregunte.
– No, esta bien -dije-. Son los pacientes, supongo. Pero tambien yo, en cierto sentido.
Estuve a punto de decir mas, de tantas ganas que tenia de expulsarlo de mi pecho, pero recorde nuestro breve encuentro desagradable en el baile de enero. Quiza Seeley tambien se acordo y quiso desagraviarme por su conducta, o quiza simplemente dedujo de mi aspecto lo afectado que estaba. Dijo:
– Oiga, yo ya he acabado aqui y me figuro que usted tambien. ?Que tal si me acompana a tomar un trago? Lo crea o no, tengo una botella de whisky escoces. Regalo de una paciente agradecida. ?Puedo tentarle?
– ?En su casa? -dije, algo sorprendido.
– ?Por que no? Vamos. Le hara un favor a mi higado si toma uno o dos vasos,