Bruna se ruborizo un poco mas. ?Como era posible que no se hubiera dado cuenta de que llevaba una sombra? Estaba perdiendo facultades. O tal vez el encuentro con la moribunda Valo le hubiera removido demasiadas cosas. Valo. Una piedra negra le peso en el pecho. Un oscuro barrunto de desgracia. La rep se puso en pie.

– Gracias por todo, Nopal. Te tendre informado.

Camino con decision hacia la salida y, al pasar junto a la mesa del inspector, se agacho brevemente y susurro a su oido:

– Voy a la sede del MRR. Por si me pierdes.

– Muchas gracias, Bruna -contesto el hombreton.

Y sonrio, granitico.

Nopal se quedo mirando a Bruna mientras se alejaba. Vio como se detenia un instante junto a Lizard, como le decia algo al oido y luego proseguia hacia la salida con su paso ligero y seguro. Era una criatura hermosa, una maquina rapida y perfecta. Medio minuto despues, el inspector se levanto y salio detras de la rep, grande y recio, con sus andares algo bamboleantes de marino en tierra. Era justo la antitesis del cuerpo de latigo de Bruna, penso Nopal.

El suave tamborileo sobre su cabeza le hizo advertir que habia empezado a llover. Las gotas caian sobre la cupula transparente y luego trazaban rapidos caminos de agua en la cubierta. Un palido resplandor se colaba por una grieta entre las nubes, y el cielo era un enredo de brumas en todos los tonos posibles del gris. Era un cielo perfecto para sentirse triste.

La tristeza era un verdadero lujo emocional, se dijo el memorista. Durante muchos anos el no se habia podido permitir ese sentimiento tranquilo y pausado. Cuando el dolor que se experimenta es tan agudo que uno teme no poder soportarlo, no hay tristeza, sino desesperacion, locura, furia. Algo de esa desesperacion adivinaba en Bruna, algo de esa pena pura que abrasaba como un acido. Claro que el jugaba con ventaja a la hora de intuir sus sentimientos. El la conocia. O, mas bien, la reconocia.

En sus anos de memorista, Nopal siempre habia actuado del modo que explico a la rep en el Museo de Arte Moderno: intentaba construir existencias solidas, compensadas, con cierta apariencia de destino. Vidas de algun modo consoladoras. Solo una vez se habia saltado esa norma personal no escrita, y fue en el ultimo trabajo que hizo, cuando ya sabia que le expulsaban de la profesion. Y esa memoria la llevaba Bruna. La Ley de la Memoria Artificial de 2101 prohibia taxativamente que los escritores supieran a que tecnohumanos concretos iban a parar sus implantes y viceversa; se suponia que era un conocimiento que podia generar numerosos abusos y problemas. Pero el trabajo de Bruna habia sido excepcional en todos los sentidos; era una memoria mucho mas amplia, mas profunda, mas libre, mas apasionada, mas creativa. Era la obra maestra de la vida de Nopal, porque, ademas, era precisamente su propia vida. En una version literariamente recreada, desde luego… Pero las emociones basicas, los acontecimientos esenciales, todo eso estaba ahi. Y, como uno es lo que recuerda, de alguna manera Bruna era su otro yo.

Desde el mismo momento en que entrego el implante, Pablo Nopal intento descubrir al tecnohumano que lo llevaba. Solo sabia que era un modelo femenino de combate y su edad aproximada, con una variabilidad de unos seis meses. El hubiera preferido que hubiera sido varon y un modelo de calculo o de exploracion, que eran los que permitian mas creatividad y refinamiento, pero las especificaciones las fijaban las plantas de gestacion y Nopal se amoldo. De todas formas habia sido liberrimo al crearla: se habia saltado todas las reglas del oficio. Pobre Husky: al ser su ultima obra, habia recibido el regalo envenenado de su dolor.

Durante los seis anos que Nopal llevaba buscandola, habia investigado a decenas de tecnohumanas. La unica manera de poder encontrar a la receptora de su memoria era hablar con ellas e intentar sonsacarles su trasfondo, de modo que se convirtio en un merodeador de reps de combate. Descubrio que a algunas tecnos les producian morbo los memoristas y termino cogiendole el gusto a esas mujeres atleticas y rapidas de cuerpos perfectos. Se acosto con unas cuantas androides, pero solo intimo de verdad con una: Myriam Chi. Que ademas no era una rep de combate, sino de exploracion: la conocio mientras el estaba frecuentando a una militante del MRR. De manera que su relacion con Chi estuvo libre de consideraciones utilitarias. Era una mujer muy especial: su memorista, fuera el que fuese, habia hecho una verdadera obra de arte. Terminaron siendo amigos y le hablo de su busqueda. Ella le hizo prometer que no diria nada a la androide cuando la encontrase, pero le ayudo. Gracias a Chi habia llegado a confeccionar una lista de las reps que le quedaban por explorar: eran 27, y Husky estaba entre ellas. Cuando la detective le habia hablado de Myriam en el museo, Nopal no habia sabido discernir si Chi se la habia mandado para ayudarle a el, o para que el ayudara a Bruna en su investigacion. Tenia pensado llamar a la lider del MRR y preguntarselo, pero la mataron antes de poder hacerlo.

La mataron, se repitio el hombre, sintiendo que el hiriente filo de la palabra le cortaba la lengua.

Tambien el padre de Nopal habia sido asesinado una noche por un delincuente cuando el memorista tenia nueve anos. Ese era uno de los nucleos de dolor que le habia implantado a la detective. Pero en la vida del escritor las cosas habian sido todavia mas duras, porque un par de meses mas tarde su madre se suicido. Despues llego el ano que paso en el orfanato, y cuando ya creia haber descendido a lo mas hondo del infierno, aparecio su tio y lo adopto; y ahi aprendio que siempre puede haber algo peor.

Nopal se removio en el asiento, sintiendose demasiado proximo al abismo. Cada vez que pensaba en su infancia, recordaba a aquel nino, Pablo, como si no fuera el, sino una pobre criatura de la que le hubieran hablado tiempo atras. Sabia que habian pegado a aquel nino, y que le metian durante dias en un sotano a oscuras, y que el crio estaba aterrorizado. Pero no guardaba ninguna memoria del interior de aquellas vivencias, de las tinieblas interminables del mugriento sotano, de la humedad al orinarse encima, del dolor de las quemaduras. Dentro de la cabeza de Nopal, ese nino que no era del todo el todavia seguia encerrado y maltratado. Con solo acercarse a ese pensamiento, la pena le llenaba los ojos de lagrimas y la angustia se le agarraba a la garganta como un perro de presa, impidiendole respirar con normalidad. Por eso Nopal intentaba no pensar y no recordar.

El escritor no sabia muy bien por que habia suavizado sus experiencias a la hora de verterlas en la memoria de Bruna. Quiza por compasion a la replicante, que venia a ser como una edicion a tamano natural de ese pequeno Pablo que llevaba dentro. O quiza un prurito profesional le hizo temer que, de ponerlo todo, el relato pareceria exagerado y poco verosimil. O tal vez callo cosas porque el verdadero dolor es inefable. Aun asi, dotar a la rep de sus propios recuerdos le habia servido a Nopal para aligerar el peso de su pena. No solo porque, en cierto modo, habia traspasado parte de sus desgracias a otro, sino, sobre todo, porque existia ese otro, porque habia alguien que era como el. Porque ya no estaba solo.

La soledad era peor que el encierro, peor que el sadismo de los companeros del orfanato, peor que los golpes y las heridas, incluso peor que el miedo. Nopal se habia quedado completamente solo a los nueve anos, y la soledad absoluta era una experiencia inhumana y aterradora. Desde el asesinato de su padre, el memorista no habia vuelto a ser necesario ni importante para nadie. Nadie le echaba de menos. Nadie le recordaba. Ni siquiera su madre habia pensado en el cuando se suicido. Era lo mas parecido a no existir. Pero esa replicante era en gran medida como el, tenia parte de sus memorias e incluso poseia objetos reales que provenian de la infancia de Nopal. Esa criatura, en fin, era mas que una hija, mas que una hermana, mas que una amante. Nunca habria nadie que estuviera tan cerca de el como esa androide.

La tarde del museo, cuando por fin habia obtenido la confirmacion de la identidad de Bruna y del termino de su busqueda, se le habia puesto la piel de gallina. Habia sido un momento hondamente conmovedor, pero por fortuna habia conseguido disimularlo: llevaba toda la vida aprendiendo a ocultar sus emociones. Nopal se habia sentido instantaneamente atraido por la rep. Era hermosa, era fiera, era dura y doliente y ardia en su interior igual que ardia el. Le parecio fascinante desde el primer momento, quiza porque intuyo la semejanza, y cuando al fin confirmo que ella era ella, aun le gusto mas. Pero no podia ceder a esa pulsion narcisista, se dijo el memorista. No podia hacerle el amor a la replicante.

Seria un acto contra natura, algo incestuoso y enfermizo.

Y el memorista, contra lo que muchos pudieran pensar, se consideraba un hombre altamente moral, casi un puritano. Solo que sus valores morales solian ser distintos de los de los demas.

No, era mejor seguir asi, se dijo Nopal: cuidaria de ella desde lejos como cuidaria de su criatura un dios benevolo. E intentaria disfrutar de ella, del alivio del dolor que le procuraba la existencia de Bruna, durante los pocos anos que le quedaban de vida. El memorista suspiro, envuelto en una pena delicada. La cafeteria estaba vacia y solo se escuchaba el blando golpeteo de la lluvia. Era un dia perfecto para experimentar la melancolia de

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