kulitch en latas de cafe para que suban bien y queden altos.

Todo el mundo era un teatro para mi padre, y para mi cumpleanos, en agosto, no habia representacion mas grandiosa. Estabamos siempre en la dacha en aquel mes, asi que la fiesta que el preparaba iba seguida de unos fuegos artificiales de su propia invencion. En la mesa, a la hora del postre, yo me sentaba en el lugar de honor; un ano, mi padre colgo una guirnalda de flores de una cuerda que pasaba por un gancho del techo, y cuando me sirvieron el postre, bajo la corona de petalos mediante una polea hasta que esta se apoyo suavemente encima de mi cabeza, mientras mi hermano y hermana mayores y mis hermanastros palmoteaban.

Hasta los campesinos de los pueblos cercanos, que nos hacian la siega y cuidaban las vacas, traian regalos de cumpleanos, cestas de huevos metidos en servilletas, cada una de ellas con una crucecita roja bordada, y se inclinaban mucho doblandose por la cintura al presentarlos. Algunos de los campesinos habian sido siervos hasta hacia diez anos, cuando el abuelo de Niki, Alejandro II, los emancipo, y todavia conservaban sus modales serviles, inclinandose exageradamente de aquella manera ante sus amos.

Durante aquellos largos dias de siega del heno y trilla del centeno, y recogida de setas y de bayas, las vidas de campesinos y amos estaban unidas estrechamente en una sola. Los ninos de los campesinos se convertian en companeros de juegos de los nobles, aunque solo fuera durante el verano, y todo el mundo recordaba haber jugado al gorodki con unos bloques de madera o con un bate y una bola; al babki, con cualquier trocito de metal que encontrasen; o al bory, el juego del pilla pilla. Los campesinos se unian a nosotros para comer, o para el te de los domingos, pero cuando volviamos a Petersburgo, por supuesto, ellos se quedaban a las orillas del rio Orlinka con sus cosechas, trabajando los campos, mientras yo aprendia mi arte. Gane tanto peso un verano por todas las comilonas que hicimos que cuando volvi a mi escuela la maestra me rino y me dijo que me habia puesto «lamentablemente gorda». Pero ?que se puede hacer en el campo, salvo jugar y comer? Un momento, que me pierdo. Eso me ocurre a menudo ahora. Eran las mujeres campesinas las que criaban a los hijos de los nobles, como nodrizas y nineras, les ensenaban cuentos folcloricos y de hadas, jugaban con ellos a las cartas y a la loteria, los acostaban por la noche, los acompanaban del campo a la ciudad y de vuelta otra vez al campo, lloraban cuando se iban al liceo o se unian a la Guardia, y luego las familias las cuidaban como si fueran parientes ancianas. ?Si hasta Sergei Diaghilev se llevo a su ninera con el cuando se traslado a Petersburgo, siendo ya un hombre adulto!

Nosotros, claro esta, teniamos unos medios muy modestos y careciamos de ninera. Mi madre y mi padre nos criaron y se dedicaron a nosotros. ?Seria erroneo decir que de los cuatro hijos que tuvo con mi madre, yo era la favorita de mi padre? Despues de todo, mis padres ya han desaparecido, sus rostros se han ennegrecido ya en sus tumbas, mi hermano Iosif murio en 1942, mi hermano Stanislaus fallecio casi hace un siglo, en 1864, a la edad de cuatro anos, ocho antes de mi nacimiento. Un hermano al que no habia conocido: aquello me fascinaba, asi que contemplaba durante largos ratos la fotografia que tenia mi madre en un marco de plata en su tocador, como si con eso lograra conocerle. Se parecia mucho a ella. Los demas eramos como mi padre, con la cara larga, la nariz recta, los ojos juntos. Mi hermana Julia vivio hasta los ciento dos anos, ?saben? Murio la noche despues de la Nochebuena rusa hace dos anos, el 7 de enero, entre las siete y las ocho, justo aqui, en esta misma habitacion. Despues de que murieran nuestros maridos volvimos a vivir juntas, como cuando eramos pequenas. Mi padre vivio hasta la edad de ochenta y tres anos. La longevidad es cosa de familia para nosotros, aunque no para los Romanov, pero la longevidad no es inmortalidad. Lo unico que te asegura es que sufriras la perdida de todos aquellos a los que amas, de modo que cuando finalmente mueres, estas mas que dispuesta.

No estoy escribiendo todo esto: lo estoy pensando. Tuve dos ataques el ano pasado. Para responder mi correspondencia voy dictando, y luego firmo con mis iniciales M R K con una mano tan temblorosa que parece como si alguna dama muy vieja hubiese escrito esas tres consonantes. Yo escribia antes con una letra minuscula, pero ahora es suelta y grande, como la de un nino pequeno. Si, me es imposible escribir, pero no pido ayuda hasta que se con toda seguridad que deseo compartir algo. Porque, ?saben?, quedamos muy pocos que recordemos como era aquello. Despues de la Revolucion, tres millones salimos huyendo hacia Berlin, Paris, Nueva York, y alli nos apelotonamos todos juntos, hablando ruso, leyendo a Bunin, Tolstoi, Ajmatova, no a los escritores traidores, los que les gustaban a los bolcheviques, sino aquellos que nos recordaban como era la vida antes. Pasabamos los dias tomando desayunos rusos, con te, nata, jamon, queso, huevos duros; asistiendo a misas de Pascua; sentados en teatros donde ahora actuaban actores, cantantes y musicos de los mejores teatros del zar; viajando a la Riviera cuando era temporada; intentando vivir «como antes». Aquella era nuestra frase favorita: «como antes». Podo lo que haciamos intentabamos hacerlo como lo haciamos antes. Esperabamos que se nos devolviera la Rusia que habiamos conocido, pero la muerte nos fue marcando uno a uno mientras esperabamos, y nuestros hijos, que se hicieron mayores en estas ciudades extranjeras, no conocen el Petersburgo ni el Moscu que, como decia el poeta Ivanov, «desaparecio en la noche». Si, si no las cuento, determinadas cosas no se sabran nunca, y cuando pierda completamente la memoria, ni siquiera yo misma las sabre. Todo seran rumores, que no son mas que la parte final de una verdad que se desvanece.

El zarevich y yo y nuestras peripecias juntos despues de aquel viaje en troika, si, esos detalles si que los recuerdo, pero no los nombres de las ninas a las que ensenaba ballet en mi escuela hace solo siete anos.

Al gusto de la corte

Cuando volvimos de Krasnoye Selo el zarevich me mando llamar por primera vez a casa de mis padres. Mi hermana y yo teniamos un pequeno salon adyacente a nuestro dormitorio, con una segunda puerta que se abria directamente al vestibulo central, que nos daba cierta intimidad para recibir. Como ya teniamos dieciocho y veinticuatro anos respectivamente, podiamos recibir a nuestros propios invitados, aunque no podiamos darles de comer, porque aquella seguia siendo la casa de nuestros padres y la cocinera estaba sujeta solo a sus ordenes. Ambas, como nuestro padre, disfrutabamos mucho dando fiestas, y como mi hermana era seis anos mayor que yo, mis padres le permitieron que sirviera tanto de anfitriona como de carabina mientras ellos se retiraban por la noche. Algunos de los jovenes oficiales de la Guardia que nos veian en el teatro se convirtieron en admiradores nuestros y nos visitaban las noches que no estabamos actuando. Ahora ya eramos mayores y no teniamos que gritar nuestros nombres desde un carruaje, al salir de los dormitorios. Los hombres podian comernos con los ojos en el teatro y quedar con nosotras en casa. Y mi hermana, como ya habran visto, sento el precedente para mi con Ali, el baron Alexander Zeddeler, oficial en el regimiento de Preobrazhensky cuya familia llevaba cien anos al servicio de la corona, que se convirtio en su protector oficial. Ella no habia elegido a un companero bailarin a quien amar, y yo, que la imitaba en todo, la emularia tambien en aquello. Y haria algo mejor que copiarla. En eso y en todo lo demas, decidi superarla: yo era mucho mas guapa, ascendia con mayor rapidez, y si ella habia conseguido un baron, yo tendria un zarevich. No hay mayor placer que ganar una competicion con tu propia hermana, ni mayor dolor que verla sufrir por ese motivo. En mi diario de aquel ano escribi de Nicolas: «?Sera mio!». Si, use una exclamacion.

Una tarde de marzo, la doncella abrio la puerta del salon y anuncio al oficial Eugene Volkoff, pero fue Nicolas Romanov quien atraveso el umbral con su larga levita gris, y la doncella no se entero de nada. Ella nunca habia visto el rostro del zarevich, aunque, para ser justos, los amigos de Niki Volkoff y Volodia Svetschin se parecian mucho a el, de modo que a menudo los confundian. Svetschin llevaba el pelo e incluso la barba igual que Niki, y le encantaban aquellos momentos en que se confundia su identidad, cuando los petersburgueses se ponian firmes y apartaban los ojos a su paso -se suponia que no se podia mirar a un soberano a los ojos, ya saben-, pensando que Svetschin era el heredero. Si, a veces Niki podia viajar sin ser reconocido. Si el zar aparecia ante alguien sin presentacion alguna, ?sabria que es el zar? A la cabeza de un Bolshoi Vijod desde el Palacio de Invierno, rodeado de carruajes y de cosacos y de grandes duques uniformados, si, pero sin semejante puesta en escena, quiza no. La propia guardia de Niki en ocasiones no le reconocia. En su marcha por Crimea, anos despues, para comprobar el nuevo uniforme de los soldados del ejercito, fue detenido por un centinela a las puertas de su propia finca.

– No se puede pasar por aqui -le dijeron. Y el zar de todas las Rusias se volvio sin quejarse y se retiro.

Quizas ahora nos resulte dificil de creer que el rostro del zar o de su heredero pudiera no ser conocido por todos y cada uno de sus subditos. La camara no se usaba con la misma prodigalidad que hoy. Yo tengo muy pocas

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