mientras se ponia la bata china y se inclinaba a verificar el roto.

En ese momento entro una llamada de Nopal. Inconscientemente, Bruna se estiro, aclaro la voz, intento poner una expresion vivaz. El escritor fue brevisimo: dijo que tenia informacion interesante para ella y le pidio una cita. La rep celebro la noticia y acepto, pero no pudo evitar un pinchazo de inquietud, una turbacion que no conseguia entender muy bien. El memorista la ponia nerviosa. Muy nerviosa. ?Por el simple hecho de ser memorista? ?O por ser el? Opaco y ambiguo, arrogante y al mismo tiempo demasiado amable. Habia algo en ese hombre que la hipnotizaba y al mismo tiempo la escalofriaba. La fascinacion de la serpiente.

Habian quedado a las 13:00 en el Oso y la rep, que se acosto pronto la noche anterior, se habia levantado sintiendose muy bien a pesar del incidente del tragon. Era la segunda manana consecutiva que despertaba sin sombra de resaca, una proeza que hacia bastante tiempo que no lograba. Ahora estaba de pie en medio de la sala, razonablemente contenta de la vida. Cosa que le sucedia pocas veces. Miro al amedrentado bubi y volvio a darle pena: en realidad el dia anterior la criatura apenas si habia cenado porque la rep no tenia casi nada para comer en casa. No era extrano que se hubiera puesto a mordisquear. Por no hablar de la ansiedad que debia de experimentar a causa de la perdida violenta de su duena, de la soledad posterior y de tantos cambios. Eso, la ansiedad, era algo que Bruna podia entender. Tambien ella se sentia a menudo con ganas de roer y morder, solo que se aguantaba.

– Esta bien. Por ahora te quedaras aqui… A lo mejor todavia puedes ayudarme. Pero tienes que portarte mejor…

– Bartolo bueno. Bueno Bartolo.

Bruna se admiro: el animalejo ese verdaderamente parecia entender lo que le decia. Llamo a un Super Express y pidio cereales con fibra, manzanas y ciruelas pasas para el bubi, y una compra mediana con un poco de todo para ella. Los servicios express eran carisimos, pero no tenia ganas de bajar a la calle. Mientras esperaba que llegara el robot mensajero, hablo un rato por holollamada con Yiannis y le presento a Bartolo, y aun tuvo tiempo de colocar cuatro piezas en el puzle. Luego aparecieron las viandas y ambos desayunaron copiosamente. El bubi se quedo sentado en el suelo, la espalda contra la pared, espatarrado, la viva imagen de la satisfaccion. Bruna se agacho junto a el.

– Bartolo, ?sabes que paso con Cata? ?Viste algo? ?Alguien le hizo dano?

– Rico, rico -dijo el tragon con ojos golositos.

– Atiende, Bartolo: ?Cata? ?Dano? ?Ay? ?Dolor? ?Cata Cain? ?Ataque? ?Malos?

Bruna no sabia bien como hablarle ni de que manera llegar a su pequeno cerebro. Escenifico una agresion con gestos, se agarro el cuello y se zarandeo a si misma, puso los ojos en blanco. El bubi la miraba fascinado.

– Maldita sea, ?sabes que le paso a Cata o no?

– Cata buena. Cata no esta.

– Ya, ya se que no esta. Pero ?sabes que paso? ?Viste a alguien? ?Alguien le hizo dano?

– Bartolo solo.

Bruna suspiro, rasco el copete de pelos tiesos de la cabeza del bubi y se puso en pie.

– ?Hambre! -grito Bartolo.

– ?Otra vez? Pero si acabas de comer muchisimo.

– ?Hambre, hambre, hambre! -repitio el tragon.

Bruna agarro un cuenco, lo lleno de cereales y se lo dio.

– Toma y calla.

– ?No, Bartolo no! ?Hambre, hambre, hambre! -repitio el animal, mientras rechazaba el cuenco a empujones.

La rep lo miro desconcertada. Volvio a ofrecerle la comida y el volvio a rehusarla.

– ?Hambre!

– No te entiendo.

El bubi bajo la cabeza, como desalentado por la falta de comunicacion. Pero enseguida se puso a rascarse felizmente la barriga.

– Bartolo bueno.

Es un cabeza de chorlito, se dijo Bruna; seria muy raro poder sacarle nada provechoso. Cuando regresara a casa avisaria a una protectora para que se hicieran cargo de el.

La cita con el memorista era a las 13:00, quedaban todavia un par de horas y la rep se encontraba pletorica de energia, asi que ordeno un poco el apartamento e hizo una tabla de ejercicios con pesas pequenas: no queria que la masa muscular entorpeciera su ligereza. Despues, mientras el bubi dormitaba (por lo visto se pasaban los dias durmiendo y comiendo), la rep dedico un tiempo insolitamente largo a arreglarse. Incluso se probo varios atuendos. Al final escogio un mono color oxido de pantalones anchos con el cuerpo muy cenido. Ya iba a marcharse cuando, en un subito impulso, se puso una de las dos unicas joyas que tenia: un gran pectoral geometrico hecho con una lamina de oro tan fina y volatil como un papel de seda. Se trataba del famoso oro de las minas de Potosi, donde era sometido a un proceso quimico secreto que evitaba que las tenues hojas de metal se rompieran. Habia sido el regalo de una humana a quien Bruna salvo la vida en unos disturbios, cuando la rep todavia estaba cumpliendo su milicia y se encontraba destacada en el remoto planeta minero. Bruna habia hecho esos dos saltos de teleportacion, de la Tierra a Potosi y de alli otra vez a la Tierra, y, por fortuna, no parecia sufrir secuelas del desorden TP. Aunque nunca se podia estar del todo seguro.

– Cuidadito con hacer algo malo, ?eh, Bartolo? Sobre todo, ?no se te ocurra tocar el rompecabezas! Como te comas algo, te echo a la calle. ?Has oido?

– Bartolo bonito, Bartolo bueno.

Salio Bruna de casa, pues, arreglada como para acudir a una fiesta y un poco perpleja ante tanto exceso de cuidado. Pero iba animada, iba casi contenta, sintiendose sana y vigorosa, todavia lejos de su TTT. En pleno dominio de la perfecta maquinaria de su cuerpo. Una sensacion de bienestar que se empano bastante cuando, nada mas salir de su portal, pudo ver en la esquina, en el mismo lugar que la noche anterior, al maldito extraterrestre azuladoverdoso. Al omaa de paciencia perruna. Por todos los demonios, Bruna se habia olvidado de el, es decir, habia conseguido olvidarlo. Pero ahi estaba Maio, rodeado de un pequeno circulo de curiosos y dispuesto a eternizarse ante su puerta. ?Seria una costumbre de su pueblo? ?Un malentendido cultural? ?Deberia haber cumplido ella algun determinado ritual de despedida, como regalarle una flor o rascarle la cabeza o quien sabe que? La rep se mordio los labios con desasosiego, lamentando no haber prestado mas atencion a los reportajes de divulgacion de las culturas alienigenas. De repente, toda la fauna omaa parecia decidida a incorporarse a su vida. Era como una maldicion. Sin pararse a pensarlo, se acerco a Maio con paso resuelto.

– Hola. Mira, no se como sera en tu tierra, en tu planeta, pero aqui, cuando nos decimos adios, nos vamos. No es que quiera ser maleducada, pero…

– Tranquila, lo se. No has hecho nada mal. No necesitas decirme nada mas. Se lo que significa la palabra adios.

La frase sono como el siseo de una ola que rompe en la orilla.

– Pero, entonces, ?por que sigues aqui?

– Es un sitio bueno. No se me ocurre otro. Nadie me espera en ningun lugar. No es facil encontrar terricolas amables.

El sentido de la frase del bicho se abrio camino en la cabeza de la rep. Pero, entonces, penso, ?es que me considera amable a mi? ?A mi, que le he echado groseramente y ahora le vuelvo a echar? Pero, entonces, ?que malditas experiencias habra tenido? El panorama que dibujaban las palabras de Maio era excesivo para Bruna, era algo que no se sentia capaz de manejar. De manera que dio media vuelta y se marcho sin anadir palabra.

Caminaba deprisa y ya se habria alejado unos doscientos metros cuando alguien agarro su brazo desde atras. Se revolvio irritada creyendo que era el bicho, pero se encontro cara a cara con un personaje fantasmal y livido que le costo unos instantes reconocer.

– ?Nabokov!

Era la amante de Chi, la jefa de seguridad del MRR. La espesa madeja de su mono se habia soltado y ahora el cabello le caia por los hombros enmaranado y sucio. Parecia haber adelgazado a velocidad imposible en los tres dias que no se habian visto, o por lo menos el rostro se le habia afilado y la piel se atirantaba, grisacea y marchita, sobre el bastidor de unos huesos prominentes. Sus ojos febriles se hundian en dos pozos de ojeras y el

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