en remozar las calles de la ciudad que recorreria la comitiva. El unico elemento que no estaba bajo la jurisdiccion de la Comision de la Coronacion era el tiempo, y, por supuesto, no se porto bien. La semana antes de la ceremonia llovio cada dia, y el tiempo fue tormentoso, ventoso, lugubre; solo el dia de la entrada de Niki en Moscu el sol hizo su aparicion. Buen presagio. De modo que el 9 de mayo el zar y la corte recorrieron los seis kilometros que iban desde el palacio Petrovski al Kremlin. Miembros de la Guardia Imperial, la Guardia de Dragones, los husares y la Guardia de Lanceros, los granaderos y los regimientos de guardias ulanos estaban en filas de dos al fondo, los cosacos montados entre ellos, y la Policia de Moscu detras, a los lados de la calle, todo el camino desde la puerta de Tver hasta el Nikolski, todos ellos encargados de proteger la vida del zar.

Durante la coronacion de su padre la Policia descubrio varios intentos de asesinato, uno de ellos incluso con bombas escondidas en los gorros de los terroristas, de modo que se prohibio la tradicion de arrojar la gorra al aire a medida que pasaba el soberano. Pero la coronacion del padre de Niki habia seguido al asesinato de su padre, y aquellos tiempos de inquietud ya estaban muy atras para nosotros. Alejandro III habia muerto sentado en un sillon, no en la calle. Las avenidas estaban adornadas con banderitas para darle la bienvenida, y cintas azules, blancas y rojas, de los colores de nuestra bandera, se secaban lentamente al sol en sus postes, en la plaza. Los edificios a lo largo de su ruta habian sido pintados de blanco especialmente para la ocasion, y se habian adornado con ramas de pino, para dar buena suerte, todas las puertas que daban a la calle, y su aroma picante, acre y fresco cosquilleaba la nariz de todos los que esperabamos, un millon, con banderas en las manos, para ver al nuevo zar y sentirnos transportados por su vision.

Si, yo tambien estaba alli, asomandome desde la ventana de mi hotel, por encima de los rebanos de mujeres campesinas que llevaban sus panuelos anudados por debajo de la barbilla, con telas amarillas o con estampados o rayas de colores intensos, por encima de las mas guapas, que abrian sus sombrillas para protegerse del sol, por encima de las chicas de la ciudad, mas a la moda, que vestian sombreros con cintas dispuestas para que formasen grandes lazos o brotes de flores (vi a una mujer con un sombrero puntiagudo, que le daba el aspecto de un Pierrot), todos emocionados como si estuvieran en un circo. ?A quien no le gusta un circo?

Podiamos oir el gran desfile mucho antes de que llegara hasta nosotros: el saludo de veintiuna salvas que sono al principio de la comitiva, el obligado repique de las campanas de la iglesia -cientos de campanas que repicaban al estilo ruso, llevando los badajos con cuerdas hacia la campana y no haciendo oscilar las campanas contra los badajos-, y luego los hurras de la multitud ante nosotros, el sonido de botas que pisaban, de caballos, las trompetas y tambores de la orquesta de la corte, que iba avanzando con sus hombres todos de uniforme. La Guardia Imperial fue la que llego primero, con sus cascos dorados, luego los cosacos con sus sables, la nobleza de Moscu, con la orquesta tras ellos, el montero imperial, el caballerizo mayor y el maestro de los perros, los diversos regimientos de asiaticos con los uniformes y sus provincias sometidas -despues de todo, somos un pueblo muy vasto, que llegamos desde muy al este hasta muy al oeste, muy al norte y muy al sur-, los lacayos de la corte con sus pelucas blancas empolvadas, los negros de la guardia abisinia con sus gorras adornadas con borlas y sus casacas bordadas, la corte imperial de Petersburgo con todos sus atavios militares, viajando en coches o carruajes descubiertos, y luego Niki con su caballo gris, Normando, en cuyos cascos habian puesto herraduras de plata que, como mis zapatitos, ahora se encuentran en un museo de objetos historicos. Detras de Niki avanzaban los grandes duques con sus carrozas doradas, Sergio entre ellos, y luego la carroza roja y dorada de Catalina la Grande, con una replica de su corona montada encima, tirada por ocho caballos que transportaba a la emperatriz viuda, llorando porque solo trece anos antes se habia celebrado la coronacion de su marido y la suya propia. Detras de su carroza, otra: la dorada de la Verdadera Creyente Alexandra Fiodorovna, con la cara petrea y sin sonreir, porque la multitud se quedaba silenciosa y suspicaz cuando ella pasaba. «Levanta la mano y saluda, idiota -pense yo-. Sonrie.» ?Pensaba que ella era la unica que habia tenido que actuar ante un publico hostil? Con todas las intrigas del teatro y las claques de los balletomanos que vitoreaban a sus bailarinas favoritas y abucheaban al resto, yo habia aprendido hacia mucho tiempo a sonreir ante el rostro de mis enemigos, a atraerlos hacia mi terreno. Si hubiera sido yo la que hubiese ido en aquella carroza, habria pegado mi cara al cristal, habria sacado los brazos por la ventanilla y les habria saludado. Pero Alix no habia aprendido como yo, y cuando acabo la procesion a la plaza de la Catedral, cuando ella y Niki hicieron una reverencia a su pueblo tres veces en la Escalinata Roja, Sergio me dijo que lloraba abiertamente, la muy idiota. Detras de ella venian las carrozas de las demas grandes duquesas, que sabian comportarse mejor, y luego los diversos principes extranjeros a lomos de sus caballos. «Una buena banda de principes», como los describe Niki en su diario, principes de Alemania, Inglaterra, Francia, Grecia, Italia, Dinamarca, Rumania, Bulgaria, Japon, todos ellos para presenciar la que seria la coronacion del ultimo zar de Rusia.

Las procesiones las filmaron, como sabran, por primera vez en la historia de Rusia, los hermanos Lumiere de Lumiere Cinematographe, moviendo a mano las manivelas de sus camaras. Pero las peliculas y fotografias en blanco y negro de aquellos tiempos no pueden reflejar ese acontecimiento. Cualquier evento grandioso queda disminuido por una fotografia: todo en ella es pequeno, marron y silencioso, pero no habia nada marron ni silencioso mientras los coches y las carrozas y los regimientos pasaban a nuestro lado en una vibrante ondulacion de rojo, morado, verde, plata y oro, tanto oro que debio de ser como mirar embobado la corte de Luis XIV en Versalles. A veces me pregunto que ocurrio con todos aquellos pasos, aquellos programas, aquellos trajes y todos esos discursos pronunciados por sacerdotes y soberanos. ?Estan en algun sitio guardados, apuntados, conservados? No importa. Ya no hacen falta. Aquel dia las mujeres que estaban debajo de mi levantaron los brazos y vitorearon a Niki al pasar, y habia hombres a lo largo de toda la ruta que caian de rodillas y exclamaban: «?Moririamos por nuestro zar!». Pensaban que el era uno de ellos, y su deseo de morir por el lo probaba. Pero yo le mire en silencio mientras pasaba junto a la ventana de mi hotel y era como un extrano para mi, mi rostro un primo palido del suyo, aunque el no tenia ni idea de que flotaba por encima de el. Agarraba las riendas con la mano izquierda, la derecha permanentemente levantada saludando a todos y a nadie en particular. Para simbolizar su humildad al entrar en el Kremlin y empezar formalmente su reinado, llevaba su guerrera corriente del ejercito. Podia jugar a ser humilde porque nadie ni nada mas a su alrededor lo hacia, no fuera que alguien pudiese tomar la humildad del nuevo zar por debilidad. Pero iba cabalgando en medio de un espectaculo tan vasto, tan abigarrado y orgulloso, que me temo que una chispa debio de subir al cielo y metersele a Dios en el ojo.

Si, yo estuve en Moscu en la coronacion del ultimo zar, el ultimo emperador y autocrata de todas las Rusias, zar de Moscu, Kiev, Vladimir, Novgorod, Kazan, Astrakan, Polonia, Siberia, el Quersoneso Taurico, Georgia, senor de Pskov, gran duque de Smolensko, de Lituania, Volinia, Podolia y Finlandia, principe de Estonia, Livonia, Curlandia y Semigalia, Samogotia, Bialystok, Karelia, Tver, Yuguria, Perm, Viatka, Bulgaria, senor y gran duque de Novgorod inferior, de Chernigov, Riazan, Polotsk, Rostov, Yaroslav, Belozero, Udoria, Obdoria, Condia, Vitebsk, Mstislav y toda la region del norte, senor y soberano de los paises de Iveria, Cartalinia, Kabardinia y las provincias de Armenia, soberano de los principes circasianos y los principes de la Montana, senor del Turquestan, heredero de Noruega, duque de Schleswig-Holstein, de Storman, de los Ditmars y de Oldenburg.

Habria sido mas facil hacer una lista de lo que no era emperador.

Por supuesto, yo no estaba entre los dos mil invitados a la catedral de la Asuncion para la propia coronacion, ni tampoco estaba en la lista de invitados para ninguno de los desayunos o almuerzos o cenas o revistas militares o bailes. No, yo vi las procesiones con la gente comun y con ellos corri al Gran Palacio del Kremlin para ver el espectaculo de luces de aquella noche. Grandes proyectores enviaban rayos de luz blanca hacia el cielo y a traves del balcon que dominaba la orilla izquierda del rio Moskova, y alli Niki y Alix salieron, asi iluminados, a saludar a la multitud. El alcalde de la ciudad entrego un ramo de flores en una bandeja de plata a la nueva emperatriz, y cuando ella cogio la bandeja de manos de el, un interruptor oculto envio su mensaje a la central electrica de Moscu, que a su vez envio la corriente necesaria de vuelta para iluminar todas las pequenas bombillitas rojas, verdes, azules y moradas que se habian colgado a lo largo de la aguja de San Juan el Grande, y todas las cupulas, tejados y antepechos de las iglesias y todos los arboles de los patios y todos los edificios altos dentro del Kremlin. Yo respingue igual que todos los demas, pero en realidad era un truco muy viejo. En Pascua, los sacerdotes de San Isaac tendian una larga cuerda aceitada a traves de la parte superior de las velas votivas apagadas que

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