nacimiento que habia llevado a su hermano Alejandro al trono. La esposa de Vladimir, Miechen, segunda mujer en rango del Imperio, se comportaba tambien como una zarina. Su venta benefica anual de Navidad en el Salon de los Nobles anunciaba la temporada vacacional en Peter. Emperatriz Vladimir, la llamaba la madre de Niki, mordaz. El dia que el tren del zar descarrilo en 1888 y casi aplasto a la familia imperial mientras se estaban comiendo un budin de chocolate en el coche-restaurante fue un dia cercano al triunfo para Vladimir.

– Nunca volveremos a tener una oportunidad como esta -susurro indiscreta Miechen a sus amigos de la corte. En Krasnoye Selo, Vladimir me dio una foto suya para que la colocase en mi camerino. Si, la familia imperial firmaba fotos suyas para sus intimos, igual que hacen las estrellas de cine para sus fans hoy en dia, y en la mia, Vladimir escribio las palabras «Bonjour, douchka», que significa «carinito», y suspiraba diciendo que era demasiado viejo para mi.

Es verdad que era demasiado viejo para mi, pero Niki no, y justo cuando parecia que mi apasionado flirteo de dos semanas con Niki el husar -antes de que el tren programado me llevase a treinta verstas, de vuelta a Peter- habia fracasado sin conseguir el efecto deseado, y solo faltaba una semana de maniobras, de repente me pidio que le esperase en la alameda que habia tras el teatro, despues de una representacion, aquella noche de agosto. Queria volver por donde habia venido a su villa despues de cenar para llevarme a dar un paseo en troika. ?Tengo que decir cual fue mi respuesta? ?Que habia inspirado aquel subito y poco habitual atrevimiento por su parte? Yo le habia visto mirandome con especial interes desde el palco imperial, que en aquel teatro estaba disenado para que pareciese un sombrero de campesino ruso. Debio de ser mi traje de tul de aquella noche, con el corpino bordado con dos grandes flores que quedaban encima de cada uno de mis pechos; o quiza lo que baile, porque mientras las otras chicas aquella noche habian representado a una bandada de aves o un cardumen de peces, a mi me habian concedido el adagio, el dueto amoroso, con las manos tiernamente colocadas encima de los antebrazos y hombros de mi caballero. Recuerdo que cuando me llego la invitacion de Niki, me costo mucho atarme el fajin de mi vestido blanco de verano y prepararme en mi camerino aquella noche, y que el pelo se me alborotaba, apartado de la cara como la peluca loca del doctor Coppelius. El pasadizo cubierto hacia el teatro estaba desierto cuando sali, la mayoria de los bailarines ya habian abordado el tren de vuelta a casa hacia la capital y el teatro mismo se habia quedado oscuro. Un latido diminuto aleteaba en la base de mi garganta. ?Y si el no venia a buscarme? Tendria que ir andando hasta la villa donde mi hermana mayor, Julia, que tambien era bailarina, conversaba con su galan, y llorar ante ella como una nina diciendole que habia perdido el tren. Fui pues a la alameda con algo de inquietud, y alli me quede sola, intentando arreglar un poco todas mis cosas, incluidas las emociones, que estaban muy alteradas. Espere. Ante mi se abria el paseo arenoso y amarillo, que ahora se habia vuelto oscuro y granuloso, vacio, hacia la nada. En el parque y el jardin que habia junto al teatro los insectos veraniegos formaban oleadas de sonidos, que llegaban al cenit y luego bajaban. Muchas son las estrellas de la noche rusa, y alli, a veinticinco kilometros de la capital, el cielo era una llanura surcada de estrellas por encima de la tierra esteril y dificil de abajo. Al final oi las campanillas de una troika y ante aquel sonido fui lo suficientemente sensata como para sentir un poco de temor premonitorio. ?En que viaje me estaba embarcando, y que consecuencias tendria? Pero no podia retroceder, no debia retroceder. Aparecio la troika, las linternas que pendian de esta hacian temblar las estrellas del cielo y las arremolinaban todas en torno al zarevich, que resplandecia como un santo en un iconostasio. Me tendio una mano, con una sonrisa, me ayudo a subir al asiento que estaba junto a el e iniciamos nuestro veloz viaje, conduciendo aquella troika a traves de los campos de maniobras y del pequeno pueblo donde todas las calles y vias publicas estaban vacias, como por decreto. Esas calles, ese pueblo, esas ciudades, la propia Rusia, una sexta parte de la masa terrestre, le pertenecian a el (o pronto le pertenecerian), y cuando estaba a su lado, me pertenecian a mi tambien. Lo que exhibia aquella noche ante mi, cuando me conducia a traves de la llanura, o me «raptaba», como lei mas tarde en su diario, ?que era, el campo o el mismo?

No es facil conducir una troika, no se si lo saben. De los tres caballos, solo el de en medio lleva riendas, y es precisa toda la fuerza y destreza del conductor para girar bien. A los rusos nos encanta la velocidad, y Nicolas estaba haciendo ostentacion de su destreza en la carrera de obstaculos del pueblo, en la extension oscura del campo de desfiles. «El» queria impresionarme a «mi». Me sonrio sin apartar sus ojos brillantes de los caballos, de la carretera amarilla y polvorienta, enjuagada a lo largo de todo el dia por barriles de agua traidos desde el rio Ligovka en carromatos de caballos, humedecidas ahora por el relente nocturno. Yo era ahora la que me mostraba demasiado timida para mirarle a «el», aunque le atisbaba de reojo. Y puedo asegurarles esto: toda la belleza de la familia se concentraba en Niki, quien no tenia la nariz chata ni los ojos saltones de su hermana Xenia, ni la cara consumida como de vaca de su hermana Olga. Ninguna foto hace justicia al equilibrio y la nobleza de su rostro. Y aquellos ojos… nadie que veia aquellos ojos de un azul palido podia olvidarlos. Pero estos eran algo mas que una herramienta de seduccion: los usaba para taladrar el alma. Si yo tenia los ojos de un hada, los suyos eran los de un dios.

El pais creia, como ya sabran, que sus zares eran divinos.

Acabamos en la villa del pretendiente de mi hermana, Ali, despues de todo, a primeras horas de la manana. El compartia la villa con su amigo Schlitter, un companero oficial, y vaya entrada la que hice yo alli, del brazo del zarevich… No como la hermanita pequena gimoteante que habia perdido el tren, sino como Venus triunfante. Los cinco cenamos y luego reimos durante horas. Schlitter ponia carga larga y decia:

– Ni vela para Dios ni atizador para el demonio.

Porque el era el unico hombre que no tenia mujer. Aquella ocurrencia me gusto mucho, ya que significaba que el zarevich formaba pareja conmigo.

Al menos durante un momento.

Oi decir que en los primeros meses de su matrimonio invernal con Alix, Niki la llevo tambien a dar paseos nocturnos en un trineo a traves de las calles de Petersburgo, y por encima del helado Neva.

?Que tipo de esposa habria sido yo para el? ?Habria compartido su futuro, la prision y una muerte de martir?

Esto si que puedo asegurarselo: si yo hubiera sido su mujer, ese no habria sido su futuro.

El talento de nuestra familia eran nuestros diamantes, nuestros rubies, nuestras perlas

Mi madre se caso dos veces, y antes, durante unos pocos anos, fue bailarina. Era miembro del corps de ballet, una de las chicas que formaban la fila del fondo del escenario, una «chica al lado del agua», como las llamabamos: las de la categoria mas baja que estaban siempre en la parte de atras, rozando con los omoplatos alguna pieza del decorado en la que inevitablemente se habia pintado un gran lago. Mi madre, Julia, dejo el teatro para casarse y tener una familia, y cuando murio su primer esposo, Lede, se caso con mi padre, Felix. Era lo bastante guapa para haberse casado todas las veces que hubiese querido, con un rostro redondo y los ojos suaves. En la foto suya que guardo junto a mi cama lleva el cabello arreglado con tirabuzones, la frente despejada y una trenza como una corona sujetandolo todo. Ella amo mucho a sus dos maridos, y con ellos tuvo trece hijos, cuatro de ellos de mi padre. Yo era la menor.

Mi padre era famoso sobre todo por su mazurca. Los polacos bailan la mazurca de dos maneras: una para los caballeros, con movimientos elegantes, y la otra como los campesinos, golpeando con los pies en el suelo, sin deslizarse con suavidad y arrojando los sombreros al aire. Si, el bisabuelo de Niki, Nicolas I, vio bailar la mazurca a mi padre y quiso tenerlo para el solo. En el escenario ruso, mi padre interpreto para el no solo la mazurca, sino tambien los principales papeles de nuestros ballets durante los sesenta anos siguientes, y su carrera duro tres veces lo que la de la mayoria de los bailarines. En el Ballet Imperial cultivabamos dos tipos de bailarines: clasicos y de caracter. Ahora, por supuesto, ninguna compania puede permitirse hacer eso, tienen un pequeno numero de bailarines clasicos, muchos menos de cien, y cuando montan grandes ballets el escenario esta muy vacio. Pero entonces, con los fondos del zar, ah, si, teniamos muchisimos bailarines, tanto clasicos como de caracter, ambos tipos celebrados por el publico y el emperador. A veces eramos mas de doscientos apinados en el escenario, y si

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