tiritando.

– Tranquila. Ya paso todo.

– Gracias… Muchas gracias… Yo te… te conozco -balbucio la mujer-anuncio.

– Si. Nos conocemos. Del bar de Oli.

Bruna le ayudo a ponerse en pie. Estaban rodeados por un pequeno circulo de curiosos, todos humanos. Y algunos parecian mirarla con temor. A ella. Por todos los demonios, deberian estarle agradecidos. A quien tendrian que temer era a ese maton de mierda que seguia lloriqueando encogido en el suelo, pero no, quien les amedrentaba era el rep, el diferente, el maldito monstruo de laboratorio.

– Se acabo el espectaculo -gruno.

El grupo se disolvio docilmente.

– ?Estas bien? -pregunto a la mujer-anuncio.

– Si… solo un poco… nerviosa.

– ?Gracias, querido consumidor! Entre todos hemos conseguido la felicidad de las familias -dijo la pantalla publicitaria.

– Me llamo RoyRoy…

– Y yo Bruna Husky.

La mujer-anuncio debia de tener poco mas de sesenta anos, pero se la veia marchita y avejentada. Y ademas no mostraba ningun rastro de cirugia estetica, o sea que sin duda era muy pobre. Su rostro seguia livido y la boca le temblaba. Era la imagen misma de la indefension.

– RoyRoy, ?que te parece si nos vamos al bar de Oli? A tomar algo, a tranquilizarnos y a reponernos… Por lo menos sabemos que alli las dos somos bienvenidas…

Tomaron un taxi hasta el bar porque la mujer estaba aun demasiado turbada para caminar. Cuando entraron en el local, la gorda Oliar enseguida detecto problemas: poseia una intuicion empatica endiablada.

– ?Que ha pasado, Husky? Venid, poneros en ese rincon, que estareis tranquilas… Ahi, junto a tu amigo Yiannis.

El viejo archivero estaba al fondo de la barra, en efecto, y se alegro de ver a Bruna; no sabia nada de ella desde el dia anterior, cuando la habia despertado para comunicarle la muerte de Chi. La rep le explico lo sucedido. Oli, que les habia servido dos cervezas y un plato de patatas fritas y luego se habia quedado desparramada por encima del mostrador escuchando la historia, torcio su luminosa cara de color cafe con leche y dictamino:

– Ese negro de mierda… Deberia acordarse de que hace siglo y medio nosotros eramos los linchados y los perseguidos. Pero los renegados son siempre los peores.

– Empieza a preocuparme lo del supremacismo -rumio Yiannis-. En el archivo tambien estoy encontrando ultimamente unas frases terribles…

– Que corregiras, supongo…

– Para eso me pagan.

– ?Texaco-Repsol, siempre a la vanguardia del bienestar social!

Bruna y Yiannis intercambiaron una mirada. Era dificil mantener una conversacion tranquila teniendo entre medias el parloteo constante de los mensajes publicitarios. RoyRoy percibio el gesto y se levanto del taburete sofocada.

– Lo siento. Se que es una tortura. No quiero daros mas la lata… Demasiado habeis hecho…

– Pero que dices, mujer, sientate…

– No, no, de verdad. No me sentiria comoda quedandome… Muchas gracias, Bruna. Muchisimas gracias. No lo olvidare. Creo que me voy a dormir… cogere ahora mis nueve horas. Necesito descansar. Dejadme… dejadme que os invite…

– Hoy invita la casa -gruno Oli.

– Ah… Pues de nuevo gracias. Hoy tengo que agradeceros a todos demasiadas cosas, me parece…

Y sonrio destenidamente.

Yiannis y Bruna la siguieron con la mirada mientras se marchaba. Un pajarito emparedado entre las pantallas.

– Tiene una de las miradas mas tristes que he visto en mi vida -murmuro el archivero.

Cierto. La tenia. La rep bostezo. Se sentia subitamente agotada. Siempre le sucedia, despues de meterse un caramelo. El coctel de neuropeptidos y alcohol debia de ser un mazazo para el cuerpo. Ademas, solo se habia tomado una cerveza en todo el dia, la que acababa de servirle Oliar. Y eso estaba bien. Queria seguir asi, y para ello lo mejor era retirarse.

– Me parece que yo tambien me voy a casa, Yiannis. Estoy muerta.

Se encontraba tan cansada que volvio a coger un taxi, aunque temia malacostumbrarse a ese derroche. Llego en cinco minutos, pago y se bajo. La calle estaba llena de gente: era sabado y la noche acababa de empezar. Pero Bruna solo podia pensar en su cama. En tomarse un vaso de leche con cacao y dormir. Abrio su portal con la huella del dedo y estaba empujando la puerta para entrar cuando un extrano impulso le hizo echar un vistazo hacia la derecha. Y ahi estaba el, a unos cinco metros, arrimado a la pared, con los hombros caidos. El alien, el omaa, el bicho verdoso. Ahi estaba esperandola como un perro abandonado y anhelante, un perro enorme con una camiseta demasiado pequena. Bruna cerro los ojos y tomo aire. No es mi problema, se dijo. Y entro en el edificio sin volver a mirarle.

La puerta de Cata Cain estaba todavia sellada por un cordon policial, aunque Bruna supuso que simplemente se habian olvidado de quitarlo. Habian pasado ya nueve dias desde la muerte de la rep y los precintos nunca duraban tanto. Lo unico que indicaba su permanencia era la extrema soledad de Cain: nadie habia querido entrar en la casa despues de su muerte, nadie se habia interesado por sus cosas, seguramente no habia nadie que la recordara. Ni siquiera lo habian hecho los policias que hubieran debido levantar el sello. Una vida breve y miserable.

Bruna interrumpio facilmente el cordon electronico con una pinza de espejo y abrio la puerta con un descodificador de claves. La detective poseia una buena coleccion de pequenos aparatos fraudulentos que servian para anular alarmas, borrar rastros y descifrar codigos, siempre y cuando no se tratara de unos sistemas de seguridad muy sofisticados. En este caso la cerradura era la mas convencional y barata del mercado y no tardo nada. Miro a ambos lados del pasillo antes de entrar: eran las 16:00 horas del domingo y reinaba la tranquilidad en el edificio. La rep ya habia estado en casa de Cain el mismo dia que se saco el ojo, acompanada por uno de los conserjes. Pero entonces solo exploro el lugar superficialmente en busca de los datos basicos de la victima. Ahora, en cambio, queria hacer un examen mucho mas minucioso: necesitaba saber por que en la mema de Cata estaba programado su propio asesinato. No sabia bien que buscaba, pero si sabia la manera de mirar. A la detective se le daban bien los registros: de alguna manera era como si los indicios saltaran por si mismos ante sus ojos.

El apartamento de Cain era identico al suyo, solo que invertido y ademas en la primera planta en vez de la septima. Bruna lo recordaba impersonal, vacio y polvoriento, y su primera impresion al volver a entrar ahora, nueve dias despues, confirmo su recuerdo: seguia siendo un lugar tristisimo. El ventanal tenia la persiana bajada casi por completo y la habitacion estaba sumida en una penumbra sucia y quieta que parecia tener algo mortuorio.

– Casa, levantar persiana -pidio Bruna a la pantalla, que destellaba debilmente en la oscuridad.

Pero el ordenador no respondio: obviamente no la reconocio como voz autorizada. De modo que la rep cruzo la sala para utilizar el mando manual, y enseguida percibio algo anormal. Alzo apresuradamente la celosia y se volvio a contemplar el cuarto: estaba todo revuelto. Era imposible que la policia lo hubiera dejado asi; desde que, un par de anos atras, el Estado habia sido condenado a pagar dos millones de gaias por el famoso escandalo del caso John Gonzo, los agentes seguian ferreas instrucciones de pulcritud. De modo que alguien habia estado rebuscando por alli antes que ella. Quieta en medio de la sala, Bruna miro a su alrededor con atencion. Era un desorden muy extrano. Por todas partes se veian restos de ropa, probablemente sacada del armario de Cain y luego desgarrada y convertida en harapos. Un pico de la alfombra habia sido arrancado y no estaba a la vista, de manera que tal vez se lo hubieran llevado. ?Para que se podian necesitar dos palmos de una alfombra barata? ?Para meterselos en la boca a alguien y asfixiarlo? Sobre la mesa, un cojin destripado y sin el relleno. ?Se lo habrian llevado junto con la alfombra? Dos cajones estaban sacados de sus guias y los contenidos esparcidos por

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