se necesitaban aun mas cuerpos, el zar nos prestaba a alguno de sus regimientos. Mi padre no solo era un gran bailarin, sino un gran actor y un gran comico. Con su amigo, el bailarin Timofei Stukolkin, cuando interpretaban a los cacos de Los dos ladrones, no solo corrian por el escenario, sino que incluso trepaban por el foso de la orquesta mientras el publico se reia a carcajadas. Cuando yo era muy pequena, mi padre me llevo a una funcion de tarde para que le viera bailar en el Bolshoi, en Petersburgo. Ya me gustaba mucho el teatro y suplicaba que me dejaran ir. Si mi padre no me llevaba, yo lloraba. Si lo hacia, se quejaba de que despues no dormia en toda la noche. Yo daba la lata a mi madre para que me hiciera un traje de ballet, y asi poder bailar y posar ante los espejos de nuestra sala de baile, donde mi padre daba las lecciones de mazurca. En ocasiones el cedia y me llevaba al teatro. Recuerdo la primera vez, una sesion de tarde. Como hoy en dia, estas estaban repletas de ninos con sus cuidadoras y ancianas con sus impertinentes. Yo tuve el privilegio de sentarme en uno de los palcos de los artistas, entre bastidores, un lugar muy especial desde el cual podia ver no solo la accion de la funcion, sino tambien la del entreacto, cuando caia el telon y tras el los tramoyistas bajaban el siguiente escenario y levantaban el primero, y se barria y fregaba el suelo y los ayudantes de camerino daban puntadas al tirante roto de un vestido mientras la persona que lo llevaba se agitaba, impaciente. La obra de aquella tarde, creo recordar, fue Le Petit Cheval bossu, en el cual mi padre representaba al kan en su tienda llena de alfombras. Todos nuestros ballets estaban basados en cuentos de hadas franceses y alemanes, hasta que mi padre y sus amigos, que se reunian los sabados por la tarde en casa de Stukolkin, sugirieron al viejo maestro St. Leon que basara un ballet en algun cuento de hadas ruso. St. Leon se encogio de hombros y confeso que no conocia ninguno. Al oir esto, Stukolkin salio corriendo y saco un libro de cuentos de los estantes de la habitacion de sus ninos, aparto el samovar y el te y leyo en voz alta el cuento de El caballito jorobado, de Ershov, y alguien lo fue traduciendo linea por linea al frances para que St. Leon lo entendiera. Y asi, el cuento de la zarina doncella e Ivanushka el Loco se convirtio en ballet, y St. Leon, inspirado, asistio a lecciones de ruso y aprendio a hablarlo con fluidez, mas de lo que se podia decir de su sucesor como maitre de ballet, el obsequioso frances Marius Petipa. De modo que yo estaba aquella tarde en el teatro, viendo a mi padre representar al antiguo kan de los kirguises kazajos que echa de menos a la joven zarina doncella pero averigua despues de raptarla que no se dejara poseer. Al final, transtornado por la pasion que siente por ella, salta a un barril con agua hirviendo y ella se casa con Ivanushka el Loco. Al cabo de unos pocos anos yo representaria mi primer papel infantil en ese ballet, como parte de una bacanal submarina. Al final del segundo acto, el caballito y un nino campesino bucean en el fondo del mar para encontrar el anillo perdido de la zarina doncella, y alli fue donde me encontre yo, en un cuadro vivo con todos los habitantes del mar. Pero en esta ocasion que les cuento yo solo tenia tres anos, y estaba tan silenciosa y arrobada viendo como la noche se convertia en dia en el escenario y el viento dejaba paso a los truenos, mientras los tramoyistas trabajaban en las maquinarias, que mi padre se olvido de que estaba sentada junto a el en el palco de los artistas y se fue sin mi a su camerino a quitarse el maquillaje. Luego volvio tranquilamente a casa, en la Perspectiva Liteini. Solo cuando mi madre le pregunto: «?Donde esta Mala?», mi padre exclamo: «?Dios mio, me la he dejado alli!» y corrio de vuelta al teatro. Me encontro donde yo me habia escondido, debajo del asiento, esperando la representacion de la noche. Todo artista tiene su historia de la primera vez que se vio seducido por su arte, y esta es la mia.

Despues de que muriese mi padre, encontre el diario encuadernado en piel donde anotaba con su clara caligrafia la lista completa de sus companeros. El ultimo nombre, al final de la pagina, era el mio, subrayado. Al ver aquella marca hecha con tinta negra me eche a llorar, porque aquello me dijo que el seguia estando orgulloso de mi, a pesar de mis desgraciadas circunstancias personales. Si, yo era consciente de que, aunque consideraba mi vida como un gran triunfo, para mis padres era una deshonra. Los amigos de mis padres eran todos, como ellos, polacos catolicos, y ninguna de las hijas de sus conocidos se habia convertido en amante de nadie… antes de la Revolucion. Despues de esta, claro esta, las chicas de las mejores familias andaban por las calles de Petersburgo vendiendose por un trozo de jabon. Pero eso todavia no habia pasado, fue mas tarde. No, mi vida privada no era la que mi padre habia querido para mi. Eramos una familia de artistas orgullosos, mi abuelo fue tenor en la opera de Varsovia, con una voz tan bella que el rey de Polonia le llamaba «mi ruisenor», y mi padre esperaba que nos convirtieramos en una dinastia teatral como los Petipa o los Gerdt, todos, padres e hijos, trabajando en el Mariinski y casados con companeros bailarines. Mi hermano Iosif ya se habia casado con una coryphee, Sima Astafieva, y el, mi hermana Julia y yo nos habiamos graduado en las Escuelas Imperiales de Teatro. Todos habiamos representado papeles infantiles en las companias de ballet, como marionetas, cupidos, ninfas y pajes. Cuando eramos cupidos llevabamos unos tocados bordados con hilos de oro; cuando eramos ninfas llevabamos guirnaldas de rosas; cuando eramos silfides nos hacian volar con un aro cosido en la parte de atras de nuestros vestidos y metido en una cuerda por el operario, con una sonrisa en el rostro que disfrazaba nuestro terror mientras nos llevaban con la manivela por el aire e intentabamos colocar los brazos en las poses requeridas. Contemplabamos los ensayos de la tarde en el gran teatro Mariinski desde un palco hasta que nos tocaba el turno de ensayar en el escenario a nosotros, un poco timidos frente a un teatro tan vacio y silencioso, con las grandes aranas y los asientos de terciopelo cubiertos con una lona marron para protegerlos del polvo. Antes de la actuacion nos vestian, y las damas de compania usaban algodon en rama para pintarnos unos circulos de carmin en las mejillas. Y ya estabamos en el escenario, donde intentabamos con todas nuestras fuerzas no mirar hacia el publico, al oro y blanco y azul de la cuarta fila, la platea, los palcos, el gallinero; intentabamos no aspirar el aroma a bombones, cuero y tabaco, y tratabamos de concentrarnos en nuestro pequeno mundo en el escenario. Cuando nos graduamos, todos bailamos con el Ballet Imperial, mi hermano como bailarin de caracter, mi hermana como clasica. Julia tenia seis anos mas que yo, la llamaban Kschessinska I y yo era la Kschessinska II, hasta que, por supuesto, yo la sobrepase y entonces me converti sencillamente en M. Kschessinska. Nuestro talento familiar venia a ser nuestros diamantes, nuestros rubies, nuestras perlas, y el talento de mi padre era tan abundante que desbordaba del escenario e invadia nuestra propia casa.

En su tiempo libre habia hecho una maqueta del teatro Bolshoi de San Petersburgo, ese edificio ahora demolido, aunque he oido decir que la maqueta de mi padre todavia sobrevive en el museo Bajouchin en Moscu. Esta en una vitrina junto a aquella que contiene las pequenas zapatillas que yo lleve en mi primera actuacion en la bacanal submarina de El caballito jorobado, aunque no las he visto desde hace ochenta anos. La pequena maqueta que construyo mi padre tenia candilejas autenticas de aceite, un telon de terciopelo y un decorado en miniatura que subia y bajaba cuando se le daba a la manivela, cosa que mi hermana Julia nunca me dejo hacer, pues me daba cachetes en las manos si me acercaba. Ella pensaba que era la duena de todo lo que habia en la casa. Mi padre construyo tambien un gran acuario de cristal que se encontraba junto a las ventanas del salon. Ornamentos de piedra, como jardines en miniatura, decoraban el vasto fondo del tanque, y los peces nadaban como mujeres vestidas de alegres colores por entre los pilares de aquel acuoso palacio. Fue mi padre quien diseno las habitaciones de nuestro gran piso de la Perspectiva Liteini 38, en Petersburgo, y de la dacha en nuestra propiedad en el campo, Krasnitzki. Alli tiro las paredes del comedor para hacerlo mas grande y construyo una caseta de bano en el rio. Teniamos una granja alli, un jardin con arboles y un huerto, y mas alla, un bosque espeso lleno de setas. No eramos ricos, pero el dinero que mi padre ganaba como principal bailarin de caracter y por las clases que daba en su academia de baile privada de vals y mazurca, para los hijos de la nobleza e incluso para los de la familia imperial, nos procuraba una vida comoda.

En Navidad y Pascua se dedicaba a preparar festivales y banquetes. En Nochebuena ayunabamos hasta que aparecia la primera estrella en el cielo vespertino, y entonces nos regalabamos con los trece platos de pescado que mi padre habia preparado. Teniamos cocinera, desde luego, pero aquel era un dia especial, y mi padre era un autentico artista de la cocina, con una receta secreta para la sopa de pescado hecha con nata, un plato polaco. El trabajaba en la cocina mientras los ninos jugabamos al rucheyok, una especie de «puente de Londres», y a slon, la pidola. En nuestro arbol brillaban velitas y peras de cristal, y estaba salpicado por todas partes con espumillon plateado que se enredaba con las estrellas de papel dorado y los angeles. En Ano Nuevo bebiamos un ponche sueco caliente y comiamos pastel de manzana. Para Pascua, mi padre cocinaba una docena de kulitch, uno por cada apostol. Alto como un sombrero de copa, cada pastel estaba glaseado de una manera diferente y adornado con fruta o con caramelos, y yo iba andando a lo largo de la mesa del banquete y admiraba la belleza de todos: una flor de lis de fresas cortadas a laminas en este, la cresta de una ola hecha con un glaseado blanco en ese otro, diminutas banderas con palillos formando una verja en el borde de otro. En Francia, los antiguos inmigrantes rusos preparan sus

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