para que las valorase o las alabase, los grandes bajos Chaliapin y Sobinov (este ultimo le canto una nana a Vova en su camita para que se durmiera), actores del English Theater que tendian a gritar mucho, y bailarines del Ballet Imperial de los que seguramente nunca habran oido hablar. Incluso pasaron por alli artistas visitantes como Isadora Duncan, con su tunica griega sujeta con un broche, y Sarah Bernhardt (para la gran Bernhardt yo realice el enorme esfuerzo de comprar el galgo ruso que tanto deseaba, un acto de amabilidad que ella ni siquiera se molesto en agradecerme), y con tal mezcla de talentos, las actuaciones teatrales estaban a la orden del dia, o bien los juegos del bacara y del poquer. Si, en mi palacio se tomaron nuevas amantes y se forjaron matrimonios, como el de Nina Nesterovska con el hijo del gran duque Constantino, el principe Gabriel, y alli se podia encontrar al hijo o la hija raros, fruto de una aventura entre un artista de teatro y una princesa, como Misha Alexandrov, que actuaba como bailarin y como miembro de la guardia, porque habia una fluidez social en mi casa que no existia en ningun otro lugar en Peter, y todos podian nadar en ella.

A causa de mis muchas y multiples relaciones con los hombres imperiales, los grandes duques empezaron a llamarme no Mathilde, sino Notre-tilde… Nuestra-tilde, tanta intimidad llegue a tener con todos ellos, aunque sus esposas tenian otro nombre para mi, desde luego: «Esa horrible mujer», cosa que seguramente me seguirian llamando hoy en dia, de no haberlas sobrevivido yo. El gran duque Vladimir me enviaba cada Pascua un ramo de lirios del valle y un huevo de Faberge enjoyado para mi sola, y tambien me envio un par de jarrones de porcelana que pertenecieron en tiempos al principe Vorontsov, un brazalete de zafiros que me habia comprado en Paris, en Cartier, e incluso partituras. La ultima pieza, Valse triste, de Sibelius, me la envio Vladimir pocas semanas antes de su muerte en 1909, y fue creada para la obra Muerte, que habia escrito un pariente del compositor. La musica describe la danza entre una mujer moribunda y la Muerte misma. En la primera pagina de esa obra, Vladimir escribio una nota bajo el titulo: «Este ballet es tuyo». De modo que Vladimir conocia mi danza privada con el destructor, el zar, porque habia tenido muchas oportunidades de observarme. No solo venia a mi palacio, a mis fiestas, sino que tambien me llevaba a cenar a Cubat, y en verano pasaba las tardes en mi dacha, a veces solo conmigo, a veces junto con sus hijos, y disfrutabamos de las largas horas de luz solar jugando a las cartas. Nuestro juego favorito era el tetke, o tia. Un dia parecia que a Vladimir le habian repartido todas las reinas, al final de repente cerro sus cartas y me pregunto:

– ?Me quiere alguien por mi mismo o su respeto y afecto me son concedidos solo a causa de mi rango?

Y yo le conteste rapidamente:

– Aqui se le ama por si mismo.

Aunque, por supuesto, no hay forma de separar la posicion de uno de si mismo, ni tampoco habriamos querido hacer tal cosa, de eso estoy segura. Yo le queria por su rango y por su persona, pero tambien por la amistad que me habia demostrado y que habia obligado a sus hijos a demostrarme tambien. Yo conocia ya a los dos mayores, Kyril y Boris. Venian al ballet con el abonnement de su padre, Kyril con su cara larga, muy guapo, y unos rasgos de aspecto ingles, y Boris con la cara sonrojada por su amor al bacara, el licor, las mujeres y las buenas bromas… En mis representaciones teatrales, siempre era el primero en patalear y gritar: «?Que se abra el telon!», como hacen los franceses.

El hijo mas joven de Vladimir, Andres, sin embargo, habia estado estudiando en la escuela de artilleria Mijailovich todos aquellos anos, una de esas escuelas militares de elite tan estrictas que no permiten a sus pupilos ni pasar las vacaciones con sus familias, para cortar, supongo, los lazos de los chicos con su hogar y que se vean obligados a establecer unos nuevos con sus companeros candidatos a oficiales y con su pais. Por tanto, yo no le conocia antes de 1905, cuando Vladirmir me lo trajo una tarde a almorzar. Si yo era la douchka de su padre, Andres se convirtio en el mio, y toco una fibra dentro de mi corazon. Su rostro era el rostro del joven soberano que yo vi de cerca por primera vez en la comida de graduacion de mi escuela, y como Niki entonces, Andres era terriblemente timido, un nino todavia a los veintisiete anos, aunque yo ya no era una nina, sino una mujer de treinta y tres. Cada vez que le dirigia la palabra el agachaba la cabeza lleno de un terror encantador. En la comida, cuando puse mi mano izquierda en su muneca para preguntarle que postre preferia, le sobresalte y tiro su copa de vino, salpicando mi vestido blanco de motas moradas. Sus hermanos se echaron a reir.

Aquel dia de la comida vino con su padre y sus hermanos, pero enseguida nos citamos para vernos a solas una tarde, a ultima hora, el dia del santo de su madre, 22 de julio, cuando el resto de la familia estaba ocupada. Vino cabalgando desde Ropsha, la propiedad de Vladimir, abandonando la fiesta anual de su madre en su propio honor, con todas las sillas ocupadas por los Romanov, y abandono tambien a los musicos gitanos que tocaban en el jardin, la comida echandose a perder en unas mesas colocadas entre los arriates de flores. Hacia mucho calor en Petersburgo aquel mes, las paredes de los edificios se ponian al rojo vivo con el sol, y el Neva bajaba muy espeso y quieto. Pero Strelna formaba parte de una constelacion de islas en la boca del golfo de Finlandia, y aqui el calor se fundia en una calidez somnolienta, mientras el Neva se dirigia hacia el mar Baltico.

Espere en mi terraza a que viniese Andres, caminando impaciente como una vez habia caminado en Krasnoye Selo mientras esperaba que el joven zarevich me llevase a pasear en su troika, donde me sente a reganadientes, porque no queria arrugar mi vestido de verano, todo almidonado. Cuando el llego al fin, ya al oscurecer, trajo en sus botas la arena amarilla de las carreteras y en su ropa el aroma del jazmin florecido y los lirios del valle que crecian a ambos lados de ellas. Nos entretuvimos un rato en la terraza oyendo a los ruisenores, silenciados solo por la luz, y cuando finalmente vino a mi cama, me parecio que las aves y los lirios del valle se venian con nosotros alli donde Andres, casi virgen, me hizo el amor como el zar me habia hecho el amor en tiempos, con suave sorpresa. Y era como si el zar, o una version suya mas blanca, mucho mas rubia, hubiese vuelto a mi, y como si a traves de ese representante suyo pudiera seguir viviendo la vida. Tendria que haberlo hecho con el. Poco despues de eso, Andres se compro un palacio propio en el Muelle Ingles, numero 28, para que pudieramos tener un lugar donde reunirnos en privado, fuera de la vista de Sergio y de la madre de Andres, que ya se habia sentido bastante horrorizada por mi amistad con su marido y ahora estaba furiosa por tener que soportar mi amistad con su hijo menor. El palacio de Andres habia pertenecido al baron Von Dervis, que hizo fortuna con los ferrocarriles, y su viuda, en los pocos anos que le quedaron, reformo todas las habitaciones con un estilo muy elegante, alternativamente rococo y gotico, reminiscente del Palacio de Invierno. Andres no cambio nada en la mansion, ni siquiera quito los monogramas de Von Dervis del escudo de armas, y de hecho ni siquiera vivio alli, sino que uso el lugar como escenario de nuestras fiestas y de nuestras citas. Pero Sergio, claro esta, conocia aquella compra, y sabia tambien que yo habia visto en secreto a Andres alli, y lo soporto como penitencia. Me habia abandonado cuando mi hijo solo tenia una hora de vida y todavia estaba envuelto en cera amarilla, y me oyo gritarle cuando salia galopando de mi jardin y saltaba mi seto. Le habia costado a Sergio tres anos y la muerte de mi padre volver a dirigirme la palabra. ?Pensaba yo acaso en como le engane el dia que le dije que esperaba un hijo suyo, y en todos esos dias despues en que segui guardando silencio? Convenientemente, no.

Andres y yo eramos discretos, sin embargo. Viviamos nuestro asunto en un barrio diferente, o nos ibamos al extranjero, a la Riviera francesa, donde Andres, en un gesto que rivalizaba con el de Sergio, me compro una villa en Cap d'Ail. En Rusia tambien permaneciamos fuera de la vista, ya que la mansion Von Dervis estaba situada alla donde el Muelle Ingles daba al Neva mientras el rio se curvaba hacia el sur, lejos del Palacio de Invierno y del nuevo palacio Mijailovich, y desde alli se tenia una perspectiva diferente, la de la isla Vasilievsky. La mansion Rumyantsev estaba en el 44. Los Vorontsov-Dashkov en el 10. La condesa Laval en el numero 4, donde el propio Pushkin leia en voz alta su Boris Godunov en 1828. Diaghilev vivia en el numero 22. Todas esas mansiones ahora sirven para otros fines. Las grandes familias nobles se fueron hace mucho tiempo, y algunas de sus casas son ahora museos. La mansion Laval es un archivo historico. El hogar de Andres se convirtio primero en Ministerio de Agricultura, bajo el gobierno provisional. Oi en 1961 que se habia convertido en el primer Palacio de Bodas de la URSS. Me gusta pensar en las jovenes parejas que acuden alli, quiza la chica con flores de azahar metidas detras de la oreja, un poco tambaleante con sus tacones. Quizas adivinando lo que algun dia seria aquel palacio, una tarde Andres me anuncio que deseaba casarse conmigo, aparto nuestra manta de marta cibelina para vestirse y, dejandome alli en la cama, cogio el caballo y se fue a casa de inmediato para anunciar sus intenciones a sus padres. Y yo pense: «Que delicia, perfecto. ?Vamos a crear problemas en el palacio de todos los Romanov!».

Miechen, por supuesto, le grito que estaba embrujado y que destruiria su futuro. Ella ya estaba maniobrando para que su hija Elena se casase con un rey, y para que su hijo Boris se casara con la hija mayor de Niki, y no

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