oro, evocando para el con su barroca grandeza aquella epoca en la que el zar gobernaba como un poder supremo, dandole fuerzas para seguir adelante. ?Caminaba solo por la Gran Sala, caminaba junto a sus altas ventanas y sus pulidos espejos? Desee poder caminar junto a su reflejo por alli y deslizar mi manita en la suya para consolarle, susurrarle: «Tu venceras».
Cuando el pais se tranquilizo, tambien lo hizo el teatro. A todo aquel que se habia opuesto al regimen y que habia formado sindicatos y comites, y que habia redactado resoluciones y que de cualquier otro modo habia corrido por ahi armando jaleo, se le requirio que jurase lealtad una vez mas al zar por escrito antes de concederle la amnistia, como parte de una amnistia general mucho mas amplia que se le ofrecia en Rusia a todo el que hubiese tomado parte en huelgas y protestas. Los bailarines no eran trabajadores de las calles, y se dejaron intimidar facilmente. La mayoria firmaron inmediatamente. Fokine, Pavlova, Karsavina y mi hermano, sin embargo, se negaron a firmar ese juramento de lealtad, y cuando Iosif abofeteo la cara de un bailarin que habia firmado, y a quien mi hermano consideraba especialmente traidor, fue despedido del teatro, y su esposa, la princesa, se divorcio de el. Ironico, ?no?, que fuesen mis relaciones imperiales precisamente las que salvaran su pension, mis contactos los que le encontraran un cargo discreto en la corte, a cargo de los pabellones de caza del zar, lejos de los escenarios, cierto, pero al menos con un salario que le permitia seguir viviendo. Pasaron ocho anos, sin embargo, antes de que pudiera conseguir que le readmitieran en el teatro, asi de profundos eran los sentimientos en esos temas. Sergei Legar, hermano de mi guapo
Ballets russes
Fue solo unos anos despues, en 1909, cuando Fokine, junto con Diaghilev, Benois y Bakst (los tres artistas libres que habian venido al teatro) obtuvieron permiso del zar para preparar una temporada de exportaciones rusas y llevarla a Paris. Presentarian a algunos de los mejores cantantes y bailarines del zar en el extranjero, y montarian unas pocas operas mezcladas con unas pocas
De esos hombres, el que mas me gustaba era Diaghilev. Le llamabamos «chinchilla» por el mechon blanco de pelo que tenia en la parte delantera del cabello, a la derecha, y porque sus dientecitos pequenos y blancos eran exactamente como los de un animalito. Como miembro del personal del teatro (aunque ostento el cargo brevemente, porque fue despedido al cabo de unos pocos anos despues de una discusion con Volkonski) venia a todas las representaciones del Mariinksy, y aunque apreciaba primero la musica y despues el arte, pronto desarrollo un gran entusiasmo por el ballet. Los bailarines cantaban entre dientes cuando llegaba al teatro y ocupaba su asiento en el palco de la administracion:
Me acabo de enterar
de que Chinchilla esta en su palco.
?Que miedo me da cometer un error!
Fokine me gustaba menos. Se quejaba cuando yo llevaba un tutu para ensayar, en lugar de la ropa habitual de ensayo, como si yo pudiera someterme a alguna regulacion. Y cuando hacia que mi criada trajese a Vova a algun ensayo, y lo interrumpia cuando mi nino me pedia un beso, Fokine se ponia furioso. Pero ?que nino no merece un beso? Solo estabamos ensayando un ballet de Fokine,
Yo la he sobrevivido, por cierto.
Bueno, pues Fokine me invito, de muy mala gana por cierto, para que bailara en Paris no
Para mi, aquellas jovenes bailarinas eran mas altas que yo y que mis contemporaneas, con largas piernas y unos pies preciosos. En el pasado no nos preocupabamos demasiado por la altura ni por tener unos pies blandos y arqueados (los de la Pavlova eran tan largos que sobresalian absurdamente de sus zapatillas). Nos gustaban las bailarinas que se movian con rapidez, y las bailarinas pequenas se mueven mas rapido que las altas… La cara no tenia importancia para nosotros; una podia parecer un monstruo, era el cuerpo lo que importaba, y este estaba encorsetado, como los cuerpos de las mujeres del publico. Ahora, los cuerpos de aquellas jovenes bailarinas ondulaban como el agua. Y sus rostros… bueno, la Pavlova tenia la nariz ganchuda, y la extrana costumbre de quedarse entre bastidores y engullir bocadillos poco antes de que levantaran el telon, y le olian los dedos y el aliento a rosbif o a jamon, pero las caras de la Karsavina y la Spessivtseva eran realmente bellas, con los ojos oscuros, bonita nariz y labios delicados. Llevaban su pelo autentico peinado en suaves monos, y no esas historiadas y rizadas pelucas que yo preferia. Cuando finalmente baile para Diaghilev en 1911, como parte de su temporada, los gustos de los criticos europeos habian cambiado tanto, alimentados por esa dieta de nuevas bailarinas, que me llamaron gorda, pasada, estereotipada, y lo peor de todo, «competente», y especularon en la prensa: «Si uno no supiera que llevaba las joyas del zar y era la mujer mas rica en escena, ?nos fijariamos en ella por un solo momento?».
Pero en 1909 ademas me senti insultada. Si Diaghilev y Fokine no querian que bailase para ellos, entonces esa no era realmente la temporada de los bailarines del zar… porque, ?que mejor bailarina del zar que yo misma? Y en ese caso, ?por que iba a pagar la factura el zar? De modo que susurre esa idea a Sergio, que a su vez se la paso al zar, quien retiro repentinamente su mano llena de rublos. Aunque el zar habia retirado su persona de mi presencia, mantenia bien seguro mi lugar en el teatro. Una semana los bailarines estaban ensayando en el teatro Hermitage, y los sirvientes de palacio les servian te y chocolate con librea completa. A la semana siguiente tenian