Labari, que no dejan que vayan tecnos a sus mundos. Ellos si que son listos. ?Y por que nosotros si los admitimos? Porque somos unos calzonazos. Porque tenemos un gobierno de chuparreps y calzonazos.

El taxista tenia puesto el piloto automatico y seguia asomado por encima del respaldo soltando su perorata xenofoba y especista. Bruna penso: quiero estrangularlo. Penso: concentrate en recordar que tu disfraz funciona.

Penso: cuatro anos, tres meses y dieciseis dias, dieciseis dias, dieciseis dias…

Entro en el bar frustrada y nerviosa. La gorda Oliar la miro valorativamente con los parpados entrecerrados, como siempre hacia con un nuevo cliente. La detective vio que la mulata anotaba mentalmente los llamativos cardenales que la cadena habia dejado en su antebrazo y que la rep habia optado por no cubrir. No se le escapaba nada a la gran Oli.

– Hola. ?Que te sirvo?

– Vodka con limon natural y dos piedras de hielo.

Dijo el primer trago que se le ocurrio, algo muy definido y a la vez totalmente ajeno a sus gustos habituales, para reforzar el camuflaje. Obviamente la mujer no la habia reconocido. Se sintio optimista. Agarro el vaso y camino hasta el fondo de la barra, donde ya la estaba esperando el archivero.

– Hola. Creo que te conozco de algo -dijo Bruna, sonriendo.

Yiannis la miro de arriba abajo con escaso interes.

– Pues no se. Yo creo que no. No me suenas nada.

– Y yo te digo que si. Tu eres Yiannis Liberopoulos.

El viejo se enderezo, extranado.

– Si lo soy, pero…

– Yiannis, Yiannis, ?de verdad no sabes quien soy?

Hasta entonces, Bruna habia estado forzando un poco la gravedad de su tono, pero esta ultima frase la dijo con su voz normal. El hombre abrio desmesuradamente boca y ojos en una perfecta caricatura de la sorpresa.

– ?Bruna! No puede ser. ?Eres Bruna?

La rep rio.

– Chis, no hables tan alto… Veo que mi disfraz funciona… Yiannis, quiero que sepas adonde voy por si sucede algo… Pretendo infiltrarme en el PSH… Ire al Saturno, el bar que me dijo RoyRoy, e intentare conseguir una cita con Hericio.

Oli se acerco con un trapo en la mano y, mientras aparentaba limpiar el mostrador, pregunto:

– ?Todo bien por aqui, Yiannis?

– Todo bien.

La mulata se alejo y Bruna miro con afecto su espalda monumental. La gran gallina clueca siempre al cuidado de sus polluelos.

– Me parece muy peligroso, Bruna. Muy peligroso. ?Estas segura de lo que haces? -susurro el viejo con ansiedad.

– Totalmente segura. Y no anadas ni una palabra mas, Yiannis, o no volvere a decirte nunca nada.

El archivero torcio el gesto pero callo, porque la conocia demasiado. La rep suspiro. De hecho, ella misma no tenia tan claro lo que iba a hacer. Infiltrarse ahora entre los supremacistas parecia una temeridad y tal vez fuera un riesgo desproporcionado y sin sentido. Claro que a lo peor era justamente ese riesgo lo que estaba buscando, reflexiono Bruna; quiza al ponerse en peligro apaciguaba su culpabilidad de superviviente y su desesperacion de condenada a muerte. Matarse antes, joven como Aquiles, y asi ahorrarse el horror del TTT. La rep sacudio la cabeza para dejar escapar ese molesto pensamiento, para hacerlo ligero como un globo y desembarazarse de el, y su rubia melena biosintetica le rozo los hombros. Fue una sensacion imprevista y desagradable que le provoco un escalofrio.

– Yo tambien queria contarte algo, Bruna. Lo llevo viendo desde hace algun tiempo, pero cada vez es peor. Y esta manana ya ha sido algo verdaderamente escandaloso. He pedido una investigacion oficial.

– ?De que hablas, Yiannis?

– Del Archivo. Alguien esta manipulando los documentos, alguien esta falseando los datos para azuzar la revuelta contra los tecnohumanos.

Los archiveros centrales estaban sometidos a una rigurosa clausula de confidencialidad que les impedia hablar de su trabajo, y el viejo Yiannis, que era un hombre meticuloso y algo maniatico, siempre habia cumplido este precepto a rajatabla. Pero ahora estaba tan preocupado por la deriva de los acontecimientos que, por una vez, se sintio liberado de sus obligaciones, o mas bien deudor de una obligacion todavia mayor. De modo que explico a la rep las burdas alteraciones que estaba encontrando en los articulos.

– Y por eso he pedido una investigacion urgente.

– ?Y que te han contestado?

– No me han contestado nada todavia.

– Vaya.

Era preocupante, desde luego. Mercenarios, manifestaciones espontaneas que parecian cuidadosamente organizadas, connivencia de los medios informativos… Y ahora tambien el Archivo. Tantos flancos al mismo tiempo. Era como un baile, una danza siniestra bien ensayada. Viniendo hacia el bar de Oli, Bruna se habia fijado en las pantallas publicas: nueve de cada diez mensajes eran diatribas contra los reps en diversos grados de furor e intransigencia. Algunas declaraciones eran tan violentas que tan solo un mes antes hubieran sido censuradas por el Ministerio de Convivencia. Rememoro un par de venenosos alegatos y la boca le supo a hiel: tuvo que hacer un esfuerzo de reflexion y mirar a Yiannis y a Oli para no sentirse inundada por el odio a los humanos. Ademas la rep sabia bien que las pantallas publicas, pese a su nombre, no eran publicas en absoluto: los ciudadanos tenian que pagar una cuota mensual para poder subir sus imagenes y sus mensajes. Era una empresa privada, perfectamente controlable y manipulable. Una empresa que cualquiera podria contratar y utilizar para hacer una campana de intoxicacion. Bruna no podia, no queria creer que nueve de cada diez humanos desearan aniquilarla.

– Y otra cosa… A RoyRoy le han matado un hijo -anadio Yiannis.

– ?Los supremacistas? -pregunto la detective, espantada.

– ?Que tienen que ver los supremacistas? -dijo el archivero, desconcertado.

Yiannis y Bruna se miraron unos instantes en silencio, confundidos. ?Como se podia confiar en la comunicacion entre especies, si ni siquiera los amigos podian entenderse?, penso la androide con desazon.

– No, no, Bruna, perdona, no tiene ninguna relacion con lo que hablabamos antes… Digo que RoyRoy tambien ha perdido un hijo.

Tambien. Claro. El archivero estaba haciendole una confidencia personal y ella no se habia dado cuenta.

– Un chico de dieciseis anos. Recibio un disparo por error en un operativo policial. Paso por en medio casualmente y le reventaron la cabeza. Pobre RoyRoy. Esa es su tristeza, sabes. Esa pena que siempre se le nota por debajo de todo. Fue hace mucho tiempo, pero eso nunca se acaba.

Le gusta, penso la androide con sorpresa. La rep tuvo la subita intuicion, no del todo agradable, de que al viejo Yiannis le gustaba la mujer-anuncio. Claro. Otra madre sufriente, otro hijo malogrado. En los meses posteriores al fallecimiento de Merlin, cuando Bruna estaba perdida y desolada, Yiannis la habia recogido en su casa, la habia cuidado, habia conseguido ponerla de nuevo en pie. La androide le estaba enormemente agradecida por sus desvelos, pero siempre habia tenido la inquietante sospecha de que su amistad estaba basada en el dolor del duelo; que Yiannis habia hecho de su vida un templo en memoria de su hijo, y que lo que mas le atraia de Bruna era su sufrimiento por la perdida de Merlin. Como si pudieran compartir el agujero. Pero la androide no queria dedicar su corta vida al recuerdo. Que Yiannis se amigara con RoyRoy, que intercambiaran sus penas, que construyeran juntos una inmensa catedral en honor de los hijos que perdieron. A ella le daba igual.

– Ya ves, Bruna, cada cual va arrastrando su pequeno fardo. A veces me parece que los humanos… y los tecnos, desde luego… que somos como hormigas, todas caminando con el peso abrumador de nuestras vidas sobre la cabeza.

La rep detesto su tono de autoconmiseracion.

– Pero tu un dia me dijiste que la diferencia reside en lo que uno haga con eso -refunfuno la rep.

No soportaba ver al archivero tan planidero, tan obvio, tan adolescente. Enamorarse atonta, penso con cierto rencor.

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