de hielo, aunque las dos copas que habia tomado antes con el estomago vacio le habian dejado un zumbido desagradable en la cabeza. Pero la coherencia era la coherencia. Vio al fondo del local a su sombra, disimulando fatal detras de una pantalla interactiva, y decidio dedicarle una buena actuacion. En ese momento entraron en el bar dos apocalipticos repartiendo panfletos y haciendo campana.

– Hermanos, escuchad la palabra. Estais aqui perdiendo en el alcohol y el aturdimiento vuestro bien mas precioso, que es la vida… El mundo se acaba dentro de una semana… ?No cerreis vuestra mente a la Verdad!

Hubo un vago rumor de fastidio y la barman se apresuro a salir de detras del mostrador para echarlos, cosa que logro con facilidad. Eran unos iluminados bastante mansos. Bruna trago el pedazo de sandwich que tenia en la boca y hablo en voz alta, lo suficientemente alta como para ser oida en todo el local, aprovechando la momentanea atencion que habia suscitado el asunto de los apocalipticos.

– Os pareceran unos chiflados, y desde luego lo son. Pero es verdad que el mundo se esta acabando. Es decir, el mundo que conocemos. ?Quereis dejar que esos engendros tecnologicos terminen con los seres humanos? ?Los reps son nuestras criaturas! ?Nuestros artefactos! ?Los hemos hecho nosotros! ?Y ahora vamos a dejarles que nos exterminen? ?Son nuestra equivocacion! ?Pongamos fin a este peligroso error!

Al extremo de la barra sonaron unos pocos aplausos. Fue un exito que hizo que Bruna sintiera subir a su boca un sabor a hiel. Se le habia quitado el hambre por completo, asi que pago y, fingiendose un poco mas beoda de lo que estaba, subio a su habitacion, aparentemente para dormir.

Pero todavia le quedaba algo que hacer. Se arranco la peluca y las cejas; prescindio de los rellenos y se desnudo; abrio el bolso, saco el disolvente y limpio la silicona dermica que cubria su tatuaje. A continuacion se quito las lentillas y el maquillaje y tomo una rapida ducha de vapor. Suspiro de alivio al reencontrarse con Bruna en el espejo empanado. Tras vestirse con su ropa normal, un mono de latex de color violeta oscuro, guardo los utiles para disfrazarse y salio al pasillo extremando el sigilo. Cruzo el corredor desierto y, utilizando la llave del cuarto, abrio la puerta de servicio que comunicaba con la salida de emergencia. Eran las doce y media de la noche, estaba en un piso catorce y en la plataforma metalica exterior soplaba un desagradable viento frio que erizaba su piel aun humedecida por la ducha. Volvio a aplicar el chip de su llave al ojo inteligente que controlaba la escalera de emergencia, y los peldanos se fueron desplegando rapidamente a medida que ella iba bajando, produciendo un chirrido metalico inquietante que podria haberla delatado. Menos mal que los tintineos del cercano parque-pulmon servian de camuflaje. Bruna no habia pensado en eso, ni en el ruido de la escalera ni en la inesperada ayuda de los arboles artificiales. Le irrito su imprevision: estaba demasiado cansada para razonar bien. Menos mal que esta vez habia tenido suerte.

Llego abajo, salto a la calle y la escala se replego encima de ella: las llaves solo servian para bajar, nunca para subir. Por eso la androide se veia obligada a hacer lo que ahora iba a hacer. Dio la vuelta a la manzana, entro en el Majestic, se dirigio a la recepcion y pidio una habitacion. El encargado, un hombre palido de mejillas huesudas, se quedo mirandola con una expresion extrana. En un relampago de intuicion, Bruna penso: me va a decir que el hotel esta lleno. La androide se sintio temida, se sintio odiada, mas temida y mas odiada que nunca. Se sintio segregada, y una subita y angustiosa premonicion le hizo imaginar un mundo asi, una Tierra en la que los reps no pudieran entrar en los hoteles ni viajar en los mismos trams ni mezclarse con los humanos. Una gota de sudor frio resbalo por su craneo, en paralelo a la linea del tatuaje. Y en ese momento, justo cuando la inmovilidad del recepcionista empezaba a resultar anormal, el hombre rompio su quietud de piedra, carraspeo con incomodidad y le pidio a Bruna sus datos para poder inscribirla. No se habia atrevido, se dijo la androide; probablemente le habia pasado por la cabeza la idea que rechazarla, pero no se atrevio. Todavia seguia siendo ilegal la discriminacion entre las especies.

La alojaron en el piso doce, dos por debajo de Annie Heart, y la rep subio hasta su nuevo cuarto, en el que se habia registrado con su verdadero nombre, arrastrando los pies y un vago desconsuelo. Entro en la habitacion y se dejo caer de espaldas sobre la cama, sintiendo de repente todo el agotamiento de ese dia demasiado largo. El cansancio se acumulaba en sus musculos, en la parte inferior de sus piernas y sus brazos, como si la fatiga fuera agua y pesara en su cuerpo, aplastandola contra la colcha. Por un instante estuvo tentada de cerrar los ojos y dormir alli mismo, pero sabia que era mejor que volviera a casa. Con un esfuerzo de voluntad, giro en el lecho y engurruno el cobertor y las sabanas para que los robots de la limpieza tuvieran algo que hacer a la manana siguiente. Luego se levanto, agarro sus bartulos y volvio a dejar el edificio por la escalera de emergencia.

Camino un par de manzanas para que no pudieran relacionarla con el hotel y para verificar que no estaba siendo seguida, y despues tomo un taxi: estaba demasiado cansada para hacer economias. Bajo frente a su puerta y ahi se encontraba el alienigena, como siempre, en mitad de la noche, en la inmensa soledad de su corpachon. Y de su diferencia. La rep volvio a sentir que la congoja subia por su garganta y se la cerraba. Pobre Maio. Pobre Nabokov. Pobres victimas de Nabokov. Pobres todos. Cruzo frente al bicho sin querer mirarlo y se apresuro a poner su huella en la cerradura para abrir el portal. Debia de tener los dedos manchados de silicona cosmetica, porque tuvo que repetir el gesto varias veces. El malestar crecia en su interior y ya se estaba convirtiendo en un dolor de pecho. Cuatro anos, tres meses y dieciseis dias, penso, como quien musita una jaculatoria. Un mantra privado para momentos de angustia. Cuatro anos, tres meses y dieciseis dias.

– Son quince dias, Bruna. Son casi las dos de la madrugada. Ya es jueves -dijo la rumorosa, liquida voz de Maio.

La rep se quedo paralizada. En el silencio resono el mecanismo de la cerradura al abrirse, pero la detective no empujo la puerta. Volvio lentamente la cabeza hacia el alienigena y se miraron unos segundos sin pronunciar palabra.

– Si. Puedo leer tus pensamientos, Bruna. Lo siento. Quiza deberia habertelo dicho -susurro Maio.

Y sus palabras sonaban como granos de arena rodando suavemente por el interior de una cana hueca.

Al demonio, se dijo Bruna. No me importa nada. El bicho ha ganado. Que duerma en casa. Ya le buscaremos un lugar para vivir. Pero que no se crea que va a volver a meterse en mi cama.

– No te preocupes, Bruna, puedo dormir en el sofa. Muchas gracias -dijo el alien.

La androide resoplo, un poco exasperada: Cielos, penso, ?entonces…?

– ?… no hace falta que hable contigo, todo me lo adivinas sin que diga nada? -concluyo en voz alta.

– Oh, no, no, Bruna, es mucho mejor hablar normalmente, resulta mas comodo porque asi estamos al mismo nivel. Y ademas muchas veces lo que los humanos pensais no es lo que luego decis. Y lo que decis es lo que quereis que el mundo vea. Yo prefiero ver tus palabras y asi saber quien quieres ser por fuera.

A Bruna le parecio un razonamiento demasiado lioso para lo tarde que era, para su cansancio.

– Bueno. Dejalo. Entremos de una vez. ?Tienes hambre?

– No, gracias.

– Mejor. No se lo que comeis los alienigenas. Y no me lo cuentes ahora. No quiero oirlo. Solo quiero dormir.

Lo dijo con un tono aspero y grunon, pero lo cierto era que, de algun modo, Bruna se sentia bien por haberle dicho al omaa que pasara. Los monstruos unidos eran un poco menos monstruosos. Cuatro anos, tres meses y quince dias. Quince dias.

Bruna tuvo que reconocer que el omaa no molestaba nada, y eso que el bicho era muy grande y el apartamento mas bien pequeno. Ademas Bartolo y el se llevaban de maravilla; el bubi casi se volvio loco de contento cuando vio a su compatriota, y desde la llegada del alienigena la mascota no se apartaba de su lado: durmio enroscada a su espalda y ahora estaba encaramada en su hombro. Fue Maio quien preparo el desayuno para todos, acertando al milimetro con los gustos de la rep: lo de la lectura del pensamiento tenia sus ventajas. El alienigena tambien desayuno con una especie de cereal en polvo que mojo en caldo caliente, haciendo habiles bolitas entre los dedos con la pasta resultante. La rep le miro comer con fascinacion y luego vio como guardaba el sobrante de los alimentos en su mochila.

– Comida omaa. La venden en la seccion interespacial de algunos supermercados para gourmets, aunque bastante cara. Tambien puedo comer harinas vuestras, pero son mucho menos energeticas. Tengo que devorar kilos de pan terricola para que me alimente como estas bolitas. Ademas me gustan el queso y la fruta, y he aprendido a comer huevos. No estan mal de sabor, aunque si pienso lo que son dan un poco de asco. Pero nada de cadaveres, por favor. Ni carne ni pescado. Ni siquiera pasta de proteina marina. Le ponen camarones y otros

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