electrones habia en el camino y mas lejos se hallaba de la Tierra la fuente emisora de ondas. Tantas veces habia realizado esta operacion que podia con solo escuchar una vez la perturbacion silbante, determinar con exactitud la distancia. Esa en particular estaba a mil anos luz de distancia, mucho mas alla de las estrellas cercanas, pero aun dentro de la Galaxia de la Via Lactea.

Ellie retomo el modo habitual de estudiar el firmamento que se empleaba en Argos, y tampoco advirtio esquema alguno. Se sentia como el musico que oye el tronar de una tormenta distante. Los ocasionales y pequenos trozos de esquema la perseguian, introduciendose en su memoria con tal insistencia que a veces tenia necesidad de volver a pasar alguna cinta en particular para verificar si no habia algo que su mente habia captado y que las computadoras hubiesen pasado por alto.

Durante toda la vida los suenos habian sido sus amigos. Sus suenos eran increiblemente pormenorizados, bien estructurados, coloridos. Veia, por ejemplo, la cara de su padre desde corta distancia, o el interior de una radio vieja hasta en su mas minimo detalle. Siempre pudo rememorar sus suenos, salvo en las epocas de mayor tension, como los dias previos a su examen oral para obtener el doctorado o cuando decidio separarse de Jesse. Sin embargo en ese momento le resultaba dificil recordar las imagenes de los suenos y lo mas desconcertante era que habia comenzado a sonar sonidos, como suele sucederles a los ciegos de nacimiento. En las primeras horas de la manana su mente inconsciente generaba algun tema o melodia que nunca antes habia oido. Se despertaba, encendia la lamparilla, tomaba el lapiz que habia dejado sobre la mesita de noche con ese fin, dibujaba un pentagrama y transcribia la musica en papel. A veces, luego de un largo dia de trabajo, la pasaba en su grabador y se preguntaba si la habrian oido en Serpentario o Capricornio. No tenia mas remedio que reconocer que la obsesionaban los electrones, los huecos moviles que habitan en receptores y amplificadores, y los campos magneticos del tenue gas que existe entre las lejanas estrellas titilantes.

Se trataba de una unica nota repetida, aguda, y demoro un instante en reconocerla.

Luego tuvo la certeza de que hacia treinta y cinco anos que no la oia. Era la polea de metal de la cuerda del tendedero que se quejaba cada vez que su madre daba un tiron cuando colgaba ropa recien lavada para secarse al sol. De nina, le encantaba ver el ejercito de broches que avanzaba, y cuando nadie la observaba hundia el rostro entre las sabanas ya secas. El olor, dulce y penetrante a la vez, la fascinaba. Recordaba como se reia y se alejaba de las sabanas cuando en ese momento mama, con un solo movimiento, la alzaba — hasta el cielo, le parecia — y la llevaba sobre un brazo, como si fuera un bultito de ropa que luego habria de guardar prolijamente en los cajones del dormitorio de sus padres.

— Doctora Arroway, Doctora Arroway —. El tecnico noto el aletear de sus parpados y su respiracion poco profunda. Ellie pestaneo, se quito los auriculares y le sonrio como pidiendole disculpas. En ocasiones sus colegas debian hablarle en voz muy alta si pretendian que los oyera por encima del ruido cosmico amplificado. Ella tambien les respondia a gritos puesto que odiaba tener que quitarse los audifonos para conversaciones breves. Cuando estaba preocupada, una charla cualquiera, en tono amable, podia parecerle al observador inexperto una aspera discusion originada en el silencio del observatorio. Esa vez, en cambio, solo dijo:

— Lo siento. Me deje transportar.

— Habla el doctor Drumlin por telefono. Esta en la oficina de Jack y dice que tiene una cita con usted.

— Dios Santo, me habia olvidado.

Con el correr de los anos, Drumlin seguia siendo el notable profesional de siempre, pero en ese momento exhibia ciertas particularidades que Ellie no le habia notado en el breve periodo que trabajo con el. Por ejemplo, tenia la desconcertante costumbre de controlar, cuando creia que nadie lo miraba, si no se le habia bajado el cierre de la bragueta. Cada vez estaba mas convencido de que no existian los extraterrestres, o por lo menos que estaban demasiado lejos para que se pudiera descubrirlos. Habia llegado a Argos para dirigir el coloquio cientifico semanal. Sin embargo, Ellie se entero de que tambien lo traia otra razon. Drumlin habia escrito a la Fundacion Nacional para la Ciencia solicitando que Argos diera por terminada la busqueda de inteligencia extraterrestre y se dedicara a la radioastronomia mas convencional. Saco la carta del bolsillo y se la entrego para que ella la leyera.

— Pero si hace apenas cuatro anos y medio que comenzamos esto. Hemos estudiado menos de la tercera parte del cielo boreal. Esta es la primera investigacion que puede cubrir la totalidad del ruido minimo radioelectrico en pasos de bandas optimos. ?Por que habriamos de suspenderla?

— Ellie, esto no tiene fin. Al cabo de una decada no va a encontrar signos de nada.

Seguramente va a pedir que se construya otro observatorio como el de Argos en Australia o la Argentina, a un costo de cientos de millones de dolares, para examinar el cielo austral. Y si no lo consigue, propondra algun paraboloide de alimentacion libre en la orbita terrestre para obtener ondas milimetricas. Siempre se le ocurrira algun tipo de observacion que aun no se ha inventado o inventara alguna razon para explicar por que los extraterrestres tienen tendencia a realizar emisiones en sitios donde no hemos explorado.

— Oh, Dave, esto lo hemos conversado miles de veces. Si fracasamos, habremos aprendido algo sobre lo rara que es la vida inteligente, o al menos la vida inteligente que piense como nosotros y desee comunicarse con una civilizacion atrasada como la nuestra. Y si tenemos exito, habremos logrado el mayor descubrimiento de que se tenga noticia.

— Hay proyectos excelentes a los que no se les asigna tiempo de uso de los telescopios. Trabajos sobre la evolucion de los cuasar, los pulsar binarios, incluso sobre esas insolitas proteinas interestelares. Todos esos proyectos estan en lista de espera debido a que este observatorio — de lejos el mejor equipado del mundo — se utiliza exclusivamente para SETI.

— Solo el setenta y cinco por ciento, Dave. El resto es radioastronomia de rutina.

— No la llame de rutina. Tenemos la oportunidad de remontarnos a la epoca en que se formaron las galaxias, o quizas incluso antes. Podemos estudiar el nucleo de las gigantescas nubes moleculares y los agujeros negros que hay en el centro de las galaxias. Se esta por producir una revolucion en la astronomia, y usted obstaculiza el camino.

— Dave, trate de no personalizar. Jamas se habria construido Argos si SETI no hubiese contado con el apoyo popular. La idea de Argos no es mia. Usted sabe que a mi me nombraron directora cuando aun se estaban erigiendo los ultimos cuarenta reflectores parabolicos. Detras de esto esta la Fundacion Nacional para la Ciencia…

— No tanto. Esto no es mas que una forma de alentar a los locos de los OVNI y a los adolescentes debiles mentales.

A esta altura, Drumlin casi gritaba, y Ellie se sintio tentada de no prestarle mas atencion. Dada la naturaleza de su trabajo, constantemente se encontraba en situaciones en las que ella era la unica mujer presente, salvo las secretarias o las mujeres que servian el cafe. Pese a los enormes esfuerzos por su parte, todavia habia cientificos hombres que solo hablaban entre ellos, que tenian por costumbre interrumpirla y, en cuanto podian, hacian caso omiso de lo que ella pudiera decir. De vez en cuando habia alguno como Drumlin, que demostraba una positiva antipatia, pero al menos le daba el mismo trato que a muchos de sus colegas varones. Drumlin se enfurecia de la misma manera con los cientificos de ambos sexos. Apenas unos pocos de sus colegas hombres no exhibian cambios de personalidad en presencia de ella. Seria conveniente que alternara mas con ellos, penso Ellie. Gente como Kenneth der Heer, por ejemplo, el biologo molecular del Instituto Salk, que acababa de ser nombrado asesor presidencial sobre temas cientificos. Y Peter Valerian, desde luego.

Sabia que eran muchos los astronomos que compartian el fastidio de Drumlin ante Argos. Durante las largas horas de vigilia se producian acalorados debates respecto de las intenciones de los supuestos extraterrestres. Era imposible adivinar en que medida serian diferentes del ser humano. Ya bastante dificil era adivinar las intenciones de los legisladores electos, de Washington. ?Que designios tendrian esos seres fundamentalmente distintos, que habitaban mundos fisicamente diferentes, a cientos de miles de anos luz? Algunos creian que la senal no podria transmitirse en el espectro radioelectrico, sino en el infrarrojo, en el visible o quizas entre los rayos gamma. O tal vez los extraterrestres estuvieran enviando potentes senales con una tecnologia que el ser humano solo llegaria a desarrollar dentro de mil anos.

Los astronomos de otros institutos estaban realizando extraordinarios descubrimientos entre las estrellas y galaxias dedicandose a aquellos objetos que, mediante cualquier mecanismo, generaban intensas radioondas. Otros radioastronomos publicaban trabajos cientificos, asistian a congresos, experimentaban una gratificante sensacion de progreso.

Los astronomos de Argos no tenian por costumbre publicar nada y, por lo general, nadie reparaba en ellos cuando se invitaba a presentar monografias en la reunion anual de la Sociedad Astronomica Norteamericana o el

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