colegio privado. Y despues, justo cuando se habia escapado, ?que su madre la hiciera volver para que empujara la silla de ruedas de Roderick de una punta a otra de la terraza! A continuacion supongo que empujara la de la senora Ayres. Lo que necesita, por descontado… -Sonrio de nuevo, y su sonrisa fue maliciosa-. Bueno, no es cosa mia. Pero la chica se esta haciendo mayor, ?y, mi querido colega, usted tambien tiene sus anos! Me ha expuesto todo este caso y no ha mencionado ni una sola vez su situacion. ?Cual es, exactamente? Usted y ella tienen… alguna clase de entendimiento, ?no es asi? ?No es un lazo mas fuerte?

Note el whisky en mi interior. Al levantar el vaso para dar otro trago, dije en voz baja:

– Es fuerte por mi parte. Demasiado, para serle sincero.

El parecio sorprendido.

– ?Tanto?

Asenti.

– Bueno, bueno. Nunca lo habria adivinado. De Caroline, me refiero… Aunque quiza tenga usted ahi la raiz de su miasma.

Su expresion era aun mas maliciosa que antes, y tarde un segundo en entenderle. Al final dije:

– ?Esta insinuando…?

Me sostuvo la mirada y luego se echo a reir. Comprendi de repente que se estaba divirtiendo de lo lindo. Apuro el resto del whisky y luego relleno generosamente los dos vasos y encendio otro cigarrillo. Empezo a contarme otra historia de fantasmas, mas fantastica que la anterior.

Pero apenas la escuche. Seeley me habia hecho reflexionar, y el compas de mis pensamientos, como el brazo de un metronomo, no se detendria. Todo era un disparate; yo sabia que lo era. Cada cosa ordinaria a mi alrededor lo combatia. El fuego crepitaba en la rejilla. Los ninos seguian alborotando en la escalera. El whisky era aromatico en el vaso… Pero tambien la noche era oscura en la ventana, y a unos cuantos kilometros, a traves de la oscuridad invernal, se alzaba Hundreds Hall, donde las cosas eran distintas. ?Habria algo de verdad en lo que habia dicho Seeley? ?Habria algo descontrolado en aquella casa, una especie de voraz energia frustrada, con Caroline en su centro?

Me remonte mentalmente al comienzo de todo, a la noche de la fiesta infausta en que humillaron tanto a Caroline yla hija de los Baker-Hyde acabo malherida. ?Y si aquella noche se hubiera iniciado algun proceso, se hubiera sembrado alguna simiente extrana? Recorde que en las semanas siguientes aumento la hostilidad de Caroline hacia su hermano, la impaciencia con su madre. Tanto su hermano como su madre habian resultado heridos, lo mismo que Gillian Baker-Hyde. Y fue Caroline la que primero me habia llamado la atencion sobre las heridas, Caroline la que descubrio las quemaduras en la habitacion de Roderick, la que habia detectado el incendio, la que habia oido los golpes y percibido la «manita que da golpecitos» detras de la pared.

Luego pense en otra cosa. Lo que habia empezado con Gyp, quiza como un «pellizco» o un «susurro» -como de pronto recorde que los habia llamado Betty-, poco a poco habia ido adquiriendo fuerza. Habia desplazado objetos, provocado incendios, garabateado letras en paneles de madera. Ahora sus pisadas producian un tamborileo. Se le oia, como a una voz esforzada. Estaba creciendo, se desarrollaba…

?Que haria a continuacion?

Nervioso, me incline hacia delante. Seeley me ofrecio de nuevo la botella, pero decline con la cabeza.

– Ya le he robado demasiado tiempo -dije-. Tengo que irme, de verdad. Ha sido amable escuchandome.

– No estoy seguro de que le haya tranquilizado mucho -dijo el-, ?Tiene peor aspecto que cuando ha llegado! ?Por que no se queda otro rato?

Pero le interrumpio la ruidosa irrupcion del hijo que habia entrado antes. Relajado por el whisky, se levanto de un brinco de la butaca y expulso al nino al recibidor, y cuando volvio yo ya habia terminado mi whisky y estaba listo para marcharme, con el abrigo y el sombrero puestos.

Seeley aguantaba el alcohol mejor que yo. Me acompano alegremente hasta la puerta, pero yo sali a la noche con los pies no del todo equilibrados y sintiendo el whisky, acido y caliente, en mi estomago vacio. Recorri la corta distancia que me separaba de mi casa y, una vez en mi frio despacho, la nausea crecio como una ola en mi interior y, junto con ella, algo peor: casi un terror. El corazon me latia con una fuerza desagradable. Me quite el abrigo y descubri que estaba sudando. Tras un momento de indecision fui a la consulta. Descolgue el telefono y marque con dedos torpes el numero de Hundreds.

Eran mas de las once. El telefono sono y sono. Luego se oyo la voz cautelosa de Caroline.

– ?Si? ?Hola?

– ?Caroline! Soy yo.

Su tono se volvio inquieto de inmediato.

– ?Pasa algo? Nos hemos acostado. Crei…

– No pasa nada -dije-. Nada. Solo… solo queria oir tu voz.

Supongo que hable atropelladamente. Hubo un silencio y despues ella se rio. Era una risa cansada, normal. El terror y la nausea empezaban a disminuir, como pinchados por un alfiler. Ella dijo:

– Creo que debes de estar algo borracho.

Me limpie la cara.

– Creo que si. He estado con Seeley y me ha servido un whisky tras otro. ?Dios, que bestia es ese hombre! Me ha hecho pensar… cosas ridiculas. ?Que agradable es oirte, Caroline! Di algo mas.

Ella chisto.

– ?Que tonto eres! ?Que demonios va a pensar la operadora? ?Que quieres que diga?

– Di cualquier cosa. Recita un poema.

– ?Un poema! Vale. -Y continuo de un modo raudo, mecanico-. «La escarcha ejerce su ministerio secreto, sin el auxilio de ningun viento.» Ahora vete a la cama, ?de acuerdo?

– Dentro de un segundo. Solo quiero pensar que estas alli. Todo esta en orden, ?no?

Ella suspiro.

– Si, todo en orden. Por una vez, la casa se porta bien. Madre esta dormida, a no ser que la hayas despertado.

– Perdona. Perdona, Caroline -dije-. Buenas noches.

– Buenas noches -dijo ella, de nuevo con su risa cansada.

Colgo el telefono y oi como se apagaba la risa. Luego oi el clic de la comunicacion cortada, seguido por el vago silbido y el enredo de voces de otras personas atrapadas en la linea.

Capitulo 12

La siguiente vez que fui a Hundreds encontre a Barrett alli: Caroline le habia llamado para que desmontara la fastidiosa bocina. La vi cuando el se la llevaba y, como yo habia supuesto, habia partes en que el trenzado estaba suelto y desgarrado, y la goma de debajo consumida; enrollado en los brazos de Barrett, parecia algo tan inofensivo y lastimoso como una serpiente momificada. Sin embargo, a la senora Bazeley y a Betty las tranquilizo que se llevasen el artefacto y empezaron a perder el aire de tension y miedo que las habitaba desde el dia al que todos aludiamos ahora como el «accidente» de la senora Ayres. Ella tambien siguio recuperandose. Los cortes cicatrizaban limpiamente. Pasaba los dias en la salita, leyendo o dormitando en su

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