que se aproximo a la balaustrada. ?Que otra cosa podia hacer yo, sino acercarme?

Bueno. Ese fue nuestro segundo encuentro, y la verdad es que no fue gran cosa. Comprendi a partir de entonces que no iba a ser tan facil para mi como lo habia sido para la princesa Ekaterina Dolgoruki, cuyo amante, el zar, no se escondio detras de la balaustrada de un balcon, sino que preparo con todo atrevimiento el encuentro con ella en el Jardin de Verano, en aquellas alamedas entre los tilos, y con el mismo atrevimiento la sedujo una tarde en el pabellon Babigon, en Peterhof, un bonito dia de julio, mientras el golfo de Finlandia brillaba en la distancia y a su alrededor todo era calor y perfume y petalos de flores estrujados entre los dedos de ella.

No. Aquellas semanas siguientes yo recorri la ciudad arriba y abajo con el cochero ruso de la familia que le suplique a mi padre que me cediera. No todas las casas podian permitirse tener un cochero propio, especialmente uno ruso con una librea que tenia siglos de antiguedad, y que llevaba los brazos tendidos muy tiesos ante el como en el port de bras del ballet, y mientras avanzabamos por las calles, gritaba a voz en cuello a todos los demas carruajes, coches y personas que se cruzaban en nuestro camino. Aunque yo queria que la gente lo viera, y que me vieran a mi tambien, igual podria haberme quedado en casa, porque aunque circulamos velozmente a lo largo del Morskaya, recorrimos la Perspectiva Nevsky, aplaudi las carreras en el Horse Menage, e incluso, en un ridiculo acto de desesperacion, recorri a pie una y otra vez la calle Karavannaya, atravesando la plaza Anichkov, el zarevich no se fijo en mi en absoluto. El escenario de mi seduccion no debia ser Petersburgo, aunque yo entonces no lo sabia, sino, sorprendentemente, el campamento de verano de Krasnoye Selo, en agosto.

La Guardia Imperial de Petersburgo y docenas de regimientos de las provincias convergian en Krasnoye Selo para las maniobras de verano, lejos del calor de Petersburgo y sus remolinos de polvo. Eran 130.000 hombres con sus tiendas de lona clara, erigidas junto al gran campo de desfiles a lo largo de las orillas de los rios Dudergov y Ligovka. ?Como les gustaban a los Romanov sus uniformes, sus clarines y sus caballos! El bisabuelo de Niki, Nicolas I, lloraba al ver a un gran grupo de soldados uniformados. Habia guerreras blancas y rojas, las largas casacas azules con cinturon dorado de los cosacos, los granaderos dorados, con sus casacas grises y sus cascos altos y dorados… cada regimiento tenia sus propias charreteras, cintas, trenzas, cruces, medallas, ornamentos, tocados. Algunos regimientos llevaban papakhii de cordero decolorados, otros cosacos llevaban lana oscura, otros oficiales llevaban gorras de visera festoneadas con plumas y medallones. Casi hasta el final de su vida, Nicolas jugaba con los uniformes de sus regimientos y anadia una hilera de botones por aqui, otra trenza dorada por alla.

Tenia talento como artista, ?saben? Habia aprendido a manejar los pinceles y las acuarelas con Kyril Lemoj, el conservador artistico del Museo Ruso de Alejandro III. Pintaba paisajes. Yo vi unos pocos. En uno de los bocetos no habia figura alguna, solo un arbol, un campo, una carretera de tierra roja que brillaba como el ladrillo bajo el sol. En otra, un barquito pequeno de madera acababa de alejarse de la orilla y se podia ver a una figura solitaria agachada en su interior, dos hombres en el borde mismo de la tierra, que se suponia que habian empujado el barquito hacia el agua para su amigo, y un punado de abedules altos, muy altos, al fondo, que empequenecian a todos. Eran cuadros de un muchacho que amaba la naturaleza y que en ella encontraba un lugar donde un zar no era un gigante, sino, sencillamente, una parte de un conjunto mucho mayor. Pero Niki abandono la pintura, sin hacer mas que algun boceto en su libreta de recuerdos de los regalos que le daban. Y mas tarde, supongo, los uniformes se convirtieron en el papel en el cual dibujaba.

Ese gran despliegue en la vasta llanura de Krasnoye Selo resplandecia con el calor de finales de julio. Las oleadas ardientes se calmaban solo cuando alcanzaban los bosques y colinas que marcaban las fronteras del enorme espacio herbaceo, el cual servia como escenario para la marcha de precision, las medidas vueltas y ataques con sable y bayoneta. La elite de la sociedad petersburguesa aparecio alli para la Gran Revista, sentados todos en sus graderias a la sombra de unos arboles; las mujeres con vestidos blancos de verano, con sus sombreros y parasoles hinchados por la brisa, ondulando como las hojas y amentos de los abedules que estaban por encima de ellos. Los ministros de la corte estaban de pie con sus faldones y sus chisteras junto a las tiendas del Monticulo del Emperador, y el zar, la emperatriz y los grandes duques y duquesas inspeccionaban las tropas desde sus caballos y sus carruajes; luego se unieron a los ministros e inspeccionaron las filas y filas de hombres que llenaban la llanura, marchando al unisono, con los estandartes bien altos. Las dos guerras siguientes en las que lucho Rusia fueron desastrosas para esta, dejando a hombres como aquellos y millones mas muertos en los campos de batalla de Europa y Rusia. Pero entonces nadie lo habria sospechado.

No, aquel verano de 1892, en Krasnoye Selo, aquellos actores permanecian erguidos en la gran llanura, representando batallas que nunca perdian.

Sin embargo no bastaba con aquel teatro. Tenia que haber entretenimiento nocturno tambien.

De modo que se construyo un teatro de madera al estilo ruso en Krasnoye Selo, tan grande como el Mijailovski en Peter, un lugar hermoso, con galerias vestidas con colgaduras de seda rayada y volantes llenos de borlas, en el que los artistas actuabamos dos veces a la semana durante julio y la primera parte de agosto, cuando los grandes duques y el emperador y su familia venian al campamento, dejando atras sus palacios de marmol para establecerse en las graciosas villas de madera con entoldados de lona y amplias verandas. Por las noches, todos los artistas de teatro permaneciamos firmes en las ventanas del mismo que daban a la entrada privada imperial, para saludar al sequito imperial mientras iban desembarcando de sus landos y sus troikas. Los hombres llevaban toda la parafernalia militar incluso al teatro. Los grandes duques se sentaban todos en la primera fila; en la segunda y tercera se situaban los oficiales, con las damas despues y los oficiales de menor graduacion detras, y en unos palcos situados enfrente unos de otros se colocaban la familia imperial y las familias de los ministros de la corte y de los militares. Para hacer los giros yo solia fijar la vista en las medallas y condecoraciones que brillaban en el pecho de los hombres.

Los grandes duques, el emperador y el zarevich siempre pasaban despues de comer a charlar con los bailarines o a ver los ensayos, y subian al escenario entre los diversos entretenimientos de la velada, primero una comedia y luego un divertimento de ballet, para saludar a todos los que actuaban. Una gran belleza, algo que yo no poseia, podia dar forma a tu destino. Y por tanto, yo trabajaba mucho mas aun para realzar la mia, con mis lindas manos, mis pies pequenitos y mi conversacion vivaz y animada. Como mi padre, siempre he sido muy alegre, con el don de hacer que los que estan a mi alrededor tambien lo esten. Y por eso Nicolas se vio atraido finalmente hacia mi, por mi encanto. Me buscaba al salir del escenario y se quedaba de pie al sol para hablar conmigo, ensenando sus blancos dientes al oir mis bromas, mientras yo intentaba esconder los mios, torcidos. A veces le tocaba un boton de la casaca o me levantaba en pointe o hacia volar pajaros con mis manos, en mi arrobo al estar tan cerca de el. Habia observado que Niki parecia mucho mas a gusto con aquellos que estaban siempre felices, como nosotros, los artistas de teatro, o como sus primos alborotadores, los Mijailovich, o sus companeros oficiales en el campamento, con los cuales Niki bebia hasta emborracharse y hasta que todos jugaban a «los lobos», un juego que implicaba arrastrarse desnudos por la hierba, aullando y mordiendose unos a otros, y luego beber a cuatro patas de unas tinas de champan y vodka que sus serviciales criados levantaban para el placer de sus jovenes amos. Una tarde, en mis prisas por no perderme la oportunidad de conversar con el antes del ensayo, di en el pequeno escenario con el vientre uniformado del propio emperador, que echo una mirada a mi rostro sonrojado y dijo:

– Seguro que has estado flirteando…

Pero estaba equivocado. ?Tenia prisa por ponerme a ello! Mis breves momentos con el zarevich en el campamento eran mas importantes para mi que la actuacion de la noche, y aun eran lo unico que tenia de el.

Pero no solo conversaba con Nicolas, porque, ?donde iba a encontrar a tantos hombres Romanov reunidos en un solo lugar al que tuviera acceso? Intente encandilar a todos los que tuvieran titulo (?quien sabe el uso que podrian tener algun dia para mi?), incluido el Gran Duque Vladimir, uno de los muchos tios de Niki, que sirvio como ministro de los Teatros Imperiales y que era un gran amante de las artes. Era ya viejo, pero aun asi valioso, dada su posicion. El venia a sentarse a mi camerino y me visitaba mientras yo me pintaba los labios de rojo. No hablaba, mas bien atronaba dondequiera que iba, y en todo el teatro se podia oir su vozarron desde el palco mientras comentaba cosas sobre las bailarinas.

– ?Que es eso? ?Que es eso? ?Un gorrion? -gritaba al ver aparecer a una chica muy joven y delgada, pobrecilla, dando unos cuantos pasos endebles. O aullaba cuando caia el telon sobre el primer acto de un ballet que no le gustaba-: ?Vamonos a casa!

Vladimir creia que debia ser zar en lugar de gran duque, y actuaba como un zar a pesar del orden de

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