Cada vez que rozaba el recuerdo de la muerte de Merlin la pena la anegaba con una furia intacta, como si no hubieran transcurrido ya casi dos anos. Respiro hondo y trago el nudo de dolor hasta que consiguio recuperar un control aceptable.

– Quiero decir que no eres verdaderamente importante para nadie… Puedes tener amigos, incluso buenos amigos, pero ni con el mejor de los amigos llegarias a ocupar ese lugar basico de pertenencia al otro. ?Quien se va a preocupar por lo que me pase?

Era estupendo, se dijo Bruna con sarcasmo; era realmente estupendo pagar ochenta ges al psicoguia para conseguir amargarse la tarde y pasar un mal rato. El espacio sideral en el que flotaba, antes tan relajante, empezaba a parecerle un lugar angustioso.

– En realidad no es exactamente como dices, Husky. Ni siquiera el simil que has usado es correcto. No todos los mamiferos viven en compania. Por ejemplo, los osos salvajes eran unos animales absolutamente solitarios durante toda su vida. Solo se juntaban fugazmente para aparearse. De manera que…

Al demonio con los osos salvajes, penso Bruna. Que ademas eran otros seres que tampoco existian: solo quedaban osos en los parques zoologicos. La rep se arranco las gafas virtuales y se sento en la cama. Parpadeo varias veces, un poco mareada, mientras regresaba al mundo real. Delante de ella, repantigado en un sillon, estaba Virginio Nissen, con sus grandes mostachos trenzados, su pendiente de oro y su craneo rasurado y encerado.

– Estoy harta. Dejemoslo por hoy.

– Perfectamente, Husky. En realidad, ya es la hora del final de la sesion.

Por supuesto: Nissen siempre tenia que mantener la ultima palabra. Otro controlador como Lizard, se dijo con sorna la androide mientras transferia ochenta gaias de movil a movil. El ordenador del hombre pito recibiendo el dinero, el psicoguia amplio su sonrisa un par de milimetros y Bruna salio al centro comercial ansiosa de calentarse el animo con una copa.

Pero no. Estaba bebiendo demasiado.

En vez de meterse en el bar de enfrente de la consulta de Nissen, como a veces habia hecho al terminar la terapia, se encamino por la galeria principal hacia la salida del Mercado de Salud. Le estaba costando un poco irse, le estaba apeteciendo demasiado esa copa extemporanea y solitaria, y la avidez de su sed empezo a asustarla. Verdaderamente tenia que bajar su consumo de alcohol. Muchos androides acababan alcoholizados o colgados de cualquier otra droga, sin duda espoleados por esa misma amargura que Bruna no conseguia explicar del todo a Nissen. Y tambien era por eso por lo que tantos reps se metian en el peligroso juego de las memas ilegales: ya que no podian vivir una verdadera vida a lo largo, en su normal duracion humana, al menos podian intentar vivir varias vidas a lo ancho. Existencias superpuestas y simultaneas. Cata Cain estaba programada para arrancarle los ojos y despues matarla. Volvio a sentir un escalofrio y noto que en su memoria se agolpaban antiguas escenas de violencia y de sangre, febriles retazos de su servicio belico que normalmente conseguia bloquear. Cuatro anos, tres meses y veinte dias.

El centro comercial estaba atiborrado: ultimamente no habia nada que obsesionara tanto a la gente como la salud. Y no solo a los tecnos, sino tambien a los humanos. Pese a los optimistas pronosticos cientificos del siglo XXI, lo cierto es que no se habia conseguido prolongar la vida media humana mas alla de los noventa y cinco o noventa y seis anos, y ademas no se podia decir que las condiciones de los nonagenarios fueran especialmente buenas. Los trasplantes, los miembros bionicos y la ingenieria celular habian mejorado la calidad de vida de los mas jovenes, pero no habian logrado suavizar el implacable deterioro de la vejez. Si, los ancianos morian sin arrugas, convertidos en sus propias y desencajadas mascaras mortuorias gracias a la cirugia estetica, pero la decrepitud del tiempo les roia igual por dentro. Por lo menos de eso se salvaban los reps, penso Bruna: de la lenta y penosa senectud. «Los heroes mueren jovenes, como Aquiles», solia decir Yiannis para animarla, cuando se cruzaban por la calle con alguno de esos ancianos atrapados en la carcel de su deterioro: mentes laminadas por los anos, bocas babeantes, cuerpos rotos transportados en sillas de ruedas de aca para alla como carne muerta.

Y aun asi, resoplo la androide, se hubiera cambiado por un humano en ese mismo instante.

El Mercado de Salud no era muy grande, pero tenia un poco de todo: campanas hiperbaricas, centros de terapia antioxidante, tiendas bionicas de segunda mano, sanadores espirituales que decian seguir el rito labarico… Y la legion habitual de curanderos e iluminados contra el Tumor Total Tecno. Por lo visto, incluso habia un medico gnes en la planta de arriba. Era uno de los pocos lugares en donde se podia contemplar a un alien de cerca… aparte de en su propia cama, desde luego, se dijo Bruna. Y sacudio la cabeza para sacarse de la memoria el corpachon traslucido de Maio, cuyo enojoso recuerdo acababa de cruzarle la mente como un moscardon.

Cerca de la salida habia un pequeno local de tatuajes en el que la rep no se habia fijado con anterioridad. Se acerco a mirar: eran tatuajes esenciales. Si no recordaba mal, la secta de los esencialistas habia nacido a finales del siglo XX o principios del XXI en Nueva Zelanda. Bruna no sabia mucho sobre sus creencias, aunque tenia idea de que se basaban en antiguos ritos maories. Sus tatuajes, sin embargo, eran famosos. Los esencialistas los consideraban sagrados, una representacion externa del espiritu. Cada persona tenia que buscar cual era su tatuaje, su diseno primordial, la traduccion visual de su ser intimo y secreto, y, una vez descubierto el dibujo exacto, debia grabarselo en la piel, como quien escribe los signos de su alma. Segun ellos, tatuarse una imagen equivocada suponia un desorden atroz y atraia un sinfin de desgracias; aplicar la figura precisa, por el contrario, serenaba y protegia al individuo e incluso curaba multiples dolencias. No era de extranar que se hubieran puesto de moda.

Bruna atisbo a traves del estrecho escaparate, adornado por un dibujo en papel de un hombre desnudo cuya piel estaba totalmente cubierta de extranos signos. El pequeno local, una oscura habitacion con un banco de madera y algunos cojines por el suelo, parecia vacio. La rep empujo la puerta. Estaba abierta y entro. Inmediatamente la envolvio un olor a naranjas, una penumbra ambarina. Era un sitio agradable. El banco, visto de cerca, parecia antiguo y estaba hermosamente tallado. Otro mueble de madera ocupaba la pared de la derecha. Al fondo, una cortina de cuentas transparentes se agito con un susurro como de agua en movimiento cuando el tatuador salio de la trastienda. ?O la tatuadora? Bruna se esforzo en deducir el sexo de esa figura diminuta y compacta que parecia tan alta como ancha y tan dura de carnes como una bola de caucho sintetico. Llevaba el negrisimo cabello largo y suelto sobre los hombros y vestia un apretado bluson unisex de color amoratado sobre pantalones elasticos. Pero se diria que tenia pechos… o sea que tatuadora. La mujer se acerco a Bruna y, desde abajo, porque apenas si llegaba al ombligo de la rep, la escruto atentamente. Tenia el rostro mas redondo que la androide habia visto jamas, una cara carnosa y cobriza, fuerte y en cierto modo hermosa. Por alguna extrana razon su intensa curiosidad no resultaba ofensiva, y Bruna se dejo mirar sin decir nada. Al cabo, la mujer torcio el gesto y dijo:

– Te esta partiendo.

Vaya, que vozarron. ?Entonces era un tatuador?

– ?Que me esta partiendo?

El hombre, si era un hombre, senalo con su rechoncho dedo el tatuaje de Bruna.

– Esa linea. ?Como quieres sentirte bien, si estas partida en dos? Y los pedazos ni siquiera son iguales. Y ademas esta hecho con pistola laser. Puag.

Su gesto de asco fue tan espontaneo que Bruna casi se echo a reir. Si, ahora se acordaba de que los esencialistas tatuaban segun metodos milenarios, con una cana afilada y tinta vegetal. Un procedimiento al parecer dolorosisimo.

– No se si podre ayudarte. No se si podre encontrar tu forma. Esa linea que llevas hace mucho ruido.

Lo dijo con dulzura, y de nuevo predomino su aspecto femenino.

– No importa. Yo… no he venido a buscar el tatuaje que representa mi espiritu…

– Espiritu no. Nada de espiritus. Es tu aliento vital lo que hay que encontrar.

– Bueno, pues como se diga. Me llamo Bruna Husky y soy detective.

El tatuador o tatuadora hizo un gesto cortes con la cabeza.

– Yo me llamo Natvel y soy tohunga. Soy quien busca las formas. Quien las atrapa. Y quien las reproduce.

Su declaracion, ligeramente enfatica, sono como un poema o como una oracion, y la rep se sintio un poco incomoda. Nunca le gustaron demasiado las religiones.

– Natvel, estoy investigando un caso de asesinato… Y la victima tenia un tatuaje. Era una palabra y estaba

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