Habia otros seres inteligentes en el universo, y podiamos comunicarnos con ellos.

Probablemente fueran mayores que nosotros, y mas sabios. Nos enviaban bibliotecas de complejas informaciones. Todos presentian una inminente revelacion secular, de modo que los especialistas en cada materia empezaron a inquietarse. A los matematicos les preocupaba que se les hubieran pasado por alto ciertos descubrimientos elementales. A los lideres religiosos les preocupaba que los valores imperantes en Vega, por raros que fueren, pudiesen encontrar simpatizantes, sobre todo en jovenes sin instruccion. A los astronomos les preocupaba la posibilidad de haber cometido errores en el estudio de las estrellas cercanas. A los politicos y funcionarios estatales les preocupaba que una civilizacion superior pudiera demostrar admiracion por otros sistemas de gobierno distintos de los que estaban en boga. El conocimiento que pudieran tener los veganos no habia recibido la influencia de las peculiares instituciones, la historia o la biologia humana.

?Y si lo que consideramos como verdadero resulta ser un malentendido, un caso especial, un equivoco? La ansiedad llevo a los expertos a reevaluar el fundamento de sus materias.

Mas alla de ese desasosiego vocacional, la gente percibia tambien una nueva aventura de la especie humana, una sensacion de estar a punto de irrumpir en una nueva era, simbolismo magnificado por la cercania del Tercer Milenio. Aun existian conflictos de orden politico, algunos de los cuales — la crisis sudafricana — eran muy graves. No obstante, tambien se notaba en varios puntos del orbe un menor predicamento de la retorica jingoista y del nacionalismo pueril. Habia conciencia de ser todos humanos, millones de seres diminutos diseminados por el mundo quienes de pronto debian enfrentar una oportunidad sin precedentes, o incluso un grave riesgo colectivo. A muchos les parecia absurdo que los paises beligerantes prosiguieran con sus mortales batallas cuando habia que verselas con una civilizacion no humana, de una idoneidad tremendamente superior. Hubo quienes no comprendieron el halito de esperanza que flotaba en el ambiente, y lo tomaron por otra cosa. Confusion, quizas, o cobardia.

A partir de 1945 y durante varias decadas, fue creciendo en forma constante el arsenal de armas nucleares estrategicas. Cambiaban los gobernantes, cambiaban las estrategias y los sistemas defensivos, pero la cantidad de armas atomicas fue siempre en aumento.

Llego un momento en que hubo mas de veinticinco mil en el planeta, diez por cada ciudad. Solo un peligro tan monumental logro revertir tamana insensatez, apoyada por tantos dirigentes, de tantas naciones, durante tanto tiempo. Pero finalmente el mundo recobro la cordura, al menos en cierta medida, y pudo suscribirse un convenio entre los Estados Unidos, la Union Sovietica, Gran Bretana, Francia y la China. El objetivo no era la utopia de eliminar de plano todas las armas nucleares, pero se logro que tanto norteamericanos como rusos redujeran a mil las armas atomicas que cada uno habria de conservar. Se estudiaron cuidadosamente los detalles de modo que ninguna superpotencia quedara en clara desventaja en algun momento del proceso de desmantelamiento. Inglaterra, Francia y China acordaron comenzar a reducir sus arsenales cuando las superpotencias estuvieran por debajo de las tres mil doscientas.

Para regocijo del mundo entero, se firmo el Acuerdo de Hiroshima, junto a la famosa placa que conmemoraba a las victimas de la primera ciudad aniquilada por un arma nuclear:

«Descansen en paz puesto que nunca volvera a suceder.»

Todos los dias se enviaban disparadores de fision de igual numero de ojivas norteamericanas y sovieticas a un lugar especial, dirigido por tecnicos de ambos paises.

Se extraia el plutonio, se lo sellaba y transportaba a plantas nucleares, donde lo convertian en electricidad. Ese proyecto conocido como el Plan Gayler por el nombre de un almirante norteamericano, fue aclamado por haber conseguido transformar las espadas en arados. Dado que los paises conservaban aun un aterrador potencial de represalia, hasta las instituciones militares dieron buena acogida a la idea. Nadie, ni siquiera los generales, desea la muerte de sus hijos, y la guerra atomica es la negacion de las tradicionales virtudes del militar: nada tiene de valeroso el apretar un boton. La television registro en directo la primera ceremonia de despojo. En la pantalla aparecieron cuatro tecnicos norteamericanos y sovieticos, vestidos de blanco, que empujaban sobre sus ruedas dos enormes objetos metalicos color gris opaco, cada uno de ellos adornado con franjas, estrellas, hoces y martillos. Un enorme sector de la poblacion mundial pudo presenciar el acontecimiento. En los noticieros de la noche se hicieron recuentos de cuantas armas estrategicas habia desmantelado cada una de las potencias, y cuantas mas quedaban aun. En el termino de poco mas de dos decadas, tambien esa noticia llegaria a Vega.

En el curso de los anos siguientes continuo el desmantelamiento, casi sin pausa. Al principio no se noto un gran cambio de doctrina estrategica, pero poco a poco fue sintiendose el efecto a medida que se iban eliminando los sistemas de armamento mas poderosos. En el ultimo ano y medio fue notable el grado de desarme alcanzado por Rusia y los Estados Unidos. Muy pronto se observo la presencia de equipos de inspeccion de cada pais en territorio del otro, pese a las voces de protesta que elevaban los militares de ambas potencias. Las Naciones Unidas de pronto advirtieron que podian mediar eficazmente en litigios internacionales, a tal punto que se resolvieron los conflictos de Nueva Guinea y los problemas fronterizos entre la Argentina y Chile. Incluso se llego a hablar con fundamento de un tratado de no agresion entre la OTAN y el Pacto de Varsovia.

Los delegados a la primera sesion plenaria del Consorcio Mundial para el Mensaje llegaron con una predisposicion hacia la cordialidad sin precedentes en otros tiempos.

Estaban representados los paises que tenian que ver con el Mensaje, incluso aquellos que contaban apenas con una minima informacion. Todos habian enviado delegados cientificos y politicos, y asombrosamente algunos incluyeron tambien agregados militares.

Algunas delegaciones nacionales estaban encabezadas por sus ministros de Asuntos Exteriores y hasta por jefes de Estado. Uno de los integrantes de la delegacion britanica era el vizconde Boxforth, el «Sello Real» de la corona, titulo honorifico que a Ellie le resultaba muy divertido. B. Ya. Abukhimov, director de la Academia Sovietica de Ciencias presidia la representacion de su pais acompanado tambien por Gotsridze, ministro de Industrias Semipesadas, y Arkhangelsky. La Presidenta de los Estados Unidos designo jefe de la delegacion a Der Heer, aunque tambien asistieron el subsecretario de Estado, Elmo Honicutt, y Michael Kitz, entre otros, por el Departamento de Defensa.

Se instalo en el recinto un enorme mapa en el que se mostraba la ubicacion de todos los radiotelescopios del planeta, asi como tambien de las naves rastreadoras sovieticas.

Ellie paseo la vista por el amplio salon recientemente construido, contiguo a la residencia del Presidente frances. Una multitud de rostros, banderas y atuendos nacionales se reflejaba en las largas mesas de caoba y en los espejos de las paredes. Reconocio a muy pocos politicos y militares, pero en cada delegacion encontro la cara conocida de por lo menos un cientifico o ingeniero: Annunziata e Ian Broderick, de Australia; Fedirka, de Checoslovaquia; Braude, Crebillon y Boileau, de Francia; Kumar Chandrapurana y Devi Sukhavati de la India; Hironaga y Matsui, del Japon… Le llamo la atencion que en la mayoria de las delegaciones predominaran las personas con formacion tecnologica, mas que radioastronomica, sobre todo en la de Japon. La posibilidad de que en la reunion se tratara la construccion de una inmensa maquina motivo cambios de ultimo momento en la composicion de las delegaciones.

Tambien reconocio a Malatesta, de Italia; Bedengaugh — un fisico que se dedicaba a la politica —, Clegg y el venerable Sir Arthur Chatos; Jaime Ortiz, de Espana; Prebula, de Suiza, lo cual le intrigo sobremanera puesto que Suiza ni siquiera contaba con un radiotelescopio; Bao, que habia desarrollado una brillante labor en la instalacion de la red de radiotelescopios de la China; Wintergaden, de Suecia. Habia delegaciones llamativamente numerosas de paises tales como Arabia Saudita, Pakistan e Irak. Y por supuesto, los sovieticos, entre los cuales Nadya Rozhdestvenskaya y Genrikh Arkhangelsky compartian en ese instante un momento de genuina hilaridad.

Busco con la mirada a Lunacharsky hasta que por fin lo ubico con la representacion china. Estaba estrechando la mano de Yu Renqiong, director del Radioobservatorio de Beijing. Recordo que se habian hecho amigos durante el periodo de cooperacion chinosovietica. Sin embargo, la hostilidad entre ambas naciones habia puesto fin a todo contacto entre ellos, y las trabas que ponian los chinos a sus cientificos para viajar al exterior eran aun tan severas como las que imperaban en la Union Sovietica. Reflexiono que esa era la primera vez que se reunian en un cuarto de siglo, quizas.

— ?Quien es ese chino viejo que le da la mano a Vaygay? — Viniendo de Kitz, la pregunta podia tomarse como un intento de cordialidad.

— Yu, director del Observatorio de Beijing.

— Yo pensaba que esos tipos se odiaban.

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