cuerpo le temblaba con violencia. Era el Tumor Total Tecno en plena eclosion. Bruna ya lo habia visto demasiadas veces como para no reconocerlo.
– Nabokov…
Valo seguia agarrada al antebrazo de Bruna y esta no se aparto, porque temia que la rep se viniera abajo si perdia el punto de apoyo. Estaba escorada hacia la derecha y no parecia capaz de mantener bien el equilibrio. Los grandes pechos artificiales resultaban ahora un anadido grotesco en su cuerpo roto.
– Habib me lo ha dicho… Habib me lo ha dicho… -farfullo.
– ?Que? ?Que te ha dicho?
– Tu tambien lo sabes, ?dimelo!
– ?Que se?
– Son como alacranes, peor que alacranes, el alacran avisa.
Tenia la mirada extraviada y su mano ardia sobre el brazo de Bruna.
– Nabokov, no te entiendo, calmate, vamos a mi casa, esta aqui cerca…
– Nooooo… Quiero que me lo confirmes.
– Vamos a casa y hablaremos…
– Los supremacistas. Son como alacranes.
– Si, son unos miserables, pero…
– Todos los humanos son supremacistas.
– Necesitas descansar, Valo, escuchame…
– Habib me lo dijo.
– Pues vamos a hablar con el…
Bruna intento mover un poco el brazo que Nabokov seguia aferrando convulsamente para liberar el ordenador movil y poder llamar al MRR a pedir ayuda.
– ?Venganza! -gimio la mujer.
La detective se alarmo.
– ?Eso te dijo Habib? ?Te menciono la palabra venganza?
Valo miro a Bruna durante unos instantes con ojos alucinados. Luego hizo una mueca horrible que tal vez pretendia ser una sonrisa. Sus encias sangraban.
– Nooooo… -susurro.
Solto a Husky y, haciendo un esfuerzo extraordinario, enderezo su cuerpo maltratado y consiguio reunir energia suficiente como para salir andando con paso relativamente firme y rapido. La detective fue detras y puso una mano en su hombro.
– Espera… Valo, dejame que…
– ?Suelta!
La mujer se libero de un tiron y siguio su camino. Bruna la vio marchar con inquietud, pero ya iba a llegar tarde a su cita con Nopal, y tampoco creia ser la persona mas adecuada para hacerse cargo de la enferma. Llamo al numero personal de Habib, que contesto enseguida. Su rostro se veia tenso y preocupado.
– Acabo de encontrarme con Nabokov y parece muy enferma.
– ?Por el gran Morlay, menos mal! -exclamo con alivio-. ?Donde esta? Llevamos horas buscandola.
– Te estoy mandando una senal de localizacion de mi posicion… ?La tienes? Nabokov acaba de irse a pie en direccion sur… Todavia la veo.
– Vamos ahora mismo para alla, ?gracias! -dijo Habib con urgencia.
Y corto.
Bruna tenia mas cosas de las que hablar con el lider en funciones del MRR, pero decidio que podian esperar. Urgida por la hora volvio a tomar un taxi, algo que se estaba convirtiendo en una funesta y carisima costumbre. A pesar del dispendio, cuando cruzo las puertas del Pabellon del Oso ya llevaba quince minutos de retraso. Nopal la esperaba sentado en uno de los bancos del jardin de entrada, con los codos apoyados en las rodillas, el lacio flequillo cayendo sobre sus ojos y desdenoso gesto de fastidio.
– De nuevo con retraso, Bruna. Te dire que es un habito muy feo. ?Tu memorista no trabajo bien tus recuerdos didacticos? ?Tus padres no te dijeron nunca que llegar tarde era de mala educacion?
La rep advirtio que el tipo la habia llamado por su nombre de pila, y eso la turbo mas que su sarcasmo.
– Lo siento, Nopal. Por lo general soy puntual. Ha sido una coincidencia, una complicacion de ultima hora.
– Esta bien. Disculpas aceptadas. ?Habias estado antes aqui?
Pablo Nopal parecia tener una rara predisposicion para citarla en sitios peculiares. El Pabellon del Oso habia sido construido cinco anos atras, cuando la Exposicion Universal de Madrid. La ciudad siempre habia tenido como simbolo a un oso comiendo los frutos de un arbol, y a la varias veces reelegida y casi eterna presidenta de la Region, Inmaculada Cruz, se le habia ocurrido celebrar la Expo modernizando el antiguo emblema. Hacia ya medio siglo que se habian extinguido los osos polares tras morir ahogados a medida que se deshizo el hielo del Artico. Unas muertes lentas y angustiosas para unos animales capaces de nadar desesperadamente durante cuatrocientos o quinientos kilometros antes de sucumbir al agotamiento. El ultimo en ahogarse, o al menos el ultimo del que se tuvo constancia, fue seguido por un helicoptero de la organizacion Osos En Peligro. La OEP habia intentado rescatarlo, pero la agonica zambullida final coincidio con el estallido de la guerra rep, de modo que los animalistas no lograron ni el apoyo ni la financiacion necesarios para llevar adelante el plan de salvamento. Solo pudieron filmar la tragedia. Tambien congelaron y guardaron en un banco genetico la sangre de ese ultimo oso, que en realidad era una osa, y de una treintena de ejemplares mas, porque durante algunos anos habian estado poniendo marcadores de rastreo y haciendo chequeos veterinarios a los animales que quedaban. Gracias a esa sangre, la presidenta Cruz pudo obtener su nuevo simbolo para Madrid. Utilizando un sistema muy parecido al de la produccion de tecnohumanos, los bioingenieros crearon una osa que era geneticamente identica al ultimo animal. Se llamaba Melba.
– Pues si, ya conocia este sitio -contesto Bruna.
Siempre le habia llamado la atencion lo de la plantigrada replicante, que ademas tenia mas o menos su misma edad. El Pabellon del Oso le parecia un lugar conmovedor y lo habia visitado unas cuantas ocasiones. Sobre todo en los atormentados meses despues de la muerte de Merlin, cuando le parecia estar derivando por el dolor del duelo al igual que Melba derivo en su solitario y cada vez mas reducido tempano antes de ahogarse.
– Yo hace mucho que no vengo. ?Nos damos una vuelta? -dijo Nopal poniendose en pie.
Bruna se encogio de hombros. No entendia las ansias turisticas y peripateticas que siempre mostraba el memorista, pero no queria llevarle la contraria en algo tan nimio. Atravesaron el pequeno jardin y entraron en el pabellon propiamente dicho, una gigantesca cupula transparente posada sobre el suelo. Inmediatamente sintieron un golpe de aire frio. Alrededor, todo parecia de hielo o de cristal, aunque en realidad se trataba de thermoglass, ese material sintetico e irrompible capaz de crear ambientes termicos. Caminaron a traves de una reproduccion de lo que debio de ser el Artico, con grandes rocas glaciales e icebergs relucientes flotando en mares de vidrio, hasta llegar a la larga grieta irregular que separaba a los visitantes de un lago azulisimo y unas plataformas de hielo que eran el hogar de Melba. Desde el borde del foso se podia contemplar al animal, si estaba fuera del agua y si no se habia escondido entre las rocas; pero lo mejor era bajar a la grieta. Eso hicieron ahora Nopal y Husky: se montaron en la cinta rodante como aplicados turistas y descendieron entre las paredes resbaladizas y cristalinas. La cinta iba muy despacio y en los muros de la grieta se proyectaba, en cinco pantallas sucesivas que se fundian unas con otras, la filmacion de los ultimos momentos de la Melba original. Realmente parecia que uno estaba alli, viendo como se partia el ultimo pedacito de hielo al que la osa pretendia aferrarse; como el animal nadaba cada vez mas despacio, como resoplaba al hundirse bajo la superficie, como sacaba con un esfuerzo agonico su oscuro morro del agua y lanzaba un gemido escalofriante, un grunido entre furioso y aterrado. Y como desaparecia al fin debajo de un mar gelatinoso y negro. Las imagenes, a tamano natural, dejaban mudos a los espectadores. Y en ese silencio sobrecogido llegabas al fondo de la grieta y la cinta te dejaba en la penumbra frente a una resplandeciente pared de agua. Era el lago artificial de Melba, contemplado desde el fondo del tanque a traves de un muro de thermoglass. Y ahi, con suerte, podias ver a la osa bucear, y jugar con una pelota, y retozar feliz soltando un hilo de burbujas por el hocico. Y de cuando en cuando se acercaba al cristal, porque ella tambien podia intuir a los visitantes y sin duda era curiosa.
Hoy, sin embargo, el animal no estaba. Bruna y el memorista esperaron un rato, con las narices heladas y el